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Numa
Tragedia en tres actos
Juan Ignacio González del Castillo
PERSONAJES
RÓMULO, rey de los romanos.
TACIO, rey de los sabinos.
NUMA POMPILIO, caballero sabino.
TULIA, doncella guerrera, hija del difunto Remo y sobrina de Rómulo.
HERMILIA, hija de Tacio.
OSTILIO, capitán sabino.
MARCELO, capitán romano.
Séquito de guerreros romanos y sabinos.
Acto primero
La escena representa un frondoso bosque, consagrado al dios Marte. En el fondo, por entre las calles de árboles, se descubre a lo lejos la fábrica de los muros de Roma, y alguna parte de sus edificios.
Escena I
RÓMULO, TULIA, NUMA y MARCELO, por la izquierda, con séquito de guerreros romanos. TACIO, HERMILIA, OSTILIO y tropas sabinas salen por el camino de Roma. Mientras se encuentran en el centro de la escena y ocupan sus correspondientes puestos, se oye siempre música militar.
TACIO ¡Gran Rómulo!
RÓMULO ¡Prudente y justo Tacio!
(Danse las manos.)
TACIO ¡Oh cuántas gracias doy a las supremas
deidades!; pues ceñido de laureles
te vuelven a la patria, que desea
verte colgar la victoriosa espada. 5
RÓMULO En vano Roma mi reposo espera.
¿Por ventura imagina que es tan débil,
tan mezquino el espíritu que alienta
el corazón de Rómulo, que estreche,
que limite su imperio y sus empresas 10
al pequeño recinto de estos muros?
¡Cuánto se engaña, Tacio, si lo piensa!
Marte, mi invicto padre, me ha engendrado
sólo para la gloria; y la diadema
que he sabido forjarme, será digna 15
de mi preclara sien, cuando comprenda
en su círculo inmenso todo el Orbe.
Hasta entonces no aguarde que mi diestra
la regia espada envaine, ni que el ocio
de mi cabello arranque la cimera. 20
TACIO Sigue tu inclinación; pero permite
al cansado guerrero alguna tregua.
Deja, pues, que en su hogar se cicatricen
las hondas llagas que aún solapa y cierra
el polvo del combate. Ya diciembre 25
empieza a marchitar las verdes selvas,
a engreír los humildes arroyuelos,
a esparcir por las faldas de las sierras
las perezosas nieves. Luego ¿adónde
pretendes conducir esa caterva 30
de infelices, si un lustro de trabajos
ha consumido sus robustas fuerzas?
RÓMULO ¿Adónde me preguntas? A la cumbre
de la inmortalidad; adonde llegan
los que arrostran constantes los peligros; 35
no las almas vulgares que rastrean,
por el inmundo cieno, los placeres.
TACIO ¡Oh, cuán opuestas son nuestras ideas!
¿Cuál, Rómulo, es tu gloria? ¿Ese fantasma
que vanamente abrazas; que veneras 40
más que a los mismos dioses? Yo te miro
penetrar en su obsequio rudas breñas,
vadear hondos ríos, hollar riscos;
aquí un pueblo reduces a pavesas;
allí talas la mies, dulce esperanza 45
del simple labrador; allá encadenas
la vencida falange; ante tu carro
la Humanidad se humilla; todo tiembla;
todo al fin se anonada; y, victorioso,
te presentas después a nuestras puertas, 50
¿Pero qué puede aquí lisonjearte?
¿La abundancia? No hay brazos que la tierra,
con el arado, rompan. ¿Las matronas?
Casi todas sollozan y lamentan
el desastre del hijo, del consorte. 55
Los huérfanos gimiendo te rodean;
los jóvenes, en fin, ven con espanto
el insufrible afán que les espera,
en esos rostros pálidos, en esos
esqueletos que cercan tus banderas. 60
¿Y ésta es tu gloria, Rómulo? ¿Equivale
la estéril vanidad de tus proezas
a la sangre de un hombre? ¡Qué delirio!
Cada vez que meditas una empresa,
que la ciega ambición te precipita 65
contra la Humanidad, Naturaleza
se estremece, suspira, y se arrepiente
de haber puesto en tus manos la tutela
de tantos infelices como guías
a ser, de una ilusión, funesta presa. 70
RÓMULO Basta ya de lección; y no presumas
que el haber dividido la diadema
contigo, tus delirios autorice.
