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El duende de Valladolid

Tradición yucateca

Antonio García Gutiérrez

 

 

[5]

ArribaAbajo

Romance



I
 
                                   En mil quinientos sesenta,                
poco menos, poco más,
pisó Francisco de Vargas
las playas de Yucatán.
A Valladolid pasó, 5
disponiéndose a tomar
posesión de una encomienda
que le dio Su Majestad.
Y para que le conozcan
mis lectores, este tal 10
es un mancebo cumplido
tan bizarro como audaz;
andaluz de los tremendos:
de estos que con el mirar
no dejan el sol a oscuras 15
por desidia o caridad.
Gran rascador de vihuela, [6]
y no reconoce igual
en los sabrosos cantares
y en la gracia del danzar. 20
Ojos severos y ardientes
tiene, y resalta en su faz
ancho y torcido bigote
más negro que el alquitrán.
Inclinado a la milicia, 25
ganoso de pelear,
en Flandes pasó diez años,
los mejores de su edad.
Allí, con notable esfuerzo,
bizarro como el que más, 30
ganó, vertiendo su sangre,
la banda de capitán.
Soldado de aquellos tercios
que supieron conquistar
en esos tiempos de gloria 35
tanto laurel inmortal,
y que más tarde pusieron
con valerosa lealtad
a los pies del león de España
las Quinas de Portugal. 40
Era Vargas respetado
en la guerra y en la paz,
y el coco de los valientes,
que buscaban su amistad.
Cortés y bizarro a un tiempo, 45
afable y osado al par, [7]
de flamencas y alemanas
era el encanto y solaz.
Si era el mozo enamorado,
el decirlo está de más, 50
que no indican tales prendas
corazón de pedernal;
y nació en aquel dichoso
paraíso, en que la edad
de la infancia se desliza 55
entre ilusiones, fugaz,
y donde envuelto entre ráfagas
de rosas y de azahar,
respira el céfiro amores
en primavera eternal. 60
Así que, no bien llegado
a la villa, aquel rapaz
cieguezuelo le robó
el alma, y la voluntad.
Juanita, la hermosa hija 65
del noble Pedro Guzmán,
supo con una mirada
esta conquista acabar.
¡Es la niña peregrina!
No es más esbelto ni más 70
gracioso el tronco flexible
de la palma tropical.
Sus ojos son dos luceros
de radiante claridad
que abrasan los corazones 75 [8]
con su reflejo vivaz.
Limpio, anacarado cutis,
que no es más terso el cristal,
a su rostro portentoso
divinos encantos da. 80
En perfumadas madejas
sus rizos cayendo van
sobre un cuello, que los cisnes
la pudieran envidiar.
Tal es la graciosa niña 85
hija de Pedro Guzmán:
sol de la villa la nombran,
y reina de la beldad.
Así, cuando sale a misa
a la iglesia parroquial, 90
ya robando corazones
por donde quiera que va.
Pero no sin propio daño
prendió el de nuestro galán,
que ella también quedó herida 95
perdiendo su libertad.
Tal mozo, bien merecía
el cariño de hembra tal;
la suerte los puso enfrente,
y amor hizo lo demás. 100
Por eso todas las noches
dando muestras de su afán,
él no abandona la calle,
y ella en su ventana está. [9]
 
