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    Compendio de pedagogía teórico-práctica
     García, Pedro de Alcántara



     656. Dimensiones de las mesas y los bancos, y distancias entre unos y otros. -Por consecuencia de lo dicho más arriba, es evidente que para determinar estas dimensiones y distancias, de las que depende que el niño guarde la actitud normal, precisa atenerse a ciertas medidas, cuya base hay que buscar en los datos anatómicos del organismo de los niños. Estas medidas han sido formuladas de la manera siguiente:

     a) La longitud de la pierna, desde el muslo a la rodilla, estando el niño sentado y en la actitud antes dicha, esto es, formando las piernas un ángulo recto con los muslos, de la altura del banco o asiento.

     b) La altura de los riñones por encima del asiento, sentado el niño de la manera dicha (formando el tronco del cuerpo con los muslos otro ángulo recto), tomada al nivel de la cadera y aumentada en algunos centímetros (de 3 a 4), da la altura de la arista superior del respaldo del banco.

     c) La cavidad del estómago del niño, colocado éste como acaba de decirse, determina el nivel a que debe encontrarse la arista superior (la del lado del alumno) de la mesa o pupitre.

     d) La longitud de ésta debe ser la suficiente para que los niños estén con comodidad, y en caso de haber más de uno en cada mesa (por ser ésta para dos plazas), pueda cada cual mover libremente los brazos sin incomodar con los codos a su compañero ni ser incomodado por él; generalmente, se considera necesario para cada alumno un espacio de 50 a 55 centímetros, a los que se añaden de 20 a 23 para el juego de los brazos; por término medio, debe darse a cada alumno de 60 a 70 centímetros de espacio lateral.

     e) El ancho del tablero o de la mesa o pupitre (de delante a atrás) variará, según los tipos, de 35 a 45 centímetros.

     f) La profundidad del asiento será igual a las tres quintas partes de la longitud del fémur del niño, o sea a 25 centímetros, por término medio, tratándose de un niño de 1m.55 de talla.

     g) La distancia horizontal entre el respaldo del asiento y la arista posterior (la del lado del alumno) de la mesa o pupitre, equivaldrá al grueso del cuerpo, de delante a atrás, aumentado en algunos centímetros; tratándose de niños de seis a trece años, variará dicha distancia entre 18 y 26 centímetros, según la edad y el desarrollo físico de los escolares.

     h) Por último, la distancia horizontal entre el borde posterior del tablero de la mesa o pupitre y el anterior del banco o asiento debe ser negativa; es decir, que el borde de la mesa avance algunos centímetros (de 2 a 7) sobre el asiento.

     Para la debida inteligencia de esto, conviene advertir que en el tecnicismo de la construcción del mobiliario escolar, las distancias horizontales a que acabamos de referirnos se denominan: positiva o más distancia, la que media entre el borde de la mesa y el del asiento, como sucede en las antiguas mesas-bancos; nula, cuando ambos bordes coinciden en una misma vertical, no quedando espacio alguno libre entre la mesa y el banco; negativa o menos distancia, que es la considerada generalmente como la más higiénica, y la que, por lo tanto, debe adoptarse siempre que se pueda (en su defecto, la nula), la en que el tablero de la mesa avanza algo sobre el asiento; y variable, cuando la nula y la negativa pueden convertirse en positiva, y viceversa, mediante ciertos movimientos del pupitre, del asiento o de ambos.

     657. Medios de obviar los inconvenientes que implican las dimensiones y distancias higiénicas. -Si la reforma del mobiliario que nos ocupa obedece, como hemos dicho, a la idea de acomodar las mesas-bancos al niño para que éste se mantenga en ellas en la posición higiénica, harto se comprende que las mismas mesas-bancos no pueden servir para todos los niños de una clase, pues si fueran iguales todas, resultarían grandes para unos y pequeñas para otros, con lo que se originarían algunos de los inconvenientes que se trata de evitar. Se obvian éstos, teniendo para cada clase, como es de necesidad absoluta, mesas-bancos de distintos tamaños o tipos, a cuyo efecto se han hecho (y debieran hacerse por todos los maestros, como se prescribe en algunos reglamentos escolares) numerosas y variadas medidas en niños de edad, grueso y talla diferentes, con las que se han formado cuadros completos, que pueden servir de guía a maestros y constructores, cualesquiera que sean las escuelas de que se trate. Para las clases comunes en que concurren niños de seis a nueve, diez y once años, no debiera haber menos de cuatro tipos de mesas-bancos, de seis en las muy numerosas, sobre todo si a ellas asisten niños mayores de once años, y de tres en las de párvulos: en los Estados Unidos y en Bélgica, prescriben los reglamentos ocho o nueve tipos.

