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Moros y cristianos

Pedro Antonio de Alarcón

(Cuento)

- I -

La antes famosa y ya poco nombrada villa de Aldeire forma parte delmarquesado de Cenetocomo si dijéramosdel respaldo de la AlpujarrahaciaLevantey está medio colgadamedio escondidaen un escalón o barranco de laformidable mole central de Sierra Nevadaa cinco o seis mil pies sobre el niveldel mar y seis o siete mil por debajo de las eternas nieves del Mulhacen.

Aldeiredicho sea con perdón de su señor curaes un pueblo morisco. Quefue morolo dice claramente su nombresu situación y su estructura; y que noha llegado aún a ser enteramente cristianoaunque figure en la Españareconquistada y tenga su iglesita católica y sus cofradías de la VirgendeJesús y de no pocos santos y santaslo demuestran el carácter y costumbres desus moradoreslas pasiones terribles cuanto quiméricas que los unen o separanen perpetuos bandosy los lúgubres ojos negrospálida tez y escaso hablar yreír de mujereshombres y niños...

Porque bueno será recordarpara que ni dicho señor cura ni nadie ponga encuarentena la solidez de este razonamientoque los moriscos del marquesado delCenet no fueron expulsados en totalidad como los de la Alpujarrasino quemuchos de ellos lograron quedarse allí agazapados y escondidos gracias a laprudencia o cobardía con que desoyeron el temerario y heroico grito de sumalhadado príncipe Aben-Humeya; de donde yo deduzco que el tío Juan Gómez Hormigaalcalde constitucional de Aldeire en el año de gracia de 182 1podía muy bienser nieto de algún MustafáMahommed o cosa por el estilo.

Cuéntasepuesque el tal Juan Gómezhombre a la sazón de más de mediacenturiarústico muy avisado aunque no entendía de letray codicioso ytrabajador con frutocomo lo acreditabano solamente su apodosino tambiénsu mucha haciendapor él adquirida a fuerza de buenas o malas artesyrepresentada en las mejores suertes de tierra de aquella jurisdiccióntomó acenso enfitéutico del caudal de Propiosy casi de baldemediante algunasgallinas no ponedoras que regaló al secretario del Ayuntamientounos secanossituados a las inmediaciones de la villaen medio de los cuales veíanse losrestos y escombros de un antiguo castillejomorabito o atalaya árabecuyonombre era todavía La Torre del Moro.

Excusado es decir que el tío Hormiga no se detuvo ni un instante a pensar enqué moro sería aquélni en la índole o prístino objeto de la arruinadaconstrucción; lo único que vio desde luego más claro que el agua fue que contantas desmoronadas piedrasy con las que él desmoronarapodía hacer allíun hermoso y muy seguro corral para sus ganados; por lo que desde el díasiguientey como recreo muy propio de quien tan económico eradedicó lastardes a derribar por sí mismoy a sus solaslo que en pie quedaba delvetusto edificio arábigo.

-¡Te vas a reventar! -le decía su mujeral verlo llegar por la noche llenode polvo y de sudory con la barra de hierro oculta bajo la capa...

-¡Al contrario! -respondía él.- Este ejercicio me conviene para nopodrirme como nuestros hijos los estudiantesquesegún me ha dicho elestanqueroestaban la otra noche en el teatro de Granada y tenían un color demanteca que daba asco mirarlos...

-¡Pobres! ¡De tanto estudiar! Pero a ti debía de darte vergüenza detrabajar como un peón siendo el más rico del puebloalcalde por añadidura.

-Por eso Voy solo.... ¡A ver!....Acércame esa ensalada....

-Sin embargoconvendría que te ayudase alguien. ¡Vas a echar un siglo enderribar la Torrey hasta quizás no sepas componértelas para volcarla toda!...

-¡No digas simplezasTorcuata! Cuando se trate de construir la tapia delcorral pagaré jornalesy hasta llevaré un maestro alarife.... ¡Pero derribarsabe cualquiera! Y es tan divertido destruir!...¡Vaya!....¡quita la mesa yacostémonos!....

-Eso lo dices porque eres hombre. ¡A mí me da miedo y lástima todo lo quees deshacer!

-¡Debilidades de vieja! ¡Si supieras tú cuántas cosas hay que deshacer eneste mundo!

-¡Callafrancmasón! ¡En mal hora te han elegido alcalde! ¡Verás comoel día que vuelvan a mandar los realistaste ahorca el Rey absoluto!

-¡Eso lo veremos! ¡Santurrona! ¡Beata! ¡Lechuza! ¡Vaya!: apaga esa luzy no te santigües más...que tengo mucho sueño.

Y así continuaban los diálogos hasta que se dormía uno de los dosconsortes.


II

Una tarde regresó de su faena el tío Hormiga muy preocupado y caviloso ymás temprano que de costumbre.

Su mujer aguardó a que despachase a los mozos de labor para preguntarle quéteníay él respondió enseñándole un tubo de plomo con tapaderapor elestilo del cañuto de un licenciado del ejército; sacó de allí y desarrollócuidadosamente un amarillento pergamino escrito en caracteres muy enrevesadosydijo con imponente seriedad:

-Yo no sé leerni tan siquiera en castellanoque es la lengua más claradel mundo; pero el diablo me lleve si esta escritura no es de moros.

-¿Es decirque la has encontrado en la Torre?

-No lo digo sólo por esosino porque estos garrapatos no se parecen aninguno de los que he visto hacer a gente cristiana.

La mujer de Juan Gómez miró y olió el pergamino y exclamó con unaseguridad tan cómica como gratuita:

-¡De moros es!

Pasado un ratoañadió melancólicamente:

-Aunque también me estorba a mí lo negrojuraría que tenemos en las manosla licencia absoluta de algún soldado de Mahomaque ya estará en losprofundos infiernos.

-¿Lo dices por el cañuto de plomo?

-Por el cañuto lo digo.

-Pues te equivocas de medio a medioamiga Torcuata; porque ni los morosentraban en quintassegún me ha dicho varias veces nuestro hijo Agustínniesto es una licencia absoluta. Esto es... un...

El tío Hormiga miró en torno suyobajó la voz y dijo con entera fe:

-¡Estas son las señas de un tesoro!

-¡Tienes razón! -respondió la mujersúbitamente inflamada por la mismacreencia.¿Y lo has encontrado ya? ¿Es muy grande? ¿Lo has vuelto a tapar bien?¿Son monedas de plata o de oro? ¿Crees tú que pasarán todavía? ¡Quefelicidad para nuestros hijos! ¡Como van a gastar y a triunfar en Granada y enMadrid! ¡Yo quiero ver eso! Vamos allá... Esta noche hace luna

-¡Mujer de Dios! ¡Sosiégate! ¿Como quieres que haya topado ya con eltesoro guiándome por estas señassi yo no sé leer en moro ni en cristiano?

-¡Es verdad! Pues mira.... Haz una cosa: en cuanto Dios eche sus lucesapareja un buen mulo; pasa la sierra por el puerto de la Raguaque dicen estábuenoy llegate a Ugíjara casa de nuestro compadre D. Matías Quesadaelcual sabes entiende de todo.... Él te pondrá en claro ese papel y te darábuenos consejoscomo siempre.

-¡Mis dineros me cuestan todos sus consejos a pesar de nuestro compadrazgo!... Peroen finlo mismo había pensado yo. Mañana iré a Ugíjary a lanoche estaré aquí de vuelta; pues todo será apretar un poco a la caballería...

-Pero ¡cuidado que le expliques bien las cosas!...

-Poco tengo que explicarle. El cañuto estaba escondido en un hueco o nichorevestido de azulejos como los de Valenciaformado en el espesor de una pared.He derribado todo aquel lienzoy nada más de particular he hallado. Debajo delo ya destruido comienza la obra de sillería de los cimientoscuyas enormespiedrasde más de vara en cuadrono removerán fácilmente dos ni trespersonas de puños tan buenos como los míos. Por consiguientees necesariosaber de una manera fija en qué punto estaba escondido el tesoroso pena detener que arrancar con ayuda de vecinos todos los cimientos de la Torre...

