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ALEJANDRO AGUILAR RODRÌGUEZ
Una joven en el Saharaenvuelta en velos en la estrechez dela cabina del jeepinsuficiente para tres. Pieles y miradas que claman por unafuga del hermetismo ancestral de su cultura. Silencio encubierto en laconcentraciòn. Elconociendo la exitaciòn contenida. Ellatentando elsacrilegio de la lujuria màs allà de las dunas que la encierran. Està en laproximidad obligada del Land Rover que atraviesa esta esquina del Saharasaltando sobre las piedras agrestes y azuzando el calor de los tres cuerpos. Dosen perfecta armonìa. Uno ajenodiscretamente còmplice. ¿Còmo decirlo todo?¿Còmo seguir la historia?. El roce de una mano y El Aioun que se acerca. Alliya no estaràn los convenientes limites del jeep. Las pieles desde lejos ya nopodràn sentirse. Perdida la proximidadel alibi para la caricia intensa.Quedan sòlo los ojos como tacto que salva. En la tiendaella escancia el tèsin dejar de mirarlo. Sin derramar una gota en el delicado ritual. El primervaso amargo como la vidadice Neficel intèrprete. El segundodulce como elamorse adelanta ella en su lengua y lo mira mientras traducen. Y el tercerosuave como la muertedice la anfitrionaque alista las varitas de colores parael juego de los sigc mientras èl siente la amenazael peligrola plenaconsciencia de la transgresiòn. En su mano aparece un brazalete de cuentascoloridas y caracteres àrabes que èl oculta asustado. Alguien en el aviònhacia Argel traduce suspicaz el nombre de mujer. Yumana. Abajoel sirocofustiga la inmensidad del desierto. El respira extenuado. Vacio. Esa tardelasruinas de Djemilla pretenden conmoverle majestuosas. Pero sin aquel rocesinaquellas miradasuna columna dòrica o el teatro romano no son màs que amagosde bellezaterriblemente solos.
!Ven para que veas una cosa! y enseguida la fuerza delarrastre resuelto pero aùn tierno. Espaldas que se apoyan sobre ladrillosdesnudos dejando ver los muslos morenos que hasta hoy espiò con temor y avidèzcada mañana del patio de su infancia. Y sin pausas la revelaciònel graciosomonte de vellos doradostan exiguos que apenas ocultan la hendidura de mujer enciernes. El anhelo y la sorpresa posibles en un segundo. La trabazòncontundente del sustoel deseoel calor y el miedo. Todo a un tiempo y ellasonriendotom ndole de nuevo la mano y susurrando desde el umbral de suadolescencia !tòcalo chico! y la humedad tibia en la mano agradecida le traeconfianza y tensiòn en un solo impulso que le impide relajarse. El hèroe en lacima de la montaña disfrutando la conquista de la tierra a sus pies con laaprehensiòn y el miedo de perder un solo centìmetro de posesiòn. !dame unbesito ahì anda!. El paroxismo y la duda. Algo se revuelve en sus costillas ysiente que se agrandase robustece. Sobreviene el rescatela plenitudelaplomo. Asume la compostura del que lo controla todo. Saca a flote la pose del hèroevaliente seguro de si en cualquier circunstancia y con ella baja abrupto y comoresuelto hasta su hallazgo. Suavemente deposita un beso de labios apretados enel montìculo pulposo con vellos que le cosquillean en la nariz. Respiraprofundo para quedarse todo el aroma agridulce de la divina hendidura. Seembriaga. Y màs seguro aùn de su victoria se yergue para mirarle por primeravez a los ojos. Màs bien a la cara y con ligero desenfoque. Su mirada resbalapor los pliegues de la sonrisa burlona de la muchachita. Su desconcierto esinmenso cuando ella lo separa y le dice !bobo!le da la espalda y se va y èlsiente que la montaña desaparece bajo sus pies y el susto regresa a sus diez añosen la inmensidad del patio de los juegosallà en las tierras dispersas delcaribe.
La resequedad en la boca le hace abrir los ojos y sentir todoel peso de la jaqueca. Se mantiene en silencio y con los ojos cerrados. Susmanos palpan el cuerpo relajado y tibio semienlazado a èl. Trata de recordar. Sìesto es Berlìn. Anoche hubo fiesta y mucha cerveza. Deja caer el brazo y lamano busca a tientas al lado de la cama. Varias latas vacias y algo de telasedosabreve. La griega aparece de sùbito en su mente. Su cuerpo comprueba lasdimensiones. Longitud. Si. Altura. Sòlo ella. Ahora el olor. Claroel perfumeque le distrajo los tres dias de conferencia. !Ah!la griega!. No puede nicreerlo. La conquista que todos anhelaron cada una de las ùltimas 72 horas. Y còmosucediò. Trata de recordar. El cuerpo se mueve ligeramente. Serpentea. Una manobusca a ciegas en la cama y viene a posarse en su pecho. Una larga y fina manoabandonada como ellabailando despreocupadapasando de un brazo a otro quequiere retenerlainfructuoso. Y èl como siemprealegrerodeado de amigos quele escuchan y asienten. Aparentando atenciòn a la locuacidad de los otrosmientras vigila discreto cada movimiento de la altìsima mujer. Indiferente ellaa los pretendientes que la asedian.Solapado èl esperando el momento preciso deaparecer altivofrescoen medio de sus rivales vencidos. No està seguro peroasì debiò ser. La presencia de la esbeltez derramada en su cama confirma suversiòn. Disfruta contemplàndola a pesar de la jaqueca. La mira con intensidadtal que rompe el sueño de la griega. Las piernas se mueven al ritmo de unquejido apagado que sin embargo enciende. Abre los ojos y le sonrie. Se frota ysin palabras lo abraza. El siente el sexo tibio y mojado plegarse sobre su musloindefenso y el aliento àcido de ella cuando se acerca a abrazarlo. Murmura ensu idioma palabras indescifrales pero el tono las hace inteligibles. Se agranda.Emocionalfisicamente si es posible luego de la juerga nocturna que adivinatenaz. Se aviva y trata de dejar a un lado la sed y la jaqueca. La abraza y conternura le besa la oreja. Ella sonrìe y se separa un poco de su rostro sinperder la sonrisa y le promete que en esta hermosa mañana no se le escapar como anoche y dice tambièn que ahora ser màs seductora y fuerte queMorfeo. El recuerda a Pirro y la jaqueca lo aplasta.