     Aceptada por la mayoría de los higienistas como la más propia para mantener el alumno en la actitud normal, la distancia entre la mesa y el asiento que hemos llamado negativa o, cuando menos, la nula (siempre que se pueda debe optarse por la primera), se ofrece un nuevo inconveniente, cual es el de la dificultad, no pequeña, que ha de encontrar el niño para mantenerse en pie delante de su pupitre, salir de su asiento y entrar en él. Este inconveniente se ha obviado mediante la llamada distancia variable, que se obtiene por movimientos del pupitre, del asiento o de ambos a la vez, según puede verse a continuación.

     658. Idea de los diferentes sistemas de mesas-bancos. -En efecto, con las distancias negativa y nula, es imposible a los escolares estar ante su pupitre en la actitud vertical y sumamente embarazoso efectuar los movimientos dichos, por falta de espacio; y a darles el preciso para ello, manteniendo las mencionadas distancias mientras los niños escriben y leen, se enderezan las disposiciones peculiares por que se distinguen los diferentes sistemas de mesas-bancos, que fundados en las observaciones y medidas insinuadas antes, se han ideado en número considerable. Todos pueden reducirse a tres grupos, a saber:

     1º. El de las mesas-bancos que convierten las distancias nula y negativa en positiva, y viceversa, por el movimiento del pupitre. -Los tipos principales de este grupo son: el de Kumtse (para dos o más plazas), en el que el tablero del pupitre se halla empotrado en unas correderas que le permiten bajar y subir y, en lo tanto, obtener la distancia nula y negativa mientras el alumno trabaja, y la positiva, cuando se pone de pie, sale y entra; el de charnela (individual y para dos o más plazas), cuyo tablero, dividido transversalmente, se levanta cuando precisa dar esta última distancia; a esta clase corresponde el del célebre oculista de Londres Liebreicht, que le ha dado una disposición especial, en cuya virtud ofrece el tablero una inclinación de 20º para la escritura y de 40 para la lectura; el inglés, de pupitre movible (individual), en el que se obtienen dichas distancias corriendo hacia atrás o hacia adelante el pupitre, que, al efecto, se halla montado en un pie derecho de hierro y provisto de correderas, y el de Cardot (ingeniero de París), en el que el tablero de la mesa se halla articulado a dos palancas que le hacen girar hacia atrás y a adelante, en el primer caso, para dar la distancia positiva, y en el segundo, para la negativa; este sistema, dispuesto para dos plazas, es, sin duda, de los mejores (aunque con modificaciones, el más generalizado también), y su autor quien con más detenimiento y mejor sentido ha estudiado los problemas capitales de estas construcciones, formando cuadros muy completos de medidas, dimensiones, distancias, etc., que generalmente se toman como base por las personas interesadas en los problemas a que se refieren.

     2º. El de las mesas-bancos que convierten las distancias nula y negativa, y viceversa, por el movimiento del asiento. -Sus tipos principales son: el de Kaiser (para dos plazas en general, aunque se construye también para una), que conserva la distancia negativa mientras el alumno se halla sentado y, al levantarse éste, se inclina el asiento hacia el lado del respaldo dentro de un marco, con lo que permite al niño estar de pie, salir y entrar cómodamente, y el de André, cuyo mecanismo consiste en hacer subir y bajar el asiento y el apoyo de los pies para dar las distancias negativa y positiva, según convenga; y