II
 
   Pero en vano ambos amantes, 105
en sus esperanzas locas,
sus deseos alimentan
de ilusiones engañosas.
En vano turbando el aire
con mil canciones sonoras, 110
pinta Vargas a Juanita
sus mal sufridas congojas.
La niña calla, y sus penas
en el corazón ahoga,
bebiendo las tiernas lágrimas 115
que de los ojos la brotan.
¡Mal haya el tirano padre
que de tal pasión se enoja,
y la riñe porque vela
en la ventana a deshora! 120
¿Y por qué si es tierna joven,
y su corazón no es roca,
y están diciendo sus ojos
que no nació para monja?
Mas no es otra la razón, 125
sino que Pedro ambiciona
un enlace para Juana,
que a su gusto se acomoda.
Con Álvaro Osorio, hombre
viejo asaz, de cara torva, 130 [10]
avinagrado carácter
y catadura espantosa,
arregladas tiene Pedro
de nuestra niña las bodas,
porque diz que el novio es rico, 135
y lo demás es bambolla.
¡Maldito metal! ¡maldito
mil veces quien lo ambiciona,
a precio de su conciencia,
o de su ventura a costa! 140
¡Maldita razón del oro
que tantas dichas estorba,
y por la cual mi Juanita
penosa lágrima llora!
Mas no por eso se arredra; 145
que ha jurado, si no logra
su amor, buscar en un claustro
la calma que ya no goza;
o al menos, si esto le niega
su fortuna rigorosa, 150
que no han de ser para Osorio
los encantos que atesora.
Por más que Pedro amenaza,
y el nombre de padre invoca,
ella permanece firme 155
como piedra entre las ondas;
que no es padre quien así
su voluntad aprisiona,
entregándola en los brazos [11]
del viejo amante a quien odia. 160
¡Y fuera en verdad un crimen
que aquella cándida rosa
rica de vida y perfumes,
que descuella sobre todas,
vendida y sacrificada 165
de su existencia en la aurora,
morir viera de sus gracias
la pura, espléndida pompa!
Que llorara en el encierro
de su mansión en mal hora, 170
encantos desvanecidos
de una imaginada gloria:
que viera a cada momento
de la noche entre las sombras,
como el claro sol, la imagen 175
que alma y vida le roba,
y que hubiese de enjugar
las lágrimas que rebosan
de sus ojos. ¡Pobre niña!
¡Primero el claustro te acoja! 180
A tanto llegó la saña
del padre, a tanto la cólera,
que a Vargas amenazó
porque la calle le ronda;
y armado de luenga espada, 185
de arcabuz y de pistolas,
pasaba noches enteras
a la puerta, de custodia. [12]
Con eso logró por fin
ver la calle otra vez sola, 190
sin que turbasen su calma
cantinelas amorosas.
¿Perdió Vargas su esperanza?
¿Tal vez con alma traidora
ha olvidado a la Juanita 195
como ha olvidado a mil otras?
¿Tuvo miedo al arcabuz
de Pedro? Cuestiones hondas
son, que resolverse pueden
cuando se acabe mi historia. 200
Lo cierto es que a pocas noches
se oyó en la calle a deshora
rumor triste y espantoso
que alarmó la villa toda.
Ayes, tremenda alharaca, 205
gemidos y voces roncas
por todas partes se escuchan,
con que el barrio se alborota.
Cien raquíticos candiles
a las ventanas asoman, 210
y más de trescientas caras
espantadas y medrosas.
¿Pero qué ven? un fantasma
tremendo, de horribles formas,
de colosal estatura 215
y ancha cabeza pelona.
Jamás, jamás sobre el lienzo [13]
trazara el pincel de Goya
tan horrible catadura,
visión tan aterradora. 220
Sus ojos como luciérnagas
relumbran con luz fosfórica,
profundamente escondidos
en las descarnadas órbitas.
Sus flacas piernas, cual cañas, 225
flexiblemente se doblan,
y las altas azoteas
sus manos a veces tocan.
Al ver tan fiero espectáculo
¿qué valiente no se asombra? 230
¿qué niña no se desmaya?
¿qué vieja no se alborota?
Así fue, pues se cerraron
luego las ventanas todas,
y asustados los vecinos 235
corrieron a las alcobas.
 
III
 
   Así fueron transcurriendo
un mes y otro mes y otro,
siendo la villa teatro
de escándalo tan insólito. 240
No bien la hora de la queda
como señal de reposo,
de la lúgubre campana [14]
marcaba el tañido ronco,
cuando las calles cruzando 245
el alto y horrible monstruo,
turbaba el tranquilo sueño
del vecindario medroso.
Luenga cadena arrastraba,
lanzando del pecho cóncavo 250
aullidos e imprecaciones,
suspiros, quejas y votos.
Ora semeja un lamento
triste, doliente, amoroso,
que entre el silencio vibrando 255
llega al corazón, sonoro;
ora remeda el feroz
rugido de hambriento lobo,
o del búho solitario
el graznido melancólico. 260
Pero cuando acaso llega
a las ventanas de Osorio,
la luenga cadena arrastra
con desusado alboroto.
Puertas y rejas sacude, 265
y con acento diabólico,
ya por su nombre le llama,
ya le denuesta furioso.
Y sin respeto a los años
que goza, que no son pocos, 270
las ventanas le golpea
con peladillas de a folio. [15]
Signos coloca en su puerta
de horrible y fatal pronóstico
para el miserable viejo 275
con presunciones de mozo;
y pulsando una vihuela,
(que el duende era filarmónico),
cantaba estas seguidillas
con triste y pausado tono. 280
 
     «Álvaro no te cases
con niña hermosa,
que es prueba, aun para mozos,
muy peligrosa:
     Si a ello te inclinas, 285
cuenta que en vez de flores
no halles espinas.
 
