Hace muchomucho tiempoen la regiòn que hoy ocupa Güinesexistiò un valle de tierra calcinada por el sol donde se alzaban apenas unpar de planticas. El paisaje poseìa la desolaciòn de un lugar pedregoso yseco.
Muy seco. Entonces no lo atravesaba el rìo Mayabequeensu fluir de aguas.
En este sitio vivìa una tribu aborìgentan marchita comola vegetaciòn. Los indios sembraban innumerables semillasque no germinarìanpor falta de agua. El hambre y la sed iban diezmando niñosancianos y atodos los que no poseìan fuerzas para resistir.
A lo lejosen cambiose divisaban unas altas montañasirradiando su brillante verdor. Allìhabitaba otra tribu aborìgenemparentada con los desdichados del llano. Las jòvenes Onicajina yMayabeque eran primasel padre de la primera mandaba en Las Montañas delEterno verdor y el de Mayabequea los indios del valle.
El viejo cacique convocò a una reuniòn del Consejo deAncianos. Se quejaban de que no hubiera un heredero varòn que fuese enbusca de las aguas. Mayabequeùnica hija del jefeinterrumpiò laasamblea y dijo:
- Venerables ancianosquerido padre: Yono importa quesea mujertraerè el agua hasta nuestro valle. !Dejenme partir ahora mismo!
La resoluciòn de Mayabeque asombrò a los miembros delConsejoy despuès de mucho discutirdecidieron acceder. El jefe indiocon làgrimas en los ojos despidiò a su hija y le deseò suerte.
Anduvo Mayabeque todo un dìasin descansoluchandocontra la sed y el hambre. Hasta que se agotaron las fuerzas y quedòdormidajunto a una piedra desnuda y polvorienta. Entonces soñò que sehayaba en una cueva enormeen donde brotaba un manantial de fresquìsimoschorros.Su tribujunto a ellaabrìa un canal por el que se deslizaba elagua camino del valle. Surgìan las plantas y los animales empezaban allegar entre los àrboles frondososla gente era felìz y el arroyo corrìapor la tierra florecida.. Sintiò Mayabeque tal alegrìa con el fantàsticosueñoque despertò. En vez de los àrboles y las floresse hallòrodeada de las nubes de polvo que levanta el viento de la tierra desèrtica.
La india continuò su bùsqueda y al atardeeceragotadapor la caminata llegò a las Montañas del Eterno Verdor. Su prima Onicajinafue a recibirla y la condujo hasta la tribudonde le dieron bebida y comida.Pero ya nada contentaba a Mayabequese habìa propuesto conquistar la fuentepara su pueblo y no quiso perder tiempo. Debìa partirasì que Onicajinadecidiò acompañarla un rato y le diò alimentos y agua para otro dìa.
Por el caminoMayabeque contò a su prima el sueño quehabìa tenido y le preguntò cuàl era el secreto del eterno verdor deaquella regiòn. Onicajinabajando la cabezacontestò:
- Primaexiste una cueva donde nace un manantialgigantescodesde allì brotan las aguas y riegan los montes en que vivimos.
- !Ohquerida prima! Por favordime dònde puedo hallaresa fuente maravillosa. Mi gente muere cada dìa.El agua nos hace muchafalta...
- Perdòname Mayabequeno puedo decìrtelo.
- !Pero moriremos todos si no encuentro el agua!
- Es que... el dios predijo que si descubrìamos el secretode la fuentelos espìritus malignos caerìan sobre tu pueblo con lasenfermedades y el dolor.
- Aunque asì sea!debemos llevar el agua hasta nuestratierra!si no la muerte y el hambre acabaràn con todos. !Ayudame Onicajina!conoces mi sueño... Construiremos una zanja desde tu manantial hastanuestro valle y podremos ser felices... como ustedes.
De esta forma convenciò Mayabeque a su prima de que leconfiara el secreto.
Onicajina le dijo: - En aquella montaña vive El Dios delas Aguas... èl es el dueño de la fuente. !Ve!pero ten cuidado. Nadieque lo haya visto regresò. !Adios y suerte!
Despuès de escalar las grandes cumbresllegò Mayabequeal lugar que le habìa indicado su prima. Entre dos àrboles gruesosestaba la entrada a la caverna. En medio de la oscuridadcomenzò aavanzarguiada por el murmullo del agua. Cuando estuvo a punto de llegar almanantialapareciò una luz que iluminò toda la cuevajunto a la fuenteEl Dios de Las Aguas.
