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Sentimientos espirituales

Luis de la Puente


Meditaciones breves sobre temas de los ejercicios



 

 

Memoria de algunas verdades, sentimientos o afectos que he tenido en la oración, en diversos tiempos

 

 

 

 

I. Lux divina

(LUZ DIVINA)

1. (Lux.) Los primeros fervientes deseos que sentí por muchos días, eran de la luz del cielo, porque de ésta entendí proceder todos los bienes; y entendía por luz un conocimiento que Dios da, que de tal manera desengaña al entendimiento, que trueca la voluntad; y usaba de frecuentes jaculatorias a Dios: Emitte lucem tuam. O lux beatissima, reple cordis intima animae meae, etc. Illumina oculos meos. Revela oculos meos, etc. Envía tu luz. Oh luz bienaventurada, llena los más íntimos senos de mi alma, etc. Alumbra mis ojos. Abre mis ojos.

 

II. Obediencia

2. Estos deseos engendraron en mí dos buenos efectos.

(Obediencia, fol. 60, n. 33.) Primero de obediencia, porque entendí que esta luz la da Dios a los amigos, que son los obedientes, como dice Job della: Annuntiat de ea amico suo: Participa de su luz al amigo. Ofrecióseme de procurar exactísimamente obedecer: primero, en los preceptos, no haciendo ni un pecado venial a sabiendas por todo el mundo; segundo, en la observancia de las reglas de la Compañía, así comunes como propias de mis oficios; tercero, en las ordenaciones vocales de los superiores; cuarto, en aceptar sucesos que Dios envía en la forma que quiere que yo los quiera; ítem, que debía obedecer a estos tres géneros de Superiores: primero, los hombres puestos en lugar de Dios; segundo, a la razón natural, vicaria de Dios, obedeciendo a sus dictámenes; tercero, a Dios en sus interiores inspiraciones. Para esto me animaba mucho la consideración que Dios me regía: Dominus regit me, et nihil mihi deerit: El Señor me guía, nada me faltará. Y lo de Isaías: Ego Dominus Deus tuus, docens te utilia, et gubernans te in via, qua ambulas. Utinam attendisses mandata mea! facta esset sicut fluvius pax tua, et iustitia tua sicut gurgites maris: Yo el Señor Dios tuyo que te enseño lo que te importa y te dirijo por el camino que sigues. Ojalá hubieras atendido a mis mandamientos. Fuera tu paz como un río y tu justicia como los abismos del mar. Y lo del salmo: Inquirentes autem Dominum, non minuentur omni bono: A los que buscan al Señor, no les faltará bien alguno. En cada verso destos hallaba ponderaciones y sentimientos particulares.

III. Humildad

3. (Humilitas.) El otro efecto fué grande afición a la humildad, porque entendí que daba Dios esta luz a los humildes: Intellectum dat parvulis. Revelasti ea parvulis. Et: Nisi efficiamini sicut parvuli, non intrabitis in regnum caelorum: Da inteligencia a los pequeñuelos. Revelaste tus secretos a los pequeñuelos. Si no os hiciéreis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. En estos lugares hallaba particular regalo y sentimiento.

4. Parecíame casi imposible llegar yo a tal estado, que yo me tuviese en poco y desease que todos me tuviesen en poco y.gustase de que no se hiciese caso de mí, ni me encomendasen oficios honrosos. (Luz, humildad, fol. 44, n. 8.) Un día, dicha Misa, vínome una luz a modo de relámpago, por la cual se me descubrió que era posible llegar a tal grado de humildad.

Quedé muy contento, y con esperanza de que el que me mostró ser aquello posible, me lo concedería, y así creció el deseo desto.

5. Otro día en la oración tuve otra luz pequeña como relámpago, en la cual me pareció que yo era como un instrumento de Dios en las obras que hacía (salva libertare hominis: salva la libertad del hombre); de modo que, como el instrumento de suyo ni se mueve ni puede mover ni hacer obra alguna, así yo de mío soy nada, puedo nada, valgo nada. Si Dios toma en sus manos mis potencias, obraré bien; si él me deja, no haré sino borrones.

6. (Cognilio sui, fol. 46, n. 10.) En este ejercicio del propio conocimiento anduve más de seis meses, teniendo varios sentimientos, con muchas comparaciones. La de Isaías: Numquid gloriabitur securis contra eum, qui secat in ea?: ¿Acaso se gloriará el hacha contra el que corta con ella? La del pincel o pluma: Lingua mea calamus scribae: Mi lengua es pluma de escribiente. La del sarmiento en la cepa: Ego sum vitis, vos palmites; sicut palmes non potest ferre fructum a semetipso: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Como el sarmiento no puede llevar fruto por sí solo... La del niño que anda en manos de su madre, que, si no le da de comer, morirá de hambre; si no le limpia, estará sucio: si no le tiene, se caerá en tierra, etc. Y casi experimentaba en mí esta poquedad y dependencia con un modo particular.

7. De aquí sacaba varios afectos:

Primero, de amor de Dios, porque con una lucecica vi, que mirando ser de mío nada, y alzando los ojos a ver que todo el bien que tenía era de Dios, con esto se arrebata el corazón a amarle, y aquí se me descubrió, cómo la humildad y conocimiento de sí es principio del amor de Dios.

Segundo, deseo de glorificar a Dios por todo, y cobré alguna devoción con aquel verso, Gloria Patri et Filio, etc.; (Modo de hacer examen.) y propuse en el examen del día, por cada obra buena, ir glorificando a Dios, pues es suyo todo, y por la mala irme humillando y acusando.

Tercero, mayor ánimo y confianza para la virtud, pareciéndome que de estar colgado y pendiente de Dios en todos los bienes, se me seguía: primero, que estarían mejor guardados que no en mi libertad: Qui potens est depositum meum serrare: Porque es poderoso a guardar mi depósito; como el pobre que tiene una rica joya y la da a un hombre poderoso que se la guarde; segundo, que vendrán con más abundancia, y más en breve que si por mis fuerzas propias los hubiera de alcanzar, porque es Dios liberal: Qui dat omnibus affluenter: Que da a todos en abundancia.

Cuarto, saqué resignación, que pues nada podía, no me había de meter por mi voluntad en cosa.

8. (Lux, fol. 42 et 81, núms. 4 y 49.) Esta luz de que he dicho, tiene a mi parecer estas propiedades:

Primera, que viene de repente, cuando uno está más descuidado, y en varios tiempos y ejercicios.

Segunda, que viene como relámpago, que [en] un momento muestra mucho, y sin discurso persuade grandemente lo que muestra: va diferencia desta a la natural, como de escribir con pluma letra por letra, o pintar una imagen con pincel poco a poco, a hacer esto estampándolo con algún molde, que en un momento se escribe más y mejor, y se estampa más presto la imagen, que desotra manera.

Tercera. Inflama la voluntad con amor de la verdad que muestra; y aunque la fuerza desto dura poco, quedan en el entendimiento reliquias y una viveza para nuevos discursos y meditaciones, que traen por todo el día y días como suspensos: especialmente comparaciones, así de la Escritura como de cosas sensibles, a modo de las que he referido. Esto hallé después escrito en San Bernardo, sermone 40, in Cantica, circa illud: Murenulas aureas, etcétera: sobre aquello: Zarcillos de oro, etcétera.

9. Esta luz pedía a nuestro Señor para estas cosas, a saber: para conocer bien:

primero, quién es Dios y sus grandezas, especialmente su presencia en todo lugar; segundo, quién es Cristo y sus riquezas, especialmente su presencia en el Santísimo Sacramento; tercero, quién soy yo, y mis miserias; cuarto, quién es el mundo y la vanidad de sus cosas, de la honra, etc.; quinto, quién son las almas y el valor que tienen; sexto, qué bienes hemos recibido de Dios y esperamos recibir; séptimo, qué males y castigos podemos temer; octavo, para conocer su voluntad en todas mis obras. Y paréceme que nuestro Señor unas veces debe de dar luz para conocer un atributo suyo, otras veces para otro, v. gr., de su omnipotencia, liberalidad, etc. Unas veces da luz para ponderar un misterio de Cristo Nuestro Señor, otras veces para ponderar otro; et sic de aliis: y así en lo demás.

Ítem: esta luz y ponderación, unas veces viene repentinamente como relámpago, otras veces viene poco a poco, y, sin saber cómo, se halla uno en la ponderación y sentimiento.

(Materia meditationis.) Las ocho cosas dichas son cabezas de toda meditación y afectos: cuanto se puede meditar se reduce a ellas, y de la ponderación dellas salen todos los afectos de amor, acción de gracias, alabanza, humildad, obediencia, paciencia, etc.

IV. Cognitio propriae vilitatis

(Conocimiento de la propia vileza)

10. (Cognitio suae vilitatis, fol. 43, n. 6 y sigs.) Entre todos los sentimientos y verdades que he conocido, la que me ha hecho mucho provecho para todo tiempo de adversidad y prosperidad, es el conocimiento de mi indignidad, sintiéndome de verdad indigno de todos los bienes que tengo y de los que no tengo, y diciéndolo así al tiempo de usar dellos. Indigno soy de la luz con que veo, del aire con que respiro, del agua que bebo, del pan que como, del vestido que me cubre, etc. Indigno de toda luz espiritual, de todo consuelo, de lágrimas, etc. Indigno de ir a ver a Dios, indigno de vivir en este mundo entre hombres, indigno de estar en purgatorio en aquella cárcel de gente noble, indigno de comer el pan de hijos de Dios, etcétera. Dignísimo de todo trabajo, desprecio, dolor; dignísimo de estar en el infierno a los pies de Lucifer; dignísimo de todas tinieblas y sequedades, etc.

Deste sentimiento nace prontitud para sufrir trabajos interiores y exteriores, para no se quejar en ellos, para resistir a las vanidades y pensamientos soberbios, etcétera. Y especialmente acudía a esto cuando era combatido destos pensamientos, o lo podía ser.

11. Otras veces me sentía como nada, y estar colgado de Dios como el aire lúcido del sol. No hay costumbre que prevalezca en el aire para estar lúcido; cada día está colgado y pendiente del sol: así lo estoy yo cada día de Dios en la oración, en las obediencias, etc.

Otras veces me sentía delante de Dios como un jumento ignorante, indiscreto, que ni sé discurrir, ni tener un buen pensamiento, ni hacer cosa de provecho.

Otras, como un esclavo infiel y rebelde, y como cosa que era hacienda de Dios, y está a su cuenta, etc. El esclavo es la persona más baja de la casa: todo lo peor es para él, en el vestido, aposento, comida, oficio, etc.; no se tiene por digno ni presume de los favores que se hacen a los hijos, ni come el pan regalado que ellos; a todos obedece y todos le mandan: y desto me tengo de preciar: O Domine, quia ego servus tuus, ego servus tuus, et filius ancillae tuae!: Tu siervo soy, Señor, siervo tuyo e hijo de tu esclava. Y sintiendo esto, con la luz del cielo, se ve el alma libre de muchas aficiones desordenadas, a honra, regalo, oficios, etc. Por lo cual añadió David: Dirupisti vincula mea: Rompiste mis ataduras.

12. Destos sentimientos de mi nada saqué estos avisos en varios tiempos:

Primero: Procura ganar la voluntad de Dios con servicios, pues dél te han de venir todos los bienes, haciendo con exacción y perfección las ordinarias obediencias.

Segundo: Después que hubieres hecho la voluntad de Dios con toda la perfección posible, entiende que no te debe Dios de justicia esos dones especiales de ilustraciones, sentimientos, afectos, lágrimas, que los da Dios a quien y como quiere: Et: Dicite: servi inutiles sumus: Y: Decid: siervos inútiles somos.

Tercero: Cuando, después de cumplida la voluntad de Dios, me tratare Su Majestad con asperezas, sequedades, y afligiere con trabajos, no debo desmayar ni indignarme, pues me trata Nuestro Señor como yo merezco, y basta que él lo quiera para que yo lo tenga por bueno.

Cuarto: Debo creer que son grandes mis pecados ocultos, pues, siendo Dios liberalísimo y magnificentísimo, yo estoy tan pobre, pues es cierto no queda por Dios Nuestro Señor.

Quinto: Debo creer van mis obras llenas de muchas imperfecciones, pues siento tan poca medra, siendo ellas de suyo eficaces para medrar, como oración, Misa, obediencias, etc. Si no tuviera muchos desaguaderos, ya había de estar lleno.

Sexto: Debo creer que comunica Dios grandes dones a muchos de los de casa y fuera, especialmente a otros religiosos, aunque yo no los vea, con lo cual se reprime una soberbia oculta de parecerle a uno que es sólo en el espíritu, y tiene como se humillar a todos.

Séptimo: Comparando los pecados ocultos propios con los dones ocultos ajenos, débome humillar a todos y tenerme en menos que todos: y muchas veces me parecía que estaba yo entre los de casa como cuervo entre palomas, y que las palomas acudían al cuervo por consejos y dirección.

Octavo: Imagínome como un hombre que tiene apostemadas todas las partes de su cuerpo; y de los movimientos primos feísimos, que salen de mí, saco, como del olor malo, cuán apostemada está la imaginación, la memoria, el entendimiento, la voluntad, los apetitos, los sentidos, con todo género de lepra, y cáncer y veneno; y casi en cada obra va mezclado algo de este veneno de soberbia, o intereses, o neoligencia, o regalo o desestima de otro, o voluntad propia o inconstancia, etc.

13. Con esto muchas veces cerraba de golpe a decir, y sentir, sin hacer comparación expresa a otros, como un niño o bestia, que no se compara con otros ut iumentum, lactus sum: como un jumento he venido a ser: que era peor que los mismos demonios, más ingrato que ellos y digno de estar debajo de sus pies: y entre otras razones una es que la venida de Cristo, su Pasión y Muerte, y Cuerpo y Sangre, para mí se ordenó y no para ellos; luego yo soy más ingrato y traidor, pues soy ingrato al mayor beneficio que Dios hizo a hombres y no a ángeles.

Con esta consideración de parecerme que mi lugar era el infierno, me amparaba de los movimientos de soberbia, etc., y así decía aquello de Job: Quis mihi det ut in inferno prolegas me?: ¿Quién me dará que me protejas en el infierno?

 

 

 

V. Providentia dei

(Providencia de Dios)

14. (Providentia Dei) Dios es mi padre, mi madre, mi ama, mi ayo, mi pastor, mi gobernador: Dominus regit me, nihil mihi deerit: El Señor me cuida, nada me faltará. En esto sentía grande consuelo.

Dios sabe, puede y quiere hacer todo lo que me conviene. Si este oficio o suceso no me conviene, ¿para qué le deseo? Si me conviene, Dios ordenará cómo suceda, haciendo con paz mi deber.

15. Por providencia de Dios vengo a tal colegio, con tal Rector, con tales personas, a tal oficio o oficios: si confío en este Dios, todo sucederá bien.

16. (Humildad.) Mi cuidado ha de ser en el oficio que me encargan de leer, predicar, gobernar, etc., satisfacer al concepto que Dios tiene de mí, que sabe mis faltas e insuficiencias; y no al concepto que deseo tengan de mí los hombres, o imagino que tienen, porque desto nacen congojas, vanidades, tristezas y mil imperfecciones; y Dios no me pide más de lo que puedo y sé con buena voluntad.

De mi parte tengo de aficionarme a la deshonra y desestima de los hombres, fiándome de Dios y de su providencia, que no me faltará la honra necesaria para haber bien mi oficio.

17. (Ocasiones y fuentes de padecer, fol. 64, n. 40.) Procurar aceptar de buena gana todos los trabajos que se ofrecieren y ocasiones de padecer, que nada es acaso, y todo es para bien mío, si uso bien dello.

Las ocasiones de padecer y fuentes de merecer son éstas: Primera, necesidades del cuerpo, como hambre, sed, sueño, enfermedades, tristezas, cansancios. Segunda, injurias de criaturas irracionales; de los tiempos, como frío, calor, humedad, sequedad, etc., y de animales, como picaduras de mosquitos, pulgas, etc.; ítem caídas, tropiezos, golpes, etc. Tercera, necesidades del espíritu, como sequedades, tinieblas, ignorancias, distracciones involuntarias, cortedad de entendimiento, de memoria, falta en la lengua, sentidos; pasiones e inclinaciones malas. Cuarta, tentaciones del demonio, como quiera y de cualquier suerte que sean, en la carne o espíritu, en la imaginación, o sensualidad o entendimiento, etc. Quinta, condiciones de hombres: del colérico, flemático, melancólico, etc., y injurias venidas por ellos, deshonras, desestimas, odios, etc. Sexta, calamidades de la Iglesia, del Reino, de la Religión, del pueblo, del colegio, de amigos, etcétera. Todo esto debo padecer con resignación en la divina Providencia.

VI. Praesentia dei

(Presencia de Dios)

18. (Praesentia Dei.) Varios modos de presencia de Dios he experimentado en la oración y fuera della.

Algunas veces parece que vemos a Dios presente, no con ojos corporales ni con luz clara, ni tampoco con solo discurso, sino de un modo particular, que luego siente el alma tener delante de sí o dentro de sí con quien habla, y quien la oye y entiende; y entonces ora y habla con más fuerza y atención. Esta noticia es semejante a la que tiene uno de otro hombre, cuando estando con él se mató la luz y quedó a escuras: sin verle ni oírle, ni sentir movimiento corporal, le siente presente y habla con él y como quien está con él. Y parece que este es el principio de lo que dice San Dionisio: Intra in divinan caliginem: Entra en la divina oscuridad porque se ve a Dios como en niebla.

De la misma forma acaece reconocer la presencia de Cristo nuestro Señor en el Santísimo Sacramento del altar, con una viveza de sentimiento, que parece que se siente estar allí, y no se ve nada, ni se forma concepto distinto de cosa particular más que de su presencia; y aunque este sentimiento dura poco, después, queda más viva la fe por lo que ha sentido.

19. Tres modos de presencia de Dios en la oración hallo, reales y verdaderos, y no imaginarios.

Primero, mirándole como está en el Santísimo Sacramento; éste sirve para solamente en la iglesia.

Otro, mirando a Dios extendido por todo el mundo y el lugar donde estoy y a mí dentro dél, como están los peces dentro del agua, o un niño dentro del vientre de su madre; pues dice él: Qui portamini a meo utero, et gestamini a mea vulva: Que sois traídos en mi vientre y llevados en mis entrañas. Y entonces no impide traer los ojos abiertos, ni la luz; y a veces no impide el ver criaturas, porque todas se miran dentro de Dios: In ipso vivimus, movemur, et sumus; Et: Qui manet in caritate, in Deo manet: En Él vivimos, nos movemos, y somos; y: Quien está en caridad, en Dios está. (Fol. 84, número 53.)

Otro tercer modo es mirando a Dios Nuestro Señor dentro de mí mismo, pues realmente está en mí y en todos por esencia, presencia y potencia: Tu autem in nobis es, Domine; et: Qui mana in caritate, in Deo manet, et Deus in eo: Tú, Señor, estás en nosotros; y: Quien está en caridad, está en Dios, y Dios en él. Y entonces, como casi sin advertir, se cierran los ojos, y recogen todas las potencias al interior, para mirar allí a Dios, y hablar con él y unirse con él. Y es este modo muy a propósito para la unión con Dios, y para sacar afectos de gozo y confianza, viendo la grandeza que dentro de sí tiene el alma.

20. Con tres géneros de actos se trae esta presencia:

Primero, con actos de fe, con meditaciones, símplices inteligencias de la presencia de Dios en todo lugar y en mí.

Segundo, con peticiones; porque quien pide a otro, pidiendo, protesta estarle presente, pues ninguno habla ni pide al ausente.

Tercero, con afectos y actos de amor, gozo, alabanza, etc. Y este es el más alto modo, porque ninguna cosa está más presente a otra, que cuando está unida y apegada con ella.

VII. Omnipotencia de Dios y unión con Dios

21. (Omnipotencia de Dios.) Algún tiempo sentí consuelo con este modo de presencia de Dios, imaginándome dentro de su omnipotencia, que hinche cielos y tierra, de la cual nace la plenitud de todos los bienes en mí y en todas las criaturas, conforme a lo del Salmo: Introibo in potentias Domini; Domine, memorabor iustitiae tuae solius: Entraré en las potencias del Señor: Señor, haré memoria de sola tu justicia.

Hay una omnipotencia por esencia: ésta es Dios: Omnipotens Pater, omnipotens Filius, omnipotens Spiritus Sanctus: Omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo. Gran gusto recibe el alma, gozándose desta omnipotencia adorándola, etc., y con este nombre: Omnipotens nomen eius: Omnipotente es su nombre.

Otra omnipotencia hay participada con excelencia: está en Cristo nuestro Señor, Dios y hombre: Data est mihi omnis potestas in caelo et in terra; et: Sciens quia omnia dedit ei Pater in manus: Dióseme todo poder en el cielo y en la tierra; y: Sabiendo que el Padre lo puso todo en sus manos.

Otra hay participada en los justos perfectos, como un San Pablo, que dice: Omnia possum in eo qui me confortat: Todo lo puedo en aquel que me conforta.

(Unión.) Toda omnipotencia participada estriba en unión con Dios. Así como la omnipotencia del Hijo y del Espíritu Santo es recibida del Padre por la unión en una esencia; la omnipotencia de Cristo estriba en la unión al Verbo, y la del justo, en la unión a Dios, por conocimiento y amor perfecto. Como el hierro unido al fuego participa la potencia y actividad del fuego, así el ánima unida con Dios participa la omnipotencia de Dios. Esto tienen los justos, que pueden decir con David: Introibo in potentias Domini: Entraré en las potencias del Señor.