     Ejemplo es Juan Chamorro
de lo que digo,
y su cara costilla 290
no es mal testigo:
     Odios eternos
produjo su bodorrio
palos y. . . . . . . . . . . .»
 
   Perdone el lector benévolo 295
si, cronista fiel, expongo
la exactitud de los hechos
sin melindres ni rebozo. [16]
Si fue calumnia del duende,
no sé, ni de ello respondo; 300
pero hubo gran zurribanda
en casa de Juan Chamorro;
y aún diz que llegando el punto
a escándalo de divorcio,
quedó reputado el duende 305
por brujo de tomo y lomo.
Es lo cierto que cansados
de bullas y trampantojos,
resolvieron los vecinos
poner a estos males coto. 310
Hubo junta a que asistieron
los mancebos más briosos,
el cura y el boticario
y los alcaldes de voto.
Propusiéronse mil medios; 315
mas desecháronse todos,
por desatinados unos,
por impracticables otros.
Hubo confusión horrenda,
gritos, horribles propósitos, 320
y aún diz que a alguna razón
sirvió un trancazo de apoyo;
en fin; por zambra y paliza
iba a acabar el negocio,
según iban ya cruzándose 325
las pullas y los apodos,
a no remediarlo el cura [17]
que con acento estentóreo
llamó al orden, con que fueron
calmándose los furiosos; 330
y con voz alta y solemne
ofreció al concurso atónito,
en un soberbio discurso,
notable por el exordio,
en aquella misma noche 335
remedio poner a todo;
y aun dijo que buscaría
al duende de solo a solo.
Admirado y confundido
escuchole el auditorio, 340
dudando que consiguiera
de tamaña empresa el logro.
Y era de admirar, por cierto,
aquel valor asombroso
que centellando brillaba 345
del viejo cura en los ojos.
¡Oh! cuando tantos mancebos
de crudo semblante torvo
su torpe miedo mostraban
en la palidez del rostro, 350
él solo allí consultando
su corazón animoso,
pensó acabar esta empresa
contra el astuto demonio.
¡Oh insigne varón! la historia, 355
en sus páginas de oro, [18]
tu ilustre y preclaro nombre
hará a los siglos famoso.
¡Oh noble Tomás Lersundi
tan valiente como docto! 360
¡Tu memoria y remembranza
volarán de polo a polo!
¿Qué valen, pues, a tu lado
los héroes que el mundo loco
ensalza sobre cadáveres, 365
y entroniza sobre escombros?
¡Nada! con razón te admiran
tus feligreses, y en coro
pregonan tus alabanzas
sin ocultar su sonrojo. 370
Todos la palma te ceden;
mas no te la envidian todos,
que no falta quien murmure
de tu victoria dudoso.
Llega por fin la tremenda 375
noche, y con su manto lóbrego
envuelve plazas y calles
en misterio tenebroso.
Se oye la lenta campana,
y a la par se oyen de pronto 380
cien puertas que se aseguran
con aldabas y cerrojos.
Solo el cura no ha temblado:
antes sacudiendo el ocio,
prepárase a la contienda [19] 385
palpitando de alborozo;
y echándose a la salud
del espíritu, dos sorbos,
(según unos, de agua pura,
aunque hay quien diz si era mosto), 390
abalanzose a la calle,
llevando bajo el embozo
las armas con que ya espera
vencer al trasgo diabólico.
Y no lleva luenga espada, 395
ni daga, ni alfanje corvo,
que para tales contiendas
tales medios fueran pocos;
mas lleva fe y esperanza
en el corazón brioso, 400
y además va prevenido
del ritual y el hisopo.
 