- ¿Còmo te has atrevido a venir hasta aquìmuchacha? ¿Acasopretendes robarme las aguas?
- No - contestò Mayabeque llenàndose de valor -. Noquiero robar. He venido a pedirle para mi pueblo que muere. Soy del valledonde no crece un solo àrboldonde no vive un solo animal y loshombres desfallecen a causa de la sed y el hambre.
- ¿Y què quieres? No pensaràs que voy a darles de mifuente.
- Por favor..por favor. - Rogò la joven llorandoy eldiosconmovido le advirtiò: - Està bien. Te ayudarèhermosa jovenperohas de saber que muchos seràn los obstàculos que encontraràsantes deque el agua y la felicidadinunden el valle.
- No importa. !Lucharemos! - Contestò Mayabeque con alegrìa.
- Ademàs te pedirè algo..
- Pida lo que deseemi pueblo necesita el agua para podervivir.
- Estoy muy solo en esta gruta- dijo el dios - y quisieraque vuelvascuando hayas logrado tu propòsito.
Y Mayabeque aceptò.
De regreso al llanoMayabequereuniò a todos loshombres para el trabajo. Desde las montañas empezaron a excavar el canal.Los espìritus malignos atacan con sus epidemias. Varios indios abandonan laempresa atemorizadosotros mueren.
Pasaron aòos de duro esfuerzodurante los cualesMayabeque dirigìa la construcciòn y animaba a su pueblo... hasta que lacinta plateada de las aguas se descorriò por la tierra y la inundò: Lassemillas que aguardaban debajo del polvobrotaron al unìsono: El valle secolmò de plantas y flores de diferentes colores y formas caprichosas.
De las montañas bajaron los animales y se les podìa verchapotear en el rìo con sus familias. En el rostro de los indios se dibujòuna sonrisa de placery Mayabeque se despidiò: Fuè a vivir con El Dios delas Aguasa las grandes montañasdonde es felìz en la contemplaciòn delvalle pròsperolleno de frutos. Finalmentesin lugar para la tristeza.
!Ah!como debes imaginaral rìo se le llamò Mayabequeen honor a la valerosa india; Mayabequeen recuerdo a la muchacha que en lacima de las lomasse ocupa de impulsar las aguas hasta su querido valledonde hoy reina El Eterno Verdor.
Cuenta la voz del recuerdo que armados de hachas y macheteslos negros exclavos derribaban los àrboles haciendo desaparecer lamalezacuando encontraron un àrbol gruesode flores rojas y unacorteza que se parece a la piel arrugada de las personas. Intentaroncortarlopero al primer hachazo se oyò un quejido de dolor. Los exclavosse asustaron muchìsimo y aunque el mayoral los azotabaninguno se atreviòdesde entonces a poner un dedo encima de aquel àrbolque era unaceiba.
La corpulenta ceibapronto perdiò las floresy en sulugar le brotaron unos capullos que contenìan algodòn. En este frutovieron los africanos un sìmbolo de maternidad. Desde la fecha remota de latala de bosques y de la construcciòn del trapicheadoraron a "Lamadre ceiba"celebrando fiestas rituales junto a su tronco.
En aquella lejana època el dueño del trapiche trajo unacampana gigantesca para llamar al trabajo!querìa tener el orgullo de quese oyese cuatro leguas a la redonda! Ypor ciertolo logrò: siempre quela campana de bronce tañìaera escuchada en los alrededores.
El dìa en que el dueño apareciò con la campanale dijoal mayoral: "Pòngala donde se oiga bien". Estepara terminar conla supersticiòn de la ceibamandò a los negros a colgarla en una rama.Despuès de concluìda la tareael mayoral se reìa dicièndoles: "Yavena su mata sagrada tambièn le puse un grillete". Y tirò de lacuerda que servìa para hacerla sonar.. Nadie sabe còmopero la campana sezafò y cayò encima del mayoralque muriò al instante.
Màs tarde la campanavolverìa a ser colgada en la ceibadonde permaneciò muchìsimos años.
Pasò el tiempoun nuevo amo comprò la tierraeltrapichelos exclavos.. y tambièn a "La ceiba de la campana". Elnuevo amoespañoltan orgulloso como el primerono estaba muy interesadoen tener la campana màs grande de la regiòn; la que se escuchaba a mayordistancia;desde su llegada quiso cambiar el entornotransformò el pequeñotrapiche en un ingeniomandò a construir un barracòn para los exclavosuna casona enorme para èl ylo que entonces fue secreto: un pasadizo.
