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Miguel Marías
Aunque saga esen laslenguas nórdicasun «relato pormenorizado y largo»generalmente decarácter épicoy no «la historia de una familia» comoparece creerse en España a partir del éxito de la serie televisiva consagradaa referir las vicisitudes de los Forsytheaprovecharemos que Jaime Chávarripronunciaba la frase «end of the saga» -pronto se vio queprematuramente- al término de Patrimonio nacional (1981)la segundaentregapara referirnos asíde forma abreviadaa la única trilogíaexistente en toda la filmografía de Berlangay completada por un primerepisodioLa escopeta nacional (1978)que era más bien un preludiopues se centraba en un personaje -el vendedor catalán interpretado por JoséSazatornilSaza- no vinculado a los Leguinechea través del cual nosponíamos en contacto con esa familia de aristócratas venidos a menos y empezábamosa conocerlay una suerte de epílogo -quizá provisionalpues bien podríacontinuar...- titulado Nacional III (1982).
No vendría mal revisar en suconjunto esta crónica de la Transición en tres tiempos -finales del franquismorestauración de la monarquía y la democraciallegada de los socialistas alpoder-saludablemente informaldesenfadada y críticasobre todo ahora queestá tan de moda mitificarla y aun sacralizarla retrospectivamenterecomponiendo a base de olvidosomisionesdepuraciones y embellecedorescromados una historia más presentable que la que recogeen tonodocumentalcon la inmediatez del reportaje y sin tiempo apenas para la reflexióno el maquillaje ni lugar para el pentimento ni el arrepentimientolacada vez más ejemplar y todavía persistentemente ocultada Después de...(1981)de Cecilia Bartolomé. Se vería entoncesaparte de algunas cosas quela muy elogiada y oficialista serie retrotelevisiva de Victoria Prego escondelima o distorsionaque Berlangapese a sus aires de sabio distraído y sufrecuente profesión de apoliticismofrivolidad y perezano se dejó engañaren ningún momento por los cantos de sirena de unos y otros y por la elevaciónde la componenda y la ambigüedad a la categoría de consensoreconciliación yprobada madurez del pueblo español con que todosunos más que otrospermitíamos que nos dieran coba. Quizá sea una consecuencia natural de lalucidez incluso premonitoria a la que puede conducir a un escéptico -incapaz yade hacerse esperanzas ypor tantode desesperarse al verlas defraudadas- elpesimista refrán «piensa mal y acertarás»y de la que tenemos unaprueba aún fresca -y tan palpable que molestó a muchos- en la injustamentemenospreciada y hasta vilipendiada Todos a la cárcel (1993)que hoydebiera verse como una fiel y apenas levemente exagerada crónica -de hechoaveces se queda corta- de lo entonces aún no ocurridopero iba a suceder en laEspaña de 1995 y 1996en que se proclamaba ya todo lo queen el fondoaunqueno quisiéramos verlo ni admitirlose podía vislumbrar desde finales de 1989pero permanecía oculto o disimulado.
He de admitirsin embargoqueal elegir este tríptico como mi personal capricho berlanguiano -forzadoa ello por haberme tomado otro la delantera al escoger mi película favorita deBerlangaque sigue siendocomo siempreCalabuch (1956)-estoyhaciendo un par de pequeñas trampasya quepor un ladola saga de losLeguineche no tiene un carácter unitario ni homogéneosino que se tratade la mera sucesión de tres películas conexas pero totalmente independientesque cabe ver y considerar aisladamentehasta tal punto que es posible inclusoignorar una o dos de ellas sin que la tercera resulte en modo algunoincomprensiblepese a queevidentementesólo su acumulación haga brotar lacrónica y cada una de las piezas enriquezca notablementetanto porcomplementarlas como por contrastela visión de las restantes; por otra partetampoco sona mi juiciopelículas de valor comparable: encuentro muy buena laprimerauna de las mejores de su autor la segunda y me parece meramenteinteresante la terceraquizá por responder más a una iniciativa del productorque al interés o el deseo del propio Berlanga.
