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El grito de libertad en el pueblo de Dolores

José Joaquín Fernández de Lizardi


PERSONAJES

EL CURA HIDALGO

EL CAPITÁN ALLENDE

ABASOLO

ALDAMA

DIEZ PAYOSarmados con carabinas y machetes.

ANSELMOviejo labrador abuelo de

JACINTOjoven pretendiente de

ROSAhija de

CASILDAvieja.

INÉSviuda con una hija doncella y tres niños.

NICOLÁSmozo del capitán Allende.

EL ALCAIDEde la cárcel.

PUEBLO

El acto prim era se represen ta en un a sala grande y decente del curaHidalgocon el adorno común. HidalgoAbasolo y Aldama.



 

 

Acto primero

HIDALGO: Mucho tiempo haceamigos míosque lloro en el silencio la suertedesgraciada de nuestra patria. Oprimida trescientos años ha por el durogobierno españolposeídas las benéficas órdenes que tal cual monarca hadictado a su favorsólo hemos experimentado desprecios y maltrato general delos mandarines que envían a gobernarnos. Los empleos honoríficos y pingüesson exclusivos para los españoles: el ser americano es un impedimento paraobtenerlos. La contraseña de los pretendientes españoles es bien sabida; donFulano de taldicen en sus solicitudesnatural de los reinos de Castilla ycompañía: de esta manera hechos dueños del gobiernose han hecho dueños delcomerciode las haciendas de laborde las minas y de nuestras fortunasdejándonos únicamente el trabajo material para comerporque ni los auxiliosque proporciona la industria se nos permite. Yo mismo he querido fomentar eneste pobre pueblo el cultivo de las viñas.

Síyo he plantado algunas por mi manoy no se ha permitido fabricar vinosporque se expendan los que nos traen de España. De este modohabiendo nacidoentre la riqueza y la abundancianos hallamos herederos de una subsistencia muyprecariaprecursora infalible de la mayor miseria.

Si tal es la suerte de los criollosesto es de los hijos del país quedescienden de padres españoles¿cuál será la que sufren los infelicesindios? Por finde aquéllos uno que otro obtiene algún empleoaunque no dela primera jerarquíay no faltan algunos descendientes de los conquistadoresque poseen ricos mayorazgos; pero¡los indios!los indioslos hijosnaturales de este paíslos descendientes de sus legítimos señoresyacensimados en la estupidez y la miseria. Trescientos años hace que pintó su vidamiserable el señor Casasy en tanto tiempo no han avanzado un paso a su favor.Siempre educados en la superstición y la ignoranciay seguidos del abatimientoy la desdichani tienen talento para conocer sus derechos usurpadosni valorpara poderlos reclamar.

Elloslos infelicesson los que más han sufrido el rigor español en todostiempos; y no sólo de los españolessino de los criollos o de los hijos deambas naciones. Si el gobierno español los abruma con tributoslos demás losoprimen con toda clase de gabelas y con un trato duroaltivoinflexible. Lospárrocosque por su instituto debían ser los que les ministrasen el pastoespiritual con dulzuracon caridad y con desinteréssoncon excepción depocoslos que les venden los sacramentos a un precio muy caro y muy prohibido.Los indios y las indias han de ser unos esclavos de los curaslos han de serviry los han de mantenery si no los azotes y las bofetadas andan listos.

Mi corazón jamás ha podido soportar estas crueldadesni el orgulloespañol ni la postergación de nuestro mérito por la colocación del paisanaje.

Por otra partesiempre he advertido con dolor que separada la América deEspaña por un inmenso océanola naturaleza le avisa que ha sido criadaindependiente de la Europa. La vasta extensión de su terrenocuyos límites nose conocen todavíale han granjeado con razón el epíteto de Nuevo Mundo;pero un mundo lleno de riquezas y abundancia. Síla América no necesita nadade lo más precioso que producen las tres partes del globo; en sí misma lotiene todo sobradamente. Las perlas y diamantesel oro y platasel fierro y elazogueel algodónla azúcarel caféel cacaola vainilla... en fintodos los frutos que produce la Europa los tenemos con otros más preciososexclusivos sólo de nuestros climascomo la granaquina y otros muchos.

Ni los talentos faltan a los americanos para elevar la industria a laperfecciónque las naciones extranjeras. La ambición e ignorancia de laEspañacontentándose con extraer nuestro oroy nuestra plataparaderramarla en las demás potenciasse ha desentendido de las verdaderasriquezas de este sueloy ha educado a sus hijos en los viciosen la ociosidady en la apatía; porque no sólo no ha premiado los talentos americanossinoque los ha procurado sofocar en cuanto ha estado de su parte.