TACIO Si son delirios, ruégote que seas
con mis cansados años indulgente. 75
Con todo, ilustre Rómulo, quisiera
que apreciases la causa que me obliga
a refrenar tu ardor. Sí; cuando en esa
dilatada llanura, que pomposo
el padre Tíber con sus aguas riega, 80
intentaban romanos y sabinos
terminar con las armas sus querellas,
las matronas sabinas, destrenzadas,
penetrando en tropel por entre densas
pirámides de polvo, y despreciando 85
una lluvia de dardos y saetas,
se arrojaron en medio de ambas haces.
Sus clamores, sus lloros y ternezas
no sólo mitigaron nuestras iras,
pero hicieron también que aquellas diestras 90
que destrozos y horrores anunciaban,
fuesen lazos de fiel benevolencia.
Tú entonces me dijiste: «Noble Tacio;
unamos nuestros pueblos. Roma sea
nuestra patria común. Tus canas dicten 95
las pacíficas leyes, y la guerra
tan sólo agite mi robusto brazo.»
Yo cedí a tus instancias y promesas,
y ocupamos un trono. Desde entonces 100
el romano en mi amor experimenta
los desvelos de un padre, de un monarca
que en sus felicidades se interesa.
Así, cuando lo miro, en un abismo
de inmensos males, suspirar la ausencia 105
de la adorable Paz, que consternada
se cubre el rostro cándido y se aleja
del formidable estruendo de tu carro,
no extrañes que a tus ojos compadezca
su desgraciada suerte, y que mis canas 110
alguna vez, ¡oh Rómulo!, se atrevan
a emprender el delirio (lo confieso)
de suspender tus bélicas tareas.
RÓMULO Suspiráis por la paz; ¿pero qué puede
anhelar un decrépito que apenas 115
sostiene el frágil polvo que lo abruma?
Déjate de consejos. No pretendas
comunicarme el hielo de tus labios.
No me instruyas. Yo sé que el hombre fuera
dichoso, si jamás en sus campiñas 120
se oyese el trueno de la infausta guerra.
Pero el Cielo dispone que los bienes
alternen con los males, y la horrenda,
la furiosa discordia, entre los pueblos
funestos celos y ambiciones siembra. 125
Roma yace en la cuna, y ya la miran
sus vecinos con odio; ya se quejan
de su prosperidad, y ya consultan
los sanguinarios medios de perderla.
Pues antes que la envidia ponga en obra 130
sus pérfidos designios, desvanezca
Roma la tempestad que le amenaza,
y en alimento el tósigo convierta.
Vamos, Marcelo, al templo.
(Vase por el centro con todo el séquito, y TACIO detiene a NUMA.)
Escena II
TACIO, NUMA y TULIA.
TACIO (Con recato.) Espera, Numa
NUMA POMPILIO Mi bien; Tacio me llama.
TULIA No se pierda 135
tan feliz ocasión. Ven a las aras;
ven, Numa; cesarán las ansias nuestras.
NUMA POMPILIO No tardaré en seguirte, dueño mío.
(Vase TULIA por donde los demás.)
Escena III
TACIO y NUMA.
NUMA POMPILIO ¿Qué me ordenas, señor?
TACIO Ya, Numa, observas,
el tedio, el menosprecio, la ojeriza 140
con que escucha mis fieles advertencias
el inflexible Rómulo. En el pecho,
présago el corazón me anuncia extremas
calamidades. Sí, querido Numa;
la ambición, la crueldad y la soberbia 145
que forman el carácter de ese altivo
conquistador, se inflaman, se exasperan,
luchan ya con furor por arrancarse
la máscara que oculta sus violencias.
Un día ha de llegar en que descubran 150
su natural aspecto. ¿Y quién en esa
terrible situación será el apoyo
del mísero sabino? Ya mis fuerzas
el tiempo ha disipado. Flaco y viejo,
vacilo sobre el borde de la huesa; 155
y mi débil cerviz se doblaría
si el acerado yelmo la oprimiera.