IV
 
   En silencio está la villa;
triste y lóbrega es la noche,
que envuelta en negros celajes 405
la tibia luna se esconde.
Dormido el viento parece,
y del cerrado horizonte
rasgan el oscuro seno
fugaces exhalaciones. 410
La atmósfera encapotada, [20]
permite apenas que asomen
de algún errante lucero
los trémulos resplandores.
Sólo el silencio interrumpen, 415
con lento y sonoro toque
las postreras campanadas
que da el reloj de la torre.
A intervalos se desprende
de los negros nubarrones 420
leve lluvia que en su seno
sedienta la tierra absorbe,
y entre ráfagas de fuego,
que ardientes la descomponen,
de sus calientes entrañas 425
brota en húmedos vapores.
Es este el solemne instante
en que el corazón del hombre
con pavorosa tristeza
en sí mismo se recoge. 430
Hora en que al mezquino cuerpo
el alma se sobrepone,
y de la materia inerte
la fácil corteza rompe.
O bien en los lazos presa 435
de negras supersticiones,
se repliega amedrentada
dentro de su cárcel torpe.
¡Dichoso aquel que arrullado
de mágicas ilusiones, 440 [21]
con blando reposo duerme,
sin penas que le devoren!
Mas ¿quién dormirá en la villa
oyendo el rumor discorde
con que ya turba el silencio 445
el torvo duende disforme?
¿Quién dormirá, si no tiene
hecho el corazón de bronce,
cuando a tan grandes peligros
el cura su vida expone? 450
Pero ¡ay, su afán es en vano!
En vano el buen sacerdote
con indomable constancia
plazas y calles recorre;
que el fantasma, temeroso, 455
ante sus pasos veloces
huyendo se desvanece
o en las tinieblas se esconde.
Y Tomás, por todas partes
su hisopo blandiendo, corre, 460
bañando en agua bendita
puertas y guarda-cantones;
y así caminando, a vueltas
de uno y otro Pater Noster,
apostrófale irritado 465
con esta y otras razones:
¡lánzate al abismo, lánzate,
negro espíritu!-Ipse nobis
imperat...-¡Huye maligno! [22]
¡Vade retro!-Qui per mortem 470
suam vos, principiem vestrum
mortemque devicit...-¿Me oyes,
maldito?-Et ligavit atque
eterne gehenne...-¡Responde,
perro!-Mancipavit ignibus. 475
-¡Se hace flamenco!-Ipse vobis
imperat...-¿No tengo frío?
¿Se habrá declarado norte?
¡Valor!-Qui inferno spoliato...
¡Jun! ¡jun!-Surrexit a mortuis, 480
¿mas si es miedo por ventura?
¡San Ruperto, san Onofre!
Y así pasó largas horas,
hasta que ya en los relojes
oyó, con ardiente júbilo, 485
sonar completas las doce.
¡Abatido está el maligno!
¿Qué mucho, pues, que rebose
el corazón del buen viejo
latiendo de orgullo noble? 490
Enajenado y triunfante
hacia su morada corre;
abre las puertas y... ¡quédase
helado y confuso, inmóvil!
¡Oh! nunca, nunca creyera 495
escándalo tan enorme,
a no atestiguarlo unánimes
la tradición y los códices. [23]
Y es el caso que Lersundi
sobre la mesa encontrose 500
de su acostumbrada cena
los residuos, en desorden:
envueltos halla entre estiércol
los bizcochos y alfajores,
y por el suelo vertida 505
la jícara (1) del pozole (2).
En vez del Jerez balsámico,
la turbia limeta esconde
un licor que... no lo digo:
perdónenme mis lectores (3). 510
Al ver tan fiero espectáculo
el dolor le sobrecoge,
que resistir no ha podido
la crudeza de este golpe.
De sus ojos espantados 515 [24]
brotaron dos lagrimones,
y, al fin, en su pobre lecho
sin ánimo desplomose.
 
