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Miguelde Unamuno
SOLITAÑA
Era unatienda de género para la aldeanería. Los sentidos frescos del hombredel pueblo gustan los choques vivos de colorines chillonesbuscan lasalegres sinfonías del rojo con el verde y el azuly las carotas rojasde las mozas aldeanas parecen arder sobre el pañuelo de grandes yabigarrados dibujos . En aquella tienda se les ofrecía todo el géneroa la vista y al tactoque es lo que quiere el hombre que come con losojos manos y boca . Nunca se ha visto género más alegremás chillóny más frescamente cálidoen la tienda más tristemás callada y mástibiamente fría . Junto a estatiendaa un ladouna zapatería con todo el género en filasa lavista del transeunte; al otro ladouna confitería oliendo a cera . Asomaba lacabeza por aquella cáscara cubierta de flores de trapoel caracolhumanohúmedoescondido y silenciosoque arrastra su casitapaso a pasocon marcha imperceptibledejando en el camino unrastro viscosoque brilla un momento y luego se borra .
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Su mujerRufinade Bengoecheabarri y Goicoechezarraera también de por ahíperoaclimatada en Artecalleuna ardillauna cotorra y lista como undemonio. Domesticó a su maridoa quien quería por lo bueno . ¡ Eratan infeliz Solitaña ! Un bendito de Diosun ángelmanso como un corderoperseverante como un perropaciente como unborrico . El agua quefecunda a un terrenoesteriliza a otroy el viento húmedo que sefiltraba por la calle oscurahizo fermentar y vigorizarse al espíritude doña Rufinamientras aplanó y enmoheció al de don Roque . La casa enla que estaba plantado don Roque era viejísima y con balcones demaderatenía la cara más cómicamente trágica que puede darsesonreíacon la alegre puerta y lloraba con sus ventanas tristes . Era tan húmedaque salía moho en las paredes . Solitaña subíatodos los días la escalera estrecha y oscurade ennegracidasbarandillasenvuelta en efluvios de humedad picantey la subía aoscuras sin tropezarse ni equivocar un tramo donde otro se hubiera rotola crismay mientras la subía lento e impasibletemblaba de amor laescalera bajo sus piesy la abrazaba entre sus sombras . Para éleran todos los días igualese iguales todas las horas del día ; selevantaba a las seisa las siete bajaba a la tiendaa la una comíacenaba a eso de las nuevey a eso de las once se ocostabase volvíade espalda a su mujeryrecogiéndose como el caracolse disipabaen el sueño . En lasgrandes profundidades del marviven felices las esponjas . Todos los díasrezaba el rosariorepetía las Avemarías como la cigarra y el marrepiten a todas horas el mismo himno . Sentía un voluptuoso cosquilleoal llegar a los orá por nobis de la letanía ;siempreal Agnustenían que advertirle que los orá por nobis habían dado fin; seguía con ellos por fuerza de inercia ; si algún díaporextraordinario casono había rosariodormía mal y con pesadillas .Los domingos los rezaba en Santiagoy era para Solitaña goce singularel oir medio amodorrado por la oscuridad del temploque otras vocesgangosas repetían con éla coroorá por nobis orápor nobis .