Lo primero que hay que subrayarpuesde la saga delos Leguineche es que no corresponde a un plan y no esen consecuenciaunatrilogía concebida como tal. Simplementeel éxito comercial de la primera diolugar a la segundaque prolonga la historiaunos años despuéspero centrándoseya en la familia presidida por el anciano marqués de Leguineche -Luis Escobargran y tardío descubrimiento de Berlanga para el cine español- y compuestabásicamentepor su hijo José Luis López Vázquez y su nueraAmparo Soler Leal; la terceraes ya un rebrote más inmediatomás mecánico tambiénaunque no del todoprevisto por Berlanga; en cambiohubo el proyecto de hacer un cuarto episodiocuyo rodaje se vio frustrado por la muerte de su intérprete principaldetalleque me hace pensar que hubiera continuado más propiamente la historiarecentrada en la figura del anciano marqués.
Claro que esa falta de unidady hasta de homogeneidadno puede extrañar en algo tan poco premeditadotanlacunar y discontinuo como la obra entera de Berlangaen la que apenas hayrelación entre unas películas y otrassalvo la que les confiere un estilocambiante pero inconfundiblemente personal y la presencia implícita de una visiónpermanentemente pesimista y al mismo tiempo llena de humor. También es ciertoque la caricatura es una especie de taquigrafía de los seres y loscomportamientos humanosy que el humorismo tiende a la pincelada impresionistapor lo que los temas suelen despacharseagotados y exprimidosa gran velocidadde tal modo quesi no son muy brevesa las películas de Berlanga tiende asobrarles metrajepor lo cualnormalmentenada en ellas pide una prolongación:como muchola admitepero sin verdadera necesidad. Si acasoEsa parejafeliz (1951)y ya se ocupó de ello su protagonistaFernando Fernán-Gómezcon La vida por delante (1958) y La vida alrededor (1959)yhastasi se me apuray ya con unas tonalidades muy negrascasi de tragediacon El mundo sigue (1963). El resto de las historias que ha contadoBerlanga se basa en seres o circunstancias muy excepcionalesque no se repiten-BienvenidoMister Marshall (1952)Novio a la vista (1953)Calabuch(1956)Los juevesmilagro (197)Plácido (1961)Vivanlos novios (1969)- o en cuyo desenlace se da claramente por sentado queprecisamentese repetirány por eso la primera vez es la que importacomosucede en El verdugo (1963) o Tamaño natural (1973).
Es másquizá precisamentepor tratarse de tres películas consecutivasy más seguidas que de costumbrecada una las partes de la saga resume todas las tendencias que se dancita en la filmografía de Berlanga: La escopeta nacional prolonga deforma natural la línea que va de Plácido y El verdugo a Vivanlos noviosy a la que no puede considerarse ajena la presencia afín deRafael Azcona; Patrimonio nacionalcon un tono elegíaco raro en suautor -hay que remontarse a Calabuch para encontrar algo semejante-demuestra que también el trazo grueso es capaz de pintar con precisión yelegancia; por su parteNacional III anuncia ya la estética delchafarrinón que domina La vaquilla (1985) y Todos a la cárceltan incomprendida como criticada -sotto votey nunca por escritoporque Berlanga tiene buena prensa-pese a que las distancias estéticasmorales y hasta ideológicas que separan la saga de -por ejemplo- 127millones libres de impuestosEl dinero tiene miedo y ¡Quevienen los socialistas! saltan a la vista del más ciego y no pasaríaninadvertidas a un sordo medianamente dotado de buena voluntad. Y esosin teneren cuenta que a menudo los hechos narradoslas conductas descritas y lospersonajes retratados determinan el estilo de las películas que se atreven conellos y que procuran dar fielmente cuenta de un estado de cosasen especialcuando nos encontramos con un cineasta tan camaleónico y tan poco purista comodon Luis García Berlanga. Es cierto que a veces sus personajes tienen algo dela grosería grotesca de las marionetas y de los ninots de las fallasvalencianasy que algunos diálogos y hasta guiones recuerdan las coplas delcarnaval de Cádizpero pedirle a Nacional IIILa vaquilla oTodos a la cárcel la seriedad de Bergmanla elegancia de Viscontielorden de Bresson o la distanciación de Antonioni sería un despropósito. Yadice el refrán que «aunque la mona se vista de sedamona se queda»por lo que es lógico que Berlanga prescinda de los finos modales y se ríaa carcajadas de los que al disfrazarse ante su cámara de progres demodernos o de finos se delatan como lo que realmente son.