22. (Omnipotencia.) Tres modos hay de entrar en las potencias de Dios: primero, por conocimiento especulativo, meditaciones y discursos de entendimiento solamente: es propio de letrados; pero no habla deste David, antes dice: Quoniam non cognovi litteraturam, introibo [in] potentias Domini: Porque no conocí letras, entraré en las potencias del Señor. Si los letrados no se hacen como necios, no entrarán en las potencias de Dios.

Otro modo hay de entrar por un conocimiento, que es más que especulativo y menos que experimental de esta omnipotencia, y es un sentimiento con viva fe de la facilidad con que la omnipotencia de Dios puede entrar dentro de mí, y hacer de mis potencias cuanto quiere, sintiendo con un particular modo lo del Sabio: Facile est in oculis Dei subito honestare pauperem: Fácil cosa es a los ojos de Dios enriquecer de repente al pobre. Nota, subito: de repente y cuando menos piensa. En este sentimiento está el alma blanda para lo que Dios quisiere, y deseando que venga, y la trueque y junte consigo.

Otro tercero modo hay, por experimental conocimiento.

23. Pero paréceme a mí que es diferente cosa experimentar en sí la omnipotencia de Dios, y experimentar la unión con la omnipotencia de Dios.

Lo primero es experimentar en sí efectos desta omnipotencia, como son una repentina quietud de la imaginación y memoria en medio de mil negocios; alguna repentina luz del entendimiento después de muchos engaños y tinieblas; una repentina paz después de gravísima guerra con tentaciones; una mudanza de la voluntad a amar lo que poco antes aborrecía, o aborrecer lo que poco antes amaba, etc. Certamen forte dedit illi ut vinceret, et ut cognosceret (es decir experimentar) quoniam, omnium potentior est sapientia, et: Mirabilis facta est scientia tua ex me: Hízole vencer en la gran lucha, para que experimentara que de todas las cosas la más poderosa es la sabiduría. Y: Admirable se ha mostrado tu sabiduría en mí.

(Unión.) Desta experiencia se sube a la segunda, que debe de ser inenarrable, cuando una alma, sintiendo esta unión con la divina omnipotencia, experimenta una grandeza de ánimo para hacer en Dios cosas heroicas y para padecer durísimos trabajos. Esta barruntaba el que decía: Pone me iuxta te, et cuiusvis manus pugnet contra me: Ponme junto a Ti, y que la mano de cualquiera pelee contra mí. Y esta poseía el que decía: In Deo meo transgrediar murum: Con mi Dios traspasaré toda muralla; porque se sentía tan animado con Dios, que le llamaba fortitudo mea: fortaleza mía. Quien aquí entra, puede decir: Memorabor iustitiae tuae solius: De sola vuestra justicia me acordaré. Que no quiere pensar ni desear otra cosa que la voluntad de Dios, y para ésta tiene magnanimidad y fortaleza de Dios.

Este tal es omnipotente, por participación, en todas sus virtudes: su oración es omnipotente para alcanzar de Dios cuanto le pide; su obediencia es omnipotente para ejecutar cuanto le manda; su paciencia omnipotente para sufrir cuantos trabajos le envía; su caridad, su celo, su fortaleza, etc., similiter.

¡Oh, pluguiese a tu omnipotencia, omnipotentísimo Señor, que hubiese muchos omnipotentes destos en tu Iglesia!

¡Oh, ánima mía, si deseas entrar en estas potencias de Dios, el camino es hacer humillaciones, estimándote y deseando ser estimada por necia y mala, pues dice David: Quoniam, non cognovi litteraturam, introibo in potentias Domini: Divus, Bernardus: Nulla res sic clariorem reddit Omnipotentiam Verbi, quam quod omnipotentes facit sperantes in se: Porque no conocí letras, entraré en las potencias del Señor. San Bernardo: Nada acredita más la omnipotencia del Verbo, que el hacer omnipotentes a los que esperan en Él: Serm. 85 in Cant.

24. Mucho tiempo anduve sintiendo estas tres verdades que dijo Nuestro Señor a Santa Catalina de Sena, teniendo varios sentimientos y afectos en cada una dellas:

1.ª (Fol. 104, n. 82.) Yo soy (dice Dios) el que soy, y tú eres el que no eres.

2.ª Toma las cosas dulces desta vida por amargas y las amargas por dulces.

3.ª Ten tú cuidado de mí, que yo le tendré de ti.

(Fol. 88, n. 58.) Destas saqué principalmente, que, si yo soy el que no soy, sumamente me conviene estar unido al que es, y que desta unión al que es vendrán a mi ánima todos los bienes, y todo aquello por lo cual ha de tener algún ser; con esto crece el deseo desta divina unión.

Otra vez me pareció que estaba Dios dentro de mí tan unido conmigo para obrar, que con ser dos no parecíamos más que uno, como está el alma y cuerpo (seclusa informatione: exceptuada la información); porque somos tan uno, que nunca salgo yo a obrar que no salga conmigo Dios; y aunque vaya a hacer obra de pecado, a la obra, según lo natural, sale conmigo Dios, sin negarme su concurso. De aquí veo cuánto debo aborrecer el pecado, por no forzar (si sic licet loqui: si así puede hablarse), a un Dios tan bueno, que dé su concurso a una obra en que yo le ofendo, y por no usar mal desta divina unión y concurso de Dios, etiam in minimis peccatis, aun en los mínimos pecados.

 

VIII. Otros modos de presencia de Dios

25. (Plenitud de Dios.) Dios es plenitud de bienes, yo soy plenitud de males: dentro desta plenitud me imaginaba: una plenitud echa fuera otra; plenitud de soberbia y amor propio echa del alma la plenitud de Dios; y la plenitud de Dios echa del alma toda soberbia y amor propio.

Res tremenda!: ¡cosa tremenda!, todos andan dentro de la plenitud de Dios, porque Dios hinche cielos y tierra, y la plenitud de Dios está dentro de todos, pero no a todos en llena, muchos se quedan vacíos.

El ánima llena desta plenitud en su memoria, entendimiento y voluntad, no admite pensamientos ni afectos de cosas contrarias a Dios; no caben en ella, porque está llena.

Esta plenitud trajo Cristo a la tierra, y así después de su venida se dice de muchos que erant pleni gratia; repleti Spiritu Sancto; llenos de gracia; repletos del Espíritu Santo. Antes del Evangelio, no he leído esta plenitud en otros. En esto anduve algunos días, llamando a Dios Nuestro Señor plenitud y plenitud de bienes, plenitud de Dios.

26. (Fuego de amor de Dios.) Dios es fuego de amor, que ilustra, enciende y consume. Imaginábame andar dentro deste fuego. Este divino fuego tiene su esfera a modo de los demás elementos materiales. Una esfera tiene increada, otra criada.

La esfera increada es la Divinidad; está tan extendida como Dios. Dios es fuego, y todo está lleno de fuego; en fuego vivimos y nos movemos; llamaradas deste fuego son las criaturas todas, elementos, aves, peces, etc. Todos andamos cercados de llamas de fuego; pues, ¿cómo no ardemos? ¡Oh fuego divino, ven, arde, enciende, inflama mi ánima, y consume en ella cuanto me aparta de ti!

La esfera criada es la humanidad de Cristo nuestro Señor. Su corazón es un horno encendidísimo de fuego. Cinco boquerones tiene por los cuales salen llamaradas, y por los cuales podemos entrar a él, que son las cinco llagas: el boquerón del costado entra más derecho al corazón.

Ardan en este fuego el Papa y los Cardenales, los Arzobispos y Obispos, los Curas y Sacerdotes, los Generales y Provinciales, Priores y Guardianes, rectores y superiores, predicadores y confesores, estudiantes y novicios, y religiosos todos. Ardan los Reyes y príncipes, gobernadores y jueces, y seglares todos. Ardan los gentiles y judíos, moros y herejes y malos cristianos; consuma en ellos todo pecado, quite toda ignorancia, inflámelos en amor de su Criador.

¡Oh ánima mía, salamandra infernal, que vives dentro deste infinito fuego, y no ardes ni te consumes, siempre estás verde y entera en tus pasiones! ¡Oh ánima mía, si fueses como ave fénix, que ardieses en este fuego, te convirtieses en ceniza y gusano, estimándote por tal, y salieses renovada en Dios!

27. Parecíame que era infinita mi flaqueza para el bien, y infinita mi potencia para el mal. ¿Qué mayor flaqueza en el bien, que la que nada puede bueno? ¿Y qué mayor potencia en el mal, que la que puede desear todo lo malo, y puede resistir al omnipotente fuego? Trocad, Dios mío y bien mío, la suerte; haced infinita mi flaqueza para el mal, y infinita mi potencia para el bien; unidme al Omnipotente, y quedaré omnipotente en él y por él.

IX. Para rectificar y simplificar la intención

28. (Fol. 104, n. 83.) Cuatro cosas pedía muy a menudo a Nuestro Señor, y deseo pedir siempre: primera, luz divina con que le conozca, y me conozca, y conozca a los que tengo a mi cargo; segunda, amor suyo ardiente y desinteresado de todo interese temporal y deleitable; tercera, odio fuerte de mí mismo, de mi honra y regalo, y amor a su cruz, dolores y desprecios; cuarta, celo ardiente de su gloria y salvación de las almas.

Estas encomendaba a cuatro Santos, a cada uno la suya, rezándoles algo cada día a este fin: la primera, a la Virgen nuestra Señora; la segunda, a San José; la tercera, a San Juan Bautista; la cuarta, a San Pablo y al Ángel de la Guarda, que los solicitase por mí y negociase con Dios Nuestro Señor esto.

29. (Angelus custos, fol. 92, n. 66.) Imaginé algún tiempo al Ángel de la Guarda a mi mano derecha, acudiendo a él en las necesidades y en las distracciones de la oración. Decíale: Ángel mío, o Nuestro Señor os tiene atadas las manos, para que no me ilustréis y inflaméis en amor de mi Dios cuanto podéis, o no; si no, ¿por qué no lo hacéis? Si están atadas, pedidle que os las desate, y dé licencia; que, dándola Su Majestad, mucho podéis.

30. (Intención prava.) Cuatro malas intenciones he experimentado en mí en los ejercicios espirituales:

1.ª De vanidad, deseando ser tenido de otros por espiritual.

2.ª De curiosidad, deseando experimentar los sentimientos de Dios, las ilustraciones, raptos, etc., más por saber con experiencia esto, que por glorificar a Dios.

3.ª De sensualidad espiritual, deseando gustos, consuelos, lágrimas y cosas semejantes, por el dulce que en ellas hallaba.

4.ª De intereses propios, deseando crecimientos y medras y favores con turbación y congoja, más por librarme del tormento que trae la pobreza espiritual de virtudes, que por honrar a Dios.

31. (Amor Dei, fol. 62 et 100, números 37 y 78.) Cuatro excelentes propiedades tiene el verdadero amor de Dios, por el cual se distingue del falso, contrarias a estas cuatro intenciones:

Primera: el verdadero amor de Dios, infinitamente ama y estima más la gloria de Dios, que la propia; antes ni tiene ojos para mirar la propia ni hace caso della.

Segunda: el verdadero amor de Dios, más quiere amar que conocer, más estima obediencia que ciencia, y si quiere conocimiento o ciencia, es puramente para más amar y obedecer.

Tercera: el verdadero amor de Dios, más quiere aquí padecer que llorar, más quiere beber el cáliz de amargura que el de dulzura.

Cuarta: el verdadero amor de Dios, más quiere dar que recibir; y si desea recibir dones de Dios, es para darle con ello honra y gloria, y hacerle más heroicos servicios.

En todo esto no condeno la intención de servir a Dios por premio, porque es buena, aunque no la suma.

32. (Modos de vencer la honra.) El amor de Dios, primero inclina a huir las honras, los puestos, oficios, ejercicios honrosos; [a] huir de los que le alaban; y quien tiene esto, si le acaece estar entre honras, está como entre espinas, lastimado y punzado por ello.

Lo segundo, por cuanto muchas veces no puede huir, y el estar punzado desta manera suele estorbar, inclina a despreciarlas y no hacer dellas más caso que un poco de viento, descubriendo con la luz cómo es vanidad, y nada, nada, nada, lo que el mundo llama honra: es deleitarse con la sombra, dejando el cuerpo verdadero; gustar de la imagen, no haciendo caso de la cosa representada.

Este tal está entre las alabanzas y honras, como estuviera un ídolo a quien se dijeran tales cosas, o hace dellas el caso que hiciera si las hiciera un papagayo, o loco.

Lo tercero, toma la gloria de Dios por propia, de suerte que ninguna otra cosa tiene por honra suya, sino lo que es honra de Dios; y si gusta de la honra que sus súbditos o fieles le hacen, es porque con ella es honrado Dios, y con esto cumplen su voluntad y ellos se aprovechan.

 

X. Obedientia et resignatio

(Obediencia y resignación)

33. (Obedientia et resignatio, fol. 41, número 2.) Fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Ofrecióseme un día que lo que Nuestro Señor nos manda pedir es posible alcanzarlo; y así, que podía pretender alcanzar esta perfección en las obras por mínimas que sean:

comer, hablar, orar, enseñar, etc., hacerlas con la exacción que las hiciera un ángel, o un hombre bienaventurado, si Dios se las mandara; o a lo menos tengo de tener tal deseo y mirar cómo las hiciera éste, y animarme yo a hacerlas así.

34. (Intentionis puritas.) Especialmente cuanto a la pureza de intención, pretendiendo puramente la voluntad de Dios por sí misma, desnudándome de todo amor propio de interese temporal o espiritual, teniendo por suma honra, por sumo deleite, por sumo interese mío, hacer la voluntad de Dios. Deste modo entendí aquel versículo: Portio mea, Domine, dixi custodire legen tuam: Mi patrimonio, Señor, dije, es guardar tu ley. Y otro muy a propósito: Haereditate acquisivi testimonia tua in aeternum quia exultatio cordis mei sunt: Por mi herencia he tornado tus mandamientos para siempre, porque son el gozo de mi corazón. Por mi herencia, mi cielo, mi premio tengo obedecerte.

35. De aquí iba deduciendo afectos varios: Gózome de tener ruin persona, ruin lengua, y otras faltas naturales, porque Dios lo quiere. Gózome de padecer las tentaciones que padezco y penas exteriores y interiores, porque Dios lo quiere. Si es voluntad de Dios que viva mil años, y más, cargado de trabajos y tinieblas interiores y exteriores, como yo no le ofenda, eso quiero. Si fuese voluntad de Dios castigarme con las penas infernales, quitada la culpa, eso quiero.

36. Mi cielo es hacer la voluntad de Dios; con esto tengo en la tierra el cielo. Acordéme un dicho de San Crisóstomo sobre este lugar, que, diciendo Nuestro Señor: Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo; quiso que la tierra fuese cielo.

De aquí se me ofreció también aquel verso de David: Misericordiam et iudicium cantabo tibi, Domine: que con igualdad tengo de cantar y alabar a Dios y gozarme de las obras de su justicia y de su misericordia, en mí y en otros. Complacco mihi in infirmitatibus meis, etc.: Me gozo en mis enfermedades. Aunque esto no quita la compasión de las miserias y adversidades ajenas; porque de una cosa me puedo compadecer en cuanto es pena de mi prójimo, y alegrarme en cuanto es obra de la justicia de Dios: Memor fui iudiciorum tuorum a saeculo, et consolatus sum: Acordéme de tus juicios eternos, y quedé consolado.

37. (Amor de Dios, fol. 59 et fol. 100, números 31 y 78.) Desta misma palabra, saqué que podía desear amar a Dios, como te aman los Angeles y Serafines, pues puedo desear hacer la voluntad de Dios como ellos. ¡Oh Serafines que ardéis en amor de Dios, metedme en vuestra compañía, para que entre vosotros arda con un amor ardiente, puro y desinteresado! ¡Oh, si bajase siquiera uno dese vuestro ejército, con alguna brasa dese divino fuego, y abrasase y purificase mi corazón, lengua y sentidos, y todo yo quedase hecho un fuego con este amor! ¡Oh, si ardiese en fuegos de dolores y trabajos y desprecios, hasta purificarme y desapropiarme de todo lo criado, para que mejor se encendiese en mí el fuego del divino amor! ¡Oh! Si para vuestra gloria, Dios mío, y para conversión de los pecadores fuese menester que yo ardiese perpetuamente en los fuegos infernales, quitando la culpa; yo me ofrezco a echarme en estas llamas, porque las llamas del amor me harán llevaderas todas las llamas de los fuegos y dolores del mundo.

38. No sé cuál es mayor, el contento que tienen las ánimas de Purgatorio, en arder en aquel fuego, porque Dios lo quiere y su voluntad y justicia lo pide, o el tormento que tienen en la dilación de ver al que aman.

En medio de todos estos afectos luego me avergonzaba y convertía a mi indignidad y bajeza.

Algunas veces me parecía que era vergüenza decir a Dios nuestro Señor: Amote, Señor, más que a los cielos y tierra y ángeles, etc. Como sería vergüenza decir a un amigo mío: Amote más que a una pluma, a un cuarto, etc., pues sin comparación excede más Dios a todo lo criado, que un hombre a una pluma. Y este sentimiento procedía de ver la grandeza de Dios y la bajeza de las criaturas: y cuando estaba con esta vergüenza y como empacho, decía: Amete, Señor, con todo el amor que me es posible, o ame [te] más que todas las criaturas te aman, etc.

XI. Cristo Nuestro Señor

39. (Cristo Nuestro Señor, fol. 86, número 56.) Mucho tiempo me ejercité en meditar, desear y pedir en la oración, Misa, exámenes y entre día, tres cosas de que se acompañó Cristo nuestro Señor toda su vida, desde que nació hasta que murió, que son: pobreza, desprecio y dolor, desmembrando cada parte destas en la meditación, para aficionarme a ella.

Fué pobre en la habitación, cama, vestido, comida, etc.; cuando nació, vivió y murió.

Fué pobre en la elección de amigos, discípulos, parientes, y en el oficio que ejercitó los treinta años.

Fué pobre de honra, pobre de regalos, pobre de su voluntad propia, desnudándose de todo esto.

Ítem: fué despreciado, padeciendo grande detrimento en la honra de todas suertes: en la honra de sabio, de santo, de poderoso, de Mesías, de Dios; y esto delante de reyes, jueces, pontífices, y de todo el mundo, imponiéndole atrocísimos crímenes de suma infamia.

Ítem, en los dolores padeció toda suerte de dolores interiores y exteriores en cada miembro de su cuerpo, como parece discurriendo por la Pasión.

40. De aquí sacaba deseo de padecer continuamente algo de esto: Nolo, Domine, sine vulnere vivere; quia te undique video vulneratum: No quiero, Señor, vivir sin herida, pues te veo herido de todas partes.

Otras veces no me tengo por digno de tanto bien, y juzgo que nuestro Señor no me da semejantes trabajos, porque ve mis pocas fuerzas, y que todo lo que digo es palabras; y de verdad así es. (Padecer, fol. 50, n. 17.) Pero ya que no soy digno de padecer, en cuanto esto es imitación de Cristo nuestro Señor; pero soy digno de padecer, en cuanto el padecer es castigo de mis muchos pecados.

 

 

 

XII. Odium sui

(Aborrecimiento de sí mismo)

41. (Odium sui) Un propósito hice de tener siquiera una persona con quien me afrentar, cuanto pudiere, descubriéndole y afeándole mis culpas; éste será el confesor o superior, ya que no me es dado afrentarme delante de todos.

Otra vez sentí tanto aborrecimiento de mí y de mis pecados, que deseaba que la divina Justicia tomase aquí venganza de mí, castigándome con dolores y desprecios, con tal que no me faltase su misericordia: Quis det, ut ventat petitio mea? et qui coepit, ipse me conterat; solvat manum suam, et succidat me. ¡Quién diera cumplimiento a mi petición! ¡Que quien empezó a herirme, acabe conmigo: suelte su mano y corte mi vida! Sentía gozarme de los castigos que había hecho la divina Justicia (Fol. 82,.n.51), en cuanto en ellos resplandece este atributo de Dios, y sentí gozo de que hubiese Purgatorio, y holgárame de que Dios me echara en él, para que me purificara y pagara lo que debía, y después me volviera a vivir con mejoría: y era este gozo sensible, de que hubiese en Dios justicia vindicativa, y tuviese Purgatorio.

Otras veces hice propósito de gustar de tener las tentaciones interiores que Dios quisiese, y por el tiempo que él quisiese, ejercitando en esto los deseos de padecer; pero este gusto dura poco.

XIII. «Puertas de la justicia»: devoción a Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen

42. Pensando en aquellas palabras:

Aperite mihi portas iustitiae, ingressus in eas confitebor Domino, etc.: Abridme las puertas de la justicia; entrando por ellas confesaré al Señor, etc.; se me ofreció que las puertas de la justicia son las principales devociones y medios para la perfección, y que estas puertas abre Dios y los ángeles, cuando infunden inspiraciones y deseos grandes dellos.

43. (Eucharistia, fol. 81, n. 49.) La primera puerta se me ofreció ser Jesucristo nuestro Señor en el Santísimo Sacramento del Altar, pues dice de sí: Ego sum ostium; per me si quis introierit, salvabitur; ingredietur, et egredietur, et pascua inveniet: Yo soy la puerta: por mí si alguno entrare, se salvará; entrará y saldrá, y hallará pastos saludables. Esta es la principal puerta, porque está allí la fuente de la justicia: éntrase con el conocimiento y afecto, con la fe y amor.