Otro brazo es preciso más robusto
para oponerse al choque de esa fiera
que intenta devorarnos. Sí, mi Numa 160
Tu sangre, tus virtudes son las prendas
de nuestra libertad. Desde este instante
confío a tu valor y a tu prudencia
el timón de esta nave que, entre escollos,
difícil rumbo sigue. Yo en la selva, 165
encorvado hacia el polvo que me llama,
pediré sin cesar a las supremas
deidades de Sabinia, que en los brazos
de mi adorada Hermilia...
NUMA POMPILIO Tacio, espera
¡Hermilia!... ¡Cielos santos!...
TACIO ¿Qué te turba! 170
¿Carece, por ventura, de belleza
la heredera de Tacio? ¿No son dignas
sus virtudes del trono?
NUMA POMPILIO Señor, cesa.
No imagines que pueda ser injusto
con los divinos méritos que elevan 175
la posesión de Hermilia. Su hermosura
corresponde a la cándida, a la ingenua
simplicidad de un alma que han formado
las lecciones de Tacio. Mas mi estrella...
Tacio. ¿Por qué enmudeces, Numa? ¿No me debes 180
cuidados paternales? ¿No son éstas,
estas débiles manos las que siempre
te han dirigido por la recta senda
de la santa virtud, después que el hado
te expuso, tierno infante, a la inclemencia 185
de mísera orfandad? Pues ¿por qué dudas?
¿Por qué a un amigo, a un padre, no revelas
tus sentimientos? ¡Ay querido hijo!
Yo sé la natural delicadeza
de tu sencillo pecho, Algún objeto 190
perturba tu quietud. Habla; no temas;
descansa en mi amistad.
NUMA POMPILIO Señor perdona
si yo puedo adorar otra belleza
que la de Hermilia.
TACIO ¡Ah Numa; que has burlado
todas mis esperanzas! ¡Tantas penas 195
por educar al héroe de la patria,
al digno sucesor de la diadema,
al esposo de Hermilia, y este premio
recibe mi vejez! ¡Ah, no creyera
igual ingratitud!
NUMA POMPILIO Señor, no culpes 200
a un desgraciado; culpa a la influencia
del hado, que me arrastra a ser trofeo
de esta ardiente pasión.
TACIO Mas ¿qué sirena
tu razón adormece? ¿Quién a Hermilia
despoja de este triunfo?
NUMA POMPILIO ¡Suerte adversa! 205
¿Por qué me hiciste amarla?
TACIO Acaba, Numa
NUMA POMPILIO Tulia, señor...
TACIO ¿Qué dices? ¿Esa fiera
que instruye el feroz Rómulo en el arte
del horror y el estrago?
NUMA POMPILIO No la ofendas.
Tú no conoces, no, sus sentimientos. 210
TACIO Más que su loco amante. La perversa
¿no vio saltar al golpe de la espada,
por las gradas del trono, la cabeza
del inocente Remo, su buen padre?
¿Y cuál fue su dolor? Besar la diestra 215
del fratricida Rómulo, olvidando
la triste sombra, que venganza anhela.
NUMA POMPILIO Mas ¿qué pudiera hacer la débil Tulia?
TACIO ¿Débil con tan crüel, tan fiera escuela?
Sacude ese letargo. En los peñascos 220
del monte Palatino, entre catervas
de atroces forajidos, fundadores
de este Imperio, que ensanchan las violencias,
se arrulló esa beldad. Sí; cuantas manos
cometían delitos y torpezas 225
en remotos países, acudían
a ser apoyo de la débil huella
de tu adorada Tulia. Tú la has visto
seguir, como una furia, las banderas
del inhumano tío; complacerse 230
en las tristes y trágicas escenas
de sus conquistas, ¡Ahí ¿Fue, Numa, entonces
cuando te cautivó? ¿La hallaste bella
cuando lanzaba el dardo? ¿Cuando hendía
el acerado arnés? ¿Cuando, sangrienta, 235
por montones de estragos penetraba?
¡Quién, dioses inmortales, quién creyera
que en el fatal regazo de la muerte
se arrullase el amor!... Mas ¡qué demencia!
