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Un sermón bajo naranjos

Fernán Caballero



     La señorita Luisa Gourand da a luz en Parísun excelente periódico titulado: Journal des jeunes personnes (Periódicode las jóvenes); y deseando avalorarlo con una producción del distinguidoy erudito literato Mr. de Latourque de largo tiempo atrás tiene consagrada sudocta pluma y la gracia y elegancia de su estilo a dar a conocer en Francia bajosu más bella faz las cosas de nuestra Españaha obtenido de éste el artículoque a continuación traducimosseguros del interés general con que será leídopor abrazar tantas cosas dignas de ser tenidas en cuentay que el autor pone ala vista con la benevolenciaestudio y poesía que distinguen a todos susescritosen los cuales rebusca con marcada preferencia para presentarlas al públicofrancéslas humildes y santas violetas que suele pasar por alto la fama.

Fernán Caballero

     «Lleváisseñoraa veces a vuestras jóveneslectoras al gran mundo y la sociedad; permitidme que yo las conduzca a oír unsermón. Pero no hay en esto nada que pueda causar recelo ni aun a las más jóvenesporque se trata de un sermón predicado en un patioal aire librebajo lasombra de naranjosante pobres niños; siendo los demás que componen elauditorio admitidospero no llamados. La misma voz que bajo los olivos dePalestina decía con tan tierno acento: «dejad venid los niños a mí» repiteaun las mismas palabras después de cerca de dos mil añosbajo los naranjos deAndalucía. Algún díacuando España haya concluido sus caminos de hierroque serán una seducción más que ofrecer a la legítima curiosidad de losviajerosmuchas de vuestras abonadasque serán entonces graves madres defamiliavendrán quizás a sentarse al pie de este púlpito de los huérfanos;pero entretantovengan a acompañarme a él con el pensamiento:

     »La catedral de Sevilla en su forma actual esmuy posterior a la época en que los moros fueron expulsados de Españaemperoasí como algo de las costumbres árabes ha permanecido entre los moradores delMediodía de Españatambién el arte árabe ha dejado huellas en losmonumentos erigidos por la fe cristiana. Aquíno osbtantehallamos más queinvoluntarias reminiscencias; dígalo en primer lugar la maravillosa Giralda;mucho más antigua que la catedralcuya solemne sonora voz esparce por losaires y a la cual no tiene el Oriente más recóndito nada que se le puedapreferir. Díganlo además los grandes trozos de muros de la antigua mezquitaembutidos en el recinto a que me propongo conduciros.

     »Son también de usanza oriental los grandespatios que forman parte de los edificios religiosos. La catedral de Córdobatiene el suyocon su fuente rodeada de sicomorosde naranjos y cipreses. Lassinagogas de Toledo tienen también los suyosperosólo con pozos y sinnaranjosque no podrían prevalecer en aquel clima.

     »En Sevilla este patio es del tamaño de laantigua mezquita cuya área ocupa. Es un cuadrilátero de unos 450 pies de largopor 350 de ancho. En el centro tiene una ancha fuente cuya doble mar no carecede eleganciay cuyo perenne murmullo concuerda perfectamente con el perfume delazahar.

     »Tiene este patio tres distintas puertas deentrada. La principal se denomina del Perdón. La puertaque es muy bella yredondeada por arriba a manera de herradurafue hecha por árabes cautivospororden del Rey Alfonso XI en memoria de la batalla del Salado. Ambas hojas deesta puerta pertenecieron a la mezquitaasí como las planchas de cobrecinceladas de que están cubiertas. Sobre la puerta hay un hermoso bajo relievede barro cocidoy a cada lado de la entrada las estatuas en pie de San Pedro ySan Pabloel uno con las llavesel otro con la espada. Vesepuesque a pesarde haber permanecido la puerta musulmana en cuanto a su forma y su materiaescristianay abre a los fieles el dominio de Jesucristo.

     »Entremos. Bajo la bóveda de la puertaa laizquierda se fija la vista en una cabeza del Señorpuesta en una capilla de mármolante la cual arde perennemente una lámpara. Entre esta capilla y una concha deagua bendita que se hace nocesario llenar constantementealgunas personasdevotas orany algunos mendigos imploran la caridad. Forma esto un cuadro delos que Schetz se complace y sobresale en pintary yo me figuro que Murillo alpasar por este sitio estuvo más de una vez tentando de reproducirlo en suslienzos. La leyenda de este Ecce-Homo debe ser curiosa y conmovedorapero aúnno me ha sido posible averiguarla. Su advocación por sí sola es la del Señordel Perdón. ¿No es una dulce leyenda? Basta a lo menospara explicar ymotivar el nombre de la puerta.