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Subían lasescaleras de Begoñay un ciegocon tono lacrimoso y solemne : Solitañasacaba dos cuartos y le pedía tres ochavos de vuelta. Más adelante: --Cuandocomparezcamos ante el tribunal supremo de la gloria ... Solitaña ledaba un ochavo . Luego una mejercita viva : --Una limosnapiadoso caballero... Otro ochavo.Más alláun viejo de larga barbagafas azulesacurrucado en un rincóncon un perroy con la mano extendida .Otromás adelanteenseñandouna pierna delgadanegrauntuosa y torcidadonde posaban las moscas.Dos ochavos más .Un joven cojo pedía en vascuencey a éste Solitañale daba un cuarto . Aquellos acentos sacudían en el alma de don Roquesu fondo yacentey sentía en ellaolor a campoverde como sus pañospara sayasbrisas de aldeavaho de humo del caseríogusto a borona.Era una evocación que le hacía oir en el fondo de sí mismoy comosalidos de un fonógrafocantos de mozaschirridos de carrosmugidos de bueycacareos de gallinapiar de pájarosalgo quereposaba formando légamo en el fondo del caracol humanocomo polvoamasado con la humedad de la calle y de la casa . Solitaña yel mostradorde la tienda se entendían y se querían. Apoyando susbrazos cruzados sobre élcontemplaba a los chiquillos que jugaban enel regatón para desagüechapuzando los pies en el arroyuelo sucio .De cuando en cuandoel chineladelantando alternativamente laspiernascruzaba el campo visual del hombre del mostradorque le veíasin mirarle y sacudía la cabeza para espantar alguna mosca . Fué encierta ocasión como padrino a la boda de una sobrina --" arefrescar un poco la cabeza" --decía su mujer -- a estirar elcuerposiempre metido aquí como un oso. Yo ya le digo : Roquevete adar un paseotoma el solhombretoma el soly élnada--. A los tres días volvió diciendo que se aburría fuera de su tienda .El lo que quería es encojerse y no estirarse ; los estirones lecausaban dolor de cabeza y hacían que circulara por todas sus venas lahumedad y la sombra que reposaban en el findo de su alma angelicalerancomo los movimientos para el rehumático . -- " Mamarromás quemamarro -- le decía doña Rufina --- pareces un topo--." Solitaña sonreía . Otro de sus gocesademás del de medir telas ylos orá por nobisera oir a su mujer que le reñía ¡ Québuena era Rufina !
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Subían lasescaleras de Begoñay un ciegocon tono lacrimoso y solemne : Solitañasacaba dos cuartos y le pedía tres ochavos de vuelta. Más adelante: --Cuandocomparezcamos ante el tribunal supremo de la gloria ... Solitaña ledaba un ochavo . Luego una mejercita viva : --Una limosnapiadoso caballero... Otro ochavo.Más alláun viejo de larga barbagafas azulesacurrucado en un rincóncon un perroy con la mano extendida .Otromás adelanteenseñandouna pierna delgadanegrauntuosa y torcidadonde posaban las moscas.Dos ochavos más .Un joven cojo pedía en vascuencey a éste Solitañale daba un cuarto . Aquellos acentos sacudían en el alma de don Roquesu fondo yacentey sentía en ellaolor a campoverde como sus pañospara sayasbrisas de aldeavaho de humo del caseríogusto a borona.Era una evocación que le hacía oir en el fondo de sí mismoy comosalidos de un fonógrafocantos de mozaschirridos de carrosmugidos de bueycacareos de gallinapiar de pájarosalgo quereposaba formando légamo en el fondo del caracol humanocomo polvoamasado con la humedad de la calle y de la casa . Solitaña yel mostradorde la tienda se entendían y se querían. Apoyando susbrazos cruzados sobre élcontemplaba a los chiquillos que jugaban enel regatón para desagüechapuzando los pies en el arroyuelo sucio .De cuando en cuandoel chineladelantando alternativamente laspiernascruzaba el campo visual del hombre del mostradorque le veíasin mirarle y sacudía la cabeza para espantar alguna mosca . Fué encierta ocasión como padrino a la boda de una sobrina --" arefrescar un poco la cabeza" --decía su mujer -- a estirar elcuerposiempre metido aquí como un oso. Yo ya le digo : Roquevete adar un paseotoma el solhombretoma el soly élnada--. A los tres días volvió diciendo que se aburría fuera de su tienda .El lo que quería es encojerse y no estirarse ; los estirones lecausaban dolor de cabeza y hacían que circulara por todas sus venas lahumedad y la sombra que reposaban en el findo de su alma angelicalerancomo los movimientos para el rehumático . -- " Mamarromás quemamarro -- le decía doña Rufina --- pareces un topo--." Solitaña sonreía . Otro de sus gocesademás del de medir telas ylos orá por nobisera oir a su mujer que le reñía ¡ Québuena era Rufina !