     3º. El de las mesas-bancos que convierten las distancias nula y negativa en positiva, y viceversa mediante movimientos del pupitre y el asiento a la vez. -Son sus principales tipos: el de la Sociedad para el mueblaje de las escuelas de Nueva York (individual y para dos plazas), en el que la tabla del pupitre se halla articulada de modo que puede describir tres cuartos de círculo alrededor de la arista superior del respaldo y aplicarse verticalmente sobre ésta en toda su longitud, y el banco se puede también levantar y replegarse sobre el mismo respaldo; el nuevo modelo de Bapterosses (individual), en el que al movimiento de arriba a abajo que hemos dicho que tiene el asiento en el modelo André (igual que otro del mismo autor), se añade otro análogo del pupitre, que también se mueve de adelante a atrás; y el del Museo Pedagógico de Madrid (para una sola plaza), que teniendo el asiento el mismo movimiento que el de Kaiser, la tabla que forma el pupitre puede levantarse por completo, quedando vertical (para leer), tomar la posición completamente horizontal (para el dibujo lineal), la oblicua necesaria para la escritura (en cuyo caso resulta la distancia negativa) y otra más oblicua, para el dibujo de figura y paisaje, por ejemplo. En nuestro concepto, este modelo es el más aceptable de todos los nombrados, no sólo por bien que responde a las, exigencias higiénicas (se funda su construcción en los datos científicos de Cardot), sino por su sencillez (todo es madera en él) y economía; asiento y pupitre se hallan fijos en una tarima de listones separados, que permiten que el agua de los pies caiga al suelo y el aire circule por debajo.

     659. Consideración especial de los asientos. ¿Deben ser libres o fijos? -La cuestión de los asientos de los pupitres tiene verdadera importancia. De la disposición que tengan depende en mucho que el niño guarde o no la actitud que estimamos higiénica; de aquí la profundidad que hemos dicho que debe dárseles y la necesidad de que tengan un respaldo de cierta altura (656, f), y las prescripciones para que éste sea inclinado ligeramente o cóncavo en la parte inferior y algo convexo en la superior, como el asiento algo inclinado hacia atrás, debiendo presentar ciertas concavidades, etc. Aparte de estas cuestiones y de la relativa a si los asientos y respaldos deben ser seguidos cuando se trata de mesas-bancos para más de una plaza (siempre que se pueda debe procurarse la mayor independencia entre los asientos y sus respaldos, que deben ser independientes entre sí, a fin de que los movimientos de un niño no incomoden al compañero, con lo que la mesa se acercará mucho a la individual); aparte de esto, decimos, lo que más interesa considerar es si los asientos han de ser fijos o libres.

     Lo dicho hasta aquí requiere en verdad que el asiento sea fijo, ya por hallarse unido a la mesa, formando con ella un solo mueble, que es lo más general (sistemas Kumtse, Cardot, Liebreicht, André, Museo Pedagógico de Madrid, etc.), ya, lo que es menos común, por estar sujeto el suelo independientemente de la mesa, como acontece en el modelo Bapterosses y con la mayoría de los ingleses, de pupitre movible; pero en uno y otro caso, ni mesa ni asiento cambian de lugar entre sí, por lo que el niño nada tiene que hacer para guardar la actitud normal que la posición respectiva y fijeza de mesa y asiento le obligan a adoptar. Los asientos libres son independientes de la mesa y no están adheridos al suelo, por lo que el niño mismo es el que debe procurarse la posición que ha detener al leer y escribir, como hace con las sillas de su casa al comer o al trabajar en una mesa ordinaria.

     Sobre cuál de estos dos sistemas es preferible discuten algunos pedagogos. Los que opinan en favor del asiento completamente libre, se fundan en que al hacer que el niño se cuide de guardar la posición higiénica, se le habitúa a sentarse como debe y a hacer lo que corresponde por sí mismo, lo cual implica una acción educadora más racional y fecunda que la mecánica que supone el asiento fijo. Semejante procedimiento puede adoptarse, sin duda (siempre contando con el celo de los maestros), en las clases muy reducidas, y mejor si los niños son mayores de diez años y, desde luego, en las Normales, a cuyos alumnos es conveniente, a fin de que el cuidado de la propia actitud (que creará en ellos un verdadero hábito) y las observaciones de los profesores, les despierten la preocupación de la postura higiénica y de las condiciones de las mesas-bancos escolares; pero en las escuelas ordinarias no pasa de ser una generosa aspiración, no es práctico, por lo que hay que optar por el asiento fijo.