Ésta es la causa de ese encogimientode esa pusilanimidad de los criollosque parece que no saben ni hablar. Yo me lamentoamigosyo suspiro a mis solaspor nuestra triste esclavitud: conozco que ya no es tiempo de sufrirla: laAmérica debe ser libre para que sea feliz: las circunstancias todas le convidana romper los ominosos lazos conque la aprisiona su metrópoli: los acaecimientosde Bayona le proporcionaron una ocasión muy ventajosa; pero no supoaprovecharlos. No se encuentra entre nosotros un Washington que arrostre lospeligros y haga la libertad de su nación.

Iturrigarayese virrey prudente que sabía conciliar la fidelidad al rey connuestros interesesya estaba resuelto a crear una junta que sin reconocer a lade Sevillaconvocase a las Cortes del reino. Tal paso hubiera sido muy avanzadoa nuestra independencia; pero una facción de oidores y acaudalados destruyeronsus planes una noche. ¡Pluguiese a Dios que se borrase su memoria en lacronología de nuestros tiempos!

Os acordáisamigos: ahora dos añosel de ochocientos ochouna turba deforajidos y tunantes se lanzaron al real palaciosorprendieron a Iturrigarayatropellaron a su esposalo arrastraron a la Inquisición con ignominia parahacer creer al pueblo que era herejey no contentos con tantas tropelíasinsultaron al pacífico pueblo mexicanoatribuyéndole por rotulones públicosuna traición de que sólo fueran capaces los Batallares y Aguirreslos Yermosy Lozanos y otros tales.

Desde entonces las cosas van de mal en peor. Estamos amenazados a losfranceses orgullosos con sus victoriasy la nación yace abismada entre eltemor y la más justa desconfianza. Yoa pesar de mi edadde mis enfermedadesy mi estadohe resuelto libertar a mi patria o sacrificar la vida en lademanda.

Todos los planes están bien combinados; lo sabéisy si os he hecho estaprolija relaciónha sido por recordaros vuestros derechos y los peligros de lapatria. ¿Qué me decís?¿os halláis con la misma resolución que siemprepara acompañarme en esta empresa?

ALDAMA: Yoseñor curaantes de decidirme titubeo; pero una vez decidido noretrocedo de mi resolución.

ABASOLO: Y yo lo mismo. Os ayudaremos impertérritos en la gloriosa empresay moriremos si necesario fuerepues morir por la patria es inmortalizarse.

HIDALGO: Amigos míos: no esperaba otra respuesta de vuestro honor y vuestropatriotismo. La causa que vamos a defender es la más justael Dios de lasbatallas esforzará vuestros valientes brazos y os conducirá a la victoriaasí como...

ALDAMA: Señorparece que a la puerta llega gente.

HIDALGO: Adentro.

Sale Anselmo viejososteniéndose en el brazo de su nietoJacintojoven labrador.

ANSELMO: Señor curamuy buenos días dé Dios a su merced.

HIDALGO: Así se los dé Diostata Anselmo. ¿Qué anda usted haciendo poracá?

ANSELMO: He recibido un recado de su mercedy vine a saber qué es lo que memanda.

HIDALGO: Es verdad que lo mandé llamar. Espérese un poco.

ANSELMO: Síseñor.

HIDALGO: Siéntese usted. Vayaen aquesta silla estará cómodo.

ANSELMO: Dios se lo pagueseñor cura: ya los años me agobiany no puedosalir a la calle sino teniéndome de este muchacho.

Entra precipitada y llorando Inésvestida de negrocon unajoven y tres muchachillos pobremente vestidos.

INÉS: Señor curasoy la mujer más infeliz del mundo; pero lo seré muchomás si no hallo amparo en su presencia...

HIDALGO: Vamosdoña Inésusted serénese y cuénteme sus cuitas.

INÉS: ¡Ayseñor cura!mi pena es la mayor irremediable... Ha muerto mimarido...

HIDALGO: ¿Quédon Carlos murió?

INÉS: A media noche acabó de expirar... ¡Ay infelice!esta pobre doncella...mis tres hijos...

HIDALGO: Seréneseseñoraen este instante solamente la religión nospresta los consuelos necesarios. Advierta usted que todos los hombres nacemossujetos a la muerte; que este tributo es forzoso pagarlo a la naturalezaque lavida no es la cosa más gratasino una cadena no interrumpida de pobrezasenfermedades y miseriasde cuya carga insoportable nos liberta la muerte a unsolo golpe. Su marido de usted era ya ancianosu enfermedad era crónica ydemasiado dolorosa: él vivía en un tormento continuadoy con sus ayesafligía sin cesar el corazón de usted. Ha muerto; pero ya su cuerpo dejó depadecer y su espíritu descansa en su creador; ¿qué más consuelo puede ustedapetecer? ¿Lo amaba usted con ternura?pues consuélese también con laesperanza de que en el último día de los tiempos lo volverá usted a ver parano perderlo jamás.