No es amor quien te abrasa. El sacro fuego 240
de este afecto se enciende y se conserva
sólo entre las virtudes. Un impulso,
un apetito, sí, de tu flaqueza
perturba tu razón. Cuando en sus brazos
la nube de tu error se desvanezca, 245
cuando la posesión cubra de hielo
ese ardiente volcán que ahora te quema,
entonces el fastidio, los pesares,
el arrepentimiento, la tristeza
serán los vengadores de la patria, 250
del desprecio de Hermilia, de la ofensa
que haces a mí bondad...
NUMA POMPILIO ¡Oh padre mío!
No aumentes mi congoja
TACIO (Enternecida.) ¡Falso, cesa!
¿Qué quieres de este anciano? ¿Yo tu padre?
¿Por qué con ese nombre me recuerdas 255
mis frustrados desvelos? ¿No rehúsas,
el cetro que te ofrezco? ¿No desprecias
el corazón de Hermilia? ¿No abandonas
a tu afligida patria? ¿Pues qué esperas?
Llámame tu enemigo; y Tacio, entonces, 260
sabrá escucharte, ingrato, con firmeza.
NUMA POMPILIO ¡Cielos! ¿Yo tu enemigo? Nunca, Tacio.
Conozco mi delirio. Tú despiertas
mi aletargado pecho... ¡Pero Tulia!...
Sí; cederá el amor a la obediencia. 265
Yo lo juro, señor, en estas manos
paternales, que riega mi terneza
con amorosas lágrimas... Deidades;
dadme, para cumplirlo, resistencia.
TACIO ¡Qué escucho, justo cielo! ¡Aún resplandecen 270
las virtudes en Numa! ¡Oh hijo, llega
y estréchame en tus brazos! ¿Conque triunfas
de tu ciega pasión?
NUMA POMPILIO ¡Ah! No pretendas
que duplique, señor, con repetirlo,
mi funesto martirio.
TACIO Bien; tu pena 275
quiere algún desahogo. Ya te dejo.
Pero no olvides, Numa, que en la tierra
siempre la dura lid de las pasiones
es la más formidable; y el que quiera
colocarse al nivel de las deidades 280
se debe ejercitar en esta guerra.
Escena IV
NUMA, solo.
¿Conque ya perdí a Tulia?... ¡La he perdido!...
¡Ay qué horrores se abultan en mi ideal...
¡Sin Tulia!... ¡Sin mi bien!... ¡Ah! ¡Triste día,
no me alumbres; tus luces son funestas!... 285
¿Adónde huiré de mí?.. Robustos troncos,
prestadme, por piedad, vuestra dureza...
Ya no tengo constancia; por instantes
mis ansias, mis dolores se acrecientan...
¿Qué has prometido, Numa? ¿Cómo sabes 290
que en los duros combates que te esperan
triunfará tu virtud?.. Sagrados cielos;
¿cuál será su dolor, cuál su demencia
viendo mi ingratitud? Las blancas manos
torcerá con despecho; y en sus quejas 295
me culpará de falso, de inconstante.
¡Ay!, no es posible, no, que Numa pueda,
Numa, que la idolatra, ver su llanto,
ver su amargo dolor con entereza.
No podré resistir.. Tú, amada Tulia, 300
borrarás con tus ojos mis promesas;
tú me verás postrado, reiterando
los amorosos votos, las ternezas,
los juramentos... ¡Ah!, ¿qué he proferido?
¿Ya me olvido de Tacio? ¿Ya desprecias 305
la voz del patriotismo, infeliz Numa?
El amor, los afanes, las finezas
de un rey que me ha educado, que me ofrece
la mano de su hija, que me entrega
su cetro y que su pueblo me confía, 310
¿no merecen la heroica recompensa,
el grande sacrificio de vencerme,
de ahogar esta pasión? ¡Dura sentencia
pronuncia mi deber! Tulia; permite
que triunfe la virtud Mas, ¡ay!, no creas 315
que llores sin venganza tus agravios...
Pronto, pronto, mi bien, verás deshecha
la pesada cadena de mis días
al impulso fatal de tantas penas.
Escena V
NUMA y TULIA.
TULIA ¿Qué haces, mi bien?