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Sin dejar deatender a la conversaciónde interesarse en su cursopensandosiempre en lo último que había dicho el que había hablado el últimose dirigía a los rincones de la tiendaservía lo que le pedíanmedíarecibía el dinerolo contabadaba la vueltay se volvía a supuesto . En invierno había braseroy por nada del mundo dejaríaSolitaña la badillaque manejaba tan bien como la varay con la cuálrevolvía el fuego mientras los demás charlabany luegotendiendolos pies con deleitedormitaba muchas veces al arrullo de la charla . Su mujerllevaba la batutala emprendía contra los negroslamentaba lasituación del Papapreso en Roma por culpa de los liberales¡ durocon ellos ! Ella era carlista porque sus padres lo habían sidoporquefué carlista la leche que mamóporque era carlista su callelo erala sombra del cantón contiguoy el aire húmedo que respirabany elcarlismoapegado a los glóbulos de su sangrerodaba por sus venas . El viejosiempre tan guapose reía de esas cosas ; tan alegres eran blancoscomo negrosy en una limonadanadie se acuerda de colores ; por lodemásél bien sabía que sin religión y palono hay cosa derecha. Hablaban deuna limonada : --¡ Qué limonada!-- decía el que vió los fusilamientos de Zurbano --¡pedazos dehielo como puños navegaban allí !... Solitañase sonreíaarreglando el fuego con la badilla . -- A mí ya megusta también un poco merlusita en salsa...--volvió el otro . Y veníarodando la conversación a los liberales .
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Al díasiguiente se levantaba como se había levantado el anteriorcon másregularidad que el solque adelanta y atrasa sus salidasy bajaba ala tienda en inviernoentre las sombras del crepúsculo matutino . En JuevesSantoparecía revivir un poco el bendito caracolse calaba levitanegraguantes también negroschistera negraque guardaba desde el díade la bodae iba con un bastoncillo negro a pedir para la Soledad dela negra capa. Luego en la procesiónla llevaba en hombrosy aquéldulce peso era para él una delicia sólo comparable a una docena deletanías con sus quinientos sesenta y dos orá por nobis . ¿ Pobre ángelde Diosdormido en la carne ! No hay que tenerle lástimaera padreytoda la humedad de su alma parecía evaporarse a la vista del pequeño.¿ Besos ?¡ quiá ! Esto en él era cosa raraapenas se le vióbesar a su hijoa quién queríacomo buen padrecon delirio. Vino elbombardeose refugió la gente en las lonjasy empezó la vida defamilias acuarteladas . Nada cambió para solitañatodo siguió lomismo . La campanada de bomba provocaba en él la reacción inconscientede un Avemaríay la rezaba pensando en cualquier cosa .Veía pasar alos chimberos de la otra guerracomo veía pasar al eterno chinel. Siel proyectil caía cerca se retiraba adentroy se tendía en el suelopresa de una angustia indefinible . Durante todo el bombardeo no salióde su cuchitril . La noche de San José temblaba en el colchóntendido sobre el sueloensartando Avemarías-- " Si al caboentraran -- decía doña Rufina-- ya le haría yo pagar a ese negro dedon Jose María lo que nos debe. " Su hijo fuéa estudiar Medicina . La madre le acompañó a Valladolid; a su cargocorría todo lo del chico . Cuando acabó la guerrapensaron porun momento dejar la tiendapero Solitaña sin ella hubiera muerto defiebrecomo un oso blanco transportado al Africa Ecuatorial. Vino elterremoto de los Osunasy cuando las obligaciones bambolearoncrujió todoy cayeron entre ruinas de orofamilias enterasse encontró Solitañauna mañana lluviosa y fríacon que aquél papelera papélmojadoy lo remojó con lágrimas . Bajó mustio a la tienda y siguiósu vida . Su hijo secolocó en una aldeay aquél día dió don Roque un suspiro desatisfacción . Murió su mujery el pobre hombreal subir lasescaleras que temblaban bajo sus piésy sentir la lluviaque azotabalas ventanaslloraba en silencio con la cabeza hundida en la almohada . Enfermó .Poco antes de morir le llevaron el viáticoy cuando el sacerdoteempezó la letaníael pobre Solitañacon la cabeza hundida en laalmohadalanzaba con labios trémulos unos imperceptibles orá pornobisque se desvanecían lánguidamente en la alcobaque estabaentonces como ascua de oro y llena de tibio olor a cera . Murió . Suhijo le lloró el tiempo que sus quehaceres y sus amoresle dejaronlibre . Quedó en el aire el hueco que al morir deja un mosquitoy elalma de solitaña voló a la montaña eternaa pedir al Pastorélque siempre había vivido a la sombraque nos traiga buen sol para hoypara mañanay para siempre . ¡Bienaventurados los mansos ! |