INÉS: ¡Ayseñor cura!esos consuelos son muy buenos; pero yo no tengo nicon qué pagarle a usted los derechos del entierro. Con su larga enfermedad hevendido mis animalitos; ni qué vender ni qué empeñar...

HIDALGO: Bastadoña Inés; ya sé el estado de pobreza a que se halla ustedreducida. La compadezco y procuraré aliviarla en cuanto pueda. Dé usted unrecado de mi parte al padre vicariopara que esta tarde le dé sepultura alcadáverdiciéndole que se entienda conmigoque ya usted me satisfizo losderechos. Prosiga usted cuidando de la educación de estos niñosque yaveremos cómo se hacen útilesy por ahora llévese ese socorrillo para quecoman unos días. (Le da unos pesos.)

INÉS: (Llorando.) Señor curausted es nuestro padrenuestrobenefactor... Queridos míos: besad la mano a vuestro nuevo padre. (Aquíarrodilla a sus hijos a los pies de Hidalgo: ellos le abrazan por las rodillasla doncella con el pañuelo a los ojos le besa una mano; el cura los levanta yacaricia.) Síbesad esa mano liberal que derrama los consuelos en el senode una familia desgraciada.

HIDALGO: Bastaseñora; bastahijitos: levantaos. ¡Pobrecillos!lasinocentes lágrimas que lloranson hijas de la más pura gratitud.

LA JOVEN: ¡Ay padre!yo no sé cómo dar a usted las gracias por la caridadque ha usado con nosotras.

HIDALGO: Hija mía: nada he hecho que no debiera hacer en este casoni nadatenéis que agradecerme. Ahora se necesita...

Entra Casilda con su hija Rosa.

CASILDA: Ave María Purísima. Muy buenos días dé Dios a su merced.

HIDALGO: Téngalos usted muy buenostía Casilda; ¿cómo va?

CASILDA: Pasandoseñor curapasando con estas piernas tan hinchadas que nopuedo dar pasoque a no ser por el recado que recibí esta mañana de su mercedpara que vinierano me hubiera levantado de la cama.

HIDALGO: ¡Válgame Dios!pues ¿qué estaba usted en cama?

CASILDA: Síseñor cura: esta hidropesía y esta tos (tose) ya mevan llevando a la sepultura.

HIDALGO: No sabía yo la gravedad de ustedque a saberlala hubiera ido aver para excusarle esta incomodidad.

CASILDA: ¡Ay!no lo permita Diosseñor cura; ¿cómo era eso capaz?

HIDALGO: Vamossiéntese usteddescanse.

CASILDA: Sea por amor de Dios.

Siéntala junto al viejo.

HIDALGO: Pues he llamado a ustedes dos para esto. Jacinto me ha dicho que sequiere casar con Rosita...

LOS DOS VIEJOS: No lo permita Dios: ni por piensoni por pienso.

HIDALGO: (A sus amigos.) Es menester tolerarles a estos pobres susnecedades.

ALDAMA: Solamente la paciencia de usted...

HIDALGO: No tengo mucha; pero si el pastor no sobrelleva a sus ovejas¿cómolas sufrirán los de la calle? Vayadéjense de regañar a los muchachos. Ustedtío Anselmodígame¿por qué no quiere que se case Jacinto con Rosita?

Mientras el cura habla con los capitaneslos viejos estánregañando a sus hijos.

ANSELMO: Ni con Rositani con nana Rosani con mujer ninguna se ha de casarJacintomientras viva.

HIDALGO: ¿Pero por qué razón?la muchacha no lo desmerece; yo sé que esmuy mujercita y muy honrada.

ANSELMO: Ella será una santaseñor curapero yo no quiero que se caseJacinto con ella.

CASILDA: Ni yo quiero que se case Rosa con él; ¿quéyo le ruegoo hemandado padres descalzos a que le pidan a su hijo? Había de ser mejor.

ANSELMO: Mejor o peorél no se ha de casar con ella.

CASILDA: Noni ella con él.

HIDALGO: Eso ya es perderme el respeto. Cada uno de ustedes ha de hablarconmigo y nada más.

CASILDA: Síseñor curausted me dispense; pero como señor Anselmo tratade despreciar a mi hija: si yo hubiera queridodías hace que se hubiera casadoy muy bien.

ABASOLO: ¿Con quiéntía Casilda?

CASILDA: Con el sacristán de la parroquia. (Ríense todos.) Nono serían ustedes. Pregúntenselo a él que no me dejará mentir.

HIDALGO: Pues ahora yo le suplico que nos deje hablar. Vayatío Anselmo¿por qué no quiere usted que se case Jacinto?

ANSELMO: Porque no tiene la edad suficiente.

HIDALGO: Eso no le hacela ley lo puede habilitar dando usted su licencia.

ANSELMO: Peroseñor curano conviene.