NUMA POMPILIO ¡Qué miro, cielos! ¿Dónde, 320
dónde me esconderé de su belleza?
TULIA Detente, dulce dueño. ¿Adónde partes
con tanta agitación? Rómulo espera
con los sacros ministros, para unirnos.
NUMA POMPILIO ¿Qué dices?
TULIA No lo extrañes. Él proyecta 325
ocupar sólo el trono; y recelando
que tu valor se oponga a sus ideas,
solicita ganar por este medio
tu corazón. Ven, Numa; ¿qué recelas?
¿No me sigues?
NUMA POMPILIO ¡Ah Tulia! No me aflijas. 330
Déjame por piedad... El Cielo ordena
que te pierda, y no cese de adorarte.
TULIA ¡Qué oigo, dioses!¡Perderme?¿Quién intenta
un lazo desatar que amor ha unido?
¿Quién será el insensato que pretenda 335
irritar mi pasión?
NUMA POMPILIO ¡Ah! Por los dioses
te suplico, mi bien, que me aborrezcas,
que a un infeliz olvides, y respetes
los decretos del hado
TULIA ¡Ingrato; cesa,
y no dores con vanas permisiones 340
tu falsedad! ¿Qué numen se interesa
en desunir dos almas? ¿Te ha mandado
algún mensaje el Cielo, en que te ordena
la traición, el perjurio, la inconstancia?
Perverso; no profane tu vil lengua 345
los divinos decretos. Di que faltas
a la fe prometida, que atropellas
los juramentos, sí, que eres mudable,
fementido, traidor... ¡Ay!, que me incendian
el corazón las furias... El abismo 350
todos sus monstruos en mi pecho alberga...
¡Crédula!... ¡Que escuchase los halagos
de un alma tan infiel!... ¿Por qué la tierra
entonces no se abrió bajo mis plantas?
¿Por qué sus rayos en la sacra diestra 355
tuvo ociosos el Padre Omnipotente?...
Pero no; no te jactes. Falso; tiembla
los rigores de Tulia. Te declaro
un eterno rencor. Sí; como fiera
me lanzaré a tu pecho, donde ansioso 360
mi ardiente labio de tu sangre beba.
Yo te lo juro, Numa; yo lo juro
a los Genios que guardan estas selvas;
lo juro al sumo Jove...
NUMA POMPILIO (De rodillas, tomándole la mano.) Tulia mía;
cesa de atormentarme... ¡Oh, si pudiera 365
mostrarte el corazón! ¿Ingrato Numa?
¿Fementido con Tulia?... ¡Ah!, no suspendas
tu venganza; mas hiéreme creyendo
que eres mi único bien.
TULIA. (Retirando la mano.) Aleve; suelta,
cierra el labio falaz, o ¡vive el cielo 370
que si vuelves con falsas apariencias
a seducir mi pecho...!
Escena VI
TULIA empuña la espada, a cuyo tiempo sale HERMILIA por la parte del templo, y dando un grito corre a los pies de TULIA, y le detiene la acción. NUMA se levanta haciendo un ademán de despecho.
HERMILIA Tente, Tulia.
NUMA POMPILIO ¡Que aún el alivio de morir no tenga!
TULIA Alza del suelo, Hermilia... Mas, ¡oh dioses!
¡Qué palidez!... ¡Respira! Vuelvan, vuelvan 375
(Con ironía amarga.)
a florecer, sabina, los jazmines;
vuelvan a renacer las azucenas.
¡Oh!, pese a mi despecho que ha inmutado,
tan hermoso semblante. Ya no temas.
Numa vive... ¿Pretendes más de Tulia? 380
HERMILIA Entiendo tu lenguaje; y ya me pesa
que mi impetuoso arrojo interrumpiese
tan deliciosa lid. Sigan las quejas,
y hasta las amenazas, pues que Numa
tiene en tu misma espada su defensa. 385
Pero, con todo, advierte que las armas
del iracundo Marte son ajenas
de las guerras de amor, donde tan sólo
con suspiros y lloros se pelea.
(TULIA empuña la espada en acción de seguirla, y NUMA la detiene.)
Escena VII
TULIA y NUMA.
TULIA Espera, osada Hermilia...
NUMA POMPILIO Dueño mío; 390
TULIA modera tu despecho.