44. A la entrada topo con tres ejemplos raros de virtud, los cuales, por ser presentes y no de cosa pasada, son más motivos.

Primero, es humildad extremada, encubriendo su infinita grandeza con una forma tan vil como es la de pan y vino, más vil que la de hombre, por lo cual es de muchos desconocido, negado, hollado, y de los más tratado con poquísima reverencia. ¡Oh Dios mío y Rey mío, quanto pro me vilior, tanto mihi carior!: Cuanto por mí más humillado, más amado; y cuanto más te humillas, tanto más te ensalzaré y alabaré.

Segundo, es de obediencia, bajando del cielo a la voz del sacerdote en el mismo instante; y aunque él sea malo; y aunque de bajar se le siga haber de ser echado en un fuego o lodo; y con perseverancia hasta que se acaben las especies. Y allí dice otra vez: Descendi de caelo, non ut faciam, voluntatem meam, sed eius, qui misit me. Haec est autem voluntas Patris mei, ut eum qui venit ad me non ejiciam foras, sed habeat vitam aeternam: Bajé del cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. Y esta es la voluntad de mi Padre, que al que viene a mí no le eche fuera, sino que tenga vida eterna. Pues, oh buen Jesús, admitidme dentro desta puerta, y dadme la plenitud de justicia que consiste en hacer vuestra voluntad.

Tercero es de misericordia, bajando a dar de comer al hambriento y de beber al sediento, con el mejor manjar que se pueda dar. Allí viene para vestir al desnudo con la ropa de gracia; redimir al cautivo de la cautividad de sus pasiones; visita al enfermo y encarcelado, y aun entierra a los muertos al mundo, dentro de sus llagas preciosas: Abscondes eos in abscondito faciei tuae, a conturbatione hominum. Et: Ingredere in petram: Los esconderás en lo escondido de tu rostro contra los asaltos de los hombres: Y: Entra en los agujeros de la piedra.

También ejercita las espirituales; enseña al ignorante con ilustraciones; da consejo al que lo ha menester con inspiraciones; corrige con interiores reprensiones; consuela con íntimos gozos que derrama; sufre las impertinencias y distracciones y irreverencias que tenemos mientras Él está en nuestro pecho; y perdona al que yerra contra sí. Si a la entrada me abrazo con estas tres virtudes, y con deseo de imitarle, darme ha lugar de entrar más adentro, donde está la plenitud de justicia, que es su infinita caridad: Et: Plenitudo legis est dilectio: Y: La plenitud de la ley es la caridad.

Allí se descubre el infinito amor con que baja en forma tan humilde, y las causas dél; el amor que le mueve a tan pronta obediencia, y a ejercitar tantas y tales obras de misericordia, todas las que hizo en el mundo, cuando visiblemente vino a él. ¡Oh quién entrase, oh quién ardiese, oh quién se enllenase deste amor y desta justicia, y después de haber entrado, se deshiciese en alabar a este Dios! Et ingressus in eas, confitebor Domino; ps. 117: Entrando por ellas confesaré al Señor.

Haec porta Domini, iusti intrabunt in eam: Esta es la puerta del Señor, entrarán por ella los justos. Unala llama, aunque las llamó al principio muchas; porque es una en sí, y tiene virtud de muchas.

45. Las cosas en que debo mostrar agradecimiento a esta merced, y que me ayudarán a entrar, son éstas:

Primero: -andar con hambre grande de recibirle y siendo diligente en la preparación y después en la acción de gracias.

(Fol. 95, n. 71.) Segundo: desear estar en su presencia todo el más tiempo que pudiere cómodamente para acompañarle, que está solo, teniendo allí oración, exámenes, rezo, etc.; y visitarle al día muchas veces, especialmente en levantándome, como quien le va a pedir la bendición para todo el día, y le agradece los favores pasados. Y a la salida de su presencia, decirle: Señor, aquí se queda mi corazón con Vos, ya que el cuerpo no puede. Y desde el aposento, con el espíritu adorarle; y al pasar por las iglesias del pueblo, similiter: semejantemente.

Tercero: en tener profunda reverencia exterior, no sólo a este Señor, cuando entro y salgo en la iglesia o estoy en su presencia, sino también a las cosas de que él se sirve, como cálices, patenas, corporales, purificadores, hostias, etc., y a las manos de los sacerdotes.

Bienaventurada sería mi ánima, si Dios y sus ángeles me abriesen esta puerta, dándome luz para conocer este misterio y amor para amarle y preciarle.

46. (Sancta María.) La segunda puerta se me ofreció ser la Virgen Santísima nuestra Señora, a quien la Iglesia llama en un himno: Tu Regis alti ianua, et porta lucis fulgida: Tú, entrada del Rey excelso y Puerta resplandeciente de la luz. Y en otro: Felix caeli porta: Feliz puerta del cielo. La devoción con esta Señora es puerta para la santidad, y a quien Dios da esta devoción, le ha abierto la puerta; y si no la siento, puedo llorar, porque me está cerrada la entrada en el Sancta Santorum, en el trono del Rey, en la luz increada. Debo suplicar a Dios nuestro Señor, al Ángel de mi guarda, que se me abra esta puerta, se me dé esta devoción: Aperite mihi portas iustitiae: Abridme las puertas de la justicia.

Los medios como yo debo procurar esto, son muchos y muy sabidos.

47. (Rosario, fol. 94, n. 69.) Un modo de rezar el Rosario, cuando no le rezase por los misterios, se me ofreció, y parte había oído.

1.º Al primero decenario, invocar los nueve coros de los ángeles, especialmente a San Gabriel y al que guardó a la Virgen, y pedirles que la alaben, y alaben a Dios por las mercedes que la hizo, y gozarme yo de que ellos la gocen, y tengan consigo por Reina.

2.º Y luego yo alabarla, confesando que están en ella las gracias de todos los nueve coros con mayores excesos; gozarme desta grandeza suya, alabar a Dios que se la dió, desear que todo el mundo la alabe y conozca, y pedírselo a su Hijo y al Padre Eterno.

3.º Y últimamente, pedirla algún don, o el que más necesidad tengo, o el que más resplandece en los ángeles, que es pureza; y pedirles a ellos que se lo pidan, y todos juntos ponerles por intercesores delante de Dios.

Desta forma en el segundo decenario se ha de invocar a los patriarcas, y profetas y reyes, especialmente a San Joaquín, Santa Ana, y San José; y hacer lo mismo.

En el tercero invocar a los apóstoles y discípulos, especialmente a aquellos con quien tuvo familiaridad, como San Juan Evangelista y San Lucas.

En el cuarto, invocar a los mártires todos.

En el quinto, a los confesores, doctores, religiosos, y a las vírgenes y viudas, particularizando algunos que más devotos fueron desta Señora.

48. Otra devoción se me ofreció: ya que no puedo rezar las horas de Nuestra Señora, rezar cada día los himnos de todas ocho; y tras cada himno, un versículo y oración de una de las fiestas de Nuestra Señora, para cumplir con todas: la Concepción, la Natividad, la Presentación, la Anunciación, la Visitación, la Expectación del parto, o parto mismo, la Purificación y la Asunción. Cada una destas tiene oración propia o en el Misal romano, o en las fiestas de España.

 

XIV. Presencia de Dios en cuanto luz

49. (Lux., fol. 44, n. 8.) Otro modo de presencia de Dios, en cuanto luz, se me ofreció. Dios es luz, yo soy tinieblas: dentro desta luz ando; muchos resplandores da de sí; con todo eso, no acabo de conocerla: Lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non comprehenderunt: La luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.

El sol es fuente de la luz (Eucharistia, fol. 65 et 89, núms. 43 y 61.); nuestro sol es Cristo; del cielo baja cada día este sol a la tierra, pero baja cubierto con una nube, con especies de pan y vino; de otra manera, no hubiera quien le mirara, ni tocara. Por mi bien hizo esto, para que yo pudiese llegar más cerca del sol: Accedite ad eum, et illuminamini: Acercaos a él y seréis iluminados.

Esta nube, aunque nos impide que le veamos, no impide al sol que no envíe rayos. ¡Oh qué rayos! ¡Oh qué centellas que envía al hemisferio del breve mundo que es el hombre, cuando está dentro dél!

50. Tres géneros hay de lumbres: natural, de fe y de ciencia adquisita. Estas permanecen, y usamos dellas cuando queremos. ¡Ay de mí si soy rebelde!: Ipsi rebelles fuerunt lumini: Ellos fueron rebeldes a la luz. Porque los sabios resistieron a la primera, fueron desamparados de Dios, como dice San Pablo. Pues, ¿qué será de mí, que resisto a la segunda y tercera? Por eso falta la cuarta, o viene de tarde en tarde, o viene muy remisa; porque si es grande, trueca el corazón; es a modo de relámpago, no la tengo a mi mandar: Illuxerunt coruscationes tuae orbi terrae; vidit, et commota est terra: Tus relámpagos alumbraron la tierra; y ésta vió, y se conmovió.

Es cosa que admira, que siendo el alma de suyo noche y tinieblas, a temporadas arde tanto en amor de Dios, que es como noche de verano en tiempo de mucho calor, en la cual hay tantos relámpagos tan grandes y tan a menudo, que parece día: así en ella hay tantas destas ilustraciones y inspiraciones, que parece estar llena de luz: Et nox illuminatio mea in deliciis meis. Quia tenebrae non obscurabuntur a te, et nox sicut dies illuminabitur: La noche se trocará en claridad en medio de mis delicias; porque las tinieblas no son oscuras para ti, y la noche es clara como el día. Vienen a todos tiempos; rezando salmos, leyendo libros, estudiando, oyendo sermones, haciendo obras de manos, comiendo, andando, etc.; y en particular, al despertar a la mañana, parece que está Dios esperando a que despierte, para enllenarla de afectos y sentimientos.

A veces esta luz viene enseñando alguna verdad, o de la Sagrada Escritura, o otra que no se había entendido, aunque se había leído. A veces viene sólo con moción, o con admiración grande, o con júbilos y saltos de placer, o con gusto sosegado, o con lágrimas dulces.

 

XV. Justicia vindicativa

51. (Justitia vindicativa, fol. 65, número 4l.) Considerando mis pecados muchos, una vez o más me movieron a este afecto de gozarme de que Dios tuviese justicia vindicativa para castigarlos, y no sola misericordia para perdonarlos sin satisfacción. Quería más que Dios los castigase aquí con misericordia, que no que me los perdonase sin satisfacer a su honra, y decía lo de David: Deus ultionum Dominus, Deus ultionum libere egit; exaltare qui iudicas terram, redde retributionem superbis: El Señor es el Dios de las venganzas; el Dios de las venganzas obró libremente. Levántate, tú que juzgas la tierra; da su merecido a los soberbios.

¡Oh Dios de las venganzas! Yo me consuelo, Señor, de que seáis engrandecido con mostrar vuestra justicia. Castigad a este soberbio, como merece. Castigad mi soberbia, mi ambición, mi vanidad, mi hipocresía, con tal que yo os satisfaga, y dé contento: Usquequo peccatores, Domine, usquequo peccatores gloriabuntur; effabuntur et loquentur iniquitatem?, etcétera: ¿Hasta cuándo, los pecadores, Señor, hasta cuándo se han de gloriar los pecadores? ¿Hasta cuándo, Señor, estos malos movimientos y inclinaciones mías se han de gloriar de mí contra Vos?, etc.

52. Por aquí se me ofreció, cómo los santos se huelgan desta justicia: Laetabitur iustus, cum viderit vindictam: Alegraráse el justo, cuando vea la venganza. Y, pues, son rectos, también se huelgan de que Dios les haya castigado acá, y los del Purgatorio se huelgan de que les castigue; y los justos de la tierra, similiter, semejantemente.

También se me ofreció, que por esto se hizo Dios hombre, para mostrar su justicia vindicativa y su misericordia en la persona del inocente: Misericordiam et iudicium cantabo tibi, Domine: Tu misericordia y tu justicia cantaré, Señor. El que canta, de todo se alegra.

Por aquí también entendí lo que dice la esposa, de su Dios, que es totus desiderabilis: todo amable; pues lo que en él parece más agrio y terrible, que es la justicia vindicativa, es amable, cuanto más su bondad, sapiencia, etc.

En este tiempo no me podía excitar a tener temor de penas; sólo de que Dios no me desamparase, me quedaba temor; y muchas veces solía decir con sentimiento: Non me derelinquas usquequaque:(id est plus nimio): No me desampares del todo: es decir: más que en demasía: Et illud: A te numquam separari permittas: y aquello: No permitas que nunca me aparte de Ti.

XVI. Dios dentro del alma y el alma dentro de Dios

53. (Praesentia Dei, fol. 51 et 91 números 19 y 64.) El modo de presencia de Dios, estando dentro dél, no le sabía considerar de otra manera, que mirando a Dios fuera de mí, y que me cercaba todo, y así andaba yo dentro dél; pero este modo no le podía conservar juntamente con considerar a Dios dentro de mí: tenía estos dos modos por incompatibles juntamente.

Después eché de ver que juntamente puede uno considerar a Dios dentro de sí, y a sí mismo dentro de aquel Dios, que mira dentro de sí y que cuando un alma se recoge con especial moción de Dios, cuyo es esto, así como decimos que entra dentro de sí, y allí halla a Dios; así también allí entra dentro de Dios. Mejor se conoce cuando se experimenta, que se dice.

54. (Contemplatio.) Puesta un alma desta manera, luego halla con quien hablar; no tiene necesidad de discursos, ni aun los puede hacer. Todos son coloquios y afectos, mirando la grandeza deste Dios y la vileza propia. Allí clama, allí pide, allí ama, allí se goza, allí se entristece; allí se aborrece, allí se anima, allí se aviva para obedecer, para padecer, para dar contento a todos por Dios.

Desta manera quizá se entiende lo que dicen los Santos, que la contemplación es sepulcro del ánima, donde entra y se encierra, muere y sepulta; y por otra parte dicen, que entra dentro de sí misma, y que entra dentro de Dios. Abscondes eos in abscondito faciei tuae, a conturbatione hominum: Los esconderás en lo escondido de tu rostro, contra los asaltos de los hombres. Y: Esto mihi in Deum protectorem, et in domum refugii, ut salvum me facias: Séasme Dios protector y casa de refugio. Introduxit me Rex in cellam vinariam: Introdújome el Rey en la bodega de sus vinos.

55. Otra vez sentí particularmente, que es indecible el tesoro que tengo dentro de mí mismo; porque dentro de lo íntimo de [mi] ánima está la misma Divinidad, con toda su infinidad y grandeza de sabiduría, bondad y omnipotencia. Y la misma ánima es de grandísimo valor, inestimable, por la semejanza a Dios y capacidad dél. Habemus thesaurum istum in vasis fictilibus: ut sublimitas sit virtutis Dei: Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que sea ensalzado el poder de Dios. Cuanto es de precioso el tesoro, es frágil y despreciado el cofre en que está, porque yo le he afeado ignominiosamente con graves pecados.

XVII. Padecer

(Tres modos de haberse en el padecer)

56. Cerca del padecer pobreza, desprecio, dolores y trabajos, hay tres modos de haberse. Primero, cobardía es de ánimo y pusilanimidad, por no padecer algo de lo dicho, huir o dejar de hacer lo que es conforme a voluntad de Dios, a mi instituto o oficio, v. gr., el confesar, predicar.

Segundo, cortedad es de ánimo, contentarse solamente con estar aparejado a recibir las ocasiones que se le ofrecieren de padecer.

(Cristo Nuestro Señor, fol. 63, n. 39.) Tercero, grandeza es de ánimo salir a buscar y acometer cosas, donde se ofrezca algo que padecer, a mayor gloria de Dios y cumplimiento de su voluntad, a imitación de Cristo nuestro Señor, el cual siempre anduvo a buscar ocasiones de mayor pobreza, de mayor desprecio, de mayores trabajos, no se contentando con los que se le ofrecían. Por esta causa dejó a Nazaret y fué a nacer a Belén. Por ésta dejó a Judea, y fué a vivir su niñez en Egipto. Por ésta, en su mocedad, tomó oficio de carpintero. Por esta se fué al desierto, y la noche de su Pasión se fué al huerto y salió a recibir a sus enemigos; y el día de su Pasión, dejó de hacer lo que pudiera para excusar afrentas y dolores, etc.

Advierte que está cerca de lo malo quien se contenta con lo menos bueno.

Y muy lejos anda de lo malo quien siempre busca lo mejor.

XVIII. El ejercicio de confesar a otros

57. (Confessor.) El ejercicio de confesar a otros es un acto heroico, que grandemente agrada a Dios.

Primero, porque en él ayuda el confesor a reducir las almas a su Criador y reconciliarse con él, y esto más inmediatamente que en otros.

Segundo, porque allí ejercita todas las siete obras de misericordia espirituales, y las corporales espiritualmente: allí enseña al ignorante, corrige al que yerra, perdona injurias, consuela al triste, ruega a Dios por los vivos, da buenos consejos; allí redime al cautivo, y suelta al preso con el perdón de los pecados; viste al desnudo con la vestidura de la gracia; da de comer y beber al necesitado deste manjar espiritual, y dáselo guisado como él solo lo ha menester, etc. Y así pienso que el buen confesor alcanzará de Dios misericordia: Beati misericordes, quoniam ipsi misericordiam consequentur: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos conseguirán misericordia.

No hay limosna que llegue a ésta.

Tercero, porque en esto cumplimos con el oficio que Dios nos ha encomendado. Como es oficio del sacerdote ofrecer el cuerpo de Cristo nuestro Señor, así es su oficio poder absolver y perdonar pecados; porque para ambas cosas recibe potestad; y así, quien tiene suficiencia y jurisdicción, cuando hace esto, hace su oficio; y el de la Compañía tiénelo por Instituto, y es obligación de sus reglas.

Cuarto, porque en este ejercicio se vence uno a sí mismo y a muchas repugnancias de la carne, y es con menos aplauso del mundo que el predicar.

 

 

 

XIX. Unión con Dios y contemplación

58. (Fol. 54, n. 24.) Tres modos de unión tiene Dios con sus amigos. Primera es natural, por esencia, presencia y potencia: con ésta andan todos los bienes naturales. Segunda es sobrenatural, por gracia y caridad: desta nacen todos los bienes sobrenaturales ordinarios. Tercera es super supernaturalis: sobre-sobrenatural, por especial vínculo de amor y familiaridad, de la cual nacen bienes y favores extraordinarios: ésta es propia de los muy amigos.

59. Una vez sentí muchos júbilos interiores con sola la esperanza de subir a la unión. Y imaginábala yo desta manera: que se levantaba el ánima sobre toda la tierra y cielos, y sobre todo lo criado, hasta unirse con Dios en una altura sobrenatural; en la cual puesta, despreciaba todos los bienes de la tierra, haciendas, honras, dignidades, noblezas y cuanto el mundo precia, y en ésta hallaba hartura; porque los dones de Dios por sí no hartan, hasta que con ellos se alcanza la unión con Dios, con la cual se posee al mismo Dios, dador de todos los bienes.

Y desta altura me pareció decir David: Vigilavi, et factus sum sicut passer solitarius in lecto: Velé, y me hallé como pájaro solitario sobre el tejado.

60. A esta altura y techo suben las aves volando con alas, breviter et sine labore: brevemente y sin trabajo. Las lagartijas suben trepando con las manos: Stellio manibus nititur, et moratur in aedibus regis: La araña sube por sus pies, y mora en las casas del rey. Los hombres suben rodeando por escaleras, con trabajo y tardanza. Alguna cosa podría subir arrojada por otro con algún ímpetu, como sube la saeta. Así hay cuatro maneras para subir a esta altura y unión con Dios, por las cuales una alma en diferentes tiempos puede subir. Primero, por discursos, como hombre, subiendo por las escaleras de las criaturas y de las obras de Dios. Segundo, como lagartija, por ejercicio y obras de obediencia, de penitencia y de misericordia con los prójimos. Tercero, como ave, por fervorosos afectos, fundados en la simple inteligencia de los atributos de Dios y beneficios suyos. Cuarto, sed raro, per raptum, sicut Paulus: Raptus sum in Paradisum: pero rara vez, por rapto, como Pablo: Fui arrebatado al paraíso.

 

XX. Unión con Cristo en la Comunión

61. (Eucharistia, fol. 65 et 95, números 43 y 71.) Pidiendo un día, después de Misa, a Nuestra Señora, que pusiese, como maestra, en mi corazón algún sentimiento, conforme al que ella sentía cuando comulgaba, se me representó que, cuando Nuestra Señora comulgaba, recibiendo a Cristo su Hijo sacramentalmente, se le renovaba el gozo y sentimiento y dones que la dieron, cuando le recibió la primera vez en sus entrañas, concibiéndole por obra de Espíritu Santo. Y entendí que, ya que Cristo nuestro Señor no estuvo más que en el vientre de una mujer, Madre suya, a la cual por esta causa comunicó grandísimas mercedes: Beatus venter, qui te portavit: Dichoso el vientre que te llevó; quiso Su Majestad, mediante este Sacramento, entrar real y verdaderamente, del modo que le era posible y conveniente, dentro del pecho de todos sus fieles, y que todos le trajesen dentro de sí, al modo (proportionaliter: proporcionalmente) que le traía su Madre, y comunicarles, en su tanto, las gracias y dones que a ella. Y así, que la entrada de Cristo en el pecho del que comulga es una imitación de la entrada que hizo en el vientre de la Virgen, para hacernos participantes de los dones que alcanzó ella mediante aquella entrada.