     »Pero existe otra etimología. Las gentesancianas de Sevilla me han referidoque en otros tiemposaquellos que erancondenados a la pena infamante de azotesiban montados en un asno y acompañadosdel verdugo y sus ayudantes por las calles de la ciudad. En determinadasencrucijadas se paraba el séquito; el escribano leía en recia voz la sentenciay el verdugo aplicaba el castigo en las espaldas del delincuentehecho lo cualvolvíase a emprender la marcha hasta llegar a otro de los sitios designados.Una delicada razón de conveniencia hacía que se evitase de pasar por delantede las iglesias. Pero acaeció en una ocasiónno sé cómoque la tristecomitiva vino a desembocar por una estrecha calle que desde las gradas de laCatedral comunica con la plaza en que se halla la Audienciaante la puerta delpatio de la Catedral. Hallábanse casualmente en ella varios canónigos. El reoal verlosexclamó misericordiay estos señores intervinieron en nombre delsagrado de la Santa Iglesiaque amplió algo la caridadasí de los que parael pobre reo la pedíancomo de los que concedieron el perdonpor locual quedó este dulce nombre a la puerta y al Señoren cuyo nombre se pidió.

     »Al hallarse bajo aquellos naranjosse sienteuna calma benéficaa la que la perspectiva que se presenta añade una impresiónreligiosa.

     »El primer objeto que llama la atenciónestando en el patioes la Giralda que le domina. El púlpito se halla en sumismo ladoes deciral Levante; es de mármol y se apoya en la pared de lasala en que está la preciosa biblioteca reunida por el hijo de Cristóbal Colóny donada por él a la ciudad de Sevilla. El hallarse esta en el recinto de lacatedral ¿no prueba acaso que nada tiene que temer la religión del verdaderosabery que antes es ella quien comunica a éste elevación y resplandorencambio de la solidez que de él recibe?

     »Sobre el púlpito sujeto al muroestá el velariumo batidor destinado a resguardar de los rayos del sol al predicadory a laprimera fila del auditorioesto esa los niños. La caridad que les ha dadoasilocuida de ellos como una madre. Estamos todavía en 17 de marzoy ya nosanuncian los naranjos en flor que la llegada de la primavera ha puesto la saviaen movimiento.

     »Poco a poco se va reuniendo el auditorioaunse hallan vacíos los bancos donde han de sentarse los huérfanos y que formanun cuadro al frente del púlpito alfombrado con un tapizcuyo centro ocupantodos los años el Cardenal arzobispo y SS. AA. RR. la hermana de la Reina deEspaña y sus augustos esposos e hijoscuando se encuentran en Sevilla.

     »Puesto que tenemos tiempo y ocasiónveamoslo que está grabado en esta lápida de mármol colocada a espaldas del púlpito:-Aquí han predicado San Vicente FerrerSan Francisco de BorjaSan J. de Ávilael venerable Fernando Contreras y D. Fernando de Mata. -Este es el libro de orodel púlpito del patio de los Naranjos; ahora daré algunos pormenores sobrecada uno de estos nombres.

     »De estos venerables varones pertenecen cuatroal Mediodía de Españay de los más célebres será de los que menos hablaré.

     »San Vicente Ferrer es el apóstol deValencia; ¡cuántas santas leyendas podría referir de su vida! Pero me ceñiréa decir que nacido en 1357sembró con mano pródiga la semilla del Evangelioen InglaterraAlemania y Francia. Falleció en Bretañay dio su últimosuspiro en Vannesen 1419.

     »San Francisco de Borja es también hijo de lapoética Valenciaen donde nació en 1500. Era Marqués de LombayDuque deGandíay fue Virrey de Cataluñamuriendo en 1572de General de la Compañíade Jesús. Su vida es toda una novelay tiene grande analogía con la del abateRancé; como éste había merecido tenerel desengañado prócera unChateaubriand por biógrafo. He visto una estatua muy expresiva de este Santo enla Universidad de Sevilla. Preguntad a aquella efigie de un hombre extenuado porel ayuno y las austeridadesque nombre llevó éste en la corte de Carlos Vyos responderá: «me llamo Penitencia.»