¡Yo estoy ciega!
¿ya, qué dudo?... Sus ojos... Aquel tono...
(Reflexionando con inquietud.)
Su sobresalto... Sí; cierta es mi ofensa.
Por fin, Numa, el acaso ha descubierto
tan oculto misterio. Las finezas 395
de una sabina llevan en su abono
la gracia nacional que te embelesa.
Pero, ¿por qué, mudable, interrumpiste
mi venturosa calma? Tus cautelas
me hicieron detestar el ronco acento 400
del bélico clarín. Sólo las selvas,
las silenciosas grutas, los retiros,
que nuestro amor buscaba, aquéllos eran
mi centro y mi delicia. Allí, sentados,
arrojando los yelmos en la hierba, 405
entre tiernos suspiros me decías
que, luego que la guerra suspendiera
sus sangrientos horrores, en placeres
convertidas serían nuestras penas.
Pues bien; ya en Roma estamos; ya el guerrero 410
no vela con la pica; ya no suena
la belicosa trompa. Di, engañoso,
(Empieza a enternecerse.)
¿qué se han hecho tus ayes y promesas?
Burlar mi confianza; abandonarme; (Llora.)
posponerme a otro amor. ¡Triste! ¿Son éstas 415
las glorias de la paz que me anunciabas?
¿En qué faltó mi fe?... Mas ¡qué flaqueza!
¡Llanto en mis ojos! ¿Cuándo? Horrores, furias,
desastres pronostican estas fieras,
estas funestas lágrimas que vierto. 420
Yo haré que mi enemiga se arrepienta
de su triunfo; yo haré...
NUMA POMPILIO No; no te agravia
la infeliz. Oye, y luego nos condena.
Tacio nos une; Tacio, que en mis manos
pone del reino las pesadas riendas. 425
Hoy me impuso el precepto. Quizá Hermilia
se acercará a las aras con violencia...
¡Quién sabe! Quizá llora, como lloro,
un desgraciado amor.
TULIA No la defiendas.
Ya todo lo penetro. Ella te ama; 430
te ofrece una corona; y tú la aceptas.
Pérfido; tu ambición más te envilece.
Si la amaras, ingrato siempre fueras
con la burlada Tulia; ¡mas, dejarme
por un vil interés!...
NUMA POMPILIO Crüel; ¿tal piensas 435
del generoso Numa?
TULIA Pues qué, aleve;
¿pretenderás decir que la obediencia
te arrastra a tan odioso sacrificio?
Fementido; conozco tus cautelas.
Ni Tacio te obligara, ni su hija 440
involuntaria al tálamo subiera,
si tú no fueses débil. Pero, injusto,
la corona y la púrpura que anhelas
no halagarán tu orgullo. La codicia
de Rómulo pondrá su altiva huella 445
sobre el trono sabino; y estas manos
te forjarán, ingrato, la cadena.
(Vase por el camino de Roma.)
Escena VIII
NUMA, solo.
¿Habéis saciado ya, funestos dioses,
vuestra terrible cólera? ¿Qué senda
puedes, Numa, tomar donde no encuentres 450
fatales precipicios? Sólo resta
la muerte a mi dolor... Mas, ¡ay!, que nunca
fulmina, al que la invoca, su saeta.
Escena IX
NUMA, RÓMULO, TACIO, MARCELO, OSTILIO y séquitos romano y sabino.
RÓMULO ¿Qué es esto, amado Numa? En este día
de plácido reposo, ¿cómo dejas 455
el lado de un amigo, que procura
darte el hermoso premio que deseas?
NUMA POMPILIO ¿Yo premio, invicto Rómulo? No agravies
el noble amor de gloria, que me eleva
sobre todos los riesgos. Numa, sólo 460
de sus mismas hazañas se alimenta.
RÓMULO Sin embargo, es muy justo que mis dones
distingan a un guerrero que en la arena
de los héroes, mis ínclitos laureles
con afán y sudor cultiva y riega. 465
Y, así, fuera del cetro, yo no encuentro
más sublime, más dulce recompensa
que la mano de Tulia... No te turbes,
amado Numa ¿Acaso, di, recelas
que el contacto del mirto y de la rosa 470
empañe el esplendor de la cimera?