 

XXI. Consolaciones espirituales

62. Tres géneros de consolaciones espirituales experimento más de ordinario en la oración y entre día.

Primero, es sentimiento de la bondad, o misericordia, o sabiduría, o presencia de Dios, o de algún beneficio suyo general o particular, etc. Viene este sentimiento, o con admiración o júbilo, o acción de gracias, o amor, o humillación, o otros afectos semejantes. A veces prorrumpen en actos exteriores de alabanza, etc.; a veces viene esto con una hartura y satisfacción grande, por entonces, nacida del afecto de amor o confianza; de modo que, algunas veces, decía a Dios, que me daba por contento del cien doblo que me prometió en esta vida. Otras bendecía al día en que conocí a Dios, y le comencé a tratar, y me tenía por dichoso en tener tan buen Dios, tan buen Padre, amo, pastor, etcétera; otras deseaba que todos conociesen a Dios, etc.

Y entre estos sentimientos tengo uno, a veces, que es sentir que si sintiese, y viese con mucha luz lo que se me trasluce desta grandeza de Dios, desfallecería, o se acabaría la vida, sin poderlo sufrir el cuerpo.

Segundo género de consuelo es inteligencia de lugares de la Escritura divina, a propósito de los sentimientos que he tenido; aunque, otras veces, de la inteligencia del lugar nace el sentimiento, o otro nuevo, o nuevo aumento dél; y este modo de consuelo dura más, con la recordación de aquel lugar y palabra de Dios.

Tercero género de consuelo es nuevos discursos y ponderación de verdades por comparaciones y semejanzas, o de cosas, que he oído, leído y visto, o que de nuevo se ofrecen, con lo cual se aumenta el sentimiento: y a veces, del sentimiento nace el discurso; a veces, al contrario, precede el discurso. Esta reflexión hice cuando tuve dos sentimientos, que pondré luego.

 

XXII. Confianza en la misericordia de Dios

63. (Confidentia in Dei misericordia.)

Andando muchos días afligido de muchas culpas y pasiones, reconociéndome por indigno de todo bien y favor de Dios, tuve un sentimiento, o sentir altamente de la infinita bondad y misericordia de Dios, como de cosa levantadísima, que superexcede a todas mis miserias, flaquezas, imperfecciones y repugnancias tan infinitamente, que en ella quedan sumidas, y en los merecimientos y sangre de Jesucristo nuestro Señor; de suerte que por entonces, no me quitaban la confianza de pedir, y alcanzar de Dios lo que le pidiese por esta bondad y misericordia infinita, méritos y sangre de Jesús; y parecíame que no se me podía negar lo que le pidiese para su gloria, aunque yo lo desmereciese. Aquí entendí aquello de San Juan: Non turbetur cor vestrum; creditis in Deum, et in me credite: No se turbe vuestro corazón; si en Dios creéis, creed también en Mí. No tiene causa para turbarse quien Cristo. Cobré ánimo para hacer aquella oración del Salmo: Cor mundum crea in me Deus. Criad, oh Dios, en mi un corazón puro. Añadiendo otras semejantes: cor humilde, crea in me, Deus; cor mite, cor obediens, cor abstinens, cor pacificum, cor zelosum, etc.: Criad, oh Dios, en mí un corazón humilde, un corazón blando, un corazón obediente, un corazón abstinente, un corazón pacífico, un corazón celoso. Y quien dice-Crea in me-Crea en mí, alega la infinita bondad y potencia de Dios: Qui ex nihilo creat, et nullis requisitis meritis et dispositionibus, potest cor mundum creare: Quien de nada crea, y sin los méritos ni disposiciones requeridas puede criar un corazón limpio. Como quien pide a Dios que supla la falta de mis disposiciones con la sobra de su misericordia y méritos de Cristo.

XXIII. Dios, casa de refugio

64. (Fol. 51, n. 18.) Otra vez, andando mirando la presencia de Dios, ubique, en todas partes, entendí que ando en Dios como dentro de una casa, en la cual duermo, como, estudio, hablo, paseo; y allí soy defendido del frío, calor, de los ladrodrones y enemigos; y estoy escondido y descanso. Así, dentro de Dios ando y hablo, como, etc., y con él soy defendido, amparado, etc. Entendí aquello del Salmo: Esto mihi in Deum protectorem et in domum refugii: Séasme Dios protector y casa de refugio: Et illud: Qui habitat in adiutorio Altissimi, etc.: Y aquello: El que habita al abrigo del Altísimo.

65. En esta casa hallaba yo tres particulares mansiones, sumpta occasione ex illo: In domo Patris mei mansiones multae sunt: tomando ocasión de aquello: En casa de mi Padre hay muchas mansiones.

Primera mansión o morada es de la omnipotencia de Dios, la cual es riquísima; en ella descubre Dios lo que puede y lo que los suyos pueden con él, con experiencias inefables. La puerta para entrar es la confianza en Dios: Introibo in potentias Domini: Entraré en las potencias del Señor.

La segunda es de la sabiduría de Dios, en la cual ilustra, enseña y descubre admirables cosas de sus atributos, obras y juicios. La puerta es humildad: Revelasti ea parvulis: Revelaste estas cosas a los pequeñuelos.

La tercera es, de la bondad y caridad de Dios infinita, en la cual inflama, enciende, une, transforma y da a gustar y conocer por el gusto infinitas misericordias. La puerta es obediencia. De iis in Canticis: Introduxit me Rex in cellaria sua: De esto en los Cantares: Introdújome el Rey en sus cámaras.

XXIV. Actio gratiarum

(Acción de gracias)

66. (Hymnus.) En otro tiempo se me ofreció un modo de cántico para alabar a Dios, a semejanza de los tres niños, en diversas maneras.

(Angeli.) Primero, provocando a los nueve coros de los Angeles que alaben a Dios: sic: así: Benedicite, Angeli Domini, Domino; laudate et superexaltate eum in saecula.-Benedicite, Archangeli Domini, Domino; laudate, etc.,-Benedicite, Principatus Domini, etc.: Bendecid, Ángeles del Señor, al Señor; alabadle y ensalzadle por los siglos.-Bendecid, Arcángeles del Señor, al Señor; alabadle, etc.-Bendecid, Principados del Señor, etc. Y así, subiendo por las Potestades, Virtudes, Dominaciones, Tronos, Querubines, Serafines. Et postea: Y luego: Benedicite, Michael, Gabriel et Raphael, Domino; laudate et superexaltate eum in saecula-Benedic, Angele mei Custos, Domino; lauda et superexalta eum in saecula: Bendecid, Miguel, Gabriel y Rafael, al Señor; alabadle y ensalzadle por los siglos.-Bendice, Ángel de mi guarda, al Señor; alábale y ensálzale por los siglos. Y así discurriendo por otros particulares ángeles o arcángeles/que guardan la casa, ciudad, obispado, provincia, etc.; y después la oración: Deus qui miro ordine, angelorum, etc.: Oh Dios que con orden admirable, etc.

67. Segundo: provocando a lo mismo a todos los Santos en común, por el orden que se refiere en la ledanía: sic: así: Benedicite, Patriarchae et Prophetae Domini, Domino; laudate et superexaltate eum in saecula.-Benedicite, Apostoli et Evangelistae, Domini, Domino; etc. Y así descendiendo ad discipulos Domini, ad Innocentes, ad martyres, ad pontifices et confessores, ad doctores, ad sacerdotes et levitas, ad monachos et eremitas, ad virgines et viduas, ad omnes sanctos et sanctas Dei. Ultimo: Benedic, beatissima Virgo Mater Domini, Domino; lauda et superexalta eum in saecula; et postea de aliis particularibus sanctis, cum oratione: Omnipotens sempiterne Deus, qui nos omnium Sanctorum, etc.:

Bendecid, Patriarcas y Profetas del Señor, al Señor; alabadle y ensalzadle por los siglos.-Bendecid, Apóstoles y Evangelistas del Señor, al Señor, etc. Y así descendiendo a los discípulos del Señor, a los Inocentes, a los mártires, a los pontífices y los confesores, a los doctores, a los sacerdotes y levitas, a los monjes y ermitaños, a las vírgenes y viudas, a todos los santos y santas de Dios. Últimamente: Bendice, Beatísima Virgen, Madre del Señor, al Señor; alábale y ensálzale por los siglos; y luego de otros santos particulares, con la oración: Omnipotente sempiterno Dios, que nos concedes celebrar en una sola festividad los méritos de todos los Santos, etc.

68. Tercero. Provocando a lo mismo a mi ánima, con todas sus potencias, sentidos y miembros; sic: Benedic, anima mea, Domino; lauda et superexalta eum in saecula.-Benedic, spiritus meus, Domino, etc.; memoria mea, etc.; intellectus meus, voluntas mea, appetitus meus, aestimativa mea, imaginatio mea, sensus communis, visus, auditus, olfactus, gustus, tactus, lingua, manus, pedes, ossa, nervi, venae, cor, palpebrae; et sic de aliis membris; cum oratione: Agimus tibi gratias, omnipotens Deus, pro universis donis, etc. Así Bendice, alma mía, al Señor; alábale y ensálzale por los siglos.-Bendice, espíritu mío, al Señor, etc.; memoria mía, etc.; entendimiento mío, voluntad mía, apetito mío, estimativa mía, imaginación mía, sentido común mío, vista, oído, olfato, gusto, tacto, lengua, manos, pies, huesos, nervios, venas, corazón, párpados; y así de otros miembros; con la oración: Gracias te damos por todos tus dones, omnipotente Dios, etcétera.

69. (Rosario. fol. 69, n. 47.) Otro modo de dar gracias a Dios se me ofreció por el Rosario, diciendo en lugar de cada Ave María esta palabra; gracias a Dios: o: gracias a Jesucristo Nuestro Señor; o, bendito sea mi Dios; o, bendito sea Jesús, etcétera; o, gózome de tu gloria, Dios mío, o otro semejante acto. Y en lugar de Paternoster, aquel verso: Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto, etc.: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, etc.; o, Benedicamus Patrem et Filium cum Sancto Spiritu, laudemus, etc.: Bendigamos al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, alabémosle y ensalcémosle por los siglos; o, la oración: Agimus tibi gratias, etc.: Gracias te damos, etc. Y de la misma manera se me ofreció podía rezar otro Rosario a la Virgen, etc., en acción de gracias, y otro al Ángel de mi guarda, por la diligencia que pone en guardarme.

70. (Horas canónicas.) Modos para rezar el Oficio divino con atención, se me han ofrecido algunos:

Primero, al principio del Salmo, enderezarle a honra y gloria de una divina persona: el primero al Padre, el segundo al Hijo, el tercero al Espíritu Santo; y al fin del salmo, ofrecérsele a aquella divina persona, pidiéndole algo: y mientras rezo atender a si topo algo que pedir, o con que alabar a la tal persona. Y de la misma manera se puede ofrecer cada salmo a honra de algún santo particular, como de Nuestra Señora, etc., o de algún ángel o coro.

Segundo es enderezarle en acción de gracias por algún beneficio recibido de Dios nuestro Señor, como creación, conservación, redención, bautismo, penitencia, vocación a religión, eucaristía, etc.; y al fin del salmo, pedir a Dios luz para estimar y agradecer aquel beneficio.

Tercero, enderezarle a alcanzar de Dios alguna virtud, v. gr.: el primero para alcanzar humildad; otro para la fe u obediencia, etc.; advirtiendo, si hay algo, cuando rezo, que me provoque al amor de aquella virtud; y al fin, pedirla a nuestro Señor.

Cuarto, enderezarle en honra de algún misterio de la vida y muerte de Cristo nuestro Señor, pidiéndole al fin estima, amor e imitación; v. gr.: el primero a su Encarnación; segundo, Natividad; tercero, Circuncisión, etc.

 

XXV. Eucaristía

71. (Eucharistia, fol. 68, n. 43.) Grande provecho ha sentido mi ánima con visitar a menudo al Santísimo Sacramento y estar allí con él.

Para aficionarme a esto se me ofrecieron dos eficasísimas razones: la primera, que en esto doy gusto a Cristo nuestro Señor, y le cumplo sus deseos y deleites, pues él dice: Venite ad me, omnes qui laboratis, etc.: Venid a mí los que padecéis trabajos, etc. Et: Deliciae meae esse cum filiis hominum: Y: Mis delicias son estar con los hijos de los hombres. Oh ánima mía, di a tu Amado, Cristo Jesús: Deliciae meae esse cum Filio hominis: Mis delicias son estar con el Hijo del hombre; que así se llama a sí mismo Cristo mi Señor.

Segunda: pues él hace una jornada tan larga, como es del cielo a la tierra; para estar conmigo, ¿qué mucho haga yo una tan breve, como de la celda a la iglesia, para estar con él? Acordéme de las quejas que dió, Cristo nuestro Señor a los judíos (Math., 12): Regina Austri surget in iudicio cum generatione ista, et condemnabit eam; quia venit a finibus terrae audire sapientiam Salomonis, et ecce plus quam Salomon hic: La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra esta generación y la condenará: porque ella vino de los fines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí está quien es más que Salomón. ¡Oh ánima mía!, no tengas pereza de ir a ver a este Señor: Ecce plus quam Salomon hic: Aquí está quien es más que Salomón. Él hará contigo lo que Salomón hizo con la reina Sabá: enseñarte ha palabras de vida eterna; quitarte ha las dudas y nieblas; darte ha dones de inestimable valor: Rex autem Salomon dedit reginae Saba omnia quae voluit et petivit ab eo, exceptis his, quac ultro obtulerat ei munere regio (3 Reg., 10) (91): El Rey Salomón dió a la reina Sabá todo lo que ella quiso, y le pidió, demás de lo que le ofreció espontáneamente con regia munificencia. Para esto, oh ánima mía, visítale y ofrécele tú dones, como la reina Sabá ofreció a Salomón; ofrécele tu corazón, memoria, sentidos y cuanto tienes, y verás el retorno; porque dice la Sagrada Escritura (2 Paral., 9), de Salomón, que: Dedit ei multo plura quam attulerat ad eum: Le dió mucho más que ella le trajo a él.

72. Algunas veces, en entrando en la iglesia, sentía mi ánima testimonios de la presencia deste Señor; v. gr.: un júbilo interior, un regalo y risa del ánima, sólo en verse delante de su Dios, de modo que aun el cuerpo se regocijaba. Otras veces, varios afectos repentinos de amor, de humildad, de alabanza, etc., con lágrimas y ternura de corazón. Por lo cual verdaderamente, oh ánima mía, puedes clamar lo que decía la reina Sabá: Beati viri tui et beati servi tui, qui hic stant coram te semper et audiunt sapientiam tuam: Dichosos tus varones y dichosos tus criados que asisten siempre delante de ti y escuchan tu sabiduría. Dichosa eres, ánima mía, si puedes estar mucho tiempo en la presencia deste Señor.

73. Por este tiempo, considerando cómo este beneficio es infinito de todas partes, porque es infinito el Dador, infinita la cosa dada, infinito el amor con que se me da, infinitas las veces que se me da o dará, si fuese menester, infinitamente indigno el que le recibe, hállase mi ánima atajada, y no sabe cómo agradecer este beneficio, ni cómo alabar a Dios por él. Aquí sentí aquel verso de David: Defecit in salutare tuum anima mea: Desfalleció mi ánima a vista de tu salud. Y el otro: Te decet hymnus (o silentium), Deus in Sion: A Ti se debe el himno (o el silencio), oh Dios, en Sión.

74. Para llegar a este Señor se me han ofrecido varios actos de confianza. Primero: que, mediante el recibirle, será mi ánima trocada, sanada y confortada: Qui manducat me, vivet propter me: Quien me come vivirá por mí. Segundo, para cuando le toco: que, mediante aquel tacto, puede sanarme, si tengo la fe de aquella mujer que decía: Si tetigero vestimentum eius, salva ero: Si tocare su vestido, sanaré. Tercero, para cuando le miro: que, pues, sólo mirar la serpiente de metal, sanaba a los hebreos heridos de las sierpes verdaderas, mucho mejor mirar a este Señor bastará para sanarme a mí. Cuarto, cuando no le veo, por estar encerrado, esperando que, con sola su palabra, me puede sanar de donde quiera, y adonde quiera, como dijo el Centurión: Tantum dic verbo et sanabitur anima mea: Di una sola palabra y sanará mi alma. Aquí se me acordó de lo que hizo Cristo nuestro Señor en el cenáculo, el día de la Resurrección; Insufflavit in illis et dixit: Accipite Spiritum Sanctum: Sopló sobre ellos y dijo: Recibid el Espíritu Santo. ¡Oh buen Jesús!, echa desde ahí ese divino soplo y dime: Accipite Spiritum Sanctum: Recibe el Espíritu Santo. También con sentimiento se me ofrecieron aquellas palabras: Dic animae meae: Salus tua ego sum: Di a mi alma: Yo soy tu salud.

 

 

 

XXVI. Esperanza

75. (Spes.) Estando un día muy acobardado para pedir a Dios cosas grandes, viéndome yo tan miserable, topé aquella palabra de que David usa saepe in Psalmo 118: muchas veces en el Salmo 118: In verba tua supersperavi; ut in illo: Defecit in salutare tuum anima mea, et in verbum tuum supersperavi: Como en aquel verso: Desfalleció mi alma suspirando por tu salvación, y sobresperé en tu palabra. Y ofrecióseme con sentimiento especial, que de Dios puedo esperar mayores cosas que según mi flaqueza debiera, porque esta esperanza estriba en la infinita misericordia de Dios e infinitos méritos de Cristo; y esto dice la palabra supersperavi: sobresperé. Y así puedo esperar la unión con él, el trato familiar, los gozos en el padecer, etc. De allí adelante, por aquel tiempo, no me acobardaba para pedir el verme tan miserable, porque miraba la infinita misericordia de Dios que excede a toda miseria, en la cual estriba mi oración; y este mirar es dulcísimo. Ofrecióseme que, como un átomo, puesto entre mí y el sol, no causa impedimento alguno para que el sol no me dé su luz y calor, así todas mis miserias y culpas, si de verdad espero en Dios, y con dolor dellas me acojo a su misericordia, son como un átomo, que no impedirán los rayos de luz y amor que suele comunicar, etcétera.

De aquí eché de ver cómo no había fundamento para tener vanagloria, aunque el Señor oyese mis oraciones y me diese dones, pues todo esto nace de su infinita misericordia y liberalidad, siendo yo muy indigno de todo. Y para reprimir los ímpetus desta pasión, se me ofreció este versículo con que me aprovechaba: Non mihi, Domine, sed tibi sit omnis honor, et gloria: No a mí, Señor, sino a Ti, todo el honor y gloria.

 

XXVII. Mortificatio et abnegatio

(Mortificación y abnegación)

76. (Haec en unos Ejercicios.) La perfecta abnegación consiste en una vigilancia grande para sentir los movimientos desconcertados del alma, y luego reprimirlos y castigarse por ellos. Como un fuerte soldado que está en frontera, que, en viendo venir al enemigo, sale a él y le quita la vida y trata tan cruelmente, que pone espanto a los demás para que no se atrevan, sic: así, etc., Et: Genus pietatis est in hac re esse sibi crudelem: Y: Género es de piedad en esta materia ser cruel con sigo. O, como dice San Juan Clímaco, que, como el gato acecha vigilantemente al ratón, para en saliendo de su agujero cazarle, así el justo acecha a sus movimientos malos para que, en asomando, los cace y destruya. Capite nobis vulpes parvulas quae demoliuntur vineas: Cazadnos las raposillas que destruyen las viñas. Pero cave tibi: guárdate, no te acaezca lo que al gato, que por holgarse y jugar con el ratón, se le escapa y queda con la vida.

77. Estos desórdenes en mis movimientos se reducen a cuatro.

Primero desorden es en pensamientos e imaginaciones, los cuales son desordenados, o por ser de cosas dañosas, o vanas, o impertinentes para el tiempo, o con demasiado ahínco.

Segundo desorden es en las afecciones y quereres, o por ser a cosas prohibidas, como la afición de soberbia, de envidia, de ira, o por ser con modos prohibidos, como la turbación y congojosa afición a estudio para predicar o saber, la turbación y cuidados congojosos cerca de su oficio.

Tercero desorden es repugnancias a obras de virtud, con la tibieza aneja a ellas, como a obras de culto de Dios, de obediencia o caridad con prójimos.

Cuarto desorden es libertad de sentidos, en ver, oír, hablar, andar, saliendo a estas cosas movido de curiosidad, o de ímpetu, o liviandad, etc.

Si en estos cuatro géneros de desórdenes me mortificare y negare, habré quitado los estorbos de alcanzar la unión con Dios y perfecta familiaridad con él, y podré decir: Introduxit me Rex in cellam vinariam, et ordinavit in me caritatem: Introdújome el Rey en la bodega del vino y ordenó en mí la caridad.

Esto sentí en unos ejercicios; y andando con vigilancia, conocí varios movimientos desordenados, y por experiencia conocí lo que dijo Cristo nuestro Señor: Vigilate et orate in intretis in tentationem: Velad y orad, porque no caigáis en tentación.

78. (Razones para aficionarse a la mortificación.) También entendí cómo el amor de Dios pone esta vigilancia y grande deseo de la mortificación, por servirse della para ejecutar sus inclinaciones. Imaginaba al amor de Dios como un río que se reparte por siete brazos, y que con el ímpetu de su corriente él mismo va haciendo la madre y cavando la canal por donde ha de correr, rompiendo lo que le impide. (Amor Dei. Fol. 59, n. 31.) Así el amor mediante la mortificación rompe las dificultades para seguir el corriente de sus inclinaciones.