-¡Nada! ¡Nada! ¡A Ugíjar en cuanto amanezca! Ofrécele a nuestro compadreuna parte...no muy largade lo que hallemosycuando sepamos donde hay queexcavaryo misma te ayudaré a arrancar piedras de sillería.¡Hijos de mialma! ¡Todo para ellos! Por lo que a mí tocasólo siento si habrá algo quesea pecado en esto que hablamos en voz baja.

-¿Qué pecado puede habergrandísima tonta?

-No sé explicártelo.... Pero los tesoros me habían parecido siempre cosadel demonioo de duendes.... Además ¡tomaste a censo aquel terreno por tanpoco rédito al año!... ¡Todo el pueblo dice hubo trampa en tal negocio!

-¡Eso es cuenta del secretario y de los concejales! Ellos me hicieron laescritura.

-Por otro ladotengo entendido que de los tesoros hay que dar parte al Rey....

-Eso es cuando no se hallan en terreno propio como este mío...

-¡Propio! ¡Propio!... ¡A saber de quién sería esa torre que te havendido el Ayuntamiento!...

-¡Toma! ¡Del Moro!

-¡A saber quién sería ese Moro !... Por de prontoJuanlasmonedas que el Moro escondiera en su casa serían suyas o de susherederos; no tuyasni mías...

-¡Estás diciendo disparates! ¡Por esa cuenta no debía yo ser alcalde deAldeiresino el que lo era el año pasado cuando se pronunció Riego! ¡Por esacuentahabría que mandar todos los años a Áfricaa los descendientes de losmoroslas rentas que produjesen las vegas de Granadade Guadix y de centenaresde pueblos!...

-¡Puede que tengas razón!... En finve a Ugíjary el compadre teaconsejará lo mejor en todo.


III

Ugíjar dista de Aldeire cosa de cuatro leguas de muy mal camino. No seríansin embargolas nueve de la siguiente mañanacuando el tío Juan Gómezvestido con su calzón corto de punto azul y sus bordadas botas blancas de losdías de fiestahallábase ya en el despacho de D. Matías de Quesadahombrede mucha edad y mucha saluddoctor en ambos Derechos y autor de la mayor partede los entuertos contra la justicia que se hacían por entonces enaquella tierra. Había sido toda su vida lo que se llama un abogado picapleitosy estaba riquísimo y muy bien relacionado en Granada y Madrid.

Oído que hubo la historia de su digno compadrey después de examinaratentamente el pergaminodíjole queen su opiniónnada de aquello olía atesoro; que el nicho en que halló el tubo debió de ser un babucheroyque el escrito le parecía una especie de oración que los moros suelen leertodos los viernes por la mañana... Perosin embargono siéndole a élcompletamente conocida la lengua áraberemitiría el documento a Madrid a uncondiscípulo suyo que estaba empleado en la Comisaría de los Santos Lugaresafin de que lo enviara a Jerusaléndonde lo traducirían al castellano; portodo lo cual sería conveniente mandarle al madrileño un par de onzas de oro enletrapara una jícara de chocolate.

Mucho lo pensó el tío Juan Gómez antes de pagar un chocolate tan caro (queresultaba a diez mil doscientos cuarenta reales la libra); pero tenía talseguridad en lo del tesoro (y a fe que no se equivocabasegún despuésveremos)que sacó de la faja ocho monedillas de a cuatro duros y se lasentregó al abogadoquien las pesó una por una antes de guardárselas en elbolsillo; con lo que el tío Hormiga tomó la vuelta de Aldeire decidido aseguir excavando en la Torre del Moromientras tanto que enviaban el pergaminoa Tierra Santa y volvía de allá traducido; diligencias en quesegún elletradose tardaría cosa de año y medio.


IV

No bien había vuelto la espalda el tío Juancuando su compadre y asesorcogió la pluma y escribió la siguiente cartacomenzando por el sobre:

«SR. D. BONIFACIO TUDELA Y GONZÁLEZMaestro de Capilla de la SantaIglesia Catedral de CEUTA.


«Mi querido sobrino político:

-Solamente a un hombre de tu religiosidad confiaría yo el importantísimosecreto contenido en el documento adjunto. Dígolo porque indudablemente estánescritas en él las señas de un tesorode que te daré alguna parte sillego a descubrirlo con tu ayuda. Para ello es necesario que busques un moro quetraduzca ese pergaminoy que me mandes la traducción en carta certificadasinenterar a nadie del asuntocomo no sea a tu mujerque me consta es personareservada.

»Perdona que no te haya escrito en tantos años; pero bien conoces mismuchos quehaceres. Tu tía sigue rezando por ti todas las noches al tiempo deacostarse. Que estés mejor del dolor de estomago que padecías en 1806y sabesque te quiere tu tío político

MATÍAS DE QUESADA

15 de Enero de 1821.


POSDATA.-Expresiones a Pepa; y dime si habéis tenido hijos.»

Escrita la precedente cartael insigne jurisconsulto pasó a la cocinadonde su mujer estaba haciendo calceta y cuidando el pucheroy díjole lassiguientes expresiones en tono muy áspero y desabridodespués de echarle enla falda las ocho monedas de a cuatro duros que ya conocemos:

-Encarnaciónahí tienes: compra más trigoque va a subir en los mesesmayoresy procura que lo midan bien. Hazme de almorzar mientras yo voy a echaral correo esta carta para Sevillapreguntando los precios de la cebada. ¡Queel huevo esté bien frito y el chocolate claro! ¡No tengamos la de todos losdías!

La mujer del abogado no respondió palabray siguió haciendo calceta comoun autómata.


V

Dos semanas despuésun hermosísimo día de Enerocomo sólo los hay en elNorte de África y en el Sur de Europatomaba el sol en la azotea de su casa dedos pisos el maestro de capilla de la catedral de Ceutacon la tranquilidad dequien ha tocado el órgano en misa mayor y se ha comido luego una libra deboqueronesotra de carne y otra de pancon su correspondientedosis de vinode Tarifa.

El buen músicogordo como un cebón y colorado como una remolachadigeríapenosamentepaseando su turbia mirada de apoplético por el magnífico panoramadel Mediterráneoy del Estrecho de Gibraltardel maldecido Peñón que le danombrede las cercanas cumbres de Anghera y Benzú y de las remotas nieves delPequeño Atlascuando sintió acelerados pasos en la escalera y la argentinavoz de su mujerque gritaba gozosamente:

-¡Bonifacio! ¡Bonifacio! ¡Carta de Ugíjar! ¡Carta de tu tío! ¡Y vayasi es gorda!

-¡Hombre! -respondió el maestro de capillagirando como una esfera o globoterráqueo sobre el punto de su redonda individualidadque descansaba en elasiento. -¿Qué santo se habrá empeñado para que mi tío se acuerde de mí?¡Quince años hace que resido en esta tierra usurpada a Mahomay cata aquí laprimera vez que me escribe aquel abencerrajesin embargo de haberle yo escritocien veces a él! ¡Sin duda me necesita para algo!

Ydicho estoabrió la epístola (procurando que no la leyese la Pepade la posdata)y apareciócrujiente y tratando de arrollarse por sí propioel amarillento pergamino.

-¿Qué nos envía?-preguntó entonces la mujergaditana y rubia por másseñasy muy agraciada y valiente a pesar de sus cuarenta agostos.

-¡Pepitano seas tan curiosa!... -Yo te lo dirési debo decírteloluegoque me entere.¡Mil veces te he advertido que respetes mis cartas!...

-¡Advertencia propia de un libertino como tú! En fin¡despacha!yveremos si yo puedo saber qué papelote te manda tu tío. ¡Parece un billete deBanco del otro mundo!

En tanto que su mujer decía aquellas cosas y otrasel músico leyó lacartay maravillóse hasta el extremo de ponerse de pie sin esfuerzo alguno.