V
 
   Bienes y males son breves,
verdad que no admite duda. 520
Tamaña como diez puños,
y vieja, mas no caduca.
Todo tiene fin: ya nadie
la paz de la villa turba:
ya del maligno cesaron 525
las incursiones nocturnas.
Nada interrumpe el silencio
de la triste noche oscura,
y los vecinos reposan
con tranquilidad profunda. 530
¿Acaso el duende, aterrado
por el valor del buen cura,
en los antros del infierno
con su vergüenza se oculta?
¿O qué poder sobrehumano 535
del torpe espíritu triunfa,
si del valiente Lersuridi
inútil fue la bravura?
Fue el caso se afirma,
que el clero adoptó por suya 540
la causa, y juró vengar [25]
del pobre Tomás la injuria.
Citose al punto a cabildo,
y salió de la consulta
buscar un santo abogado 545
y solicitar su ayuda.
Mas hubo tal discordancia
en la elección, que por mutua
aquiescencia, se dejó
el negocio a la ventura. 550
Encerráronse las cédulas
en la misteriosa urna,
y un monago rapazuelo
sacó de entre todas una.
San Clemente Papa fue 555
el agraciado, aunque juzgan
autores que hubo cohecho;
mas no falta quien lo impugna
ello es lo cierto, que el santo,
sin oposición ninguna, 560
fue aclamada por el pueblo
con repiques y aleluya,
y fue eficaz el remedio:
ya no hay miedo que interrumpan
el reposo de la villa, 565
demonios, trasgos ni brujas.
Por esta razón se guarda
en una antigua pintura
la memoria del milagro,
cuya fama perpetúa. 570 [26]
El santo papa está en pie,
y a aquel padre de la culpa
atado tiene a sus plantas,
odio respirando y furia.
Del templo de san Francisco 575
aun hoy el retablo ocupa,
y tan propio está el rebelde,
que solo el mirarlo asusta.
Mas ya te oigo, lector mío,
que curioso me preguntas 580
si de mi Juana han cesado
las amorosas angustias.
Tal vez de su adversa suerte
compadecido te ocupas,
y culpando mi abandono 585
de inconsecuencia me acusas.
Plugiera a Dios que así fuese,
y que, aunque tosca y difusa,
de esta verdadera historia
guardases memoria alguna. 590
Respira, lector: Juanita
no ha encerrado en la clausura
del convento, los hechizos
con que seduce y deslumbra.
Tampoco del viejo Osorio 595
el ciego amor la atribula;
que Pedro Guzmán, al cabo,
a su pretensión renuncia.
¿Mas cuál el motivo fue [27]
de semejante conducta? 600
¿Trastornaron al buen padre
de Juana las garatusas?
¿Es cierto que el mismo día
que conoció su locura
y habló a Vargas, se acabaron 605
del duende las travesuras?
Es cierto; y con tal motivo
mil opiniones circulan,
muy problemáticas todas,
pero fundada, ninguna. 610
La verdad del caso, nadie
la sabe, aunque la presuma;
porque todo ello no pasa
de chismes y conjeturas.
Piensa tú lo que te agrade, 615
lector; mas si fue o no astucia
de Vargas, es lo seguro
que se salió con la suya.
Llegó el venturoso día
en que de tanta amargura 620
logre el premio, sin que nadie
sus ilusiones destruya.
Del zaguán del noble Pedro
con dignidad y mesura
sale ya la comitiva, 625
que toda la calle inunda.
Amigos los mas de Pedro
son, viejos de cara enjuta, [28]
venerables calvas grandes,
redondas como la luna. 630
Y va el desdichado Osorio,
y en su faz lúgubre y mustia
lleva el dolor retratado...
Respetemos su locura.
Basquiña de chamelote 635
lleva la novia, con puntas
de albo y primoroso encaje,
más liviano que la espuma.
Va la niña hecha un portento,
peregrina como nunca, 640
toda perlas y caireles,
toda encantos y hermosura.
Lágrimas de ardiente gozo
sus claros ojos anublan,
y el amor y la vergüenza 645
tiñen su frente de púrpura.
Por donde quiera que pasa
mil bendiciones escucha
que sus mejillas encienden,
aunque el corazón la adulan. 650
Vargas, radiante de gozo
y respirando ventura,
va a su lado, y de su amada
la ardiente mirada busca.
Calado lleva el sombrero, 655
todo erizado de plumas;
almidonada valona, [29]
rico gabán de gamuza.
Y su luenga espada lleva
con arrogante apostura, 660
colgada en la roja banda
que el ancho pecho le cruza.
Precede a la comitiva
ronca y discordante música
de stuches (4) y sacatanes (5), 665
de tunkules (6) y tortugas (7).
Detrás de los novios siguen
los convidados en turba:
detrás de los convidados,
los muchachos y la chusma. 670
Llegan por fin a la iglesia, [30]
Donde la nupcial coyunda
va a anudar el fuerte lazo
que solo rompe la tumba.
Extasiados de alborozo, 675
con las diestras manos juntas,
delante del sacerdote
constancia eterna se juran.
¡Sí! con varonil acento
Francisco Vargas pronuncia: 680
¡Sí! reprimiendo su gozo,
turbada Juana murmura.
Dios los haga bien casados,
sin que jamás se destruya
esa ilusión engañosa 685
que los encanta y deslumbra
 
Conclusión
Despues de la ceremonia
empezó la baraúnda:
hubo arroz y gallo muerto;
corrió el licor de la uva. 690
Mas como todo es preciso
que en este mundo concluya,
se dispersó por la noche
la concurrencia importuna.
Pedro saludó a los novios: 695
Juanita quedó confusa,
y nuestro Vargas... -¡Hay hombres
con insolente fortuna!
 
FIN