79. La primera inclinación del amor es a destruir los mayores enemigos que tiene, que son los pecados, y a satisfacer a Dios por ellos, castigando su voluntad y sentidos y carne, como a autores de tanto mal, dignísimos de todo castigo, y porque no se atrevan a otro tanto en adelante; y para esto se sirve de la mortificación, por este fin.

Segunda inclinación, del amor es a crecer in infinitum: infinitamente; deseando más y más conocer y amar a su Dios; y para esto inclinase a romper las dificultades que le estorban el crecer y extenderse, que son las aficiones terrenas: Quia diminutio cupiditatis est augmentum caritatis: perfectio, nulla cupiditas: Porque la disminución del apetito es aumento de la caridad; ningún apetito, la perfección; y esto hace por la mortificación.

Tercera inclinación es a reconocer con debido agradecimiento al autor de su ser, que es Dios, el cual le engendró gratis, y le va nutriendo, aumentando y perfeccionando con el cebo de infinitos beneficios: para esto desea hacerle servicios que le duelan hasta derramar su sangre, y esto hace con la abnegación de sí: Quid retribuam Domino, etc. Calicen, etc.: ¿Qué daré al Señor en retorno de todo lo que Él me dió? Tomaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor.

Cuarta inclinación del amor es hacerse semejante a su Amado, porque con esto será más amado y uno, porque la semejanza es causa de amor: y como la vida de su Amado, Cristo, fué toda mortificación en pobreza, desprecio, dolor y trabajo, por tanto ama la mortificación.

Quinta, es a hacer bien a los queridos de su Amado, que son los prójimos, procurando ganar sus almas para aumentar el patrimonio de su Amado, y servirles corporalmente, porque en ellos está su Amado; y esto no lo puede hacer sin perder mucho de sus intereses y comodidades temporales, para lo cual ama la mortificación.

Sexta inclinación del amor, cuando es perfecto, es ir a verse con su Amado y gozar de su presencia. Presume que dos cosas le pueden detener: primero, no haber cumplido la tasa de méritos que Dios quiere que tenga; segundo, aun después de cumplidos, no haber pagado todas las penas que debe por sus pecados, para lo cual se ha de detener en Purgatorio. Para apresurar lo primero y quitar lo segundo, cébase en la abnegación y mortificación porque sabe que quien vive y muere en cruz, corre mucho y vuela sin estorbo al gozo, pues aun el buen ladrón oyó en la Cruz: Hodie mecum eris in Paradiso: Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Séptima inclinación, y sobre todas, es a cumplir en toda la voluntad de su Amado, por su mayor gloria, anteponiendo ésta a todo su interese y comodidad, etiam (aun) al de ver a Dios; y para esto gusta de mortificar la propia, y acepta toda abnegación, porque así lo quiere su Amado. Y finalmente, como un hombre harto de un manjar precioso tiene fastidio de otros; así el amor halla tanta hartura con solo Dios, que no hace caso de todo lo criado, y así le es facílisimo el mortificarse en no verlo, ni gustarlo, ni poseerlo, etc.

Y muchas veces a este propósito se me ha ofrecido la hartura que la Virgen nuestra Señora tenía con sólo tener a su Hijo, con el cual estaba tan contenta, que ni sentía pobreza, ni se le daba nada del destierro, ni desprecio; como decía la madre de Tobías: Omnia in te uno habentes: Todo lo teníamos en ti solo.

Estas siete inclinaciones, con la gracia que va allanando los caminos, pedía a nuestro Señor.

80. (Mortificatio.) También entendí que esta vigilancia para la mortificación, la debía tener sobre los movimientos de las cuatro pasiones, que son raíz de todas: scilicet: a saber: gozo y tristeza, esperanza y temor; desta manera et est utilissimum (y es utilísima).

Primero, en reprimir los movimientos que se me levantaren, no sólo cuando son en cosas malas, sino en cosas que no me tocan. Porque mirándolo con vigilancia, veo en mí infinitos movimientos de gozos y esperanzas, de tristezas y temores en muchas cosas, que, o son niñerías o imaginaciones, que ni son ni serán, o no me tocan; y éstos ocupan el entendimiento y voluntad; y por ellos se debilita la virtud del ánima, para no emplear estos afectos en Dios.

Segundo, cuando estos afectos fueren de cosas naturales y forzosas, debo deificarlos y referirlos a Dios, y nullo modo: de ningún modo aceptarlos por lo propio mío, procurando en esto la abnegación. V. gr., recibo natural gusto en comer, ver, o estudiar; o en el oficio honroso necesario: debo aquel gusto referirlo a Dios, gozándome en aquellas cosas en cuanto son obra de Dios, y vienen de su mano, iuxta illud: Quia delectasti me in factura tua, etcétera: según aquello: Recreásteme, Señor, con tus obras; y nullo [modo] de ningún modo gozándome [en] ellas por serme sabrosas. Similiter: Semejantemente: ¿Viénenme movimientos de esperar la salud, el oficio?, etc. Procurar que esto lo espere en cuanto ha de venir de la mano de Dios y de su voluntad, y para su gloria; de suerte que sólo Dios sea todo mi gozo y toda mi esperanza, y lo que le ordena para él. Similiter: Semejantemente: ¿Viéneme tristeza o temor de algún daño temporal mío? Procurar que esta tristeza o temor sea del daño, en cuanto nace o puede nacer de mis culpas, de modo que el temor y tristeza se emplee en sólo lo que es perder a Dios o poderlo perder, o lo que se reduce a esto.

81. Tercero: Otro modo hay de refrenar o mezclar estos afectos con sus contrarios, utilísimo: v. gr.: ¿siento gozo de la comida, o honra forzosa, etc.? Despertar actos de tristeza, porque no me tratan como mis pecados merecen, y porque quizá con aquello me premia Dios acá; y por el estorbo que me puede hacer para servir a Dios. Ítem: ¿Viénenme tristezas de las adversidades temporales? Excitar actos de gozo de que me tratan como merezco, y de que Dios con su providencia lo quiere así, y del bien espiritual que de allí me puede venir. Similiter: semejantemente: ¿Viénenme temores de deshonras, trabajos, dolores, etc.? Excitar actos de deseo y esperanza dellos, como de cosa que yo merezco muy bien, y que me puede aprovechar mucho para los fines supra-arriba dichos-. Y al contrario, ¿viénenme movimientos de esperanza de las cosas prósperas, etc.? Excitar actos de temor dellas por el daño que me pueden causar, et propter alia supra dicta: y por lo demás arriba dicho.

82. Deste modo se me ofreció que podía cumplir aquello que dijo Dios a San Francisco: Toma las cosas dulces por amargas, y las amargas por dulces, convirtiendo los gozos y esperanzas temporales en tristezas y temores, y las tristezas y temores en gozos y esperanzas. Y lo del Profeta: Si separaveris pretiosum a vili, quasi os meum eris: Si apartares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Porque en una misma cosa hay algo precioso por que me debo gozar, y la debo aceptar; y algo vil, porque la debo rehusar y pesarme della; v. gr., en la honra que se me hace ratione officii-por razón del oficio-, mirando a mi vileza y a mi soberbia, y a la vanidad de lo mundano me ha de pesar; mirando a que aquello es medio para que mi oficio se haga bien hecho, lo debo aceptar.

XXVIII. En unión de los méritos de Jesucristo

83. (Intentio superexcellens, fol. 59, núm. 30.) Muchas veces he leído en Blosio, encomendar que ofrezcamos nuestras obras a Dios in unione meritorum Jesu Christi Domini nostri: en unión de los méritos de Jesucristo nuestro Señor: mi pobreza, in unione paupertatis Christi: en unión de la pobreza de Cristo; mi obra de obediencia, in unione obedientiae Christi: en unión de la obediencia de Cristo; mis trabajos, in unione laborum et dolorum Christi, et sic de aliis: en unión de los trabajos y dolores de Cristo; y así en otras cosas: id est: esto es: ofrecer mis obras a Dios, unidas y incorporadas con las semejantes que hizo Cristo nuestro Señor para mí. Y dice que desta oblación y unión reciben nuestras obras grande valor, y son muy aceptas a Dios. Y en el libro de Santa Gertrudis he leído muchas revelaciones que le hizo Dios nuestro Señor de lo mismo. Y deseando saber cómo, en rigor teológico, tenga esto verdad, para ejercitarme en esta oblación y modo de referir mis obras; se me ofreció que Dios nuestro Señor, por los méritos de Jesucristo, aplicados por este acto de ofrecimiento, concede alguna particular ayuda, o moción, o inspiración o devoción, con la cual va la obra mejor hecha, y así es más acepta que si no precediera aquella oblación. Y la causa es, porque este acto es muy agradable a Dios, porque en él confesamos ser Cristo nuestro Señor nuestra cabeza, y principio de todo nuestro bien, y nuestro medianero; y pedimos cum obsecratione, alegando sus méritos como títulos para ser oídos. Y así como es a Dios más acepta esta oración: Peto hoc per Iesum Christum Filium tuum: Pido esto por Jesucristo tu Hijo; que no si fuese simple petición; sic in proposito; así en el caso. Luego, por modum impetrationis, por modo de impetración, alcanza mucho este modo de ofrecer a Dios nuestras obras.

XXIX. Exercitium ad ascendendum per gradus in apicem contemplationis

84. Primus gradus est humiliatio, qua homo in conspectu Dei reputat se viliorem cunctis hominibus, et ex corde, omni creaturae se substernit, et insuper omni desolatione ac derelictione se dignum credit, indignissimumque vel minima consolatione et favore Dei.

85. Secundus gradus est oblatio qua homo liberaliter Deo offert omnia quaecumque spiritus Dei per inspirationem exigere potest; specialiter perfectam abnegationem et contemptum sui ipsius, abscissionem omnium sensualium oblectationum quibus inordinate posset cor maculare licet sint res parvae, puta verba otiosa, curiosa, etc.; mortificationem etiam naturalium passionum, ut sunt, inordinata laetitia, tristitia, timor et vana spes, etc.; ac voluntariam resignationem ad carendum omni sensibili seu experimentali gratia et devotione et aliis donis Dei, ad salutem non necessariis; et similiter, promptam voluntatem tolerandi omnia adversa propter Deum, sive sit amissio amicorum, honoris, etcetera; sive sit aegritudo, pressura cordis, infamia, etc. Immo offerre se debet ad tolerandas quascumque poenas hujus vel alterius vitae, seclusa culpa, si Deo ita placuerit ad gloriam suam.

86. Tertius gradus est, petitio qua confidenter homo petit a Deo ipsum nudum et dilectum Deum, ad fruendum eo solo, in suo nudo et inmenso amore; deinde purissimam intellectus illuminationem ad cognoscendum plenissime Dei beneplacitum, et ad perfecte ipsum exsequendurn, et ad cognoscendum plene se ipsum, suam vilitatem, ingratitudinem, et indignitatem omnis boni; ut per hoc se possit perfecte contemmere et humiliare, deinde ad habendam perfectam notitiam omnium verarum virtutum. Potest etíam. alia petere quae ad salutem sunt ei necessaria aut convenientia, sed haec cum resignatione.

87. Quartus gradus, est conformatio qua homo cupit ac studet magis ac magis se dilecto in omnibus conformare: 1.º, exurendo ommem dissimilitudinem vitiorum et defectuum quam in se cognoscit; 2.º, ardenter desiderando et expostulando ornamentum virtutum quibus Christus ornatus est, et praecipue illarum quae relucent in despectissima, dolorosissima et acerbissima morte ipsius, curando sequi Christum, sicut umbra corpus: umbra enim causatur ex luce et corpore interposito: lux est Deus; corpus Christus homo; umbra sit voluntas nostra.

88. Quintus gradus est adhaesio amorosa ad Deum et ad ejus beneplacitum. Debet enim homo vires suas superiores et praesertim virtutem amativam, affectibus frequentibus et penetrativis sursum agere, ut in solo Deo et eius beneplacito quiescat, ita quod nemini placere velit nisi propter Deum; nec aliquid aliud sibi placere velit nisi Deum, et tamdiu in hac adhaesione et unione amorosa ad Deum permanebit, donec ad altiorem gradum a Deo elevetur. Unitus enim sic cum Deo, perseveranter, importuna quadam pulsatione desideriorum, velut ad amici januam confidenter excubabit, donec intromittatur, ut a se ipso deficiens a Spiritu divino feliciter agatur.

89. Sextus gradus est sedula gratiarum actionis oblatio ac omnium operum exercitiorum et spiritualium oblectationum in suum principium unde sumpserunt effluxum, fidelissima reductio; id est in Deum qui cuncta bona operatur in nohis, nihil ibidem de suo fore cognoscens, sed totum gratuita largitione divina fuisse collatum et operatum.

XXIX. Ejercicio para subir por grados a la cumbre de la contemplación

[84]. El primer grado es la humillación, por la cual el hombre, en presencia de Dios, se tiene por el más vil de todos los hombres, y se pone de corazón debajo de toda criatura, y además se cree digno de toda desolación y abandono, e indignísimo de la más mínima consolación o favor de Dios.

[85]. El segundo grado es el ofrecimiento por el cual el hombre liberalmente ofrece a Dios todo cuanto el Espíritu divino por sus inspiraciones le puede exigir; en especial la perfecta abnegación y desprecio de sí mismo: el apartamiento de todos los deleites sensibles con los cuales pudiera manchar el corazón, aunque sean cosas pequeñas, como palabras ociosas, curiosas, etc.; la mortificación de las pasiones aun naturales, como son desordenada alegría, tristeza, temor y esperanza vana, etcétera; y la resignación voluntaria para carecer de toda gracia y devoción sensible o experimental, y de otros dones de Dios no necesarios para la salvación; y asimismo, la pronta voluntad para sufrir por Dios todas las adversidades, sea pérdida de amigos o del honor, etc.; sean enfermedades o congojas de espíritu, infamia, etc. Más aún, debe ofrecerse, a sufrir cualesquiera penas de esta vida o de la otra, quitada la culpa, si a Dios así le pluguiere para su gloria.

[86]. El tercer grado es la petición con que el hombre confiadamente pide a su solo y amado Dios, para gozar de él solo, en su puro e inmenso amor; además, una purísima iluminación del entendimiento, para conocer plenísimamente la voluntad de Dios, y para cumplirla perfectamente y, para conocerse plenamente a sí mismo, su vileza, su ingratitud e indignidad de todo bien; para así poder perfectamente despreciarse y humillarse; luego, para tener perfecta noticia de todas las verdaderas virtudes. Puede también pedir otras cosas que para la salvación le son necesarias o convenientes, pero éstas con resignación.

[87]. El cuarto grado es la conformidad por la cual el hombre desea y procura conformarse más y más en todo con el Amado; primero abrasando toda la desemejanza de vicios y defectos que halla en sí; segundo deseando y pidiendo ardientemente el ornato de las virtudes con que Cristo está adornado, y principalmente las que resplandecen en su deshonrosísima, dolorosísima y acerbísima muerte; procurando seguir a Cristo como la sombra al cuerpo. La sombra se forma de la luz y de un cuerpo que se interpone. La luz es Dios; el cuerpo, Cristo hombre; sea nuestra voluntad la sombra.

[88]. El quinto grado es la unión amorosa a Dios y a su beneplácito. Debe el hombre levantar a lo alto sus fuerzas superiores y, sobre todo, la virtud amativa, con afectos frecuentes y entrañables, para que descansen sólo en Dios y en su beneplácito, de modo que no busque agradar a nadie sino por Dios, ni siquiera que a él le agrade cosa alguna sino Dios. Y en esta adhesión y unión amorosa a Dios debe permanecer hasta que sea elevado por Dios a grado más alto. Unido así con Dios, perseverará, como quien llama con un importuno golpear de deseos, velando confiadamente como a las puertas de un amigo, hasta que sea introducido dentro, para que, desfalleciendo a sí mismo, sea guiado felizmente por el espíritu de Dios.

[89]. El sexto grado es el constante ofrecimiento de acción de gracias y el reducir fidelísimamente todas las obras, ejercicios, y consuelos espirituales, a su principio, es decir, a Dios, que obra todos los bienes en nosotros, conociendo no haber allí nada suyo, sino que ha sido dado y obrado gratuitamente por la divina largueza.

 

XXX. Modus operandi

(Modo divino de obrar)

90. In omnibus operibus tuis, praecellens esto: En todas tus obras sé aventajado. Retrato de divinidad es obrar las obras buenas con paz, sin turbación, con amor, sin interese; con magnanimidad, sin presunción, teniéndolas en poco, aunque sean grandes.

Este retrato de la Divinidad se saca del modo de obrar que tiene Dios.

Propiedad divina es, suma ocupación con suma desocupación, obrándolo todo con tanta paz, como si no obrase nada. In tranquillitate omnia iudicas: En tranquilidad lo juzgas todo.

Propiedad divina [es] obrar y hacer bien con amor, sin esperar interese de sus criaturas: Diligam eos spontanee: Los amaré espontáneamente.

(Infra habetur melius.) Propiedad divina es, obrar por sus amigos con magnanimidad cosas grandes, como si obrara cosas pequeñas, y dar a sus amigos dádivas grandes, como si 1es diera cosas pocas: Dat omnibus affluenter, et non improperat: Da con abundancia a todos y no lo echa en cara.

Propiedad divina es, obrar con magnanimidad por sus amigos cosas grandes, o tan grandes, que no puedan ser mayores, o con tan gran deseo, que teniéndolas por pequeñas esté aparejado a hacer otras mayores, como dijo a David: Si haec sunt pauca addam tibi maiora: Si esto es poco, te añadiré cosas mayores. Nota valde: Nótese mucho.

91. Cuando las obras van desta manera hechas por Dios, son retrato de la Divinidad, y se cumple lo del Espíritu Santo: In omnibus operibus tuis praecellens esto: En todas tus obras procura ser aventajado. Dice in omnibus: grandes y pequeñas, como quiera que sean.

Dios nuestro Señor, tanta perfección de sentidos interiores y exteriores, de miembros y potencias motivas, puso en los animales pequeños, como en los grandes; en los de la tierra, del mar y del aire; tanta perfección tiene una hormiga como un elefante; tanta un ruiseñor como un águila; tanta una sardina como una ballena: Dei perfecta sunt opera: Las obras de Dios son perfectas. Y así el justo tanta perfección, con las dichas propiedades, ha de poner en las obras pequeñas como en las mayores, como se dice de nuestro Padre Ignacio. ¡Oh Dios Eterno!, pinta en mi ánima este retrato de tu Divinidad, para que obre lo bueno con magnanimidad sin presunción, con amor sin interese, con paz sin turbación. ¡Oh Padre Eterno!, dame lo primero por tu Hijo. ¡Oh Hijo unigénito!, dame lo segundo por tu Madre. ¡Oh Espíritu Santísimo!, dame lo tercero por el Padre y por el Hijo y por su Madre.

Este modo de obrar se halló principalmente retratado en Cristo en cuanto hombre; luego, en su Madre Santísima; después, en los apóstoles y algunos santos esclarecidos, que en esto fueron como dioses: Ego dixi: Dii estis, et filii Excelsi omnes: Yo dije: Dioses sois e hijos del Excelso todos: Et: Omnes dii terrae vehementer elevati sunt: Y: Todos los dioses de la tierra grandemente se elevaron con tal modo de obrar.

92. (Magnanimitas.) Magnanimidad es heroica humildad, que tiene en poco grandes honras. Magnanimidad es, hacer cosas grandes, y no estimarse ni envanecerse con ellas. Magnanimidad es, cumplir perfectamente toda la ley y reglas, y tenerse por siervo vil y sin provecho. Bernardo: Magna et rara virtus est, ut magna licet operantem, magnum te nescias, et manifestam omnibus, tuam te solum latere sanctitatem: Grande y rara virtud es que obrando grandes cosas, no sepas que eres grande; y que la santidad manifiesta a todos se te oculte a ti solo.

Estas son las que la Sagrada Escritura (Ioan, 6), llama opera Dei, Quid faciemus ut operemur opera Dei?: ¿Qué haremos para obrar obras de Dios? Obras de Dios son obras mandadas o aconsejadas por Dios y obradas con el modo que suele obrar Dios. Estas siempre son grandes y por eso se pueden llamar cosa de Dios: Iustitia tua, sicut montes Dei: Tu justicia, como los montes de Dios, Est aliquis de domo Saul, ut faciam cum eo misericordiam Dei?: ¿Hay alguno de la casa de Saúl para hacer con él misericordia de Dios? Et: Hoc est opus Dei, ut credatis in eum: Y: Esta es la obra de Dios, que creáis en Él.

Atribuíame a mí lo que dijo Cristo nuestro Señor: Me oportet operari opera Dei (eius, qui misit me), donec dies est (Ioannes, 9): Conviéneme obrar las obras de Dios (del que me envió), mientras es de día.

XXXI. Muerte y juicio

93. (Mors et judicium.) Homuncio, dispone domui tuae, cras forte morieris. Hombrecillo, concierta tu conciencia, quizá morirás mañana. Estas palabras me eran gran freno; o éstas: Villice iniquitatis, vide quid agas, cras forte reddes rationem villicationis tuae. Rentero de maldad, mira lo que haces, que quizá mañana darás cuenta de lo que te dieron a renta.

Dióme Dios a renta las potencias y las virtudes sobrenaturales, como da un caballero sus tierras y heredades a renteros, con dos pactos: primero, que las labren para que den frutos; segundo, que acudan con parte dellos al dueño. Sic: Así Dios, con dos condiciones: que labre y cultive las virtudes, y las mejore, y que acuda con parte; esto es, dándole a él la honra y gloria: y por eso quiere que los frutos sean copiosos, porque se le sigue a él más honra, aunque el provecho es mío.