Teníasin embargotal hábito en disimularque acertó a decir muynaturalmente:

-¡Qué tontería! ¡Sin duda está ya chocheando aquel mal hombre!¿Querrás creer que me remite esta hoja de una Biblia en hebreopara que yobusque algún judío que la compreimaginándose el muy bobo que darán porella un dineral? Al mismo tiempo...-añadió para cambiar la conversación yguardándose en la faltriquera la carta y el pergamino-al propio tiempo... mepregunta con mucho interés si tenemos hijos.

-¡Él no los tiene! -observó vivamente Pepita.- ¡Sin duda piensa dejarnospor herederos!

-¡Más fácil es que al muy avaro se le haya ocurrido heredarnos anosotros!.... Pero ¡calla!:están dando las oncey yo tengo que afinar elórgano para las vísperas de esta tarde... Me voy. Oyeprenda: que la comidaesté dispuesta a la unay que no se te olvide echar dos buenas patatas en elpuchero. ¡Que si tenemos hijos!... ¡Vergüenza me da de haber de contestarleque no!

-¡Escucha! ¡Espera! ¡Oye! ¡La culpa no es mía!-contestó como un rayo laparte contraria.- ¡Bien sabes que en mis primeras nupcias tuve un niño muerto!

-¡Ya! ¡Ya! ¡En tus primeras nupcias! ¡Como si eso pudiera servirme desatisfacción! ¡Un día vas a dar lugar a que yo te cuente todas mishabilidades de soltero!

-¡Andazambombotoneldesagradecido! ¿Quién te habrá amado a ti en elmundo como esta neciaquecon ese barrigón y todote considera el hombremás hermoso que Dios ha criado?

-¿Sí? ¿Me has dicho hermoso? ¡Pues miraPepa-respondió elartistapensando seguramente en el pergamino árabe; -si mi tío llega adejarme por herederoo yo me hago rico de cualquier otro modote juro llevartea vivir a la plaza de San Antonio de la ciudad de Cádizy comprarte más joyasque tiene la Virgen de las Angustias de Granada! Conque hasta luegopichona.

Y tirando un pellizco en la barba a la que de antemano teníaya el hoyo enellacogió el sombrero y tomó el camino... no de la catedralsino de lascallejuelas en que suelen vivir las familias moras avecindadas en aquella plazafuerte.


VI

En la más angosta de dichas callejuelasy a la puerta de una muy pobre peromuy blanqueada casuchaestaba sentado en el sueloo más bien sobre sustalonesfumando en pipa de barro secado al solun moro de treinta y cinco acuarenta añosrevendedor de huevos y gallinasque le traían a las puertas deCeuta los campesinos independientes de Sierra-Bullones y Sierra-Bermejay queél despachaba a domicilio o en el mercadocon una ganancia de ciento porciento. Vestía chilaba de lana blanca y jaique de lana negray llamábaseentre los españoles Manos-gordasy entre los marroquíesAdmet-ben-Carime-el-Abdoun.

Tan luego como el moro vio al maestro de capillalevantóse y salió a suencuentrohaciéndole grandes zalemas; ycuando estuvieron ya juntosdíjolecautelosamente:

-¿Querer morita? Yo traer mañana cosa meleja; de doce años...

-Mi mujer no quiere más criadas moras... -respondió el músico coninusitada dignidad. Manos-gordas se echo a reír.

-Además.... -prosiguió D. Bonifacio-tus endiabladas moritas son muysucias.

-Lavar -respondió el moroponiéndose en cruz y ladeando la cabeza. -¡Tedigo que no quiero moritas! -prosiguió D. Bonifacio.- Lo que necesito hoy esque túque sabes tanto y que por tanto saber eres intérprete de la plazametraduzcas al español este documento.

Manos-gordas cogió el pergaminoy a la primera ojeada murmuró:

-Estar moro...

-¡Ya lo creo que es árabe! Pero quiero saber qué diceysi no meengañaste haré un buen regalo... cuando se realice el negocio que confío atu lealtad.

A todo estoAdmet-ben-Carime había pasado ya la vista por todo el pergaminoy puéstose muy pálido.

-¿Ves que se trata de un gran tesoro? -medio afirmómedio interrogó elmaestro de capilla.

-Creer que sí -tartamudeo el mahometano.

-¿Como creer? ¡Tu misma turbación lo dice!

-Perdona... -replicó Manos-gordas sudando a mares. -Haber aquípalabras de árabe modernoy yo entender. Haber otras de árabe antiguo oliterarioy yo no entender.

-¿Qué dicen las palabras que entiendes?

-Decir oro decir perlasdecir maldición de Alah...Pero yo no entender sentidoexplicaciones ni señas. Necesitar ver al derwichde Angheraque estar sabioy él traducir todo. Llevarme yo pergamino hoyytraer pergamino mañanay no engañar ni robar al señor Tudela. ¡Moro jurar!

Así diciendocruzó las manosse las llevo a la boca y las besófervorosamente.

Reflexionó D. Bonifacio: conoció que para descifrar aquel documentotendría que fiarse de algún moroy que ninguno le era tan conocido ni tanafecto como Manos-gordasy accedió a dejarle el manuscritobien quebajo reiterados juramentos de que al día siguiente estaría de vuelta deAnghera con la traduccióny jurándole élpor su parteque le entregaríalo menos cien duros cuando fuese descubierto el tesoro.

Despidiéronse el musulmán y el cristianoy éste se dirigióno a su casani a la catedralsino a la oficina de un amigodonde escribió la siguientecarta:

«SR. D. MATÍAS DE QUESADA Y SÁNCHEZ.

»AlpujarraUGÍJAR.

»Mi queridísimo tío:

»Gracias a Dios que hemos tenido noticias de usted y de tía Encarnaciónyque éstas son tan buenas como Josefa y yo deseábamos. Nosotrosquerido tíoaunque más jóvenes que ustedesestamos muy achacosos y cargados de hijosquepronto se quedarán huérfanos y pidiendo limosna.

« Se burló de usted quien le dijera que el pergamino que me ha enviadocontenía las señas de un tesoro. He hecho traducirlo por persona muycompetentey ha resultado ser una carta de blasfemias contra Nuestro SeñorJesucristoIa Santísima Virgen y los santos de la Corte celestialescritas enversos árabes por un perro morisco del marquesado del Cenet durante larebelión de Aben-Humeya. En vista de semejante sacrilegioy por consejo delseñor Penitenciarioacabo de quemar tan impío testimonio de la perversidadmahometana.

»Memorias a mi tía: recíbanlas ustedes de Josefaque se halla por décimavez en estado interesantey mande algún socorro a su sobrinoque está en loshuesos por resultas del pícaro dolor de estomago

»BONIFACIO.

«CEUTA29 de Enero de 1821.»



VII

Al mismo tiempo que el maestro de capilla escribía la precedente carta y laechaba al correoAdmet-ben-Carime-el-Abdoun reunía en un envoltorio no muygrande todo su hato y ajuarreducidos a tres jaiques viejosdos mantas de pelode cabraun mortero para hacer alcuzcuzun candil de hierro y una olla decobre llena de pesetas (que desenterró de un rincón del patinillo de su casa);cargó con todo ello a su única mujeresclavaodaliscao lo que fueramásfea que una mala noticia dicha de pronto y más sucia que la conciencia de sumaridoy salióse de Ceutadiciendo al oficial de guardia de la puerta que daal campo moro que se iban a Fez a mudar de aires por consejo de un veterinario.Y como quiera que esta sea la horadespués de sesenta años y algunos meses deausenciaque no se haya vuelto a saber de Manos-gordas ni en Ceutanien sus cercaníasdicho se está que D. Bonifacio Tudela y González no tuvo elgusto de recibir de sus manos la traducción del pergaminoni al díasiguienteni al otroni en toda su vidaque por cierto debió ser muy cortapuesto que de informes dignos de crédito aparece que su adorada Pepita se casoen Marbella en terceras nupcias con un tambor mayor asturianoa quien hizopadre de cuatro hijos como cuatro solesy era otra vez viuda a la muerte delRey absolutofecha en que ganó por oposición en Málaga el título de comadrede parir y el destino de matrona aduanera.