     «Tratándose de la gran mayoría de nuestras escuelas -hemos dicho en otro lugar- el sistema del asiento libre, además de que resultaría al cabo perjudicial para la salud de los niños, por lo mucho que se presta (a despecho de toda la vigilancia que se quiera tener) a que éstos tomen actitudes antihigiénicas, sería un cuidado más y nuevo motivo de trabajo para el maestro, cuya vigilancia se halla constantemente solicitada por multitud de variadas atenciones, para que hayan de añadirse otras nuevas. En las clases numerosas, que en mucho tiempo han de constituir la casi totalidad de nuestras escuelas, es perfectamente ocioso querer dejar encomendado a los esfuerzos de maestros y discípulos el mantenimiento de las distancias negativa y nula, que por lo mismo que han de parecer al niño incómodas -en los principios al menos-, pugnará por hacerlas desaparecer y trocará en una distancia más positiva de lo que, aun aceptándola, pudiera desearse. Los asientos libres ofrecen además el inconveniente, sobre todo en las clases numerosas, máxime si el pavimento es de madera, del ruido que producen los alumnos al sentarse y levantarse, al acercarse al pupitre para escribir, al retirarse de él, etc.»

     660. De algunas otras condiciones de las mesas-bancos. -La inclinación del pupitre es la primera que debe ocuparnos, y acerca de la que varían los higienistas, que proponen desde 10 a 12 (Guillaume) y 15 (Dally, Cardot) hasta 20º que es la que Liebreicht considera como la mejor para la escritura (40º propone para la lectura); la inclinación de 18º, propuesta por Bagnaux, como término medio, parece la más aceptable.

     Que el mobiliario en cuestión sea lo menos complicado posible y tenga el menor número que se pueda de piezas movibles, no sólo para evitar ruidos y facilitar su manejo, sino para prevenir desperfectos costosos o difíciles de reparar, son condiciones que deben tenerse en cuenta, conjuntamente con las de solidez, elegancia y baratura, condición esta última que excluye las maderas caras y, en general, el lujo, que debe posponerse en esto, como en todo, a lo útil, lo cómodo y lo conveniente; con pino o álamo (maderas que abundan en muchas comarcas) se pueden construir excelentes mesas-bancos, destinando el ahorro que resulta de no emplear maderas más caras (roble, nogal, haya), a hacerlas mejor y más numerosas, o a otras atenciones de la escuela (la adquisición de material de enseñanza, por ejemplo). Aunque el hierro fundido resulta económico y se presta a la elegancia y solidez, no debe emplearse sino en localidades en que los desperfectos puedan subsanarse fácilmente; donde esto no pueda ser, son preferibles las mesas-bancos completamente de madera, como los modelos de nuestro Museo Pedagógico, que en cualquier pueblo pueden componerse, y que al cabo resultan siempre más económicas. No conviene a la vista, por el contraste que resulta con el papel de escribir, que los tableros del pupitre estén pintados de negro, como lo están algunas del modelo Cardot; cuando, por la índole y el número de los niños, no puedan dejarse del color de la madera, que fuera lo mejor y es más estético, se emplearán colores neutros, con una maño de barniz que permita lavarlos. Por último, por motivos de limpieza y disciplina, las mesas-pupitres no deben tener cajón alguno, y en su lugar, y a cierta distancia por debajo del tablero, una tabla al descubierto para colocar los libros, cuadernos, etc., de modo que permita la constante inspección del maestro.