HIDALGO: ¿Por qué? ¿Sabe usted que tenga algún impedimento?

ANSELMO: Noseñor.

HIDALGO: Pues entonces es capricho de usted.

ANSELMO: Noseñorno es caprichosino muchísima razón. Oiga usted; yosoy un pobre viejotengo ochenta y siete añospara servir a usted; estoy muyenfermo y ya no puedo trabajar. Mi mujer es otra pobre viejaque está tullidaen una cama. No tenemos quién nos socorra sino este muchachoque es nuestronietoy apenas gana para que medio comamos. Si se casaes fuerza que primeroatienda a su mujery entonces también será fuerza que nos muramos de hambre.Nos moriremosy entonces que se case con quien quisiere.

HIDALGO: ¡Válgate Diosy a lo que obliga la miseria! Y usted tía Casilda¿por qué no quiere que se case Rosita?

CASILDA: Porque noseñorporque no.

HIDALGO: Ésa no es razón: dígame usted la verdad como el tío Anselmo.

CASILDA: Puesseñorno quiero porque Jacinto apenas gana con quémantenerse con sus padres: si se casase aumenta la familia y es de esperar quemi hija ande en cueros y muerta de hambrey para esomejor está en su casa.

El cura a Aldama y Abasolo.

HIDALGO: Vean ustedes uno de los mayores perjuicios que la pobreza trae a lasociedad; la falta de la población. Estos jóvenes se amany sus padresembarazan su enlace únicamente porque es pobre Jacinto. ¿No es esto? (A losviejos.)

LOS VIEJOS: Síseñorpor eso.

HIDALGO: Y si yo encontrase un arbitrio para que Jacinto pudiera mantener asu mujersin faltar a socorrer a sus padres¿lo dejará usted casartíoAnselmo?

ANSELMO: ¡Ohseñor! entonces¿por qué se lo había de estorbar?

HIDALGO: Lo mismo digo a usted señora: si yo salgo por fiador de Jacintodeque siempre tratará bien a su niña y que no le faltará nadasegún su clase¿consentirá usted en sus bodas?

CASILDA: De mil amoresseñor curade mil amores. ¿Yo qué puedo querersino darle gusto a la muchacha? Ella ya es grandecitay el cuerpo le pidematrimonio. Sobre que a todos nos gusta casarnos. Yo también me caséy con miviejecito cuento cinco maridoscon bien lo diga.

HIDALGO: Adióspuestodo está hecho. Voy a poner a Jacinto que administremi fábrica de lozay a Rosita la enseñaremos a criar los gusanos y que saquesu sedacon cuyos auxilios no les faltará lo preciso.

LOS JÓVENES: Señor¿con qué pagaremos tan grandes beneficios?

HIDALGO: Con quererse muchocon trabajar y con no olvidar a sus padres nidejar de socorrerlospara que os colme Dios de bendiciones.

ANSELMO: La mía te alcancehijo Jacinto. (Bendícelo.)

CASILDA: Y las mías a los dosaunque mala y pecadora. (Bendice a los dosa dos manos.)

INÉS: Repito mis agradecimientosseñor curay con el permiso de usted meretiro; me he dilatado por saber lo que usted mandabapues cuando entró esaseñora dijo a Tulitasque era preciso no sé que cosa.

HIDALGO: Ahsíle iba a decir que es preciso que esto no lo publiquenpues no hay para qué.

INÉS: ¿Cómo no? ¿Cómo es posible que esté oculta tanta virtud? Cuandono se puede corresponder un beneficioes un desahogo publicarlo.

HIDALGO: Pues yo le encargo a usted que omita esos desahogospues cuandocumplo con los deberes que me impone la humanidadme es repugnante que secacareen mis acciones.

INÉS: En usted es un deber el ocultar su caridaden mí fuera unaingratitud el no reconocer y confesar los beneficios que me acaba de hacer. Noyo lo publicaré por todas partes. Usted ha sido mi paño de lágrimasy eliris que ha serenado la tempestad de doloren que se anegaba mi corazón. Fuerade que¿qué importa que yo deposite en el silencio esta accióncuando elcarácter benéfico de usted es público en todo el pueblo de Doloresy suscontornos? ¿Es verdadseñoresque nuestro cura Hidalgo es el genio mismo dela beneficencia? ¿Podrán ustedes no agradecer los favores que le acaban derecibir?

JACINTO: De ninguna manera. El señor cura convenciendo a mi padreme hahecho felizpues lo seré al lado de mi Rosa.

ROSA: Y yo lo seré al tuyo por su prudente mediación.

ANSELMO: Usted esseñorel padre de los pobres.

CASILDA: Nuestro benefactor.

INÉS: Nuestro consuelo.

HIDALGO: Bastahijosbasta. Vuestra generosidad me enternece y yo quisierapoder haceros verdaderamente felices.