Conque busquemos nosotros a Manos-gordasy sepamos que fue deél y del interesante pergamino.


VIII

Admet-ben-Carime-el-Abdoun respiró alegrementey aun hizo alguna zapatetasin que por eso se le cayesen las mal aseguradas zapatillastan luego como sevio fuera de los redoblados muros de la plaza española y con toda el Áfricadelante de sí...

Porque Áfricapara un verdadero africano como Manos-gordases latierra de la libertad absoluta; de una libertad anterior y superior a todas lasConstituciones e instituciones humanas; de una libertad parecida a la de losconejos no caseros y demás animales de montevalle o arenal.

Áfricaquiero decires la Jauja de los malhechoresel seguro de laimpunidadel campo neutral de los hombres y de las fierasprotegido por elcalor y la extensión de los desiertos. En cuanto a los sultanesreyes y beyesque presumen imperar en aquella parte del mundoy a las autoridades y mílitesque los representanpuede decirse que vienen a serpara tales vasalloslo queel cazador para las liebres o para los corzos: un mal encuentro posibleque muypocos tienen en la viday en el cual muere uno o no muere; si mueretal díahizo un año; y si no muerecon poner mucha tierra por medio no hay que pensarmás en el asunto. Sirva esta digresión de advertencia a quien la necesitareyprosigamos nosotros nuestra relación.

-¡Toma aquíZama -dijo el moro a su cansada esposacomo si hablase conuna acémila.

Yen lugar de dirigirse al Oesteo sea hacia el Boquete de Angheraenbusca del sabio santónsegún había dicho a D. Bonifacio tomó hacia el Surpor un barranquillo tapado de malezas y árboles silvestresque muy luego lellevó al camino de Tetuáno bien a la borrosa vereda quesiguiendo lasondulaciones de puntas y playasconduce a Cabo-Negro por el valle del Tarajarpor el de los Castillejospor Monte-Negro y por las lagunas de Río-Azmirnombres que todo español bien nacido leerá hoy con amor y veneracióny queentonces no se habían oído pronunciar todavía en España ni en el resto delmundo civilizado.

Llegado que hubieron ben-Carime y Zama al vallecillo del Tarajardiéronseun punto de descanso a la orilla del arroyuelo de agua potable que lo atraviesaprocedente de las alturas de Sierra-Bullones; y en aquella tan segura y ásperasoledadque parecía recién salida de manos del Criador y no estrenadatodavía por el hombre; a la vista de un mar solitarioúnicamente surcadotalo cual noche de lunapor cárabos de piratas o buques oficiales de Europaencargados de perseguirlosla mora se puso a lavarse y peinarsey el moro sacoel manuscrito y volvió a leerlo con tanta emoción como la primera vez.

Decía así el pergamino árabe:

«La bendición de Alah sea con los hombres buenos que lean éstas letras.

»No hay más gloria que la de Alahde quien Mahoma fue y esen el corazónde los creyentesprofeta y enviado.

»Los hombres que roban la casa del que está en la guerra o en el destierroviven bajo la maldición de Alah y de Mahomay mueren roídos de escarabajos ycucarachas.

»¡Bendito seapuesAlahque crió estos y otros bichos para que se comana los hombres malos!

»Yo soy el caid Hassan-ben-Jussefsiervo de Alahaunque malamentehe sido llamado D. Rodrigo de Acuña por los sucesores de los perros cristianosquehaciéndoles fuerza y violando solemnes capitulacionesbautizaron con unaescobaa guisa de hisopoa mis infortunados ascendientes y a otros muchosislamitas de estos reinos.

»Yo soy capitán bajo el estandarte del quedesde la muerte de Aben-Humeyatitúlase legítimamente rey de los andalucesMuley-Abdalá-Mahamud-aben-Aboóel cualsi no está ya sentado en el trono deGranadaes por la traición y cobardía con que los moros valencianos hanfaltado a sus compromisos y juramentosdejando de alzarse al mismo tiempo quelos moros granadinos contra el tirano común; pero de Alah recibirán el pagoysi somos vencidos nosotrosvencidos serán también ellos y expulsados a lapostre de Españasin el mérito de haber luchado hasta última hora en elcampo del honor y en defensa de la justicia; ysi somos vencedoreslescortaremos el pescuezo y echaremos sus cabezas a los marranos.

»Yo soyen finel dueño de esta Torre y de toda la tierra que haya su alrededorhasta llegar por el Occidente al barranco del Zorro y porOriente al de los Espárragosel cual debe tal nombre a los muchos y muyexquisitos que cultivó allí mi abuelo Sidi-Jussef-ben-Jussuf.

»La cosa no anda bien. Desde que el mal nacido D. Juan de Austria(confúndalo Alah) vino a combatir contra los creyentesprevemos que por ahoravamos a ser derrotadossin perjuicio de queandando los años o las centuriasotro Príncipe de la sangre del Profeta venga a recobrar el trono de Granadaque ha pertenecido setecientos años a los morosy volverá a pertenecerlescuando Alah quiera con el mismo título con que lo poseyeron antes vándalos ygodosy antes los romanosy antes aquellos otros africanos que se llamaban loscartagineses: ¡con el título de la conquista! Pero conozcovuelvo a decirque por la presente la cosa anda maly que muy pronto tendré que trasladarme aMarruecos con mis cuarenta y tres hijossuponiendo que los austriacos no mecojan en la primera batalla y me cuelguen de un alcornoquecomo yo loscolgaría a todos ellos si pudiera.

»Pues bien: al salir de esta Torre para emprender la última ydecisiva campaña dejo escondidos aquíen sitio a que no podrá llegar nadiesin topar primero con el presente manuscritotodo mi orotoda mi platatodasmis perlas; el tesoro de mi familia; la hacienda de mis padresmía y de misherederos; el caudal de que soy dueño y señor por ley divina y humanacomo esdel ave la pluma que críao como son del niño los dientes que echa contrabajoo como son de cada mortal los malos humores de cáncer o de lepra quehereda de sus padres.

»¡Detentepor tantooh túmorocristiano o judío quehabiéndotepuesto a derribar esta mi casahas llegado a descubrir y leer los renglones queestoy escribiendo! ¡Detentey respeta el arca de tu prójimo! ¡No pongas lamano en su caudal! ¡No te apoderes de lo ajeno! Aquí no hay nada del fisconada de dominio públiconada del Estado. El oro de las minas podrá pertenecera quien lo descubray una parte de él al Rey del territorio. Pero el orofundido y acuñadoel dinerola monedaes de su dueñoy nada más que de sudueño. ¡No me robespuesmal hombre! ¡No robes a mis descendientesque yavendránel día que esté escritoa recoger su herencia! Y si es quebuenamentepor casualidadencuentras mi tesorote aconsejo que publiquesedictosllamando y notificando el caso a los causahabientes deHassan-ben-Jussef; que no es de hombres honestos guardarse los hallazgos cuandoestos hallazgos tienen propietario conocido.

»Si así no lo hicieres¡maldito seascon la maldición de Alah y con lamía! ¡Y pártate un rayo! ¡Y quiera Dios que cada una de mis monedas sevuelva en tus manos un escorpióny cada perla un alacrán! ¡Y que mueran delepra tus hijoscon los dedos podridos y deshechospara que no tengan ni tansiquiera el placer de rascarse! ¡Y que todas las mujeres que ames y engordes sediviertan y refocilen con tus esclavos! ¡Y que tu hija la mayor se escape de tucasa con un judío! ¡Y que a ti te metan un palo por mala partey te saquenasí a la vergüenzateniéndote en alto hasta quecon el peso de tu cuerpoel palo salga por encima de la coronilla y quedes patiabierto en el suelocomoindecente rana atravesada por un asador!