     661. Las mesas-bancos en las escuelas de párvulos. -En estas escuelas debe haber, como en las demás, mesas y bancos con sus respaldos correspondientes y acomodadas las dimensiones de unas y otros, a la talla de los niños, por lo que se necesitan de tres tamaños, por lo menos; en la inteligencia de que es aplicable a este mobiliario lo que hemos dicho antes, sobre todo tratándose del destinado a los niños que escriben en papel, cuyos pupitres deberán estar dispuestos de modo que pueda quedar completamente horizontal y estar cuadriculados sus tableros para la práctica de los trabajos y juegos manuales propios de dichas escuelas, disposición que no estaría de más adoptar en las elementales en que no haya lugar ni mobiliario especiales para estos ejercicios. Para los párvulos con quienes se prescinda de la escritura en papel, que han de ser los más pequeños, habrá mesas especiales para dos o más plazas (cinco a lo sumo), cuyo tablero ha de ser horizontal y cuadriculado y tener de 50 a 55 centímetros de ancho y 45 de longitud por alumno; la altura de estas mesas será de 45 a 52 centímetros; la del banco, de 28 a 31, y la del respaldo, de 15 a 18 desde el asiento, el cual tendrá 20 de profundidad. Se comprende que damos estas medidas como término medio, pues necesariamente variarán en algo según el tipo a que correspondan, determinado por las condiciones del desarrollo físico de los alumnos.

     662. La gradería: sus inconvenientes. -En las escuelas de párvulos organizadas según el patrón antiguo se substituyen las mesas-bancos con unos gradines de dos peldaños, situados alrededor de la sala, y, sobre todo, por la gradería, que a la vez que un contrasentido pedagógico, es un elemento antihigiénico. Acerca de ella hemos dicho en el Tratado de Higiene escolar:

     «Si en un concepto es expresión gráfica en la escuela de párvulos del tradicional intelectualismo, que favorece a maravilla, ofrece, en otro, todos los inconvenientes propios del hacinamiento de muchos alumnos en muy reducido espacio, con más los inherentes a la bajada y la subida de niños pequeños por escalones estrechos. Añádase a esto lo incómoda que es para la posición sentada (lo que hace que los alumnos tomen en ella posturas tan reprensibles al respecto de la higiene como al de la urbanidad, cuando se prolongan los ejercicios, lo cual es harto frecuente que suceda) y lo mucho que favorece la inacción y aun el sueño de los niños más pequeños, a los que no siempre pueden interesar las conversaciones y explicaciones que con los mayores sostiene el maestro, el que, por otra parte, no es fácil que pueda atender debidamente y dirigirse a la vez a todos los escolares (de aquí que sólo tome parte activa en los ejercicios el 4 ó 5 por 100 de los alumnos), y se comprenderán sin gran trabajo las razones por que va desapareciendo la gradería de las escuelas de párvulos, en las que más que en ningunas otras se impone la exigencia de que la maestra esté constantemente entre sus alumnos, no se mecanicen los ejercicios y los de carácter físico sean cosa muy distinta de los automáticos (los de levantarse y sentarse, por ejemplo) que, cual si se tratara de polichinelas, se hacen practicar a los pobres niños en la susodicha gradería, para consolarlos y compensarlos, sin duda, de la falta de juego.»

     Debe, por lo tanto, prescindirse en las escuelas de párvulos de la clásica gradería, cual se hace con todas las que se organizan racionalmente, y substituirla por las mesas-bancos y pupitres de que antes hemos hablado.

     663. La plataforma y el mobiliario del maestro. -Si todo maestro debe ejercer la vigilancia de cerca y estar de continuo entre sus alumnos, conversando con unos, haciendo observaciones a otros, reprendiendo a los que lo necesiten, etc., le precisa circular constantemente por entre las mesas, en vez de permanecer sentado delante de la suya y hablar desde ella a guisa de catedrático, como hacen algunos: el sentido educativo que debe dar a su enseñanza y a toda su acción pedagógica requiere que proceda así. De aquí que no deba preocuparse de la plataforma, que como no ha de convertirla en cátedra, no tiene necesidad de que sea elevada (los escalones que en tal caso requiere son un inconveniente), ni menos cerrada, a modo de fortaleza; lo mejor es suprimirla, lo que le permitirá colocar su mesa y asiento donde más convenga (en un ángulo de la clase, recomiendan algunos), sin preocuparse del lugar central, como es común, que corresponde mejor al encerado, delante del cual no debe haber nada que estorbe ver bien a los alumnos las operaciones que en él se practiquen» esto es tanto más hacedero cuanto que el maestro ha de estar sentado raras veces.