INÉS: Sí lo seremosmientras usted nos viva. (Toda esta escena esabrazándoloy besándole la manoy él abrazando a todos.)

ANSELMO: Así lo pediremos al Todopoderoso.

INÉS: Él conserve su vidaporque siempre digamos que viva nuestro padre.

ANSELMO: Nuestro amparo.

TODOS: Y viva siempre el cura de Dolores.

Telón

Acto segundo

La misma salay saliendo de otra pieza Hidalgo y loscapitanes.

HIDALGO: Muy buena siesta han dormido ustedescaballeros.

ALDAMA: Síseñor cura; no ha sido mala.

HIDALGO: Sentémonosy tomaremos chocolate mientras llegan nuestrostertulianos. (Siéntanse.)

ALDAMA: Sea enhorabuena.

ABASOLO: ¿Conque usted tiene su tertulia todas las noches?

HIDALGO: Las más. La música me deleita demasiado y aunque aquí no puededisfrutarse una excelente orquestasin embargoa costa de trabajo y dinero heconseguido poner una muy razonablecon la que les he hecho una escoleta a misinditosque son muy aplicados; y no sólo saben ya el canto llanosino algo debuena música; de suerte que un día de función clásica de iglesia no esdesagradable en Dolores.

Sacan chocolate y lucesy mientras lo toman sigue el diálogo.

ALDAMA: Si todos los curas tuvieran la eficacia de usted bien pudieran tenersu escoleta en todos los pueblosy no que en los más es una irrisión unafunción clásica.

ABASOLO: ¡Jesús!por no sufrir el rechinido de los violines de pitayraca raca de aquellas malditas guitarras conque aporrean los oídos menosdelicadosse puede uno quedar sin misa.

HIDALGO: Lo peor es aquella sarta de desatinos que cantan en los coros. ¡Pobresindios!los hacen blasfemar. Ya se veno saben hablar el castellano¿cómoes posible que pronuncien el latín correctamente?

ALDAMA: Y qué¿ahora vienen los inditos a ensayar algunas vísperas o misa?

HIDALGO: Misa no es; pero pueden ser vísperas.

ABASOLO: ¿Vísperas de quéseñor cura?

HIDALGO: De nuestra libertad.

ABASOLO: No entiendo a usted.

ALDAMA: Ni yo.

HIDALGO: Pues ahora lo entenderán. No son los indios los que componen mitertuliasino algunas muchachas decentes y jóvenes honrados del puebloqueson muy aficionados y no tienen malas voces. Yo les hago sus letrillas y pago lamúsicay ellos se adiestran y me divierten.

ABASOLO: ¿Y qué tienen prevenido para esta noche?

HIDALGO: Una marchita patriótica que están ensayando.

ABASOLO: De todo saca usted partido a beneficio de la patriahasta de lamúsica y de sus diversiones caseras.

HIDALGO: Es preciso entusiasmar a nuestros paisanoshacerles conocer susderechosla opresión en que viven y lo dulce que es la libertad. Síesmenester no descuidarse un punto en esto; sino trabajar con tesón en lasconcurrenciasen los púlpitosen los estradosy en todas partesen prosa yen versoen todos los idiomas que aquí se hablan: con la lenguacon la plumay con los violines y las flautas.

ALDAMA: No puede usted negar su grande patriotismo.

HIDALGO: Él es mi pasión favorita. Como yo vea a mi patria libremás queal momento cierre mis ojos la muerte para siempre.

ALDAMA: Con media docena de curas como usted y otra media de militares comoAllendela cosa era hecha en cuatro días.

HIDALGO: Ella se hará aunque sea en veinte: yo no pierdo las esperanzas.Contamos con lo más necesario para lograr la empresaque es la razón y laopinióny el cielo no desamparará tan justa causa.

ALDAMA: Yo lo creo; mas por ahora sólo deseo que lleguen las muchachasyque cantenpues no veo la hora de oír la letra que será como de usted.

HIDALGO: Nada tiene de particular: su estilo es muy sencillo y naturaltalcomo se necesita para que lo entiendan los autores; pero respira patriotismo.

ALDAMA: Eso es lo mejor que puede tener.

ABASOLO: Ya creo que vienensegún el tropel de la escalera.

Levántasesale de la primera piezay vuelve a entraralborozado.

Ellos sonellos son. Aquí están.

Entran los que cantan.

UNO: Señoresmuy felices noches.

HIDALGO: Amigos: bienvenidosya culpábamos la dilación de ustedes.

UNO: Por venir reunidos de una veznos hemos dilatado un poco más; peroaún no son las siete.

HIDALGO: Es muy buena hora. ¿Qué tal saben letra?

UNO: Perfectamente.

HIDALGO: Pues siéntensemientras los músicos tocan la obertura que tienenprevenida.