Mediodìa nòrdicogrislluvioso. Tema intrascendente quesirve para reunir a muchos en la espera del brindis. Lotta frente a mì como untodo avasallador coronado de rojo y con mirada azul. Fondo de piel blanca ymelodìa con elogios para la intensidad de la cultura latinoamericana y sugente. Habla desde una distancia estelar pero su mirada quema y el pecho seagita. Lienzo de blusa vikinga que amenaza rasgarse. Riposta embebida de miradalatina viajando de la boca a los ojos al pecho que palpita siguiendosusinteriores. Alrededor debe seguir el ritual. Lo ignoramos hasta que lascampanillas del ujier taladran la imagen fantàstica. Se reclama atenciòn yLotta me ofrece su espalda y me rinde con el olor indescriptible de su peloinmediato. Me toma centìmetro a centìmetro a lo largo del cuerpo. Me rindo ydejo que su mano palpe con disimulo mi pecho. Y baje. Yo acaricio sus senosmenudos y hiervo. Un incendio que no debe ser percibido por el enjambre de ojosazules que nos rodea. Combustiòn hacia adentro. Viene el aplauso de la manolibre (¿) sobre alguna porciòn de la otra que sostiene la copa. La manada sedispersa y quedamos solos en medio del inmenso salòn.
Penetramos el frìo donde Lotta vuelve a marcar el tiempo.Andamos la noche apretados y revueltos. Ella entrega sus ojos y yo ensayo aescribir poemas con mis manos. Pero ninguno es digno ni puede ser libre en mediode la gente. Un bar abarrotado. La noche acuosa. Sentados a la luz frente alespejoen silencio y sin poder amarnos. Amanece. Un aviòn parte con brutalpuntualidad. Sin Lotta. Sin tiempo.
Isaura pide la enèsima jarra de cerveza y Guiomar siguegritando que le duele JoàoClaudio desiste de calmarla y me indica una mesacercana. Unos vejetes obviamente turistas acaban de llegar. Los veo de perfil ycapto su expresiòn de embelezo por las acompañantes. Dos brasileñas hand madeespectaculares dice Claudio por debajo del monòlogo a gritos de Guiomar y lamodorra indiferente de Isaura que hace rato dejò de frotarme la pierna con supie descalzo por debajo de la mesa. Un brindis con sorna y algo de atenciòn ala doliente nos distrae de las vecinas. Dice que lo peor de la cosa es el dañoque le hizo por las crisis de energìa incontrolables antes de caer en la fosadepresiva."Entonces no era sexo sino gimnasia loca hasta el dolor de laspenetraciones infinitasinterminables. Y ella sufrìa porque lo amaba.Tecomprendo.Que pena. terrible claro". Y Claudio señalando de nuevo a lasvecinas y yo mirando a Isaura que tambièn està de respetar pero se va a quedardormida en la pròxima cerveza.Entonces aparece la niña con las flores y lecompramos dos para no darle limosnapara agradar y calmar a nuestras amigas.Y laniña agradece y sigue a la otra mesala de los vejetes. Guiomar se ha calmadofinalmente y trata de recomponerse. Sonrìe. Sonreìmos. Entonces el vejete dela izquierda atrae a la niñitale acaricia la espalda. saca un billete y lefrota las nalgas y yo ardo y Claudio me agarra el brazo y me dice con los ojosque no y Guiomar advierte y trata de calmarme e Isaura pide otra y la niña y elviejo est allì sonriendo y las mulatas tambiìn le rìen la gracia y yono puedo m s y me levanto viejo de mierda y Claudio se interpone. Nosmarchamos a tomar el bondinho ¿de Santa Teresa? Màs cervezaahora tambiìn mùsicapero con Rìo a nuestros piesbaile y otras caras y Claudio e Isaura que se hanrecuperado se devoran en medio del salòn y a veces hacen como que bailan aunqueno haya mùsica o sì pero da lo mismo y yo como un imbècil sentado junto aGuiomar que dejò de lamentarse y hace rato me mira buscando compasiòn con susojos hinchados y yo sintièndome estùpido sin saber còmo Isaura me abandonòpor Claudio y no recuerdo mucho pero despuès me veo en aquella duchaencristalada en medio de la pieza y ella me arrastra al sexo mientras buscosostenermeequilibrarmefijar la mirada. Luego la cama enorme y los cuerposmojados y el olor de su sexo diferente al de Isaura y mis ojos cerràndose.Enseguida amanece y estoy desnudodesierto. Claudio toca la puerta y entragritando que no entiende còmo pude hacer esto y Guiomar ya no està y no hevisto a Isaura y entonces preguntoconfundido y violentode què me habla.