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LAZARA CASTELLANOS

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POEMAS
Los ojos irritados por el polvo contemplan la fuga de los àngeles.
Este cuerpo està harto de ser valiente, se niega a ser bendecido.
La escasa visibilidad tras los pàrpados encarnecidos crea la imagen como Dios creò al hombre: con un poco de
crueldad tras los huesos del cràneo.
 
 
Soy una hoja de hierba, poseo un cuerpo fràgil.
Me desgarra el rumor de una ola o el quiebro silencioso de un gesto.
Mi voz es el reflejo de otra voz.
Tengo la noche a veces; a veces, sòlo el aire.
Me acompañan extraños caminantes que no conozco.
 
 
(Sàbado 15 de abril del año 1995)
(Estoy cansada de rostros que no conozco)
Anne Sexton.
 
Blancos peces vienen a desovar en el rìo que es mi cuerpo.
En las espumas, el animal fabuloso muestra el aguijòn certero.
El ser alucinado es clavado una y otra vez.
El silencio se desborda por las infinitas cascadas.
 
 
La voz de este hombre penetra por mi oreja como una aguja muy fina.
Su nombre gira en la furia con un penoso trabajo de alas.
La sombra es sangre sobre la tierra.
El largo discurso es la refutaciòn de la verdad aristotèlica.
 
 
(En un domingo de Septiembre del año 1993)
 
Me encuentro màs all  de la luz, en la sombra, con aquèl que, me temo, no sea màs que un fantasma.
La mùsica que nos acompaña adquiere un ritmo coralino.
Cuando cesa, es la hora de acostarse.
Me pregunto:
Disminuidos por el naufragio, ¿hacemos lo necesario por los muertos?
 
 
Peces. Los peces de la noche.
El ave tropieza con los gritos y resbala en el aire gris.
La luna entra en el mar.
Peces. Los peces en el hilo sangran despacio.
La sangre derramada enciende el gran abismo.
Estàn muertos en la blancura de la ola.
Fragmentos aislados.
Ellos, los peces de la noche.
(Agosto, 1993)
 
 
El alma es fàcil de esclaustrar.
Como el aire se encoge y vuelve, arrastrando tras de sì la pena.
 
 
¿Quièn alcanza a diferenciarse de lo continuo en la sucesiòn, para ser una Voz?
¿Quièn se atreve a inclinarse del lado del corazòn y empujar toda la sombra hacia los padres?
Huimos perplejos de la proyecciòn ascendente, al azul impecable diseñado para pàjaros mudos.
 
 
La luna amarilla lanza astillas de plata hacia el ojo del gato.
Se detiene en la ventana imponiendo sus palabras remotas.
Contemplo su fràgil desvalimiento, luna tan amarilla y nado hacia la otra orilla, donde madrugan los pàjaros
y el sol expulsa un fantasma galante.
Rodamos a travès del espejo con la brisa que nos libera, fragmentos desterrados que comienzan a unirse y enderezan la mañana.
Cada puente traza un semicìrculo hasta el hogar de los delfines.
La noche termina con el nacimiento de la luz imperceptible.
(Para Albertico)
 
 
La muerte comienza con un sueño en el que acaricias a tu amada sobre un lecho de margaritas amarillas, y ella rìe.
La brisa mueve los pètalos y millares de mariposas escapan.
Despuès, estàs detenido delante de una ventana que no mira a ninguna parte y sientes el vacìo habitando el hueco de la boca.
¿No es cierto que la muerte comienza por un sueño en èl que acaricias a tu amada sobre un lecho de margaritas amarillas, y ella rìe?
La brisa mueve los pètalos y millares de mariposas escapan.
(Al poeta Raùl Hernàndez Novàs)
 
 
A los curentaisèis años Anne Sexton excava un rìo subterràneo con el grito que nadie escucha: fragor insoportable de peces ensartados y pàjaros en la red.
Si hubiera justicia, serìa enaltecida con una medalla al valor sobre la flor de la aorta; pero sufre del mal de las ostras y de su sexo sangra una fragancia desmesurada.
Su osamenta de pàjaro no se sacia de los alucinògenos y la botella de ginebra es la dulzura donde el agua sisea.
Un detalle en el cambio:
Anne Sexton contempla al ser subrepticio que se enrosca en el aire violeta y tiende una mano imprudente.
 
 
Còmo destejer los hilos de la lluvia, si el espejo se rompe en mitades y los peces golpean con la cola en el viento como hojas doradas.
La voz del àngel—recièn lavada—es verde. Quiero hundir las manos en el agua, tocar sus alas.
La niña indaga en los rincones. ¿Escucha o habla? Se colma el càntaro, rebosa y se derrama. Un murmullo para sus pisadas.
Ella da sombra. El cuenco de sus manos recoge pètalos. Està atenta al vuelo de los pàjaros, al fràgil delirio de la violeta.
Navega en el jardìn. Es golpeada por su propio resplandor y queda olvidada junto al cantero roto.
Oh, niña,... oh, grave sombra, contemplo la lluvia inoportuna. ¿Què queda intacto? Dòcilmente regresa a sus propiedades màs desolados,
sonrìe y enciende a la ciudad petrificada.
(Para Gabriela, a sus tres años)
 
 
(Golpean las sombras negras las sombras negras de los muertos...)
Alejandra Pisarnik
 
De orilla a orilla, se abre la gran arcada del mar.
En la garganta azul, la lengua del dios impecable se agita en olas.
Sobre la balsa, los jòvenes son sombras hambrientas.
La aguja del sexo de un pàjaro obscuro los traspasa contra natura.
Duermen abrazados, piernas, torsos y brazos enredados como cuellos de cisnes muertos.
Son una ofrenda, una ofrenda...
 