TODOS: Enhorabuena.

Se sientan; la música toca una solemne oberturay concluidase levantan todosmenos Hidalgo y los capitanesy cantan la siguiente marcha.

 

Coro:

 

A las armas corredmexicanos:

 

de la patria el clamor escuchad

 

baste ya de opresión vergonzosa

 

libertad pronunciadlibertad.

  
 

Después de tres centurias

 

de dura esclavitud

 

busquemos la salud

 

basta de padecer.

 

España sin monarca

 

Fernando ya en Bayona

 

abdicó la corona

 

y quedamos sin rey.

  
 

Coro

 

La junta de Sevilla

 

compuesta de anarquistas

 

de intrusos y de egoístas

 

darnos quiere la ley.

 

No estamos en el caso

 

de sufrir más cadenas

 

bastabasta de penas

 

ya no hay que obedecer.

  
 

Coro

 

Alarmamexicanos

 

viva la libertad;

 

todos os preparad

 

por si viene el francés.

 

Ya la América joven

 

emanciparse quiere

 

su libertad prefiere

 

al gobierno de un rey.

  
 

Coro

 

Sabio Iturrigaray

 

viendo nuestros derechos

 

dejarlos satisfechos

 

quiso según la ley.

 

Pero una facción fiera

 

de oidores y traperos

 

burlaron los esmeros

 

de aquel justo virrey.

  
 

Coro

 

Los inicuos autores

 

de tan atroz traición

 

hacen la desunión

 

de este mundo de aquél.

 

Si al virrey no respetan

 

porque no es de su gusto

 

¿por qué en lo que es injusto

 

hemos de obedecer?

  
 

Coro

 

De ninguna manera

 

de tan sagrado intento

 

dude mi pensamiento;

 

libres hemos de ser.

 

Libreslibres seremos

 

porque libres nacimos

 

mas yugo no admitimos

 

o morir o vencer.

  
 

Coro


HIDALGO: (A sus compañeros.) ¿Qué les ha parecido a ustedes?

ALDAMA: La letra y la música muy buenasy el espíritu que la dictóinmejorable. Lo que me hace mucha fuerza es la satisfacción con que la hancantado.

HIDALGO: Todos estos señores que usted veson amigos de toda mi confianza.

ALDAMA: ¿Conque son muy buenos patriotassegún eso?

HIDALGO: Síexcelentes. En mi casa no entran serviles ni chaquetas.

ABASOLO: Muy bien hecho: en este caso no está por demás ninguna precaucióny menos ahora que está el espionaje muy recomendado y...

Entra un payo precipitado con una carta.

PAYO: Ave María. ¿El señor cura dónde está?

HIDALGO: Aquí estoyNicolás¿qué se ofrece?

PAYO: Mi amo el señor don Ignacio Allende le manda a su mercé esta carta.

Dásela: el cura lee para síse queda suspenso y al cabo deun segundodice:

HIDALGO: ¿Y qué hacía Allende cuando te despachó?

PAYO: Estaba registrando unos papeles y mandó ensillar. A lo que yo percibí;para acá viene y no tarda.

HIDALGO: Pues anda adentro a descansary ustedesamigospermítanme que meretire a contestar esta carta que es ejecutivaa bien que para mañanadiferiremos nuestra tertulia.

UNO: Señor curaestá muy bien. Hasta mañana.

TODOS: Que pase usted muy buena noche.

HIDALGO: Que a ustedes les vaya bien. (Vanse.) Amigosnuestra empresase ha perdido.

ALDAMA: ¿Cómo así?

HIDALGO: Lea usted ese papel.

ALDAMA: (Lee.) «Todos nuestros planes están descubiertos ante elgobierno. Anticipo estas cuatro letraspara que no sorprenda a usted mi llegadaa ésedonde le informaré por menor. Soy del...»

¡Válgame Dios! ¿Y quién ha sido el vil americano que ha tenido la bajezade vendernos?

HIDALGO: Qué sé yo: soy con ustedes. (Vase.)

ABASOLO: Ahora somos perdidos sin remedio. Todo se lo llevó el diablo en uninstante. Si la cosa se ha descubierto como dice Allendenuestra prisión esinfalible.

ALDAMA: Y nuestra ruina también.

ABASOLO: ¿Pues qué hacemos?¿a qué nos detenemos?; ponernos en salvo eslo más seguro.

HIDALGO: (Con serenidad.) Aquí estamos bien seguros.

ALDAMA: ¿Aquíseñor?

HIDALGO: Síaquí.

ALDAMA: ¿Y cuál es la seguridad conque contamos?

HIDALGO: Con la que prestan los buenos caballos y las armas.

ABASOLO: ¿Y si no nos dan tiempo de tomarlos?