»Ya lo sabesy sépanlo todosy bendito sea Alah que es Alah.

»Torre de Zorayaen Aldeire del Ceneta 15 días del mes de Saphar delaño de la hégira 968.

«HASSAN-BEN JUSSEF.»



IX

Manos-gordas quedó profundamente preocupado con la nueva lectura de estedocumentono por las máximas morales y por las espantosas maldiciones queconteníapues el pícaro había perdido la fe en Alah y en Mahoma de resultasde su frecuente trato con los cristianos y judíos de Tetuán y Ceutaquenaturalmentese reían del Coránsino por creer que su carasu acento yalgún otro signo musulmán de su persona le impedían trasladarse a Españadonde se vería expuesto a muerte segura tan luego como cualquier cristiano ocristiana descubriese en él a un enemigo de la Virgen María.

Además¿qué apoyo (a juicio de Manos-gordas) podría hallar en lasleyes ni en las autoridades de España un extranjeroun mahometanounsemisalvajepara adquirir la Torre de Zorayapara hacer excavaciones enellapara entrar en posesión del tesoro o para no perderlo inmediatamente conla vida?

-¡No hay remedio! -díjose por remate de largas reflexiones. -¡Tengo queconfiarme al renegado ben-Munuza! Él es españoly su compañía melibrará de todo peligro en aquella tierra. Pero como no existe bajo la capa delcielo un hombre de peor alma que el tal renegadono me estará de más tomaralgunas precauciones.

Y en virtud de esta cavilación sacó del bolsillo avíos de escribirredactó una cartapúsole el sobrepególo con un poco de pan mascadoyechóse a reír de una manera diabólica.

En seguida fijó los ojos en su mujerque continuaba haciendo la policía detodo un año a costa de la limpieza física y... moral del malaventuradoarroyueloyllamándola por medio de un silbidodignóse hablarle de estemodo:

-Cara de higo chumbosiéntate a mi lado y óyeme... Luego acabarás delavarteque bien lo necesitasy puede que entonces te juzgue merecedora dealgo mejor que la paliza diaria con que te demuestro mi cariño. Por de prontosinvergüenzonadéjate de monadas y entérate bien de lo que voy a decirte.

La moraquelavada y peinadaresultaba más joven y artísticaaunque nomenos fea que antesse relamió como una gataclavó en Manos-gordas losdos carbunclos que le servían de ojosy díjole mostrando sus blanquísimos yanchos dientesque nada tenían de humanos:

-Hablami señorque tu esclava solo desea servirte.

Manos-gordas continuó:

-Si desde este momento en adelante llega a ocurrirme alguna desgraciaodesaparezco del mundo sin haberme despedido de tiohabiéndome despedidonotienes noticias mías en seis semanasprocura volver a entrar en Ceuta y echaesta carta al correo. ¿Te has enterado biencara de mona?

Zama rompió a llorary exclamo:

¡Admet! ¿Piensas dejarme?

-¡No rebuznesmujer! -contestó el moro.- ¿Quién habla ahora de eso?¡Demasiado sabes que me gustas y que me sirves! Pero de lo que ahora se trataes de que te hayas enterado bien de mi encargo...

-¡Trae!-dijo la moraapoderándose de la cartaabriéndose el justillo ycolocándola entre él y su gordo y pardo senoal lado del corazón.- Si algomalo llega a sucederteesta carta caerá en el correo de Ceutaaunque despuéscaiga yo en la sepultura.

Aben-Carime sonrió humanamente al oír aquellas palabrasy dignóse mirar asu mujer como a una persona.


X

Mucho y muy regaladamente debió de dormir aquella noche el matrimonioagareno entre los matorrales del caminopues no serían menos de las nueve dela siguiente mañana cuando llegó al pie de Cabo-Negro.

Hay allí un aduar de pastores y labriegos árabesllamado «Medik»compuesto de algunas chozasde un morabito o ermita mahometana y de un pozo deagua potablecon su brocal de piedra y su acetre de cobrecomo los que figuranen algunas escenas bíblicas.

El aduar se hallaba completamente solo en aquel momento. Todos sushabitantes habían salido ya con el ganado o con los aperos de labor a losvecinos montes y cañadas.

-Espérame aquí... -dijo Manos-gordas a su mujer.-Yo voy a buscar aben-Munuzaque debe de hallarse al otro lado de aquel cerro arando los pobressecanos que allí posee.

-¡Ben-Munuza! -exclamo Zama con terror. -¡El renegado de quien me hasdicho...!

-Descuida... -interrumpió Manos-gordas.- ¡Hoy puedo yo más que él!Dentro de un par de horas estaré de vueltay verás como se viene detrás demí con la humildad de un perro. Esta es su choza... Aguárdanos en ellayhaznos una buena ración de alcuzcuz con el maíz y la manteca que hallarás amano. ¡Ya sabes que me gusta muy recocido! ¡Ah!se me olvidaba... Si ves queanochece y no he bajadosube tú; y si no me hallas en la otra ladera del cerroo me hallas cadávervuélvete a Ceuta y echa la carta al correo... Otraadvertencia: suponiendo que sea mi cadáver lo que encuentresregístrameaver si ben-Munuza me ha robado o no este pergamino... Si me lo ha robadovuélvete de Ceuta a Tetuány denuncia a las autoridades el asesinato y elrobo. ¡No tengo más que decirte! Adiós.

La mora se quedo llorando a lágrima vivay Manos-gordas tomó lasenda que llevaba a la cumbre del inmediato cerro.


XI

Pasada la cumbreno tardo en descubrir en la cañada próxima a uncorpulento moro vestido de blancoel cual araba patriarcalmente la negruzcatierra con auxilio de una hermosa yunta de bueyes. Parecía aquel hombre laestatua de la Paz tallada en mármol. Ysin embargo; era el triste y temido renegadoben Munuzacuya historia os causará espanto cuando la conozcáis.

Contentaos por lo pronto con saber que tendría cuarenta añosy que erarudofuerteágil y de muy lúgubre fisonomíabien que sus ojos fuesenazules como el cieloy rubias sus barbas como aquel sol de África que habíadorado a fuego la primitiva blancura europea de su semblante.

-¡Buenos díasManos-gordas!-gritó en castellano el antiguoespañoltan luego como divisó al marroquí.

Y su voz expresó la alegría melancólica propia del extranjero que hallaocasión de hablar la lengua patria.

-¡Buenos díasJuan Falgueira!- respondió sarcásticamente ben-Carime.

El renegado tembló de pies a cabeza al oír semejante saludoy sacó delarado la reja de hierro como para defender su vida.

-¿Qué nombre acabas de pronunciar?-añadió luegoavanzando hacia Manos-gordas.

Éste lo aguardaba riéndosey le respondió en árabecon un valor de quenadie le hubiera creído capaz:

-He pronunciado... tu verdadero nombreel nombre que llevabas en Españacuando eras cristianoy que yo conozco desde que estuve en Orán hace tresaños...

-¿En Orán?

-¡En Oránsíseñor!... ¿Qué tiene eso de extraordinario? De allíhabías venido tú a Marruecosy allí fui yo a comprar gallinas. Allípregunté tu historiadando tus señasy allí me la contaron variosespañoles. Supepor tantoque eras gallegoque te llamabas Juan Falgueirayque te habías escapado de la Cárcel Alta de Granadadonde estabas ya encapilla para ir a la horca por resultas de haber robado y dado muertehacequince añosa unos señores a quienes servías en clase de mulero...¿Dudarás ahora de que te conozco perfectamente?

-Dimealma mía... -respondió el renegado con voz sorda y mirando a sualrededor- ¿y has contado eso a algún marroquí? ¿Lo sabe alguien más quetú en esta condenada tierra? Porque es el caso que yo quiero vivir en pazsinque nadie ni nada me recuerde aquella mala horaque harto he purgado. Soypobre; no tengo familiani patriani lenguani el Dios que me crió. Vivoentre enemigossin más capital que estos bueyes y que esos secanoscompradosa fuerza de diez años de sudores... Por consiguientehaces muy mal en venir adecirme...