Para hacer el pasadizo secretotrajo doce exclavos muypeculiareseran unos chinos bajitos que dormìan de dìa y trabajaban despuèsde la puesta del sol. Aquellos chinos fueron vistos con curiosidad por losnegros exclavosa quienes salir de nochecon tantos duendes como andan porahì al oscurecerno les gustaba en absoluto.
El amo pensò que si los exclavos se rebelaban podrìa huìrpor el pasadizo y salvarse. Asì que la construcciòn del tunel fuèemprendida pronto y sin descanso. A la hora del crepùsculoìba èl mismoen busca de los chinitos los conducìa a su casa donde comenzaba el subterràneo.
Sin embargoel tùnel no llegò a terminarse: una noche enque llovìa y tronabael amo fuè por los chinos al barracònellos noquerìan ir a trabajarel amo se enfureciò y golpeàndolos los hizo salircon sus picos y palashacia la casona. Aquella nochejusto a las docelosdoce asiàticos que cavaban el subterràneo chocaron con las raìces de laceibahubo un derrumbeque los sepultò bajo la tierra para siempre. Entrelos negros exclavos corrìa el rumor de que "La madre ceiba" selos habìa llevado a vivir con ella para que no pasaran tantas calamidades;el amo enloqueciòdecìa sentir bajo su camael ruido de las picos y laspalas de los chinitos. Una media noche saliò desnudo corriendo y gritandopor todo el bateyque los chinos se le habìan aparecido con un làtigopara azotarlo. Finalmentela familia tuvo que vender el ingenio y marcharsemuy lejos.
Por aquì pasaron un par de dueños màs yentre unascosas y otrasse les diò la libertad a los exclavos. A pesar del tiempotranscurridola ceiba permanecìa en su sitiocon la camapana de broncecolgada en una rama y el tronco ensanchado. Los exclavos libres continuabancelebrando sus fiestas alrededor de "La ceiba madre"pero eso sì!nadie se atrevìa a darle doce vueltas a las doce de la nocheporqueaparecìan los doce chinitos y le daban doce latigazos..! Dice la voz delrecuerdo que a màs de un valentòn lo encontraron al amanecerdesmayadojunto a las raìces de la ceibacon las marcas del làtigo en la espalda yen las piernas.
El ingenio fue modernizado y se convirtiò en un centralcon mayor producciòn de azùcar. De varias provincias vino gente a buscartrabajo y se quedaron a vivir en el nuevo puebloque empezò a crecer ydesbordarse alrededor de la ceiba. Todavìa se podìa escuchar el estruendode la campana llamando a los obreros para iniciar la jornada.
Al lado de la ceiba se edificò una iglesiaa donde iba lagente a oir las misas. Antes de entrarhacìan una pequeña y disimuladareverencia al àrbol sagrado.
Cuando arribaron los rebeldes a la Habana y triunfò laRevoluci¢nlos muchachos del pueblo corrieron hasta la ceiba y enganchàndosede la soga hicieron repiquetear la vieja campana en un arrebato de alegrìa.Algùn tiempo despuèsla rama en que estaba amarrada se cayò. La montaronen un camiòn y la enviaron a la ciudadpara un museodijeron. En cambioel viejo àrbol siguiò llamàndose "La ceiba de la campana"por años;y los negros del pueblonietos o biznietos de los antiguosexclavosdecìan que sus raìces pasaban por debajo de las casas y que tenìanojos y oìdos para saberlo todo. La ceiba florecìa en la primavera y losmuchachos jugaban con sus flores rojaspeleàndolas como si fueran gallosde afiladas espuelas.
Engordò tanto en sus siglos de vidala legendaria ceibaque enfermò de vejèz ypoco a pococomenzaron a abandonarla los gajosdesde el màs pequeño y hasta el màs gruesocayèndose a la tierra echospedazos.
En el invierno pasadoun fuego le brotò entre las ramasenvolvièndolay costò gran esfuerzo apagarla. Dicen que como estaba muysecael mismo roce de sus ramas produjo el incendio; pero me gusta màscreerle a una negra vieja que se parò bajo el tronco y mirando hacia arribasentenciò: "Los chichiricù que vivìan en la ceiba se mudaron a otray le prendieron candela a su casa vieja para que nadie la viera desbaratarsea pedacitos".