HIDALGO: No se apoquen ustedes que al fin más ha de ser el ruido que lasnueces... mas Allende llega... (Se asoma a una puerta.) Síél es.

Sale Allende de capitán con botas y decente.

ALLENDE: Yo soymi amable cura y compañeros.

HIDALGO: Vamos¿qué ha sucedido?

ALLENDE.: Todo malo. Un eclesiástico de Querétaro ha descubierto algobierno de México la revolución que teníamos trazada por el 1º del próximooctubre.

HIDALGO: ¡Qué vileza!

ALDAMA: ¡Qué iniquidad!

ABASOLO: ¡Qué infamia! ¡Un sacerdote! ¡Un ministro de pazy americano!

HIDALGO: ¿Conque ya no tienen duda de nuestras intenciones?

ALLENDE: Son tan públicas que hasta Riañoel intendente de Guanajuatolassabe. Garrido se delató él mismo...

HIDALGO: ¡Qué bastardía!

ALLENDE: Ayer intercepté un correo de Guanajuatoen que aquel intendentepreviene nuestro arresto. Vean ustedes los oficios originales.

Los entrega a Hidalgo y éste lee en voz alta.

HIDALGO: «Habiendo sabido positivamente que los capitanes don IgnacioAllende y don Juan Aldamacomo también don Ignacio Abasolotratan deconspirar contra el gobiernoen unión del cura de Doloresprevengo a ustedque sin pérdida de tiempoproceda a la prisión de Allende y Aldamaque sehallan en esa villaen lo que hará usted un buen servicio al rey y a lapatria. Dios guarde a usted muchos años. Guanajuato 13 de septiembre de 1810.Riaño. Señor subdelegado de San Miguel el Grande». (Representa.) Nohay la menor dudala firma es suya.

ALLENDE: Igual encargo traía don Francisco Iriartepara arrestar a usted yAbasolo.

ABASOLO: ¿Pues qué debemos hacer en este caso?

HIDALGO: ¿Cómo qué?dar el grito en esta misma noche.

ALDAMA: ¿En esta misma noche?

HIDALGO: Síseñor. Ya estamos perdidosla cosa es innegable pues nosdescubren los mismos compañerosy no es lo peor que nos perdiéramos nosotrossino que la empresa se pierdey si nosotros no la llevamos al caboacaso nohabrá otros que la emprendan. ¿Qué dice ustedAllende?

ALLENDE: Yoya sabe usted que siempre sigo gustoso sus disposicionesy asíno tiene sino mandary yo obedecer.

ALDAMA: Pero¿con qué gentecon qué auxilios contamos para llevar aefecto una empresa de tanto empeño?

HIDALGO: Con nuestro valory con unos muchachos que tengo prevenidos. Entrenhijos.

Entran diez payosvestidos al uso de la tierraunos concarabinas y otros con machetes.

HIDALGO: Inmediatamente van y ponen presos a los siete españoles que hayaquísin maltratarlosy en un lugar seguro y separadoy esperadnos en laplaza.

TODOS: Síseñor. (Vanse.)

ALDAMA: Señor curapor Dios¿qué va usted a hacer? Con diez hombresintentar una revoluciónes la mayor temeridad; y luego cometiendo la tropelíade arrestar a los europeos.

HIDALGO: No es tropelíaes prudenciaporque el pueblo que lo verá ustedconmovido muy en breveno los mate.

ALDAMA: Sin embargouna vez desconcertados nuestros planesdiez hombresnada valen.

HIDALGO: Pues si ellos no valen nadayo valgo mucho. Nunca será libre lapatria si hemos de andar con tanta cobardía. Si muriésemos en la empresaotros nos remplazarán; la causa es justísima y generaly por últimoel quetenga miedoque se marcheque yo solo basto para lo que esta noche se ha dehacer. El patriotismoamigoha de lucir en los peligrosno en los estrados yplaceres.

Al decir esto se ciñe un sable que estará sobre la mesaytoma su sombrero y su bastón.

ALDAMA: Por Dios que me avergüenzoseñor curade que atribuya miprudencia a poco patriotismo o cobardía. Si por tal la ha tenidoyo lodesengañaré. Vamosvamos a morir por la patria.

HIDALGO: Eso sílos nobles sentimientos jamás pueden disimularse muchotiempo. Eaamigos: ¿juráis defender los derechos de nuestra nación oprimida?

TODOS: Síjuramos.

HIDALGO: ¿Juráis morirsi necesario fuerepor tal causa?

TODOS: Síjuramos.

HIDALGO: Pues a salvar la patriao a morir.

ALLENDE Y TODOS: Vamosy desde aquí la patria. Viva. (Éntranse.)