     Por lo demás, su mesa y asiento han de acomodarse en lo posible a las condiciones del mobiliario de los alumnos, siendo el segundo libre (silla o sillón), y una y otro modestos, sin que por ello dejen de ser decorosos y de buen gusto. El lujo a este propósito es más censurable, si cabe, que tratándose de las mesas-bancos de los alumnos, por lo que proceden erróneamente los maestros que se afanan por procurarse un mobiliario aparatoso, en el que invierten recursos que acaso hagan falta para remediar verdaderas necesidades; obrar así ofrece además el grave inconveniente de dar un mal ejemplo de vanidad y egoísmo, sobre todo si el resto del menaje de la clase no corre parejas con el que nos ocupa.

     664. Indicaciones acerca de otras clases de muebles escolares. -Después de las consideraciones que preceden, apenas tenemos qué decir respecto de los demás muebles de la escuela: las mismas condiciones de modestia y buen gusto que hemos aconsejado antes deben tenerse en cuenta al respecto de todos ellos y, por consiguiente, de los armarios y vitrinas, de cuyo número y capacidad nadie puede resolver mejor que quien, como el maestro, conoce el espacio y los recursos de que puede disponer. Para conservar y exhibir los mapas, las láminas, etc., hay aparatos (portaláminas, atriles, etc.), tan cómodos como económicos, con los que se llena ese servicio ventajosamente, pues permiten presentar bien esa clase de material de enseñanza sin ocupar mucho espacio ni sobrecargar los muros de las clases, que, como hemos dicho, deben estar todo lo despejados posible: un servicio análogo presta el llamado compéndium, tan común en las escuelas de párvulos. De las estufas y botiquín tratarnos en los lugares correspondientes, y de otros muebles de menos importancia, las necesidades y los medios de la escuela indicarán lo que debe hacer el maestro, quien, para proceder con acierto, procurará informarse de lo que acerca del particular haya: en el Museo Pedagógico encontrará, si lo busca, el auxilio que a este respecto necesite.

     665. Consejos a los maestros respecto de las adquisiciones que hagan de mobiliario escolar. -En lo que se refiere a este mobiliario, como en cuanto atañe al régimen de las escuelas, el primer factor con que precisa contar es el maestro, de cuyas condiciones pedagógicas depende en primer término la eficacia de los elementos de que disponga. Los maestros no deben perder de vista que cuanto concierne al mobiliario escolar, sobre todo a las mesas-bancos de los alumnos, entraña capital importancia, por referirse, como hemos visto, a la salud y hasta la moralidad de los alumnos.

     Un buen maestro puede atenuar mucho los defectos y suplir algunas de las deficiencias del mobiliario inadecuado, redoblando su celo y poniendo a prueba su inteligencia, y cuando la índole de esas faltas no le permita subsanarlas por sí, arbitrará medios para remediarlas, ora valiéndose de la persuasión respecto de las autoridades a quienes incumba satisfacer las necesidades de la escuela (y a este propósito no se le recornendará lo bastante el tacto y la diplomacia en sus relaciones con dichas autoridades), ya acudiendo, con la eficacia de sus esfuerzos personales, a atenuar en lo posible sus efectos. Por el contrario, con un maestro poco celoso, que no sienta entusiasmo por su profesión, el mobiliario mejor acondicionado puede ser inútil y hasta contraproducente.

     El maestro debe tener presente, tratándose del mobiliario a que particularmente se contraen estas observaciones, que, como dice un antiguo proverbio, lo mejor suele ser enemigo de lo bueno. En este sentido, antes de decidirse por tal o cual modelo, deberá estudiar las condiciones de sus clases, enterarse bien de los recursos de que disponga, y ver hasta dónde puede contar consigo mismo. Según lo que de este examen resulte, procederá en la elección a que nos referimos sin dejarse llevar de vanidades y pretensiones mal entendidas, que siempre son malas consejeras, ni menos de emulaciones pueriles, sino conduciéndose en todo reflexivamente y atemperándose a lo factible y preciso. En suma: todas estas cuestiones exigen verdadera circunspección por parte del maestro, el cual no debe olvidar nunca que la intemperancia en el pedir y los entusiasmos del momento, y como tales, irreflexivos, son casi siempre perjudiciales a las reformas más beneficiosas y justificadas, sobre todo cuando lo que se pretende lucha con lo factible y no encaja en la realidad.