La cuenta que tengo de dar es de dos cosas: primera, si por flojedad y ociosidad no ejercité las virtudes para que llevasen copiosos frutos de buenas obras, escondiendo el talento sin granjear con él; segunda, si no acudí con la renta, que es, con la honra y gloria de lo ganado y granjeado, hurtándosela y tomándolo todo para mí. Vide quid agas: Mira qué haces.

XXXII. Jaculatorias

94. Oh Domine! Diligam te sicut diligor a Te.

Oh anima mea; ama amorem ab aeterno te amantem!

Ostende mihi, Domine, caritatem tuam, et amorem tuum da mihi.

¡Oh amado, oh amor, oh eterno amador! ¡Amete yo, Señor!

Oh Domine! Aufer a me quidquid mihi obstat ne tibi plene uniar.

Oh dulcissime Jesu, fac me diligere crucem tuam, ut melius impleam voluntatem tuam.

Oh amantissime Jesu, fae me diligere paupertatem, opprobria, dolores et labores, ut sine impedimento ullo placeam bonitati tuae.

Trinitas beatissima, rege memoriam, illustra intellectum, inflamma voluntatem et adiuva impotentiam meam, ut totus tibi plene uniar.

Domine Jesu, da rnihi pro amore tuo prospera mundi despicere et nulla eius adversa formidare.

Anima mea, cogita quae Domini sunt, quomodo placeas Deo.

XXXII. Jaculatorias

[94]. ¡Oh Señor! Amete yo a Ti, como soy amado de Ti.

¡Oh alma mía!, ama al Amor que te ama desde la eternidad.

Muéstrame, Señor, tu caridad y dame tu amor.

¡Oh Amado, oh amor, oh eterno amador! ¡Amete yo, Señor!

¡Oh Señor!, quita de mí todo lo que me estorba unirme plenamente a Ti.

¡Oh dulcísimo Jesús!, dame que ame tu cruz, para que cumpla mejor tu voluntad.

¡Oh amantísimo Jesús!, haz que yo ame la pobreza, los desprecios, los dolores y trabajos, para que sin estorbo alguno dé gusto a tu bondad.

Trinidad beatísima, gobierna mi memoria, ilustra mi entendimiento, inflama mi voluntad y ayuda mi flaqueza, para que me una todo plenamente a Ti.

Señor Jesús, dame despreciar por tu amor las prosperidades del mundo y no temer ninguna de sus adversidades.

¡Oh alma mía!, piensa en las cosas del Señor, cómo darás gusto a Dios.

XXXIII. Premio y castigo

95. (Premio y castigo.) Sobre aquel lugar de San Pablo: Quia potens est depositum meum servare: Porque puede guardar mi depósito: se me ofreció, un día de San Pablo, con mucha fuerza, que tiene Dios dos arcas de depósito cerradas y encubiertas: una donde se depositan las buenas obras y merecimientos de los justos, sin que se pierda ninguno, y de ésta habla San Pablo. Otra donde se depositan las malas obras y culpas de los malos, sin que se olvide ninguna, de la cual dice Moisés, hablando de los pecados de su pueblo: Nonne haec condita sunt apud me, et signata in thesauris meis?: ¿Acaso no tengo yo reservado todo esto en mis adentros y sellado en mis tesoros? El día del juicio se han de abrir estas arcas, y cada uno verá el depósito que entregó, y dará Dios a cada uno su merecido. Hízome gran fuerza lo que se sigue, para no pensar que está lejos este día de la cuenta, en que se han de abrir estas arcas: Iuxta est dies perditionis, et adesse festinant tempora: iudicabit Dominus populum suum, et in servis suis miserebitur: Cerca está el día de la perdición y el plazo viene volando; juzgará el Señor a su pueblo y se apiadará de sus siervos. Por tanto, ¡oh alma mía!, mira bien lo que cada día y cada hora depositas en estas arcas.

XXXIV. Mortificación

96. (Mortificatio.) Nisi granum frumenti mortuum fuerit, ipsum solum manet: Si el gramo no muriere, quedase él solo. Si no te mortificas, y mueres a lo que es mundo, honra y regalo, quedaráste solo; solo, sin la dulce compañía de Dios, que no traba pláticas en la oración con los inmortificados; solo, sin su protección especial, y las especiales ayudas que da a los mortificados; solo, sin fruto de buenas obras, copiosas; solo, sin ganancia de almas; solo, sin consuelos espirituales. Caminarás como a solas en la oración, en el estudio, en la predicación, en el oficio, etc.; y así irás reventando. Por tanto, mortifícate y muere, y luego no estarás solo.

Acuérdate, ¡oh alma mía!, de lo que dijo Cristo nuestro Señor: Qui misit me, mecum est, et non reliquit me solum, quia quae placita sunt ei, facio semper: El que me envió conmigo está, y no me dejó solo, porque yo hago siempre lo que le agrada. Si quieres que Dios no te deje solo, procura en todo hacerle placer; pero esto no podrás alcanzarlo, si no es muriendo a ti mismo: muere, muere, muere para vivir; mira que es penosísima cosa caminar solo por un camino tan áspero, tan peligroso y tan largo.

Si mueres a ti mismo, luego serás digno de que Dios te acompañe y ande contigo, porque al mortificado se hace encontradiza la divina Sabiduría en todos sus caminos y obras, y le entretiene y alienta. Quoniam, dignos se ipsa circuit quaerens, et in viis ostendit se illis hilariter, et in omni providentia occurrit illis (Sapientia, 6): Porque a los que son dignos de ella, ella misma los va buscando y por los caminos se les presenta alegremente, y en todas ocasiones les sale al encuentro. Como el mortificado pierde los cuidados de sí mismo, así los toma Dios a su cargo con toda providencia.

XXXV. Contra la pusilanimidad

97. Nace en mí de dos raíces, que son poca confianza en Dios, y mucho amor de honra y gloria vana; y así, el remedio está en quitar estas raíces.

98. Lo primero, aumentar la confianza en Dios, creyendo firmemente que tiene especial providencia y cuidado de mí, y de todas mis cosas, corporales y espirituales, grandes y pequeñas: de mi vida, salud, honra, contento, oficio, ocupación, lugar, sucesos, etc., y que todo lo ordenará como más convenga para su mayor gloria y mi mayor provecho. Lo cual para mí es certísimo, si yo me fío de Dios, porque él lo ha dicho así: Iacta curam tuam in Domino et ipse te enutriet: Arroja tu cuidado en el Señor, y él te alimentará. Omnem sollicitudinem vestram projicientes in eum, quoniam ipsi est cura de vobis. Nolite solliciti esse, quid manducatibitis, etc. Primum quaerite regnum Dei, et iustitiam eius, et haec omnia adjicientur vobis: Arrojando en Él toda vuestra solicitud, porque Él tiene cuidado de vosotros. No andéis solícitos sobre qué comeréis, etc. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo se os dará por añadidura. Y en particular, confiar certísimamente, que en todos mis trabajos y tribulaciones, perplejidades, angustias y peligros, agora vengan del demonio, agora de los hombres, o nazcan del oficio y ocupación, o de mi ruin natural; sin duda, clamando a Dios, me oirá, y dará lo que le pido, o otra cosa mejor; y esto lo dará luego, o cuando más me convenga. Y esta confianza ha de ser principalmente en la infinita misericordia y liberalidad de Dios, y en los infinitos merecimientos de Cristo nuestro Señor; porque yo, miserable, ni puedo pedir como hijo, ni como amigo, ni como criado fiel, sino como pobre, y pobre importuno, al rico en misericordias, que gusta de que le pidan para dar.

99. El segundo medio es, de mi parte, valerosamente ahogar todos los vanos deseos de agradar a los hombres, por ser honrado y estimado dellos, y atropellar todos los vanos temores de desagradarlos y de ser desestimado dellos; y, con ánimo confiado en Dios, acometer las ocasiones de su servicio que tienen anejos estos temores de desprecios, porque con este acometimiento honro a Dios, y le obligo a que me ayude, pues él dice: Invoca me in die tribulationis; eruam te, et honorificabis me: Invócame en el día de la tribulación: te libraré y tú me honrarás. Y porque San Pedro, con esta confianza, se arrojó en el mar, anduvo sobre las aguas sin se hundir; pero cuando temió y desconfió, se iba a hundir, y por eso le dijeron: Modicae fidei, quare dubitasti? Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

Ítem: cuanto es de mi parte, me tengo de inclinar a que, con igual gloria de Dios, guste de que todas mis cosas desagraden a los hombres, antes que les agraden; y que tengan sucesos adversos; y en lo que lícitamente pudiere, muchas veces hacer algunas cosas de las que menos les suelen agradar, para con esto ir perdiendo este miedo, que tanto estorba en el servicio de Dios.

Avisos espirituales sacados de la oración y meditación

1. Haz por Dios lo que pudieres, y Dios hará por ti lo que no pudieres.

Cumple las cosas pequeñas, y Dios te ayudará a cumplir las grandes.

2. No dilates el cumplimiento de tus propósitos para adelante, porque si agora no haces lo que puedes, cada día podrás menos.

3. Toma las cosas dulces desta vida por amargas, y las amargas por dulces, y tendrás paz.

4. Ten tu cuidado de Dios, y Dios lo tendrá de ti.

5. Sé liberal con tus hermanos, y Dios lo será contigo.

Dales lo que te piden, y Dios te dará lo que le pides.

6. Si deseas cumplir la voluntad de Dios, ¿para qué atropellas una obediencia por ir presto a otra, pues tienes lo que deseas?

7. Si te turbas interiormente en lo que haces, señal es que pretendes algo propio.

8. En mí nada, en Dios todo.

9. Yo soy el que no soy, Dios es el que es.

10.El verdadero amor de Dios, más quiere padecer aquí que gozar; más beber el cáliz de amargura, que el de dulzura.

El verdadero amor de Dios, más busca la gloria de Dios que la suya propia.

11. El verdadero amor, más quiere dar que recibir; y si desea recibir, es para dar.

El verdadero amor, más quiere amar que conocer; más estima la obediencia que la ciencia.

12. Procura hacer todas y solas las cosas que Dios quiere, y habrás cumplido su voluntad.

13. Procura cumplir la voluntad de Dios con prontitud y puramente por ser voluntad suya, y por hacerle placer, y habrásla hecho en la tierra como en el cielo.

14. Tanto amas a Dios, cuanto te aborreces a ti.

Aquel se aborrece de veras, que huye las honras y regalos, y busca los desprecios y dolores.

15. Elige por compañeros de tu vida la pobreza, desprecio y dolor, porque tales fueron los que para sí escogió Jesucristo Señor Nuestro.

16. Por muchas ocupaciones que tengas, procura hacer cada obra con tanta paz y sosiego interior, como si no vivieras otra cosa que hacer.

Mortifica las congojosas ganas de acabar la obra por pasar a otra, o cualquiera otro hipo demasiado, si no quieres que vaya mal hecha.

Estos dos documentos dichos guarda en el rezar el oficio divino y el rosario y otras devociones; en el decir Misa y prepararte y acción de gracias; en el estudiar, hablar, tratar de negocios, etc.; y aun en el mismo comer.

17. Pon mayor cuidado en los servicios que has de hacer, que en los favores que has de recibir.

Las ansias de recibir favores de Dios inhabilitan para recibirlos, porque son indicios de poca humildad y poca pureza de intención, y entibian el cuidado de hacer, poniéndole demasiadamente en el recibir.

El verdadero humilde tiénese por indigno de todos los bienes, y digno de todos los males; indigno de favores, y digno de castigos.

Si sintieres de ti, de verdad, que merecías estar en los infiernos, ni te quejaras de los males que tienes, ni de los bienes que te faltan.

¿Qué te debe Dios, o qué has tú hecho por él, para que te quejes cuando no te da lo que deseas?

18. Si quieres continuamente acordarte de Dios, procura olvidarte de ti.

Acordarse ha Dios de ti, si te olvidares de ti.

Olvidarme de mí, es olvidarme de mi honra, regalo, salud, vida y consuelos, etiam espirituales, y todo interese, si no es en cuanto Dios quiere que me acuerde para su servicio y mayor gloria.

19. Pon más cuidado en la mortificación que en la contemplación, porque el inmortificado busca la oración y no la halla; pero al mortificado la misma oración le busca y halla.

20. Experimentado he, que temor de niños es castigo de soberbios.

Justicia es de Dios, que quien vanamente y sin por qué se gloria, vanamente y sin por qué tema.

21. Cerca está de lo malo, quien por flojedad se contenta con lo menos bueno.

22. Lejos está de lo malo, quien siempre anda a buscar lo mejor.

23. Dios se descubre al que humildemente se encubre.

Dios se encubre a quien vanamente se descubre.

24. Lenguaje terreno es hablar bien de sí, mal de otros y nunca de Dios.

Lenguaje celestial es hablar mal de sí, bien de otros y siempre de Dios o para Dios.

25. Deja la letra comenzada cuando Dios te llama, porque más vale dejar la cosa bien comenzada que mal acabada.

Entonces Dios te ordena, cuando la obediencia tus propias trazas desordena.

26. Suma miseria es ser rico de conceptos y pobre de afectos, rico de verdades y pobre de virtudes.

27. Hombrecillo, Dispone domui tuae, cras forte morieris: Dispón de tu casa, mañana quizá morirás.

28. Retrato de divinidad es obrar lo bueno con paz sin turbación, con amor sin interese, con magnanimidad sin presunción. Supra fol. 108. (N. 90.)

29. Rentero de maldad, Vide quid agas: cras forte reddes rationem villicationis tuae: Mira lo que haces, que quizá mañana habrás de dar cuenta de tu mayordomía.

Meditaciones sobre temas de los ejercicios de San Ignacio

 

 

 

I. Fundamento

1. Fin del hombre.-2. Fin de las criaturas.-3. Indiferencia.

Primero punto es considerar el fin para que fué criado el hombre, que es para servir y amar a Dios en esta vida y gozarle en la otra. Ítem discurrir: quién me crió, por qué me crió, a saber: porque quiso, y para qué me crió, a saber: para servirle; no por su provecho, sino por el mío.

Ponderando, que toda la buena dicha, y honra, y gozo desta vida y de la otra, está en amar a Dios y servirle, que es nuestro fin; y toda nuestra desdicha, descontento y deshonra, está en apartarnos deste fin y perderle.

Y ponderar cómo éste es el fin de mis potencias: de los ojos, lengua, gusto, entendimiento y voluntad; de la salud y vida.

Como quien pregunta a sus ojos: ¿Sabéis para qué os crió Dios? Para ver lo que os puede ayudar a amarle y servirle, et sic de aliis: y así de lo demás. Y confundirme de no lo haber hecho así hasta aquí, y animarme para hacerlo en adelante.

Ítem: fin para que vine a la Religión, a saber: para esto mismo con perfección.

Segundo punto: Considerar el fin para que fueron criadas todas las cosas, fuera del hombre: a saber: para que le ayuden a amar y servir a Dios y salvarse. Las cosas que se perciben con los ojos, oídos; cuantas se gustan, y palpan con las manos; las riquezas, dignidades, oficios, ciencias, regalos, amigos, etc., todo se crió, para que fuese medio de amar a Dios. Y yo, por amar las cosas, he dejado de amar al dador; y, por mi culpa, ellas son causa de entibiarme en el amor y servicio de mi Criador. Avergonzándome desto, y animándome a usar dellas para el fin que Dios las crió.

Ítem: el fin de todas las cosas que trato en la Religión, es para que me ayude a servir a Dios con perfección; a saber: fin del estudio, oficio.

Tercero punto: Ponerme indiferente para todo lo criado, no queriendo más que lo que me ayuda a servir a este Dios: no más, salud que enfermedad, honra que deshonra, etc. Y si me tengo de inclinar, es a lo que más me ayuda, que es trabajo, deshonra, pobreza, etc. Examinar en mi corazón, si hay alguna afición que quite esta indiferencia, y tuerza mi voluntad; y procurar quitarla, para que quede indiferente, como Dios quiere.

Coloquio a Cristo Nuestro Señor, pidiéndole, que, pues vino al mundo a enseñar a los hombres su fin, y el uso de las cosas, y la indiferencia, nos dé luz, amor y fuerzas, para buscar y hallar todo esto.

 

II. Ejercicio de los pecados

Composición de lugar.-1. Multitud de los pecados.-2. Quién es el ofensor.-3. Quién es el ofendido.-4. Por qué se le ofende.


Composición de lugar, que puede servir de punto de meditación, es imaginar a su alma dentro deste cuerpo, como está un reo en la cárcel, con una cadena al cuello, con grillos en los pies y esposas en las manos. La cadena del cuello es la multitud de sus pecados, eslabonados unos con otros por todo el discurso de su vida. Los grillos y esposas son las pasiones y hábitos viciosos, que no la dejan obrar con la entera libertad que desea. Y luego, levantar los ojos al cielo, y mirar a Nuestro Dios, Supremo Juez, sentado en su trono, rodeado de millones de ángeles, y que con rostro airado me están mirando.

Primer punto es considerar la multitud de pecados que he cometido y la cadena tan larga dellos que yo mismo he hecho, después que tuve uso de razón, o después que soy religioso; discurriendo por los siete pecados mortales: soberbia, gula, avaricia, lujuria, ira, envidia, pereza. Ponderando que cada día he pecado, y cada día muchos pecados, y en todas materias (como quien hace una confesión general coram Deo, en presencia de Dios), ponderando en cada uno, una cadena de innumerables eslabones; en la soberbia, tantas vanaglorias, ambiciones, hipocresías, jactancias; vanas pompas en letras, en linaje, en virtud, en todo género de cosas; etc., et sic de aliis: y así en lo demás, por todo el discurso de la vida.

Y luego, levantar los ojos a Dios, mirándole, airado contra mí, y con mucha razón, por ver mi protervia y porfía en añadir culpas a culpas; y con vergüenza decirle: Peccavi super numerum arenae maris, et non sum dignus respicere altitudinem caeli, etc. Pequé sobre el número de las arenas del mar, y no soy digno de levantar mis ojos a lo alto. Pero confiando en que son más infinitas sus misericordias, decirle: Propter nomen tuum, Domine, propitiaberis peccato meo, multum est enim: Por tu nombre, Señor, me perdonarás mi pecado, que es muy grave. (Ps., 24, 11).

Segundo punto es considerar quién soy yo, el que he ofendido a Dios con estos pecados, y las razones que de parte mía había para no los hacer. Las obligaciones son: 1.ª en cuanto hombre; 2.ª en cuanto cristiano; 3.ª en cuanto religioso; 4.ª sacerdote.

Primero, porque soy hechura de Dios, criado a imagen y semejanza suya, y así estaba obligado a servir a mi Criador; pero, en vez desto, le he injuriado, y borrado esta imagen suya con mis pecados.

Segundo, soy esclavo de Jesucristo, comprado con su sangre preciosa, y el esclavo no se había de ocupar sino en servir a su Señor; y yo me he ocupado en ofenderle y servirle flojísimamente.

Tercero, soy religioso, dedicado todo al servicio de Dios, y profeso esto. Pues ¿qué mayor miseria, que profesar fe de cristiano, y vivir vida de profano?, ¿tener estado de religioso y vida de seglar?; ítem, ¿tener estado de religioso y de perfección, y no tratar dello? Considerar el desorden desta vida que he vivido; cómo, finalmente, es suma locura, creer lo que creo y vivir como vivo. Creer que el alma es inmortal y que hay juicio, etc., y vivir tan descuidado. Y en cada consideración destas, alzar los ojos a ver a mi Juez indignado, reconociendo la razón que tiene para estarlo; y pedirle misericordia, etc.

Tercero punto es considerar quién [es] Dios, el ofendido, y las razones que hay de su parte para no le ofender.

Primero, por ser infinita Bondad, Sabiduría, Potencia, etc., digno de ser servido y amado y respetado con infinitos servicios, si fuera posible. Pues, ¿qué mayor maldad que ofenderle y servirle tan mal?

Segundo, por ser Bienhechor infinito que nunca cesa de hacernos singulares mercedes, contándolas todas. Es Criador, Conservador, Redentor, Proveedor, etc. Pues ¿qué ingratitud puede haber mayor que ofender a un tan gran Bienhechor? Estos beneficios se pueden reducir a las cuatro cabezas arriba dichas; a saber: hombre, cristiano, religioso, sacerdote.

Cuarto punto es considerar por qué he ofendido a Dios; a saber: por un regalo de la carne, o un punto de honra mundana, o un interese temporal, que todo se acaba; por cumplir mi voluntad y gusto, o salir con la mía, etc.

Ponderando, pues, estas tres cosas, quién es el que ofende, quién el ofendido, y por qué es ofendido, se conoce la gravedad de la ofensa; y alzando los ojos al juez, se ve cuánta razón tiene de estar indignado.

Y imaginar que me dice: Obstupescite, caeli, etc.: duo mala fecit populus meus; me dereliquerunt, fontem aquae vivae, et foderunt sibi cisternas dissipatas, quae non valent continere aquas: Pasmaos, cielos; dos males hizo mi pueblo: a mí me dejaron, fuente de agua viva, y se fabricaron aljibes rotos, que no pueden contener las aguas. (Jer., 2, 12.)

Coloquio a Cristo Crucificado, ponderando todas sus llagas, como castigos de mis culpas y juntamente medicinas dellas; y pedirle perdón, etc.

III. Ejercicio de las tres potencias

1. Pecado de los Ángeles.-2. Pecado de Adán.-3. Pecado propio.-Tres consideraciones en cada uno.


Primero punto, cerca del pecado de los Ángeles.