 
El hambre se devora a sì misma y enflaquece la tierra.
Es un signo que abre un agujero en el sitio del alma.
El paso hacia la nada. Con hambre, nadie ama con inocencia.
El hambre hace inclinarse a los astros para ennoblecer el infierno.
Gracias al hambre, en los ojos del manso se enseñorean dos leopardos.
El hambre crece y el afàn de los hombres desaparece bajo los cuernos del caracol y se hunde en la tierra.
El hambre vence.
Levanta un inmenso cadàver mientras los escuadrones famèlicos roen las raìces del sosiego.
Adviene un còsmico abatimiento y se emplaza otro reino, con hambre.
Huelen como resina seca las amargas pàginas del libro.
El golpe brutal deforma el ala y el pàjaro semeja un monstruo.
Lo recibo (es un dios)
y lo abandono (es un animal que azulea de podrido)
Demasiado le estorbamos la fiesta y el temblor.
Nos perseguir  eternamente.
Cuando llegue la hora, sobresaltar  a los peces con la sucesiva fecundaciòn misteriosa.
(A Reinaldo Arenas)
 
 
Cientos de veces abro los ojos para empuñar mi terror.
Se quiebra la noche de cristal y en el desierto pasea un àngel con su llama.
 
 
1. El silencio es la forma perfecta sobre la Ciudad dormida y la huella de los àrboles. Cada fragmento permanece en su sitio, inmòvil y por la sombra encadenado. Silencio y sombra. Los rostros muestran la palabra escrita: todo empieza.
2. La noche me sostiene, me hace trampas. ¿Quièn halla tiempo para advertir el gran agujero, saltar al abismo inmenso? Acaricio el vacìo y dejo el viento escarbar en la tierra. Es el desierto.
3. Un àngel con su llama pasa. Se expande como un surtidor de fuego, salvaje y puro. Es el caballo desbocado sobre los muros inaccesibles de la fortaleza. Derriba piedras y alza cìrculos concèntricos de sangre. No basta la fuerza del agua para salvar estas ruinas. Todos estàn vencidos.
4. Me devoro a mì misma. Temblor. Muerdo un pan maldito, carne de otro. Temblor. Los recuerdos llenan las ventanas en donde crecì con muchas lunas y soles. Algo extraño entra en mi alma, un sonido obscuro, una pluma suave: algo que vuela mientras cae.
5. Mis horas descansan lejos de las piedras fabulosas. Se levanta un grito sobre el pedestal de mi lengua y ya nada es posible. En la entrada del puerto, el barco toca hondo con la quilla y de mi oìdo izquierdo se derrama el sonido del mar desolado.
6. El hombre imprevisible trae la guerra. Polvo que pasa y a nadie sirve. En el centro navegan los metales. La flor se prostituye. Una pequeña luna yace en el fango.
7. Ruedo hacia el espejo donde me aguarda el yo ajeno, ladeado y sonriente. Una pausa y, sin redobles, me instalo en la aburrida esquina de la noche. Una gota de rocìo se vuelca en la arena: un hallazgo que guardo en la mano.
8. Al fin, expulso palabras. Doblo la esquina renunciando a los ecos de la campana. Desciendo con el ùltimo de los p jaros moribundo. El rìo duerme. El odio y el amor danzan abrazados en las casas abandonadas.
9. Yo soy la ausente. Me despego en el colmo de la ausencia.
 
 
La pesadumbre se instala en el centro de la penumbra
oh, vida, nòmbrame.
Cada palabra es un signo, una piedra rota que se desprende por sì misma.
oh, vida, traspàsame.
La lìnea del umbral alza un muro contra las espumas
oh, vida, alcànzame.
Escribo los nombres de aquèllos que me amaron
oh, vida, dispèrsame.
Serè hojas al viento (alas) letra a letra serè lluvia de plata
oh, vida, acèrcame.
El silencio respira y brilla entero tan pàlido
oh, vida, encuèntrame.
Estoy allì, en la vagarosa ùnica noche del mundo
oh, vida, señàlame.
La nariz y la cuenca del ojo, la mano y los pies desnudos se disuelven despojados de la sangre y el linaje
oh, vida, reconstrùyeme.
¿Es posible comprender el enigma tras las puertas cerradas?
oh, vida, apiàdate.
Viajo sola con mis fantasmas quienes insisten en descifrarme con fuego
oh, vida, verifìcame.