Descúbrese vista de callesen ellas habrá tres tiendas quea su tiempo abrirá el pueblo con hachasy arrojará la ropa y víveres quehabrá dentro. A un lado estará la cárcel: luego que se dejen verHidalgo ycompañeroscomenzarán a sonar campanasy se verán algunas gentes con hachasde breadiscurriendo por todas partes.

HIDALGO: Amigosya estamos en la palestra. Vamos a sacar los presos de lacárcel. Es necesario hacer agradecidos. (Llega.) Eael alcaide.

ALCAIDE: Mande ustedseñor cura.

HIDALGO: Abra la puerta y eche fuera los presos.

ALCAIDE: Yo no puedo en eso obedecer a usted porque están bajo miresponsabilidad.

HIDALGO: Si se dilataes su muerte segura. A ver las llaves. (Le encarauna pistola.)

ALCAIDE: Ya estáya estáseñor. (Le da las llavesHidalgo abre ysalen unos veinte presos gritando.)

TODOS: Que viva nuestro padre el cura Hidalgo.

HIDALGO: Hijosa mí no me aclaméis sino a la patria. ¿Estáis gustososcon vuestra libertad?

TODOS: Síestamos.

HIDALGO: ¿Me la agradecéis?

TODOS: Síagradecemos.

HIDALGO: Puesescuchad.

A este tiempo llegan los diez payos con sables desnudos ycarabinasy uno de ellos traerá una bandera blancacon una águila. Algunosotros los acompañan con hachas de brea. A la presencia del curase paran todosy éste prosigue:

Americanos: nacisteis libres por la naturalezacomo todos los hombres almundo: la codicia europea descubrió este vasto y rico continentelo conquistóesto eslo usurpó a los indios sus legítimos dueñosy desde entonces hanvisto y tratado a los hijos del país como sus colonos y aun como sus esclavos.

En vuestra misma patria no sois nadani podéis sembrar ni cultivarsino loque os permiten como gracia.

Nacisteis en el reino del oro y de la platay no tenéis un peso: rodeadosde la abundanciaperecéis en medio del hambre y la miseria: el cielo os dotóde talentos despejadosy vivís y morís ignorantes. De esta maneraoprimidosvuestros padres por los españolesos dejaron pobresrudos y miserables; yvosotros bajo los mismos principiosno podéis dejar a vuestros hijos otraherencia que la miseriala esclavitud y la ignorancia.

Esta suerte de los americanos será eterna mientras no conozcan sus derechosesto esque son libres porque son hombresque nuestra patria ya se halla enestado de gobernarse por sísin necesidad de que la gobierne y domine unextranjero que está a dos mil leguas de distancia de nosotrosque nos carga deleyesnos abruma con gabelas y se lleva a su nación nuestros tesoros.

La justicia nos favorecepodemos ser felices si queremos de un momento aotro. Un empuje generoso se necesita de vuestra parte; pero con unión yconstancia. El tiempo presente es el precioso; si lo desaprovechamosestamos apique de ser esclavos para siempre. Ya os lo digo: Españapor ahoratutoreaday aun dominada por la Franciaestá imposibilitada de enviar tropas de refuerzocontra nosotros; pero los franceses no carecen de recursos ni intenciones: acasoellos vendrán y nuestra esclavitud será mayor.

Yo advierto en vosotros una decidida inclinación para recobrar y conservarvuestra libertad; pero también advierto que os detiene lo inermes que oshalláis y el no contar con una cabeza que os dirija. Yo os amo muchoy deseola libertad de la patria como vosotros; si os resolvéis a seguirmea pesar demi vejez y mis achaquesos conduciré a la victoria con la ayuda de Dios y elfavor de estos ilustres compañeros.

¿Qué decís?¿queréis vivir esclavoso ser libres y salvar vuestrapatria?

UNOS: ¡Viva la libertad!

OTROS: ¡La patria viva!

HIDALGO: (Toma Hidalgo la bandera y les dice:) He aquíhijos míoslas armas del suelo mexicanolas de vuestros mayores y el símbolo de vuestralibertad. ¿Juráis ante el Dios de los ejércitos y ante la patria derramarvuestra sangre en su defensa?

TODOS: Síjuramos: o morir o ser libres... (Entra uno precipitado.)

UNO: Señorel alboroto es ya general en todo el puebloel furor crece porinstantes contra los españoles; si no estuvieran presosya fueran víctimas desu furor; pero éste se ha encarnizado en sus efectoshan abierto sus tiendas ydespués de robararrojan a la calle lo que resta.

ALLENDE: Es muy escandaloso este desorden.

ABASOLO: Una injusticia es.

HIDALGO: Es ciertopero ni es política el oponernos a la plebe furiosanitenemos fuerza para el caso. Es de necesidad ceder a las circunstancias.

A este tiempo entra la multitudtirando las tiendas ygritando.

UNOS: ¡Muera el gobierno español!

Y OTROS: ¡Viva la libertadviva la patria!

Telón




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