Primera consideración, cuán liberal se mostró Dios con ellos; criándolos a su imagen y semejanza, llenos de ciencia, de gracia, caridad y virtudes, en el cielo empíreo, con promesa de eterna bienaventuranza. Y el fin para que les crió fué a el que está en el Fundamento.

Segunda: cuán ingratos y soberbios fueron, envaneciéndose con los dones, no se sujetando a quien se los dió, deseando mayorías y excelencias, no se aprovechando de la luz, ni ciencia, ni virtudes que tenían.

Tercera: cuán terrible y severo fué Dios en castigarlos, quitándoles [los] dones gratuitos, echándoles del cielo, arrojándolos como rayo al infierno, adonde están y estarán en suma deshonra y miseria, ardiendo en fuegos, etc.; y todo esto, por un pecado de soberbia; de todo haciendo reflexión para mi provecho.

Segundo punto: del pecado de Adán. Otras tres consideraciones semejantes. Primera, cuán liberal se mostró con él, criándole a imagen y semejanza suya, en gracia y justicia original, inmortal, impasible, etcétera.

Segunda, cuán ingrato fué a Dios, obedeciéndole por dar contento a su mujer, deseando ser como Dios, etc.

Tercera, cuán terrible [fué] Dios en castigarle, despojándole de la justicia y dones gratuitos, echándole del Paraíso, sujetándole a la muerte, etc.

Tercero punto, cerca del pecado propio. Otras tres consideraciones.

Primera, cuán liberal se ha mostrado Dios conmigo, criándome a su imagen y semejanza, justificándome en el bautismo, poniéndome en el paraíso de la Iglesia y Religión, etc.

Segunda, cuán ingrato he sido contra Dios, con soberbia y desobediencia:-hic, aquí, contar todos mis pecados-, haciéndole guerra con sus dones, siguiendo mi voluntad propia, por hacer placer a mi carne, etc.

Tercera, cuán terrible será en castigarme si no me enmiendo, quitándome sus dones, desamparándome, etc.

Coloquio a Cristo Crucificado, mirando su humildad y obediencia, y pidiéndole gracia para imitarle. Ponderando: primero, la excelencia de la Persona y su inocencia; segundo, la terribilidad de lo que padece por mis pecados; tercero, lo que me castigará a mí por ellos, pues así castigó al inocente.

Aliud: (otro plan)

Primero: cuán liberal ha sido Dios conmigo, haciéndome beneficios infinitos en número y en grandeza, discurriendo por todos ellos: y luego, considerar cuán ingrato he yo sido, haciendo contra Él ofensa infinitas en número y en gravedad, discurriendo por todas ellas, por los siete pecados capitales.

Segundo: cuán terrible se podía mostrar en castigarme por estos pecados, como a ingrato. Aquí se han de traer los ejemplos del pecado de los Ángeles y Adán.

Tercero: Nuestro Señor permite los pecados, para descubrir uno de los atributos: O la rigurosa justicia en castigarlos con castigo eterno, o la infinita misericordia en perdonar sus injurias: primum, lo primero, en los Ángeles malos, Sodoma, Judas; secundum, lo segundo, en David, San Pedro, el buen ladrón.

Mirando mis pecados temblaré si han de ser objeto de la divina justicia o de su misericordia; si tengo de ser vaso de ira y de afrenta, o de misericordia y honra. Lo que de mío merezco es el rigor de la justicia: sed: Non intres in judicium cum servo tuo, etc.: pero: No entres en juicio con tu siervo. (Ps., 142, 2): Domine, ne infurore tuo arguas me, etc.: Señor, no me arguyas en tu furor, etc. (Ps., 6, l.)

 

 

IV. Ejercicio para tener confusión y contrición de los pecados, por la consideración de las grandezas y atributos de Dios Nuestro Señor, y para tener el propio conocimiento

1. Inmensidad y Sabiduría infinita de Dios.-2. Omnipotencia.-3. Infinita Bondad. 4. Terribilidad en el castigar.

Primero punto: estriba en la consideración de la Inmensidad y Sabiduría infinita de Dios, con su pureza suma. Imaginando que Dios Nuestro Señor es una sustancia de inmensa grandeza, extendida por todo este mundo, y toda llena de ojos, para ver cuanto se piensa, dice y hace en todos los rincones dél; y de ojos tan limpios, que no pueden sin asco mirar la maldad.

Y imaginarme a mí, como un gusanillo o arador, dentro desta Divina Inmensidad, tan llena de ojos, y que dentro della, y a vista suya, hice todos los pecados pasados, y hago los presentes, provocándole con ellos a enojo, asco y vómito. Similiter: semejantemente, dentro dél se hacen todos los hurtos, adulterios, etc.

Y confundirme de mi atrevimiento, y desvergüenza, y descortesía, espantándome de que me haya sufrido cabe Sí, y estar en su presencia. Y pedirle perdón, y renovar fervorosamente el propósito de nunca hacer cosa que ofenda a sus limpísimos ojos, y que no se pueda hacer en su presencia. Ítem, mirarme a mí como a un gusanillo o un arador, en comparación de tanta inmensidad, y anihilarme en su presencia, y confundirme de haberme atrevido a ofenderle.

Segundo punto: estriba en la consideración de la Omnipotencia de Dios.

Mirando cómo está en todas las criaturas deste mundo, dándoles su ser, y concurriendo con ellas a todas sus operaciones, de modo que, sin el concurso de la Omnipotencia de Dios, ni tendrían ser, ni podrían obrar, ni ver, ni oír, ni hablar, ni entender, etc.

Y imaginarme a mí dentro desta Omnipotencia Divina, y que al tiempo que pecaba, o peco, uso de la divina Omnipotencia, para ver, o hablar, o hacer la cosa que le ofende. Y es tanta su Bondad, que por conservar mi libertad, no me niega su concurso, ni le niega a las demás criaturas de que uso mal; concurre con el manjar para que dé sabor a mi gusto, aunque el tal gustar sea prohibido, etc.

Y confundirme aquí mucho más de mi loco atrevimiento, que llegué a hacer guerra a Dios con el mismo poder de Dios, y a aprovecharme de su ayuda para la cosa que es su injuria. Y espentarme de la Bondad infinita deste Dios, cómo me da este concurso, tan liberal y prontamente para todo cuanto yo quiero. Y renovar un propósito fervoroso de no usar más dél para cosa que sea contraria a su voluntad.

Tercero punto: estriba en la consideración de la infinita Bondad y Caridad de nuestro Dios.

Mirando cómo este Dios es una Bondad infinitamente amable de todas sus criaturas, y infinitamente amadora y bienhechora universal de todas ellas.

Estos son los tres motivos de amar a una persona: porque es buena, porque me ama, porque me hace bien. Luego, si Dios es bueno infinitamente, y la misma bondad y hermosura, y si nos ama con infinito amor, y nos hace bien, con infinitos beneficios, digno es de que le amemos con todo el amor que nos fuere posible.

Siendo esto así, convertirme a mí, y ponderar lo que hice cuando pequé, aborreciendo al infinitamente amable, al que infinitamente me amaba, y al que infinitamente era bienhechor mío, confundiéndome y espantándome de mi ingratitud y ceguedad, de mi dureza de corazón; y renovando el deseo y propósito de amar de aquí adelante esta Bondad suma, de ocuparme siempre en alabarle, bendecirle, obedecerle y servirle, por quien Él es, doliéndome de lo mal que hasta aquí he procedido.

Tengo de ponderar los beneficios generales y especiales, y cómo cada pecado es contra ellos.

Cuarto punto (para [si] los tres no bastaren), será considerar la terribilidad de Dios en castigar los pecados que se hacen contra su ley y en los que no, por ejemplos, a saber: por el castigo de los pecados de los ángeles, de Adán, del diluvio, de los sodomitas, de Datán y Abirón, y finalmente por la Pasión de su Hijo; y después de todo esto, por un infierno eterno.

Esto estriba en la consideración del atributo de su Justicia rigurosa, porque es sumamente justiciero y castigador de los que no se aprovechan de su bondad y misericordia.

 

V. Ejercicio de los pecados y del propio conocimiento

1. ¿Quién es Dios para conmigo?-2. ¿Quién es Dios en sí?-3. Locura del pecador.


Primero punto es considerar quién ha sido Dios para conmigo, y quién he sido yo para con Él, y cuál es razón que sea de aquí adelante.

Dios para conmigo, desde el punto que me crió, cada hora y momento me ha hecho millares de beneficios naturales y sobrenaturales, y aun antes que naciese los tenía hechos, y ab aeterno quiso hacerlos: discurriendo por ellos.

Yo para con Dios, desde que tuve uso de razón hasta hoy, nunca se pasó día, ni aun hora quizá, de vigilia, en que no hiciese muchos pecados y graves, pagando beneficios con ofensas. Ponderando esta ingratitud y maldad, y animándome a la satisfacción y enmienda, etc.

De aquí, sacar, lo tercero, cuál tengo de ser de aquí adelante, etc.

Segundo punto, quién es Dios en sí, discurriendo por los tres atributos, ut infra: como abajo: y quién soy yo. Dios, infinitamente sabio, que todo lo ve, y en su presencia se hacen las culpas; omnipotente, que todo lo puede y conserva, etc.; bonísimo, digno de ser amado con infinito amor de todas sus criaturas. Yo, un gusanillo, que, de mío, soy nada; lleno de pecados, ignorancias y flaquezas: de mío nada sé, nada puedo, nada valgo, sino es pecar. Y con ser tal, me atrevo contra Dios, y no amo a tal bondad, ni tiemblo de tal poder, ni me avergüenzo de ser tal delante de quien me ve, etc. Sacando confusión y enmienda, etc.

Tercero punto. Ponderar cuánta locura es, que, creyendo lo que creo de Dios y de mí, viva como vivo, y que la vida desdiga tanto de la fe. V. gr.: creyendo que mi alma es inmortal, y que hay juicio, fuego, premio, y todo eterno, y Dios que lo ve y lo ha de juzgar según ello, suma locura, etc. Procurar desengaño, y que la vida se conforme con la fe.

VI. Segundo ejercicio del propio conocimiento

Sobre aquellas palabras: Nisi conversi fueritis et efficiamini sicut parvuli, non intrabitis in regnum caelorum: Si no os trocareis e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. (Mat. 18, 3.)

De infantibus, Dominus: Talium est enim regnum caelorum: De los niños, el Señor: Porque de los tales es el reino de Dios. (Luc., 18, 16.)

1. Imaginarme como un niño recién nacido.-2. Engaños en esta materia y sus peligros y daños.-3. Como el niño, no debo reparar en nada del mundo.

Primero punto. Puesto en la presencia de Dios, imaginarme como un niño recién nacido que: primero, si está sucio no se puede limpiar, si no le limpian; segundo, si está caído en tierra, no se puede levantar, si no le levantan; tercero, si está en pie, no se puede tener, si no le tienen, ni andar paso, si no le llevan; cuarto, si tiene hambre, no puede comer, si no se lo dan; quinto, si tiene frío, o cualquiera otro trabajo, o peligro de enemigos, no se puede librar si no le libran, ni defenderse si no le defienden; sexto, y por remate de sus miserias, ni sabe pedir lo que le falta, ni aun lo conoce para pedirlo.

Pero todo esto suple la piedad y amor de la madre con su providencia maternal.

Tal soy yo, de mío, como este niño, y en tal figura me tengo de poner, aplicándome las seis cosas dichas. Si estoy sucio con culpas, no me puedo yo limpiar dellas, si Dios no me limpia; si estoy caído en tierra, con aficiones terrenas, con desmayos y otras pasiones, no me puedo levantar, si Dios no me levanta: y mirarme muy sucio y muy caído; si estoy algún tiempo en pie con alguna virtud o devoción, ni la puedo conservar ni adelantar, si Dios no lo hace; si tengo hambre o buen deseo, no puedo hartarme, ni cumplirlo, si Dios no lo da; si estoy frío con tibiezas, o tentado de mis enemigos, no me puedo librar dellos, si Dios no me libra. Y finalmente, ni sé orar ni pedir como conviene lo que he menester; y estoy tan ciego, que ni lo sé conocer ni estimar.

Pero todo este mal remedia la piedad y amor infinito de nuestro Dios, que es más que madre, y con su providencia mira por nosotros: y aunque la madre se olvide de su niño, Dios no se olvidará de los suyos.

De todo esto se han de sacar afectos de humillación y confusión propia, desconfianza de sí, temor de su flaqueza y peligro; pero todo acompañado con afectos de agradecimiento a Dios, de amor a esta madre y padre nuestro, de confianza y esfuerzo. Y ponderar la necesidad que tengo de acudir a Dios a menudo en todas las cosas como a mi único y total bienhechor, etcétera.

Segundo punto. Ponderar los engaños que tengo cerca desta niñez espiritual, y los peligros y daños que nacen dellos.

Primero: muchas veces pienso que estoy limpio de culpas y desnudo de aficiones de la tierra, y delante de Dios estoy sucísimo y terrenísimo; por lo cual puedo decir con San Pablo: Nihil mihi conscius sum, sed nom in hoc justificatus sum; qui autem judicat me, Dominus est: No me remuerde la conciencia de cosa alguna; mas no por eso me tengo por justificado. (1 Cor., 4, 4).-Dicis quod dives sum: Andas diciendo: soy rico y hacendado y de nada tengo falta; y no conoces que eres desdichado y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo. (Apoc., 3, 17.)

Segundo: cuando tengo alguna virtud o devoción, fácilmente me aseguro de que duraré y perseveraré, y no la perderé; y a vuelta de cabeza todo se me deshace: Qui se existimat stare, videat ne cadat: El que piensa estar en pie, mire no caiga. (1 Cor., 10, 12.)

Tercero: propongo grandes cosas, pareciéndome por entonces que las cumpliré, y que las tentaciones ni dificultades no me vencerán, y luego falto y me hallo vencido: Ego dixi in abundantia mea: Non movebor in aeternum; avertisti faciem tuam a me et factus sum conturbatus: Yo dije en mi prosperidad: No experimentaré jamás mudanza alguna; apartaste de mí tu rostro, y al instante me hallé en tierra. (Ps., 29, 7 y 8.)

Porque Dios Nuestro Señor no acude con su protección especial a los soberbios, que piensan que se podrán valer por sí, sino a los niños, que se tienen por insuficientes para todo. A los primeros cierra las puertas del cielo, y a los segundos las abre, para que entren en la justicia, paz y gozo del Espíritu Santo.

Tercero punto. Como el niño, ni repara en que le honren por ser hijo de rey; ni [en] que le desprecien por ser hijo de esclavo; ni en que le pongan en cuna blanda y rica, y ricos palacios, o en un establo y pobre portal; ni en que le envuelvan en pañales y mantillas de seda o de jerga: -lo que le dan toma, naturalmente descuida de todo esto y lo deja a la providencia y cuidado de su madre y ama-; tal me tengo de poner delante de Dios Nuestro Señor, como un niño destos, perdiendo los cuidados demasiados de honra o deshonra, de riqueza o pobreza, de regalo o incomodidades, dejando el cuidado desto a Dios, que es mi padre, y mi madre, y mi ama; y tomar lo que Él me diere o permitiere: Jacta curam tuam in Domino, et ipse te enutriet: Arroja tus cuidados en el Señor, que Él te mantendrá-como a niño. (Ps., 54, 23.)

Cuando mucho, entenderé que si me viene alguna honra, o regalo, o comodidad, es por ser hijo de buen Padre y de buena Madre, que es Dios, a quien tengo de atribuirlo: y cuando me viniere algún desprecio o trabajo, es por ser yo ruin por mi persona, y atribuirlo he a mis pecados.

 

VII. Ejercicio de las dos vidas, temporal y eterna, y de la muerte

Introducción.-1. La vida temporal no dura, la eterna sí.-2. La vida temporal se nos da para que ganemos la eterna.-3. Cuán breve es el plazo de esta vida.


Enterarse en esta verdad fundamental de nuestra fe: que, después desta vida temporal, que dura lo que vemos con los ojos, nos queda otra eterna, que durará años infinitos, mientras durare Dios. Y cada vida destas tiene sus bienes y sus males.

Primero punto es considerar, cómo todos los bienes y males desta vida corporal son temporales, que no pueden durar más que la misma vida, y a veces mucho menos, por ser mudables, y trocarse fácilmente la salud en enfermedad, riqueza en pobreza, honra en deshonra, gozo en tristeza, regalo en tormento; y al contrario.

Pero los bienes y males de la otra vida son eternos y sin mudanza. Si la vida comienza con felicidad, honra, gozo, riquezas, etc., así eternalmente durará, sin que jamás se mude ni pierda. Si comienza con infelicidad, ignominia, pobreza y miseria, durará para siempre sin trocarse en contrario.

Y haciendo comparación destos bienes y destos males entre sí, procurar persuadirse, que no hay bien digno de ser amado, si no es el eterno, y el que es medio para ganarle; ni hay mal digno de ser aborrecido, si no es el eterno, y el que es camino para caer en él, conforme al dicho de Cristo Nuestro Señor: Nolite timere eos, qui occidunt corpus, etc.: No queráis temer a los que matan el cuerpo, y no pueden matar el alma. (Mat., 10, 28)

Segundo punto es considerar, cómo toda esta vida temporal nos la da Dios, para que en ella, con nuestra libertad y su gracia, ganemos los bienes eternos, o, por nuestra culpa, los perdamos y incurramos en los males eternos. Porque quien con desorden ama los bienes temporales, o huye los males temporales, contra lo que Dios ha mandado, perderá los bienes eternos y incurrirá en los males eternos; pero quien desprecia por el mismo Dios esto temporal y de todo usa según la voluntad divina, alcanzará los bienes eternos y escaparse ha de los males eternos. Ponderando cuán gran locura es, por amar la honra temporal, perder la eterna, y por huir la deshonra temporal, incurrir en deshonra eterna, y así en lo demás.

Y cuán gran cordura, aborrecer la honra o regalo temporal por alcanzar el eterno, y abrazar la deshonra y pena corporal, por huir la eterna.

Tercero punto es considerar, cuán breve

cuán incierto es este plazo de la vida temporal, para ganar o perder lo eterno. Porque no sé si este plazo y término me durará un año, o un mes, o un día; y que quizá deste día de hoy está pendiente todo mi bien o mal de la eternidad, ponderando aquel dicho: O momentum a quo aeternitas!: ¡Oh momento del que pende la eternidad! Y el otro: Iam securis ad radicem arboris posita est: Ya está aplicada la segur a la raíz. (Mat., 3, l0.) Y el otro: Ubicumque ceciderit lignum, sive ad austrum, sive ad aquilonem, ibi erit: Donde quiera que el árbol cayere, al Mediodía o al Aquilón, allí quedará. (Ecel., 11, 3).-Y procurar, con esta consideración, gastar cada día con tanto cuidado, como si fuese el último.

 

VIII. Ejercicio del infierno

1. ¿Qué es el infierno?-2. Penas de sentido.-3. Penas interiores.-4. Penas de daño.


Primero punto. Considerar qué es infierno. Es una cárcel perpetua, llena de fuego y de tormentos innumerables, para castigar los que mueren en pecado mortal; donde todo lo que se padece es eterno; porque el lugar es eterno; el condenado eterno, que no se puede matar a sí mismo; el fuego eterno, que, quemando, no consume; el decreto de Dios es eterno, inmutable e implacable: Et: In inferno nulla est redemptio: En el infierno no hay redención. (Oficio de difuntos.)

Segundo punto. Considerar las penas de los sentidos exteriores, vista, oído, olfato, gusto y tacto, como nuestro Padre pone en sus Ejercicios, discurriendo por cada uno; y en el del tacto, por todos los miembros, en los cuales causa el fuego tormento particular.

Tercero punto. Considerar el tormento de las potencias interiores: la imaginación y memoria, está fija en sus males, sin olvidarse ni divertirse; el entendimiento los pondera y encarece, de donde nace el vermis conscientiae: el gusano de la conciencia; la voluntad y apetitos, mal que les pese, padecen la violencia de sus pasiones, que son sus demonios y verdugos; tristeza, temor, ira, rabia, impaciencia, desesperación, odio de Dios, de los Santos, de sí mismo y de todos, etc.

Cuarto punto. Considerar la pena del daño, y el tormento que les da carecer de la vista de Dios, de su último fin, del descanso eterno, de la compañía de los ángeles, de la abundancia de todas las cosas, etcétera. Para exagerar esto tendrán entendimiento; y cómo lo perdieron por un deleite brevísimo, etc.

IX. Meditación de la gloria

1. Qué es.-2. Gloria de las tres potencias espirituales.-3. Gloria de los sentidos interiores.-4. Gloria de los cuerpos y de los sentidos exteriores.


Primero punto es considerar qué es la gloria.

Es un estado eterno lleno de todos los bienes que el justo puede desear, y libre de todos los males que puede temer.

Háse de discurrir por todos los bienes desta vida, que tienen perfección, y ponderar que allí se hallan todos con grandes ventajas: honra, riquezas, regalos, paz de conciencia, ciencia, santidad, salud, amigos, dignidades y vida sin fin. Ítem, discurrir por todos los males de culpa y de pena y miseria, y ponderar que [de] todo carece: no hay frío ni calor, ni pestes, ni guerras, ni enfermedades, ni pobrezas, ni infamias, ni envidias, ni iras, ni vicios, ni tentaciones, ni temores, ni muerte, etc. Ítem: todo esto por la eternidad, sin fin, etcétera.

Contraponiendo este estado al del infierno, resplandece más, como lo blanco cabe lo negro; y comparándole con el desta vida, viene a aborrecerse ésta, y desear la otra.