     666. Indicaciones bibliográficas relativas a las materias a que se contraen este y los dos capítulos precedentes. Notas concernientes al mobiliario. -Aunque en realidad no todo sea Higiene, es lo cierto que todas las materias tratadas en dichos capítulos suelen referirse a la Higiene escolar, que, en tal sentido, cuenta hoy con una riquísima literatura: desde las condiciones de los locales y el mobiliario y demás materiales de las escuelas hasta las enfermedades dichas escolares y los cuidados que para prevenirlas y tratarlas deben ponerse en práctica, todo se estudia con prolija detención en esa literatura, de cuyos trabajos creemos oportuno citar los siguientes:

     *BAGNAUX. El mobiliario de clase, el material de enseñanza y los museos escolares (una de las conferencias dadas en París a los maestros con motivo de la Exposición de 1878; véase el libro de Buisson sobre ellas -4ª. edición -diferentes veces citado). Se ha hecho de ella una tirada aparte: un volumen en 8º. de 84 páginas, con grabados, 1 pta. París, Delagrave.

     *CARDOT (E.). Tratado de mobiliario escolar. Historia de la mesa-banco. Un vol. en 4º. París, Berthier, 3.50 ptas.

     GINER (D. Francisco). El edificio de la escuela. Un vol. en 16º., de 48 páginas, 0.50 de peseta -Campos escolares. 39 páginas en 4º., 1 pta. Ambos en Madrid, Institución libre de Enseñanza.

     GONZÁLEZ PRATS (Dr. Antonio). Sobre el modo de plantear en Granada las Colonias escolares. Memoria. En 4º. de 120 páginas.

     MARISCAL Y GARCÍA (D. Nicasio). Higiene de la vista en las escuelas. Madrid, lib. de los Sucesores de Hernando. Obra premiada por la Sociedad Española de Higiene. Un vol. en 8º. mayor, 2 ptas. en rústica y 2.50 a la holandesa.

     EL MISMO. Profilaxis de la difteria. Premiada también por dicha Sociedad. Un vol. en 8º. mayor. Madrid, lib. de los Sucesores de Hernando, 1 pta.

     MUSEO PEDAGÓGICO (de Madrid). Memoria sobre la primera y demás Colonias escolares de Madrid que ha realizado desde 1887. Cada una de estas Memorias forma un foll. en 4º., de más de 50 páginas, y en ella se trata de la manera de practicar las Colonias, de los resultados obtenidos, etc.; en la primera se expone, además, el concepto y la historia de esta institución.

     *NARJOUX (Félix, arquitecto). Escuelas primarias y salas de asilo, construcción e instalación. Un vol. en 8º., de 260 páginas. París, lib. de Delagrave, 2.50 ptas. El mismo autor, que tiene reconocida competencia en estos asuntos, ha escrito otras obras sobre la instalación y la construcción de las escuelas públicas en Bélgica y Holanda (en 4º., 7.50 ptas), en Francia y en Inglaterra (lo mismo que el anterior) y en Suiza (ídem, íd.).

     *NONUS (S. A.). Los edificios escolares. Trata de todo lo relativo a los edificios de esa clase y a su mobiliario. Un vol. en 4º. mayor, de 164 páginas. París, lib. de Ducher y Compañía, 5 ptas.

     *PECAUT (Dr. Elie). Curso de Higiene (para uso de las Escuelas Normales). En la primera parte trata de esta materia en general; en la segunda, con relación a la escuela, y en la tercera, de los accidentes. Un vol. en 8º., de 254 páginas, 2.50 ptas. París, lib. de Hachette.

     PORCEL Y RIERA (D. Miguel). Diario de una Colonia escolar. Notas tomadas sobre el terreno. Palma de Mallorca, 1901. Un vol. en 8º. de 258 páginas. Precio, lo que gusten dar las personas que quieran contribuir a las Colonias.

     REPULLÉS Y VARGAS (Enrique María). Disposición, construcción y mueblaje de las escuelas públicas de instrucción primaria. Un vol. en folio de VI-114 páginas y varias láminas, 2ª. edición. Lib. de los Sucesores de Hernando, 5 ptas.