     »San Juan de Ávila había nacido en 1502enlas cercanías de Toledoen Almodóvar del Campopero a pesar de esollámaseleel Apóstol de Andalucía. Escritor místico de un mérito singularexistenobras suyas que hacen autoridadpero en cuanto a sus sermonesno queda sino lamemoria de los maravillosos frutos que en las almas produjeron. Murió en Priegoen 1569.

     »Fernando de Mata había nacido en Sevilla en1554y en ella murió en 1612. Predicador habitual del Sagrario de la Catedralque forma uno de los costados del patio a que os he conducidose puede decirque no salía de su casa para subir al púlpito del patio de los Naranjos. Suvida ha dejado en la memoria de los hombres una estela dulce y luminosay parécemeque a su alma placerá vagar aun por las cercanías de ese púlpitoysorprender entre aquellos naranjos el eco de sus palabras de otros tiempos.

     »Contreras consagró su vida a la redenciónde niños cristianos cautivos de infielesa punto de que debía habérseleconstituido en amado patrono de las jóvenes generacionesque cada año ensemejante día se agolpan a los pies del púlpito. D. Fernando Contreras nacióen Sevilla en 1470de familia distinguidapero escasa de fortuna: desde suinfancia dio muestras de sus felices disposicionesuna inclinación decidida altrabajo y al biende mucha modestia y de una gran dulzura de carácter. A losdiez y seis años después de haberse consultado a sí propioy haber oradomuchoresolvió seguir la carrera eclesiásticay se entregó con ardor alestudio de la Teología; no gastó desde entonces sino vestidos bastos y eligióen la casa paterna un lugar retiradoque constituyó en ermitay en el que noquiso tolerar sino un jergónuna mesauna sillaalgunos libros y la imagendel Santo de su especial devoción. Tenía por todo recurso un beneficio pequeñoque le ayudó a ordenarse; pero una vez recibido sacerdoterenunció a él paravivir en la pobreza evangélica. Los ocios que le dejaba su santo ministeriolos empleaba en visitarlos hospitales y en consolar a los enfermos. PadeciendoSevilla en 1505 una grande hambrese constituyó en demandante de los pobresyhabiendo la miseria traído la pestese contituyó en enfermero de loscontagiados. Tan intrépido para arrostrar el contagiocomo lo había sido paraarrostrar la avaricia de los vivosenterraba a menudo a los que no habíapodido arrancar a la muerte. El Arzobispo de Sevilla creyó deber recompensartanto celo y abnegacióndándole un beneficio: -Señorrepuso aquel santo varón¿en qué he podido ofender a V. I. para que me quiera dar un beneficio?

     »En 1511el Cardenal Cisneros lo llamó a lagran Universidad de Alcalá de Henaresque acababa de establecer. Allá empezóa ejercer la predicacióny tuvo la insigne honra de contraer amistad con elque había de llegar a ser Santo Tomás de Villanueva.

     »Salió de Alcalá para dedicarse a secundarlas caritativas miras de Doña Teresa Enríquezduquesa de Maquedaque habíaerigido recientemente en Torrijosa cuatro leguas de Toledola colegiata que aúnhoy día se admira allí. Pero el principal objeto de la caridad de esta ilustreseñoraera la redención de los niños cautivos de moros. Asociando a D.Fernando Contreras a esa generosa obraiba al encuentro de su verdadera vocación.Pero para dar más autoridad a su celole facilitó los medios de tomar elgrado de doctor. D. Fernandopara prepararse a sus lejanas empresasregresó aSevillaque era aun por entonces el punto de partida de todas las expedicionesmarítimas: y empezó por establecerse (fijarse)en el hospital de Santa Martay después en una casa pequeñacercana a una de las puertas de la ciudadquepudiéramos ver desde aquía no impedirlo las paredesy que se llama puertadel Arenal.

     »Era esto en el año de 1526y no pudiendo aúnembarcarseel Padre aprovechó esta demora para fundar un colegio en el que tomóa su cargo la enseñanza del canto llanola GramáticaBellas letras y laTeología. Hubiérase dicho que con anticipación preparaba un asilo a los niñosque había de ir a traer de tan lejos.

     »Próximamente por aquella época pasó porSevillapara ir a AméricaSan Juan de Áviladel que anteriormente hemoshecho mención. El Padre Contreras consiguió retenerle en Españay Andalucíale debió así su apóstol.

