Mamà no volvìa del viaje que resultò al cielo. Papà buscò esa otraque trajo a los otros dosy se acabaron los cuentos porlas noches. Pero tenìa el violìn. Lo hallè en el cuarto de desahogo el dìaen que dejò de ser el apocalipsis de todos los castigos para convertirse enpolvooscuridad y una claraboya de cristales rojos y amarillos por donde sefiltraba el atardecer.
Ya no importaban ¿què delgado estas ?¿què ojerastienes? No ver s televisiòn esta semana... Hasta la noche en que losdos imbèciles comenzaron a chillar como ratones y el objeto sagradoconvicto de nosè que estùpida herejìaconociò sin misericordia elmartirio.
Fue cuando comprendì la importancia de librar a mi padrede aquel influjo malèfico. Estaba decidido:sostener firmemente el cojìn dedamasco rojo y apretar una y otra vez.
Pero la ingenuidad propia del adolescente me condujo alfracaso yèstea lo peor: gritosgolpeslàgrimas y el terror de haberperdido a mi padre para siempre. Luego la calma indiferente de la tregua ysiguiendo el consejo de alguien cercano a la familiame llevaron donde losseñores de la cara tonta y los dibujitosvariasmuchas veces. Trastornosen la personalidad. Y me fuì a vivir con los abuelos. Ellos nunca mereprocharon nada. Eres la misma cara de tu madre. Los bondadosos ycomplacientes abuelos.
Pasò el tiempo y muchas cosas. Muriò papà en veranopisoteado por una yegua mansa en la finca de su padrino; muriò tambièn elbuenazo del abuelo de un ataque al corazònluego una pulmonìa larga; yfinalmentela santa de mi abuelade vejez y soledad.
Fuì a la universidad ycomo primogènitome hice abogadocomo todos mis antecesores. Luego la madrastra y los imbèciles liquidaronsu parte de las propiedades y se fueron a vivir donde los americanos. Yo mequedè. Tenìa el bufete y la casa grande;suficiente dinero para vivir yespacio para respirar.
Pero faltaba algo. Siempre se hace visible el peldañosiguiente en la escala a la felicidadal sobrepasar el inmediato.Necesitaba una compañera. Alguien que acercara a la realidad mi sueñovivir a plenitud. Porque un hombre solo es sòlo la mitad del hombre que està llamado a ser.
Pero a la mujer tenìa que evaluarla desde el violìn y elacto del sexo ya se habìa convertido en la melodìa con la que el genioprueba el instrumento en busca de la perfecciòn. Y yo necesitaba encontrarla pureza exclusivala transparencia sublime del Stradivariuss.
Muchasdemasiadas noches recorriendo sitios y lugaresedades y colores. Peregrino en el tiempo de una ilusiònvisitè muchossantuarios de Afrodita. Descendì inclusoa los màs sòrdidoslos quefacilmente se confunden con el reino de Hadesdonde la diosa es la Pàndemosla vulgarla prostituta.
Finalmenteen una fiesta donde Bebito Alonso fue elanfitriònen el preciso instante en que se carga la atmòsfera con losfantasmas humanos que brotan por el alcoholen medio de la salaadmiradasuperficialmente por el invitado comùnhabìa una joven altadelgadamestizacon un traje muy ajustadocomo un violìn.
No me fue difìcil. Un paseo en el viejo cadillac fue unpretexto razonable. Luegola noche càlida y exhuberante de estrellaslamesita cerca del mar y un par de buenos cocteleshicieron el resto.
Salimos varias veces. Era de esas flores exòticas queenlo complejo de muchos pètalosno oculta perfume alguno. Cuidadosamenteeducada para escalar mi agònica claselo hacìa con prestancia. Sinembargoflotaba sobre ella una melancolìa afìn que la hacìainevitablemente cercanaaunque faltaba la prueba definitiva. Un dìa llovìademasiado para pasear. Esa noche la llevè a mi casa.
La puerta del salòn de actos abriò sus dos hojas ante elempuje de mis manos.Ovaciòn cerrada. Los espectadores desbordan hasta lasparedes. Sudor intenso. La escena. El arco. Entonces nada. Y aquella risafilosacortantedescarada. ¿La madrastra y los dos anormales? No. Ella.Lamentable. Dolorosamente lamentable. Sòlo un instrumento falso suena malen manos de un virtuoso;y era ya cuestiòn de honor que el intrumentista seasegurara de la desapariciòn de todo rastro de la insolencia. Asì desimple y dolorosa es la carga del deber....
Ahora todo es màs tranquilo. Aquì las paredes son blancas.Ademàsexiste un taller donde puedo construirme mis prototipos. Hay vecesque el peldaño siguiente en la escala de la felicidad no deja de ser nuncauna ambiciòn insatisfecha. El doctor me ha dicho que lograrè asimilar lafrustaciòn y llegar al Stradivariuss de manera compensatoria si tengo fe. Yfe es lo que a mi me sobra.
El Peòn Rey no podìa continuar avanzando. La casillasiguiente le provocaba un intenso pavor.
- ¿Què le pasa?preguntò el Rey a la Dama.
- No lo sè. Quizàs se siente demasiado solo.
Y la Reina enviò su caballero a protegerlo.
- Despreocùpatemuchacho(el Peòn Rey sintiò la vozgrave del caballero de la Dama detràs de sì)avanza sin temor. Pero laquinta casilla le parecìa tan fuera del poder protector del guerreroexperimentadoque permaneciò en su lugarcomo petrificado.
El Rey se preocupò aùn màs.
- ¿Todavìa no ha avanzado?exclamò el monarca. - Si nologramos distraer al enemigojamàs podremos derrotarlo.
- Peroes tan jovensuspirò la Dama.
- Por miles de generaciones esa ha sido su tarea;y unaguerraqueridano se gana sin sacrificios.
- Majestadesintervino el Capellàn Realel muchacho esinexperto.
- Permìtame acercarme a èl para aconsejarloapuntò elconfesor de la Reina.
-. Seaconcluye el Rey;- esa posiciòn es clave en miestrategia. Que acabe de tomarla.
Mientras tantoel Peòn Rey contemplaba los peonesbronceados de mirada feroz en las lìneas enemigas ytras ellaselcaballero negro acechando la casilla quinta. El terror se apoderò de èl.Entonces percibiò que el Capellàn de la Dama estaba a su lado.
- Hijocomenzò a decirle el venerable anciano con aquellavoz suavees necesario que avances. Todos tus antepasados han servidofielmente a los de tu Rey por siglos completos ¿Serìas capaz de romper conla tradiciòn y llevarnos a la derrota?
- Tengo miedobalbuceò el joventengo miedo morir.
-¿Y què es la vida sin sentido? ¨Acaso no es eso unmorir màs dolorosoreplicò su consejero. - Tu eres el Peòn Rey como tupadretu abuelo y todos tus antepasados. Ellos nunca faltaron a la lealtad.Debes tomar la quinta casilla porque de ella depende la victoria de tu Rey ytu propia verguenza. ¿No crees?
El Peòn Rey asintiò y el Alfil se retirò satisfecho.
Tras un silencio brevìsimoel Peòn Rey aspiròprofundamente y se lanzò a la debatida casilla.
Al verloel Rey agarrò fuertemente el cetro; .la Dama secubriò el rostrolos capellanes pronunciaron sendas bendiciones.
Entonces el Caballero Negro cayò sobre èl como un rayo ylo matò