-¡Espera!-respondióle muy alarmado Manos-gordas.- No me eches esasmiradas de loboque vengo a hacerte un gran favory no a ofenderte por merocapricho. ¡A nadie he contado tu desgraciada historia! ¿Para qué? ¡Todosecreto puede ser un tesoroy quien lo cuenta se queda sin él! Hayemperoocasiones en que se hacen cambios de secretos sumamente útiles. Porejemplo: yo te voy a contar un importante secreto míoque te servirá como defianza del tuyoy que nos obligará a ser amigos toda la vida...

-Te oigo. Concluye.... -respondió calmosamente el renegado.

Aben-Carime leyóle entonces el pergamino árabeque Juan Falgueira oyó sinpestañear y como enojadovisto lo cual por el moroy a fin de acabar deatraerse su confianzale reveló también que había robado aquel documento aun cristiano de Ceuta...

El español se sonrió ligeramente al pensar en el mucho miedo que debía detenerle el mercader de huevos y de gallinas cuando le contaba sin necesidadaquel roboyanimado el pobre Manos-gordas con la sonrisa de benMunuzaentró al fin en el fondo del asuntohablando de la siguiente manera:

-Supongo que te has hecho cargo de la importancia de este documento y de larazón por que te lo he leído. Yo no sé donde está la Torre de ZorayaniAldeireni el Cenet: yo no sabría ir a Españani caminar porella; yademásallí me matarían por no ser cristianoocuando menosmerobarían el tesoro antes o después de descubierto. Por todas estas razonesnecesito que me acompañe un español fiel y lealde cuya vida sea yo dueño ya quien pueda hacer ahorcar con media palabra; un españolen fincomo túJuan Falgueiraquedespués de todonada adelantaste con robar ni matarpuestrabajas aquí como un asnocuando con los millones que voy a proporcionartepodrás irte a Américaa Franciaa la Indiay gozary triunfary subir talvez hasta rey. ¿Qué te parece mi proyecto?

-Que está bien hiladocomo obra de un moro... -respondió ben-Munuzadecuyas recias manoscruzadas sobre la rabadillapendíabalanceándoselabarra de hierro a la manera de la cola de un tigre.

Manos-gordas se sonrió ufanamentecreyendo aceptada su proposición.

-Sin embargo... -añadió después el sombrío gallego.- Tú no has caído enuna cuenta...

-¿En cuál?-preguntó cómicamente ben-Carimealzando mucho la cara y nomirando a parte algunacomo quien se dispone a oír sandeces y majaderías.

¡Tú no has caído en que yo sería tonto de capirote si me marchase contigoa España a ponerte en posesión de medio tesorocontando con que tú mepondrías a mí en posesión del otro medio! Lo digo porque no tendrías másque pronunciar media palabra el día que llegásemos a Aldeire y te creyeseslibre de peligrospara zafarte de mi compañía y de darme la mitad de lashalladas riquezas... ¡En verdad que no eres tan listo como te figurassino unpobre hombredigno de lástimaque te has metido en un callejón sin salida aldescubrirme las señas de ese gran tesoro y decirme al mismo tiempo que conocesmi historiay quesi yo fuera contigo a Españaserías dueño absoluto de mivida!... Pues ¿para qué te necesito yo a ti? ¿Qué falta me hace tu ayudapara ir a apoderarme del tesoro entero? ¿Ni qué falta me haces en el mundo?¿Quién eres túdesde el momento en que me has leído ese pergaminodesde elmomento en que puedo quitártelo?

-¿Qué dices?-grito Manos-gordassintiendo de pronto circular portodos sus huesos el frío de la muerte.

-No digo nada... ¡Toma! -respondió Juan Falgueiraasestando un terriblegolpe con la barra del hierro sobre la cabeza de ben-Carimeel cual rodó entierraechando sangre por ojosnarices y bocay sin poder articularpalabra...

El desgraciado estaba muerto.


XII

Tres o cuatro semanas después de la muerte de Manos-gordaselveintitantos de Febrero de 1821nevaba si había que nevar en la villa deAldeire y en toda la elegantísima sierra andaluza a que la propia nieve da viday nombre.

Era domingo de Carnavaly la campana de la iglesia llamaba por cuarta vez amisacon su voz delgada y pura como la de un niñoa los ateridos cristianosde aquella feligresíademasiado próxima al cielolos cuales no se resignabanfácilmenteen día tan crudo y desapaciblea dejar la cama o a separarse delos tizonesalegando acasocomo pretextoque «los días de Carnestolendas nose debe rendir culto a Diossino al diablo».

Algo semejante decía por lo menos el tío Juan Gómez a su piadosa mujerlaseñá Torcuatadefendiéndoseen el rincón del fuegode los argumentosconque nuestraamiga le rogaba que no bebiera más aguardienteni comiese másroscossino que la acompañase a misaa fuer de buen cristianosin miedoalguno a las críticas del maestro de escuela y demás electores liberales; ymuy enredada estaba la disputacuando cata aquí que entro en la cocina el tíoJenaromayoral de los pastores de su mercedy dijo quitándose el sombrero yrascándose la cabezatodo de un solo golpe:

-¡Buenos días nos dé Diosseñor Juan y señá Torcuata! Ya se haránustedes cargo de que algo habrá sucedido por allá arriba para que yo baje poraquí con tan mal tiempono tocándome oír misa este domingo. ¿Como va desalud?

-¡Vaya!¡Vaya! ¡No espero más!-exclamó la mujer del Alcaldecruzándosela mantilla con violencia.- ¡Estaría de Dios que hoy echases la misa en elpuchero! ¡Ya tienes ahí conversación y copas para todo el díasobre si lascabras están preñadas o sobre si los borregos han echado cuernos! ¡TecondenarásJuan; te condenarás si no haces pronto las paces con la Iglesiadejando la maldita alcaldía!

Marchado que se hubo la señá Torcuatael Alcalde alargó un rosco y unacopa al mayoraly le dijo:

-¡Simplezas de mujerestío Jenaro! Arrímese usted a la lumbre y hable.¿Qué ocurre por allá arriba?

-¡Pues nada!; que ayer tarde el cabrero Francisco vio que un hombrevestidoa la malagueñacon pantalón largo y chaquetilla de lienzoy liado en unamanta de muestrase había metido en el corral nuevo por la parte quetodavía no tiene tapiay rondaba la Torre del Moroestudiándola ymidiéndola como si fuese un maestro de obras. Preguntóle Francisco quésignificaba aquelloy el forastero le interrogo a su vez quién era eldueño de la Torrey como Francisco le dijese que nada menos que elAlcalde del pueblorepuso que él hablaría a la noche con su merced y leexplicaría sus planes. Llegó presto la nochey el hombre hizo como que semarchabacon lo que el cabrero se encerró en su chozaquecomo sabe usteddista poco de allí. Dos horas después de obscurecer enteramente notó el mismoFrancisco que en la Torre sonaban ruidos muy raros y se veía luzlo cual lellenó de tal miedoque ni tan siquiera se atrevió a ir a mi choza a avisarme;cosa que hizo en cuanto fue de díarefiriéndome el lance de ayer tarde yadvirtiéndome que los tales ruidos habían durado toda la noche. Como yo soyviejoy he servido al Reyy me asusto de pocas cosasme plantifiqué enseguida en la Torre del Moro acompañado de Franciscoque iba temblandoy encontramos al forastero liado en su manta y durmiendo en un cuartucho delpiso bajoque tiene todavía su bóveda de hormigón. Desperté al sospechosopersonajey le reconvine por haber pasado la noche en la casa ajena sin lavoluntad de su dueño; a lo que me respondió que aquello no era casasino unmontón de escombrosdonde bien podía haberse albergado un pobre caminante ennoche de nievesy que estaba dispuesto a presentarse a ustedy a explicarlequién era y todas sus operaciones y pensamientos. Le he hechopuesvenirconmigoy en la puerta del corral aguardaacompañado del cabreroa que ustedle dé licencia para entrar...