     *RIANT. Higiene escolar. Influencia de la escuela sobre la salud de los niños, Un vol. en 8º., de XII-253 páginas, 3.50 ptas. París, lib. de Hachette.- El mismo autor, que tiene varios interesantes trabajos sobre Higiene, dio a los maestros franceses, con motivo de la Exposición de París de 1878, una Conferencia sobre la Higiene de la escuela. (Véase el libro de Buisson, antes citado.)

     RODRÍGUEZ (Sebastián B.). Higiene escolar en sus relaciones con la miopía. Tesis doctoral. Montevideo, 1891. Un foll. en 4º. mayor, de 97 páginas.

     TORRES CAMPOS (Rafael). La reforma de la enseñanza de la mujer y la reorganización de la Escuela Normal Central de Maestras. Se trata en este folleto del local, mobiliario y material de enseñanza de dicha Escuela. 46 páginas en 4º. mayor, 1 pta. Madrid, principales librerías.

     WILHELMI DE DÁVILA (Doña Berta). La primera Colonia escolar granadina. Memoria en 4º. de 26 páginas y varios cuadros como apéndices. Granada, 1891.

     Tratado de Higiene escolar, por el autor de este COMPENDIO. «Guía teórico-práctica para uso de los inspectores, maestros, juntas, arquitectos, médicos y cuantas personas intervienen en el régimen higiénico de la escuela, construcción de locales y mobiliario, y adquisición de material científico para las mismas.» Edición ilustrada con grabados. Un vol. en 4º., de VIII-285 páginas, 5 tas. Madrid, lib. de los Sucesores de Hernando.

     Colonias escolares de vacaciones. -Circular de la Dirección general de Instrucción pública citada en el número 603. Es interesante de consultar, pues contiene una verdadera y completa Instrucción acerca de la materia.

     En cuanto al mobiliario escolar, en el Museo Pedagógico existen toda clase de noticias y se facilitan cuantos datos de construcción, precio, etc., puedan desearse, así como acerca de los constructores, entre los que figura D. Juan Martín (Madrid, Santa Engracia, 30), que es quien desde hace más tiempo y con más resultados se consagra a la construcción de mesas-bancos y demás muebles escolares.

     Por el interés y la novedad que tiene, debemos citar el siguiente:

     BOTIQUÍN ESCOLAR. Construido por la casa de los Sucesores de Hernando (Madrid) bajo la dirección del autor de este COMPENDIO, y con arreglo al Tratado de Higiene escolar del mismo. El BOTIQUÍN se halla dispuesto en una caja muy bien acondicionada, sólida y elegantemente construida, en cuya parte superior, una vez abierta la tapa exterior que la cierra, se hallan todas las substancias medicinales que debe comprender un BOTIQUÍN ESCOLAR, encerradas en cuarenta y cuatro frascos de cristal, rotulados y numerados a la vez, y colocados en casilleros de modo que, pudiéndose sacar fácilmente de su sitio, no se muevan ni choquen unos con otros; para evitar toda clase de movimientos en los casos en que la caja se traslade de un punto a otro y aun se vuelque, hay otra tapa interior, que ajusta perfectamente sobre los tapones de los frascos. En la misma disposición que los frascos y formando fila con ellos, hay una cocinilla económica de hoja de lata. En la parte interior de la tapa que cierra la caja, convenientemente ajustados a ella y sobre un forro de bayeta azul, se hallan los instrumentos y útiles que deben acompañar al BOTIQUÍN (cuchara, tijeras, espátulas, jeringuilla, sonda esofágica, pinzas, lancetas, etcétera), salvo la lavativa y la ventosa, que ha sido preciso colocar en el cajón destinado a los hemostáticos y contentivos, o sea al tafetán inglés, las vendas, hilas, tiras de tela, algodón en rama, etc. También contiene el cajón a que nos referimos papel-sinapismos de Rigollor, y su capacidad permite que en él pueda conservarse cualquiera otra cosa que se crea conveniente agregar al BOTIQUÍN, el que, no obstante, lo completo y cómodo que es, resulta poco voluminoso, circunstancia que facilita mucho su manejo y colocación en las escuelas. Precio: 125 pesetas.

FIN

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