     »Estando todo corriente para su primeraexpedición dio vela con destino a Argel. Allí le esperaba todo género dedificultadespero el cielo le concedió ocasión de captarse la buena voluntadde los moros. Desde cuatro años antes afligía una gran sequía a aquel paísy los ruegos de este varón santo hizo descender sobre la tierra abrasada unalluvia benéfica. En el primer arrebato de alegría le regaló el rey treinta niñoscristianos; los cortesanos imitaron la liberalidad de su Señory unidas estasliberalidades a los medios pecuniarios que había traído de España pudo enbreve el generoso misionero reunir trescientos niños. ¡Considéresepueslaacogida que hallaría al regresar a Sevilla!

     »El buen resultado de este primer viaje leanimó a emprender otro en 1533. Asaltóle un temporal a la vista del puertopero bastó colocar su báculo sobre el timón para alejar el peligro. Losargelinos habían tenido tiempo sobrado para olvidar el benéfico milagro queabrió los cerrojos de sus mazmorras a tantos pobres niñosy el PadreContreras no tenía bastante dinero para rescatar todos los que había deseadotraerse consigo. Entregáronle bajo la fianza de su palabra alguna partey dejósu báculo en rehenes; verdad es que aquel báculo acababa de hacer un milagropero el milagro que me parece impresionaría más a los moros sería la caridaddel negociador.

     »Su vuelta no causó esta vez menos entusiasmoen Sevilla que la primera cuando le vieron arrodillarse con todos los niños quetraía y que le debían más que la libertadante la célebre imagen de laVirgen de la Antigua. Este entusiasmo le proporcionó en breve poder rescatar elbáculo dejado en rehenes a los infieles.

     »Como dos viajes consecutivos habían debidodejar exhautas las mazmorras de Argelel tercero fue con destino a Túnez.Apenas se había embarcado el Padre Contreras con sus queridos rescatadoscuando de repente se vio rodeada su embarcación por siete cárabos de piratas;pero una nube espesa cubrió la embarcación y ocultó a los cristianos a lavista de sus enemigos. Cuando la nube se disipó estaba libre el mar de piratas.

     »Por cuarta vez se puso el siervo de Dios encampaña yendo a Tetuán y Fez. Volvió a Sevilla en 1536 habiendo por milagroescapado a una tempestadque no fue parte a inspirarle temor al mar ni ahacerle desistir de sus valerosas empresas.

     »Había permanecido fiel a su hospital deSanta Martapero habiendo hallado ahora un establo en las cercanías seestableció en élsin duda y en memoria del de Belén. Colocó en el pesebresu pobre jergón.

     »El cabildo intentó inútilmenteproporcionarle un albergue menos humildesólo pudo lograr que se preservase delos rigores de la intemperie el que había elegido el mismo venerable.

     »Tres años después volvió a emprender elviaje a Fezdel que regresó con éxito igual a los anteriorespero elrecuerdo de los niños que no había podido rescatar lo abrumaba como unremordimientoy para aumentar sus recursos fue a mendigarlos a Castilla. ElCardenal Taverael mismo que labró el magnífico hospicio que se halla en laentrada de Toledole dio medios para emprender el sexto viaje. Le hallamospuesen Ceuta y de allí caminando a Tetuán. Pero habiéndolecomo siemprefaltado el dineroy no inspirando confianza su báculoa pesar de no haberdefraudado nunca la de nadiese dio a sí mismo en rehenes. Pero no salió lacuenta a los infielespues cada día de la generosa cautividad de este insignevarónque duró algunos añosfue señalado con alguna conversión de moros ode judíos.

     »Cesó por fin en 1546 en que regresó aSevillay como si se hubiese echado en cara entrar solotrajo consigo tantosrescatados como las veces anteriores. Ya se había perdido allí la esperanza devolver a verlo y se le empezaba a contar entre los mártirescuando se le viollegar tan sereno cual si hubiera salido el día antespero con ese no sé quéde celestial que da el sentimiento de una santa victoria obtenida a costa degrandes sacrificios.

     »La noticia de esa inesperada vuelta conmovióal mismo Carlos Vque nombró al Padre Contreras para la vacante del obispadode Guadix. El recién electo bien hubiera querido contestar al Emperador lo querespondió había cuarenta años antes al arzobispo de Sevilla. ¿En qué hepodido ofender a V. M. que me nombra obispo? Pero se contentó con dimitir estahonra.