-¡Que entre!-respondió el tío Hormigalevantándose muy alterado porhabérsele ocurridodesde las primeras palabras del mayoralque todo aquellotenía bastante que ver con el célebre tesoroa cuyo hallazgo por sussolos esfuerzos había renunciado su merced hacía una semanadespués dearrancar antes inútilmente muchas y muy pesadas piedras de sillería.


XIII

Tenemos ya cara a cara y solos al tío Juan Gómez y al forastero.

-¿Como se llama usted?-interrogó el primero al segundo con todo el imperiode un Alcalde de monterilla y sin invitarle a que se sentara.

-Llámome Jaime Olot-respondió el hombre misterioso.

-¡Su habla de usted no me parece de esta tierra... ¿Es usted inglés?

-Soy catalán.

-¡Hombre! ¡Catalán!... Me parece bien. Y... ¿qué le trae a usted poraquí? Sobre todo¿qué diablos de medidas tomaba usted ayer en mi Torre?

-Le diré a usted. Yo soy minero de oficioy he venido a buscar trabajo aesta tierrafamosa por sus minas de cobre y plata. Ayer tardeal pasar por la Torredel Morovi que con las piedras de ella extraídas estaban construyendo unatapiaque aun sería necesario derribar o arrancar otras muchas para terminarel cercado... Yo me pinto solo en esto de demolerya sea dando barrenosya pormedio de mis propios puñospues tengo más fuerza que un bueyy ocurriósemela idea de tomar a mi cargopor contratala total destrucción de la Torre yel arranque de sus cimientossuponiendo que llegase a entenderme con elpropietario.

El tío Hormiga guiñó sus ojillos grisesy respondió con mucha sorna:

-Puesseñorno me conviene la contrata.

-Es que haré todo ese trabajo por muy poco preciocasi de balde....

-¡Ahora me conviene mucho menos!

El llamado Jaime Olot paró mientes en la soflama del tío Juan Gómezymiróle a fondo como para adivinar el sentido de aquella raracontestación; perono logrando leer nada en la fisonomía zorruna de sumercedparecióle oportuno añadir con fingida naturalidad:

-Tampoco dejaría de agradarme recomponer parte de aquel antiguo edificio yvivir en él cultivando el terreno que destina usted a corral de ganado. ¡Lecompro a ustedpuesla Torre del Moro y el secano que la circunda!

-No me conviene vender-respondió el tío Hormiga.

-¡Es que le pagaré a usted el doble de lo que aquello valga!-observóenfáticamente el que se decía catalán.

-¡Por esta razón me conviene menos!-replicó el andaluz con tan insultantesocarroneríaque su interlocutor dio un paso atrás como quien conoce que pisaterreno falso.

Reflexionópuesun momentopasado el cual alzó la cabeza con enteraresoluciónechó los brazos a la espalda y dijoriéndose cínicamente:

-¡Luego sabe usted que en aquel terreno hay un tesoro!

El tío juan Gómez se agachósentado como estaba; ymirando al catalánde abajo arribaexclamó donosísimamente:

-¡Lo que me choca es que lo sepa usted!

-¡Pues mucho más le chocaría si le dijese que soy yo el único que lo sabede cierto!

-¿Es decir que conoce usted el punto fijo en que se halla sepultado eltesoro?

-Conozco el punto fijoy no tardaría veinticuatro horas en desenterrartanta riqueza como allí duerme a la sombra...

-Según eso¿tiene usted cierto documento?...

-Síseñor: tengo un pergamino del tiempo de los morosde media vara encuadro en que todo esto se explica...

-Dígame usted¿y ese pergamino?...

-No lo llevo sobre mi personani hay para quésupuesto que me lo sé dememoria al pie de la letra en español y en árabe... ¡Oh! ¡No soy yo tan boboque me entregue nunca con armas y bagajes! Así es que antes de presentarme enestas tierras escondí el pergamino... donde nadie más que yo podrá dar conél.

-¡Pues entonces no hay más que hablar! Señor Jaime Olotentendámonoscomo dos buenos amigos.... -exclamó el Alcaldeechando al forastero una copade aguardiente.

-¡Entendámonos!-repitió el forasterosentándose sin más permiso ybebiéndose la copa en toda regla.

-Dígame usted-continuó el tío Hormiga- y dígamelo sin mentirpara que yome acostumbre a creer en su formalidad...

-Vaya usted preguntandoque yo me callaré cuando me convenga ocultar algunacosa.

-¿Viene usted de Madrid?

-Noseñor. Hace veinticinco años que estuve en la corte por primera yúltima vez.

-¿Viene usted de Tierra Santa?

-Noseñor. No me da por ahí.

-¿Conoce usted a un abogado de Ugíjar llamado D. Matías de Quesada?

-Noseñor; yo detesto a los abogados y a toda la gente de pluma.

-Puesentonces¿como ha llegado a poder de usted ese pergamino? Jaime Olotguardo silencio.

-¡Eso me gusta! ¡Veo que no quiere usted mentir!-exclamó el Alcalde.- Perotambién es cierto que D. Matías de Quesada me engañó como a un chinorobándome dos onzas de oroy vendiendo luego aquel documento a alguna personade Melilla o de Ceuta... ¡Por cierto queaunque usted no es morotiene fachade haber estado por allá!

-¡No se fatigue usted ni pierda el tiempo! Yo le sacaré a usted de dudas.Ese abogado debió de enviar el manuscrito a un español de Ceutaal cual se lorobó hace tres semanas el moro que me lo ha traspasado a mí...

-¡Toma! ¡Ya caigo! Se lo enviaría a un sobrino que tiene de músico enaquella catedral...a un tal Bonifacio de Tudela...

-Puede ser

-¡Pícaro D. Matías! ¡Estafar de ese modo a su compadre! ¡Pero véasecomo la casualidad ha vuelto a traer el pergamino a mis manos!...

-Dirá usted a las mías... -observó el forastero.

-¡A las nuestras!-replicó el Alcaldeechando más aguardiente. -Puesseñor¡somos millonarios! Partiremos el tesoro mitad por mitaddado que niusted puede excavar en aquel terreno sin mi licenciani yo puedo hallar eltesoro sin auxilio del pergamino que ha llegado a ser de usted; es decirque lasuerte nos ha hecho hermanos. ¡Desde hoy vivirá usted en mi casa! ¡Vaya otracopa! Yen seguidita que almorcemosdaremos principio a las excavaciones...

Por aquí iba la conferencia cuando la señá Torcuata volvió de misa. Sumarido le refirió todo lo que pasaba y le hizo la presentación del señorJaime Olot. La buena mujer oyó con tanto miedo como alegría la noticia de queel tesoro estaba a punto de parecer; santiguóse repetidas veces alenterarse de la traición y vileza de su compadre D. Matías de Quesaday mirócon susto al forasterocuya fisonomía le hizo presentir grandes infortunios.

Sabedoraen finde que tenía que dar de almorzar a aquel hombreentró enla despensa a sacar de lo más precioso y reservado que conteníao sea lomo enadobo y longaniza de la reciente matanzano sin decirse mientras destapaba lasrespectivas orzas:

-¡Tiempo es de que parezca el tesoro; puesentre si parece o noparecenos lleva de coste los treinta y dos duros de la famosa jícara dechocolatela antigua amistad del compadre D. Matíasestas hermosas tajadasque tan ricas habrían estado con pimientos y tomates en el mes de Agostoy eltener de huésped a un forastero de tan mala cara! ¡Malditos sean los tesorosy las minasy los diablosy todo lo que está debajo de tierramenos el aguay los fieles difuntos!