Segundo punto es considerar la gloria de las tres potencias espirituales del alma, memoria, entendimiento y voluntad.

La memoria está llena de gozo, con la recordación de lo pasado, a saber: de las penitencias y buenas obras, y peligros en que se vio, y batallas que tuvo, y con la aprehensión de los bienes presentes, de los cuales no se puede olvidar, ni dejar de estimar con nuevo gusto, sin fastidio; y con la aprehensión de lo porvenir, a saber: de los favores, que ha de recibir continuamente, por toda la eternidad, de Dios.

El entendimiento está gozosísimo con la clara vista de la divina Esencia, y Trinidad de Personas, en que consiste su bienaventuranza, y de Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero, y con las nuevas revelaciones y ilustraciones que cada día recibe.

La voluntad está, sobre todo, llena de amor excesivo de Dios, con sumo gozo de verle y poseerle, unida con unión eterna, inseparable, etc.

De aquí tengo de sacar deseos de llegar a tal estado, y desde luego comenzar a gustar dél, perfeccionando mi memoria, entendimiento y voluntad, ocupándolas en acordarse [de] Dios, en conocer y amar a Dios.

Tercero punto es considerar la gloria de los sentidos interiores, imaginación y apetitos; mirándolos tan quietos, tan enfrenados y rendidos a Dios, libres de distracciones de pasiones: de ira, tristeza, temor, etcétera.; llenos de sabrosísimas imaginaciones y afectos de amor, gozo, deleite, paz, etc.

Cuarto punto es considerar la gloria del cuerpo y de los sentidos exteriores. La vista se ocupará en ver los cuerpos hermosísimos de los bienaventurados, especialmente el de Jesucristo Nuestro Señor y el de la Virgen, y los demás; el oído en oír músicas celestiales que supenden y deleitan; el olfato y gusto en sus objetos, perfectissimo modo: con modo perfectísimo; el tacto y cuerpo todo, gozosísimo con las cuatro dotes de gloria, impasibilidad, claridad, agilidad, sutilidad; y la inmortalidad y eternidad.

De aquí tengo de sacar afectos y deseos de mortificar los sentidos, viendo cuán bien se paga esta mortificación, etc.

 

 

 

 

X. De tres lugares, infierno, cielo y tierra

1. El infierno es para solos malos.-2. El cielo es para solos buenos.-3. La tierra es lugar de buenos y malos.


Dios me puso en la tierra en medio de cielo e infierno, como en casa de probación. Impórtame considerar lo que pasa en estos lugares.

Primero. El infierno es para solos malos, adonde está Dios mostrando su rigurosa justicia en castigarlos y atormentarlos. Tiene todos los males desta vida, con infinito exceso y duración eterna, ut patet: discurriendo; per singula: como se ve discurriendo por cada uno.

Carece de todos los bienes desta vida, corporales y espirituales, sin esperanza de haberlos in aeternum: por toda la eternidad, y sobre todo con suma impaciencia y tristeza, aborreciendo a Dios, etc. Hinc: De aquí, temor de la divina justicia, aliento a padecer y a huir del pecado, etc.

Segundo. El cielo es para solos buenos, adonde está Dios mostrando su infinita liberalidad y misericordia, en premiarlos y regalarlos. Carece de todos los males desta vida, sin temor de caer en ellos, in aeternum: por toda la eternidad. Item: tiene todos los bienes con infinito exceso y duración infinita, unidos en Dios, que es omme bonum, summum, bonum et unicum, bonum: todo bien; sumo bien y, único bien, con su vista, amor y gozo. Hinc: De aquí deseos, esperanza; y comenzar desde acá a imitarlos en la vida, teniendo a Dios por mi bien todo, sumo y único, dándole mi amor todo, sumo y único.

Tercero. La tierra es lugar de buenos y malos, donde está Dios mostrando su justicia y misericordia; pero más misericordia, porque castiga para perdonar y desea que todos se salven. Mientras vivo aquí, estoy en peligro; he de asirme a Dios y mirar, ya su Justicia, ya su Misericordia, ya mirar al infierno, ya al cielo: Misericordiam et judicium, cantabo tibi, Domine: tu misericordia y justicia cantaré, Señor. (Ps., 100, L)

XI. Ejercicio del Rey eterno a semejanza del temporal

1. Ver a Cristo.-2. Oír el razonamiento que hace.-3. Tres géneros de vasallos.-4. Cristo no cesa de llamar en pos de sí.


Primero punto. Considerar a Cristo Nuestro Señor constituido del eterno Padre por Rey de todos los hombres; en lo temporal, muy diferente de los demás reyes, porque vivió en pobreza, desprecio, dolor y trabajo; pero en lo espiritual, lleno de riquezas, sabiduría, poder, caridad, liberalidades, con todas las demás partes de un rey perfectísimo; gozándonos de tener tal rey, y agradeciendo a quien nos le dió, y deseando tener privanza con él.

Segundo punto. El razonamiento que hace a sus vasallos es éste: Mi voluntad justísima es hacer guerra a mis enemigos, demonio, mundo y carne; destruir los pecados y ganar las almas; y así, entrar en el reino de mi Padre. Quien me quisiere seguir en esta impresa, viva como Yo, trabaje como Yo, imíteme en lo que hiciere, y vendrá a recibir premio como Yo, conforme a su trabajo.

Ponderando cuán justa impresa, cuán convenible partido, que viva el vasallo como su Rey, y trabaje como él; ponderando cómo vivió Cristo Nuestro Señor en esta vida. Toda la gastó en trabajos, pobrezas, vigilias, ayunos, oración, obediencia, con perseverancia hasta la muerte, etc.

Tercero punto. Considerar tres géneros de vasallos: Unos que no hacen caso deste llamamiento, ni le quieren seguir ni imitar; y ponderar la sinrazón déstos y el castigo tan bien merecido, por no acudir a rey tan liberal, y poderoso, y bienhechor.

Otros que se ofrecen a seguirle, quedándose con sus honras, haciendas y regalos, solamente contentándose con imitarle en lo necesario para salvarse; éstos hacen bien, pero será corto su premio.

Otros que se ofrecen a seguirle con perfección en todo, viviendo en actual pobreza, como Él; en humildad, abrazando desprecios; en obediencia, etc.; renunciando riquezas, deleites, voluntad propia. Estos son los religiosos, a los cuales se dará muy aventajado premio.

Gozándonos de la merced que nos ha hecho, en darnos fuerzas para seguirle desta manera, animándonos a imitarle cada día más, y esperando que será fiel en premiarnos.

Cuarto punto. Considerar cómo no cesa Cristo Nuestro Señor de llamarnos interiormente cada día con inspiraciones, a que vivamos como Él, imitando su pobreza, humildad, castidad, obediencia y otras virtudes: y a llevar la cruz en pos dél; y cómo, a muchas destas inspiraciones, resistimos y nos hacemos sordos, etc.

XII. Otro modo deste ejercicio, puesto como Nuestro Padre le pone

1. Razones para oír el divino llamamiento.-2. Qué deben hacer los que se resuelven a seguir a Cristo.-3. A qué son llamados los de la Compañía.


Primero punto. Ponderar el llamamiento y las razones que pueden mover a oír el divino llamamiento: son éstas: Primera, ser quien es el rey que nos llama, etc.; segunda, haber bajado del cielo a la tierra a llamarnos con tanto trabajó suyo; tercera, que nos da ejemplo de la vida para que nos llama y va Él delante; cuarta, el premio que nos promete: «Quien viviere como Yo, reinará como Yo»; quinta, el daño de no oírle, descortesía, desconocimiento y castigo.

Punto segundo. Quien se resuelve a seguirle con perfección, entienda que se ha de resolver a hacer guerra a todas las inclinaciones que le llevan al pecado, a su carne y pasiones y codicias; porque en esto consiste el seguir a Cristo: Qui vult venire post me, abneget semetipslum, tollat crucem suam et sequatur me: El que quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. (Mat., 16, 24.)

Esto es pelear debajo la bandera deste Rey. Para esto, cada uno considere los enemigos que tiene dentro de sí, de quien mayor daño recibe, y a éstos se determine hacer guerra; y pida favor a este Rey soberano, de armas y ayudas; persuadiéndose que cuanto más perfectamente le siguiéramos en esto, tanto será el premio mayor.

Tercero punto. Que los de la Compañía de Jesús somos llamados specialiter: especialmente, a seguir a Jesús; y cada día con inspiraciones nos llama a esto, ponderando las razones especiales que tenemos para seguirle, cada uno por los motivos de su vocación primera, y por lo que cada día Dios hace con él para esto.

 

 

 

XIII. Otro tercer modo del mismo ejercicio

1. Quién nos llama.-2. A qué.-3. Qué premio ofrece.-4. Vocación de la Compañía.


Primero punto. Quién nos llama, y las razones que hay para oírle; por ser Rey eterno, infinito, liberalísimo, bienhechor infinito y amorosísimo, que bajó del cielo a llamarnos.

Segundo. Para qué nos llama: a saber: ad duo: para dos cosas: para hacer guerra, etc.; segundo, para imitarle y vivir como Él.

Segundo [bis]. Qué guerra es ésta para que nos llama, a saber: a hacer guerra al pecado, pasiones y vicios, etc.; cuán justa guerra, cuán obligatoria, cuán necesaria, y cómo nos convida con su ejemplo. Item, hacer guerra a los pecados ajenos.

Tercero. Qué premio nos ofrece, a saber: reino eterno por trabajos temporales; ser reyes con Él en su reino por toda la eternidad; item, in hac vita centuplum: en esta vida el ciendoblo.

Cuarto. Esta es la vocación de los de la Compañía, a saber: ser compañeros de Jesús en esta guerra; y cuanto el trabajo fuere mayor, será el premio mayor.

XIV. Segundo ejercicio: de la ejecución de la Encarnación

1. Decreta el Padre Eterno la Encarnación de su Unigénito.-2. Dones de que el alma de Cristo se vió enriquecida, y cómo se ofreció a cumplir la voluntad divina.-3. El Padre Eterno, en atención a esta voluntad, escoge el modo de obrar la redención.-4. Al alma de Cristo, en su primer instante, se le pusieron delante todas las criaturas, y me vió a mí en particular.


Primero punto. Sabiendo el Eterno Padre muchos modos para ejecutar el decreto de que su Hijo se hiciese hombre, o dándole un cuerpo glorificado, como agora le tiene en el cielo, o inmortal y impasible, como fuera en el estado de la inocencia, o criando un cuerpo entero y perfecto de varón, como crió a Adán, nada desto quiso sino que su Hijo se hiciese hombre naciendo de mujer en carne mortal y pasible, sujeto a todas las miserias de los demás hombres, de hambre, frío, cansancio, dolor y muerte: Misit Filium suum, factum ex muliere: Envió Dios a su Hijo, formado de mujer. (Gal., 4, 4.) Et: Voluit per omnia fratribus assimilari: Y: Quiso asemejarse en todo a sus hermanos. (Hebr. 2,27.)

Ponderando lo que el Padre Eterno quiere para su Hijo hecho hombre, que es sujetarlo a las miserias de hombre, renunciando al derecho que tenía de carecer dellas, y de tener gozos y descansos, como Hijo de Dios.

Y aquí debo animarme a agradecer esta merced y procurar querer otro tanto para mí, por imitar a su Hijo.

Segundo punto. Quiso el Padre Eterno que su Hijo, cuanto al alma, estuviese lleno de gracia y virtudes, viendo desde el primero instante claramente la divina esencia, y en ella todas las criaturas del mundo, con todas las obras que habían de hacer.

Y en particular puso los ojos aquella ánima benditísima en tres cosas:

Primero, en la infinita Bondad de Dios, y en los beneficios infinitos que la había comunicado, encendiéndose con esto a amarla con un amor inmenso, deseando se le ofreciese ocasión en que mostrar este amor.

Segundo, puso los ojos en las miserias y pecados infinitos de los hombres, que ya eran hermanos suyos según la naturaleza, doliéndose sumamente de la injuria que hacían a su Padre y del daño que se hacían a sí mismos. Y compadeciéndose dellos, se encendió en un deseo excesivo de remediarlos.

Tercero, puso los ojos en la voluntad del Eterno Padre, que era, de que se encargase de remediar a los hombres; y al punto que la vió, sin más tardanza ni deliberación, con un amor y deseo sin medida, se ofreció a ello, gozándose de tornar este cargo por los motivos dichos: primero, por pagar con esto algo de lo mucho que debía a su Padre; segundo, por volver por su honra; tercero, por remediar a sus hermanos; cuarto, por obedecer a voluntad tan recta y santa: Tunc dixi: Ecce venio ut laciam voluntatem tuam, Deus: Entonces dije: he aquí que vengo para cumplir tu voluntad, oh Dios. (Hebr., 10, 7.)

De todo lo cual tengo de sacar semejantes afectos y propósitos, para imitar a Cristo Nuestro Señor, y deseos de que se ofrezca ocasión en que mostrar este amor, y ofrecerme a su voluntad, etc.

Tercero punto. Viendo el Padre Eterno la voluntad de su Hijo, tan resignada y ofrecida a remediar el mundo, en aquel mismo instante reveló a aquella ánima santísima todos los medios que había de tomar para ejecutar aquel cargo, viviendo en pobreza, desprecio, dolor y trabajo, hasta morir. Descubrióle todo el discurso de la vida que había de vivir; naciendo en un portal, siendo circuncidado, huyendo a Egipto, haciendo oficio de carpintero, predicando, ayunando, orando; y todo el discurso de su Pasión, desde el huerto hasta el sepulcro, sin encubrirle circunstancia ninguna.

Y el ánima santísima, con la misma voluntad y amor, lo aceptó todo, y se ofreció de cumplirlo todo, sin que le quedase tilde ni jota por cumplir; y aún le parecía poco, para lo mucho que deseaba hacer.

Y en este deseo perseveró hasta que en la cruz pudo decir: Consummatum est: Todo está cumplido. (Ioan., 19, 30): Et: Ut cognoscat mundus quia diligo Patrem [et], sicut mandatum dedit mihi Pater, sic facio: Y: Para que sepa el mundo que yo amo al Padre, y que según el mandamiento que el Padre me dió, así obro. (Ioan., 14, 31.)

Y fué el deseo tan grande de cumplir todo esto, que la dilación de cumplirlo le era cruz pesadísima; y esta cruz trajo siempre sobre Sí. En todo lo cual, tengo de hacer reflexión, para agradecer a Cristo Nuestro Señor esta voluntad y deseo, y procurar imitarle en la ejecución de todo cuanto entendiere ser voluntad suya.

Cuarto punto es considerar cómo aquella ánima benditísima de Cristo Nuestro Señor, en aquel primero instante, entre otras criaturas que vió, puso los ojos en mí, y me vió concebido en pecado, sujeto a muchas pasiones y miserias y peligros; y se compadeció de mí, y me amó, y ofreció al Padre Eterno todos aquellos trabajos que había de padecer por todo el discurso de su vida por mí, deseando entrañablemente mi salvación: Qui dilexit me et tradidit semetipsum pro me: Amóme el Señor, y se entregó a sí mismo por mí. (Gal., 2, 20.)

Y en esta consideración tengo de hacer pie, ponderando este amor para conmigo, y sintiéndome obligado a este Señor, por todo lo que hizo y padeció, y animándome a servirle muy de veras.

XV. Otro ejercicio de la Encarnación

sobre aquellas palabras: Sic Deus dilexit mundum ut Filium suum Unigenitum daret, ut omnis qui credit, etc.: Así amó Dios al mundo que le dió a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree no perezca, sino que tenga vida eterna. (Ioan., 3, 16.)

1. ¿Quién es el mundo a quien Dios tanto amó?-2. Medio que escogió para mostrar este amor.-3. Infinitos dones que se encierran en el don de la Encarnación.-4. Contento grande con que el Unigénito de Dios aceptó el encargo de la Redención.


Primero punto es considerar quién es el mundo a quien Dios tanto amó. Es una congregación de hombres, hijos del Adán terreno, concebidos en pecado original, del cual, como de fuente, con su libertad, sacaron otros innumerables y gravísimos contra su Dios, por los cuales merecían ser aborrecidos y desamparados de Dios, y que los quitara todos los bienes temporales de que gozaban, y los castigara con castigos eternos en los fuegos del infierno. Pero, en vez de todo esto, este misericordiosísimo Señor, por sola su bondad, sin otro interese, ama a este enemigo, hace bien a éste que hacía tanto mal; y no sólo no le quita los bienes temporales, sino quiere librarle de todos los pecados y males que tenía, y añadirle otros infinitos bienes.

Y mirándome a mí, como a una parte deste mundo, digno de ser aborrecido y castigado, y viéndome así amado y favorecido, encenderme en deseo de amar tanta bondad, de agradecer tan soberana merced, y de imitar este modo de amor tan desinteresado y liberal.

Segundo punto es considerar el medio que escogió Dios para mostrar este amor al mundo y para remediarle. Porque, teniendo Dios en los archivos de su memoria y sabiduría eterna, escondidos, pero bien sabidos, infinitos modos y medios para librar al hombre y mostrarle su amor, escogió entre todos, no el bueno, ni el mejor como quiera, sino el bonísimo y mejor de cuantos era posible, para mayor honra y provecho del mundo, dándole la cosa mejor que tenía, que era su Hijo Unigénito, para que se hiciese hombre y viviese en el mundo entre los hombres y los remediase. Y mirándome a mí, como a uno de los que son amados y remediados tan cabalmente, como si yo sólo estuviera en el mundo, juxta illud: según aquello: Qui dilexit me: que me amó a mí (Gal., 2, 20), encenderme en amor deste Señor y en deseo de mostrarle este amor en hacer por su servicio, no solamente lo bueno, sino todo lo mejor que me fuere posible, y darme a mí todo a quien se me dió todo.

Tercero punto es considerar los infinitos dones que se encierran en este don; porque, como dice San Pablo, dándonos a su Hijo, con Él nos dió todas las cosas. Danos su gracia, sus virtudes; danos su cielo y bienes eternos; danos su protección y defensa; danos al Espíritu Santo que habite en nosotros y nos rija; danos a Sí mismo, para que toda la Santísima Trinidad venga y more en el justo. Con darnos a su Hijo y a sus merecimientos, nos da ciertas esperanzas y prendas de que nos dará todo esto, y oirá nuestras oraciones, con tal que creamos en su Hijo con fe viva, creyendo lo que enseñó, y obrando lo que mandó, y viviendo como Él vivió: animándome mucho a creer y obedecer a este Señor, para gozar de todos estos frutos.

Y ponderando en todo cómo el infinitamente Bueno, da infinitos dones, con infinito amor, al infinitamente indigno dellos.

Cuarto punto es considerar el gusto y contento grande con que el Hijo Unigénito de Dios aceptó el venir al mundo para remediarle, haciéndose nuestro hermano, y semejante a nosotros en nuestra naturaleza de carne y sangre: tomando forma de siervo, escondiendo la forma de Dios, y descubriendo en esto su infinita caridad y enseñándonos la forma de tener verdadera humildad. Hémonos de gozar de tener tal hermano, y anímarnos a tomar tal ejemplo, ponderando lo que dice San Pablo: Quia pueri communicaverunt carni et sanguini..., ipse similiter participavit eisdem, etc.: Ítem: propter quam causam non confunditur fratres eos vocare: Por cuanto los hijos tienen comunes la carne y sangre, él también participó de las mismas. Item: Por lo cual no se desdeña de llamarlos hermanos. (Hebr., 2, 14.) Item illud: Exinanivit semetipsum, formam servi accipiens, etc. Item aquello: Anonadóse a sí mismo, tomando la forma de esclavo, etc. (Philip., II, 7.)

 

XVI. Modo de tener oración sobre las obras de Cristo Nuestro Señor: natividad, circuncisión, etc.

Composición de lugar.-1. Obra exterior que hace.-2. Afecto interior con que la hace.-3. Fin que pretende al hacerla.


Composición de lugar es ponerse delante de Cristo Nuestro Señor, cómo está haciendo aquella obra que tengo que meditar; y sobre ella ponderar tres cosas; primero, la obra exterior; segundo, el afecto interior; tercero, los fines que pretende.

Primero punto. Ponderar la obra exterior de Cristo Nuestro Señor, v. gr.: su Natividad: en la cual, y en todas, resplandece todo lo que es contrario al mundo, a saber: huir honra, regalo y comodidades corporales; y abrazar pobreza, desprecio, dolor y trabajo; y todo con perfección. Por esto, v, gr., para nacer, deja a Nazaret y las comodidades que allí tenía, y va a Belén, a donde es forzado a escoger un portal y establo donde nacer con sumas incomodidades.

Segundo punto es considerar el afecto interior con que hace aquella obra, a saber: con grandísima afición a la virtud, que en ella ejercitaba; tanto, que todo aquel exterior le parecía poco para lo mucho que deseaba, porque siempre deseaba mucho más. Y de aquí le nacía no dejar de cumplir jota ni tilde de cuanto su Padre le mandó. Y así dijo: Cibus meus est ut faciam voluntatem eius qui misit me, ut perficiam opus eius: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió, y dar cumplimiento a su obra. (Ioan., 4, 34.)

Tercero punto. Ver el fin que pretendía con estos obras, que era darnos ejemplo que imitásemos: Exemplum dedi vobis, ut quemadmodum, etc.: Ejemplo os he dado, para que como Yo hice, así hagáis vosotros. (Ioan, 13', IS.) Y cuánto gusto recibe Cristo de que haya quien se aproveche deste ejemplo, y cuánta pena de que no se haga caso dél.