     »No creyó que su avanzada edad le dispensabade la heroica tarea que se había impuestoy emprendió por séptima y últimavez su peregrinación a Argelen donde quedó de nuevo su báculo en rehenes deuna suma de 3000 ducados. Apenas regresó a Sevilla cuando se apresuró avolver a su humilde albergue con el presentimiento de que no volvería a salirde él.

     »No quiso cuidados ni más alimento que lapobre pitanza que el hospicio de Santa Marta acostumbraba proporcionar a loseclesiásticos indigentes.

     »El obispado de Guadix estaba aún vacanteyel Emperador encargó al Príncipe D. Felipe que lo ofreciera de nuevoal queya en otra ocasión lo había rehusado. El Padre Contreras se mantuvo un sunegativa; sentía que sería para él un título vano. Agobiado bajo el peso desu cuerpo miserable que tantos combates había llevadocayó sobre el pobrelecho en que dormía desde tantos años para no volver a levantarse. La Duquesade Alcaláque sentía por él una tierna veneraciónle envió una cama menosmalapero no le pareció que valía la pena de trasladarse a ellae hizollevar este regalo de una mano tan querida al hospital de las Tablas. El mismocamino tomaron los alimentos delicados que de todas partes le fueron enviados.Sintiendo su fin acercarse empezó por disponer con prudencia de sus bienesenfavor de la redención de cautivospidiendo para sí mismo un favor: el de serenterrado en la fosa en que se enterraban los ajusticiados. El 17 de febrero de1548entregó tranquilamente su alma a Diosasistido por dos obispos quedesearon hacerlo hasta el último instante. El unopor una feliz casualidadera el obispo de Marruecos(1).¡Qué de recuerdos tenía para él este título! ¡Recuerdos que debieronllenar de confianza al enfermo sobre la salvación de su alma!

     »El día que murió D. Fernando Contreraslascampanas de la Catedral sonaron solasy todo Sevilla acudió con demostracionesdel mayor dolor a la puerta de aquel pobre casucho en que había muerto unbienaventurado. ¡Cuántos entre aquella muchedumbre debían la vuelta de unhijo querido robado por los moros! ¡Cuántos el hallarse en el seno de sufamiliaque no habían pensado el volver a ver jamás!

     »Las duquesas de Alcalá y de Béjarsehonraron en amortajar con sus propias manos el pobre cuerpo que habíaconservado tan heroica alma. Al tratarse de fijar el sitio de su sepulturafuegrande la incertidumbre; pero cuando el cabildo estaba discutiendo el casoseapareció un hermoso niño en medio de los canónigoscomo en otro tiempo entrelos doctoresy dirigiéndoles la palabra con aquella modesta firmeza que tantohabía impuesto a los sabios en el Temploles hizo seña de que le siguiesenydeteniéndose a la entrada del coro dijo: «Aquí es donde quiere Dios que seaenterrado» y desapareció. El cielo se había complacido en dar a su mensajerola figura y edad de aquellos a quienes el que acababa de morir había consagradotoda su vida.

     »Todas cuantas personas elevadas y santasencerraba entonces Sevillase apresuraron a acudir a su entierro. El pueblodemostró a su manera su veneración por el siervo de Diosdisputándosegirones de sus vestidos. El obispo de Marruecos predicó el sermón en sushonras. He aquí el último rasgo de esta santa vidatoda consagrada a lainfancia; D. Fernando Contreras es autor de un catecismo.

     »Repetidas veces se ha instado a la SantaSedepara que ponga el sello a la santidad de esta dulce y venerable memoria.

     »Un primer decreto fue expedidofavorablementey en ello ha quedado la beatificación. Acaso desde el cieloelhumilde solitario de Santa Marta dice al Pontífice. «Padre Santo¿en qué oshe ofendido para que me queráis poner entre los Santos?»

     »Entretantola gente se ha ido apiñandoalrededor de este púlpitoesclarecido por tantos gloriosos apóstoles; mas sinque vengan los niños del Hospiciono subirá el orador al púlpito. Fórmansemientrasgrupos alrededor de la fuente. Cada naranjo se hace el centro de unapequeña tertuliaal propio tiempo que otros pasean solitarios fumando sucigarro. Alguno que otro extranjero va de grupo en grupo mirándolos con extrañeza.Este espectáculo de religión al aire librecuando en otros países parece queteme salir de sus templosles da que pensar. Es cosa aquí tan naturaltodostienen un continente tan sencilloque no se pensaría que aguardaban unasolemnidadsi en las ventanas ogivales de los cuerpos su perpuestos de laGiraldano se viera asomar cabezas que denotan aguardar otra cosaque no lavista de aquella reunión animada sin bullarecogida sin afectación.