XIV

Pensando estaba así la señá Torcuatay ya se dirigía a las hornillas conuna sartén en cada manocuando se oyeron sonar en la calle gritos y silbidosde viejas y chicuelosy voces de gentes más formalque decía:

-¡Señor Alcaldeabra usted la puerta! ¡La justicia de la ciudad estáentrando en el pueblo con mucha tropa!

Jaime Olot se puso más amarillo que la cera al oír aquellas palabrasydijocruzando las manos:

-¡Escóndame ustedseñor Alcalde! ¡De lo contrariono tendremos tesoro!¡La justicia viene en mi busca!

-¿En busca de usted? ¿Por qué razón? ¿Es usted algún criminal?

-¡Bien lo decía yo!-gritó la tía Torcuata. -¡De esa cara triste nopodía venir nada bueno ¡Todo eso es cosa de Lucifer!

-¡Pronto! ¡Pronto!-añadió el forastero.- ¡Sáqueme usted por la puertadel corral!

-¡Bien! Pero déme usted antes las señas del tesoro... -expuso el tíoHormiga.

-Señor Alcalde... -seguían diciendo los que llamaban a la puerta- ¡abrausted! ¡El pueblo está cercado! ¡Parece que buscan a ese hombre que habla conusted hace una hora!...

-¡Abrid al Juzgado de primera instancia! -gritó por último una vozimperiosaacompañada de fuertes golpes dados a la puerta.

-¡No hay remedio!-dijo el Alcaldeyendo a abrirmientras que el forasterose encaminaba por la otra puerta en busca del corral.

Pero el mayoral y el cabreroadvertidos de todole cerraron el pasoyentre ellos y los soldadosque ya penetraban también por aquella puertalecogieron y ataron sin contratiempo algunoaunque aquel diablo de hombredesplegó en la lucha las fuerzas y la agilidad de un tigre.

El alguacil del Juzgadoa cuyas órdenes iban un escribano y veinte soldadosde infanteríacontaba entre tanto al despavorido Alcalde las causas yfundamentos de aquella prisión tan aparatosa.

-Ese hombre -decía-con quien usted es-taba encerrado... no sé por quéhablando de no sé qué asuntoes el célebre gallego Juan Falgueiraquedegolló y robóhace quince añosa unos señores de quienes era muleroencierta casería de la vega de Granaday que se escapó de la capilla lavíspera de la ejecuciónvestido con el hábito del fraile que le auxiliabaaquien dejó allí medio estrangulado. El mismísimo Rey (q. D. g.) recibió hacequince días una carta de Ceutafirmada por un moro llamado Manos-gordasenque le decía que Juan Falgueiradespués de haber residido largo tiempo enOrán y otros puntos de Áfricaiba a embarcarse para Españay que seríafácil echarle mano en Aldeire del Cenetdonde pensaba comprar una torre demoros y dedicarse a la minería.... Al propio tiempoel Cónsul español enTetuán escribía a nuestro Gobierno participándole que una mora llamada Zamase le había presentado quejándose de que el renegado español ben-Munuzaantes Juan Falgueiraacababa de embarcarse para España después de asesinar almoro Manos-gordasmarido de la querellantey de haberle robado ciertoprecioso pergamino... Por todo ello y muy principalmente por el atentadocontrael fraile en la capillaS. M. el Rey ha recomendado con particularencarecimiento a la Chancillería de Granada la captura del tal facineroso y suinmediata ejecución en aquella misma capital.

Imagínese el que leyere el espanto y asombro de todos los que oyeron estarelaciónasí como la angustia del tío Hormigaa quien no podía caber yaduda de que el pergamino estaba en poder de aquel hombre ¡sentenciado a muerte!

Atreviósepuesel codicioso Alcaldeaun a riesgo de comprometerse más delo que ya estabaa llamar a un lado a Juan Falgueira y a hablarle al oídobien que anunciando antes al concurso que iba a ver si lograba que confesase aDios y a los hombres sus delitos. Pero lo que hablaron en realidad ambos sociosfue lo siguiente:

-¡Compadre! -dijo el tío Hormiga- ni la Caridad lo salva a usted! Pero yaconoce que será lástima que ese pergamino se pierda... ¡Dígame dónde lo haescondido!

-¡Compadre! -respondió el gallego- Con ese pergaminoo sea con el tesoroque representapienso yo negociar mi indulto. Proporcióneme usted la Realgraciay le entregaré el documento; peropor lo prontose lo ofreceré a losjueces para que declaren que mi crimen ha prescrito en estos quince años deexpatriación...

-¡Compadre! -replicó el tío Hormiga-es usted un sabioy celebraré quele salgan bien todos sus planes. Perosi fracasan¡por Dios le pido que no selleve a la tumba un secreto que no aprovechará a nadie!

-¡Vaya si me lo llevaré! -contestó Juan Falgueira.-¡De algún modo me hede vengar del mundo!

-¡Vamos andando! -gritó en esto el alguacilponiendo término a aquellacuriosa conferencia.

Ycargado que fue de grillos y esposas el condenado a muertesalieron conél los curiales y los soldados en dirección a la ciudad de Guadixde dondehabían de conducirlo a la de Granada.

-¡El demonio! ¡El demonio! -seguía diciendo la mujer del tío Juan Gómezuna hora despuésal colocar de nuevo el lomo y la longaniza en sus respectivasorzas- ¡Malditos sean todos los tesoros habidos y por haber!


XV

Excusado es decir que ni el tío Hormiga halló medio de negociar el indultode Juan Falgueirani los jueces se rebajaron a oír seriamente losofrecimientos que éste les hizo de un tesoro por que sobreseyesen sucausani el terrible gallego accedió a revelar el paradero del pergamino ni elsitio del tesoro al impertérrito Alcalde de Aldeirequiencon talpretensióntuvo todavía estómago para ir a visitarlo a la capilla en laCárcel Alta de Granada.

Ahorcaronpuesa Juan Falgueira el Viernes de Dolores en el Paseo delTriunfoy regresado que hubo a Aldeire el tío Hormiga el Domingo de Ramoscayó enfermo con calentura tifoideaagravándose de tal modo en pocos díasque el Miércoles Santo se confesó e hizo testamentoy expiró el Sábado deGloria por la mañana.

Pero antes de morir mandó poner una carta a D. Matías de Quesadareconviniéndole por su traición y latrocinio (que había dado lugar a que treshombres perdiesen la vida) y perdonándole cristianamentea condición de quedevolviese a la señá. Torcuata los treinta y dos duros de la jícara dechocolate.

Llegó está formidable carta a Ujígar al mismo tiempo que la noticia de lamuerte del tío Juan Gómez; todo lo cual afectó por tal extremo al viejoabogadoque no volvió a echar más luzy murió de allí a pocono sinescribir a última hora una terrible epístolallena de insultos y maldicionesa su sobrino el maestro de la capilla de la Catedral de Ceutaacusándole dehaberle engañado y robado y de ser causa de su muerte.

De la lectura de tan justificada y tremenda acusación dicen que originó laapoplejía fulminante que llevó al sepulcro a D. Bonifacio.

Por manera que solamente los barruntos de la existencia de un tesoro fueroncausa de cinco muertes y de otras desventurasquedando a la postre las cosastan ignoradas y ocultas como estaban al principiopuesto que la señáTorcuataúnica persona que ya sabía en el mundo la historia del fatalpergaminoguardóse muy bien de volver a mentarlo en toda su vidapor juzgarque todo aquello había sido obra del diablo y consecuencia necesaria del tratode su marido con los enemigos del Altar y del Trono.

Preguntará el lector: ¿cómo es que nosotrossabedores de que el tesoroestá allí escondidono hemos ido a desenterrarlo y apoderarnos de él? Y aesto le responderemos que la curiosísima historia del hallazgo y empleo deaquellas riquezascon posterioridad a la muerte de la señá Torcuatanos estambién perfectamente conociday que tal vez la refiramosandando el tiemposi llega a nuestra noticia que el público tiene interés en leerla.


VALDEMORO6 de julio de 1881.




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