     »Pero ya suenan a lo lejos voces infantiles.En el umbral de la puerta del Perdónaparece una Cruz de plata rodeada defaroles en que arden cirios.

     »Las gentes abren paso con apresuramiento simpáticoy en la estrecha senda que abre se ve entrar de dos en dos a los niños delHospicio de San Luiscantando salmos o el Rosario conducidos por sacerdotesya las niñas del de Santa Isabel que lo son por Hermanas de la Caridad. Losvestidos de unos y otros son limpios y adecuadossus semblantes revelan alegríay salud. Estos pobres niños que sólo se encuentran en esta ocasiónse mirancon cándida simpatíapues sienten indefiniblemente que pertenecen a una mismafamiliala de los desheredadosrecogidos por la caridad.

     «A medida que se van colocando detrás de lasautoridades civiles y eclesiásticasque son su providencia en este mundolasgentes enmudecen y se acercan. El cuadro de género (o de costumbres) que antesse presentabay que por la originalidad de los trajesla viveza de loscoloresla variedad de actitudesdistraía agradablemente el tiempo de esperatoma al concentrarse otro carácter y se convierte en cuadro religiosocuyabelleza resulta de la unanimidad y de la expresión moralque es la de una feserena y segura de sí. Todas las miradas se dirigen al púlpito no se lee sinoun solo pensamiento en aquellas descubiertas frentes.

     »Sube el orador al púlpito. -Se pregunta envoz baja quién es; oigo responder a mi lado que es un Padre de la Compañía deJesúsencargado de la dirección de la enseñanza religiosa en el Hospicio. «Esel padre Esclapés» dice uno. «Yo creí que estaba en Utreraen dondepredicaba el Septenario de Dolores. -Estaba allí hace media horaobservóotro; aguardábalo un coche en la estación del ferrocarril para traerlo aquíy el mismo coche aguarda que haya concluido el sermón para volverlo a llevar ala Estación.» Eran gente del pueblo los que así hablaban porque en España elpueblo se interesa en los mas mínimos pormenores de las cosas religiosas. «Hubieraquerido que fuese el Padre Medinadijo un tercer interlocutor. -El Padre Medinaacaba de hacer unos ejercicios en el Ángely está muy fatigado.» Esto decíauna mujer que en seguida añadió: «Escuchemos al Padre Esclapésy noecharemos de menos a ningún otro.» Estas razones a que involuntariamenteprestaba atenciónme impidieron oír el texto del predicadorque me parecióde mediana edadde continente severo sin tiesuray de un timbre de voz talque sin esforzarla llegaba a oídos de la mayor parte del auditorio. Su discursofue como un resumen de todo el cristianismo por el analísis sencillo y animadode los mandamientos de Diosy teniendo presente el orador que se dirigía a ánimasjuvenilesque era necesario tanto convencer como conmoverpresentó el fin deun célebre incrédulo incorporándose en su lecho de muerte para dejar enherencia a su hijo que quedaba huérfanoa falta del buen ejemplo de su vidala gran amonestación de su muerte.

     »Hubo entonces un bello y solemne momento.Aquel en que al excitar el orador a sus oyentes a pedir a Dios perseverancia ennuestra santa fe y resignaciónse arrodilló espontáneamente todo elauditorio bajo los naranjosy unió su oración a la del sacerdote. Cuando nospusimos de pieel púlpito estaba vacíoy los niños emprendían la vuelta asus Hospicios en el mismo ordeny con los mismos cantos que traían a lavenida.

     »Cada vez que asisto bajo este cieloesplendente a alguna de estas solemnidades religiosas popularesadmiro más y másla portentosa flexibilidad con que sabe el catolicismo apoderarse de todas lasarmonías de la naturaleza. Austero en el Norteadquiriendo en el Mediodía unapoesía dulce y amenaen todas partes dueño de los espíritus y realmenteuniversaltoma para abrirse camino el medio que conduce seguramente a ellos.»




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