Desecha esos escrúpulos, pues tienes
el ejemplo de Marte y Citerea;
fuera de que yo sé que la alma Venus
no es para Numa tan funesta estrella. 475
NUMA POMPILIO Señor.. ¿Qué le diré? Crüeles hados;
¿aún hay más torcedores? ¡Dura prueba
con un alma afligida!
RÓMULO ¿Qué vacilas?
Ven a Roma a encender las sacras teas.
Tulia espera tus brazos. ¿Enmudeces? 480
TACIO Su silencio, gran Rómulo, dispensa.
Yo que conozco bien sus sentimientos,
que sé su pundonor, y las ideas
que debe a mi enseñanza, considero
la lucha que a su espíritu consterna. 485
No debes extrañarlo. Una ventura
que excede sus deseos; una oferta
que aún el divino Marte envidiaría,
es forzoso que el ánimo suspendan
entre la vanidad de conseguirlas 490
y la incapacidad de poseerlas.
RÓMULO ¿Qué enigma es éste, Tacio?
TACIO No te alteres,
y sabrás mis designios.
NUMA POMPILIO ¡Dura estrella!
TACIO Yo siento, ilustre Rómulo, que el tiempo
entre sus pies veloces me atropella, 495
y que toco la orilla del sepulcro.
En este triste estado, ya la diestra
se rinde al peso del dorado cetro;
ya la arrugada frente se doblega
bajo de la corona, y ya mi labio 500
en las leyes imprime su torpeza.
¡Oh! ¡Qué diverso estoy de aquel que un tiempo,
en medio de las trágicas miserias
que la guerra acaudilla, cultivaba
los frutos de la paz! Mas todo cesa; 505
todo se acaba en fin. Hoy sólo aspiro
a gozar los momentos que me restan
en tranquilo reposo, preparando
mi decorosa tumba. Mas la tierna
edad de Hermilia, su inexperto sexo, 510
y, en fin, su natural delicadeza
exigen un esposo en cuyos hombros
la mole del gobierno se sostenga.
Éste es Numa, señor; y, así, perdona
si el deber que a su patria lo encadena 515
le obliga a posponer en este empeño
tan sublime, tan dulce recompensa.
RÓMULO ¿Conque el indócil Tacio se complace
sólo en contradecirme? ¿Quién creyera
tanto orgullo y audacia en un caduco? 520
¿Pero de qué me admiro? Mi prudencia,
mi dulzura y bondad la causa han sido
de haber osado erguir vuestra soberbia
la envanecida frente. ¿Ya qué falta
sino que, en el Senado, Roma vea 525
dictar leyes a Tacio desde el trono,
y a Rómulo, postrado, obedecerlas?
Yo, yo tengo la culpa; yo que, incauto,
desprecié, a los principios, la centella
que arrojó vuestra oculta altanería. 530
Pero si te ha engreído la indolencia
con que he visto mi cetro obscurecido
a la sombra del tuyo, todos sepan
que tú terminarás la larga serie
de los reyes sabinos. Tacio; reina 535
todo el tiempo que el hado te ha prescrito;
pero cuando en la pira se conviertan
tus miembros en cenizas, mis hazañas
herederas serán de tu diadema.
(Vase con los romanos.)
Escena X
TACIO, NUMA, OSTILIO y SABINOS.
NUMA POMPILIO Echaste, suerte injusta, todo el resto. 540
TACIO En fin, sabinos; reventó ya el Etna
que apenas humeaba. Los tiranos
presentan a los pueblos la moneda
de una falaz virtud, para que, incautos,
su dulce libertad alegres vendan; 545
mas ¡ay del infeliz que el torpe dolo,
cual vosotros, descubre! Entonces cesa
la falsa probidad, y el despotismo
con todos sus horrores se despliega.
En efecto, ya Rómulo nos habla 550
en su funesto idioma; ya os presenta
el insufrible yugo. El plazo es corto.
Acaso en la voluble aguzadera
se afila ya el puñal que ha de esgrimirse
contra mi débil pecho. La sospecha 555
de un crimen, en quien siempre los maquina,
tiene todo el aspecto de evidencia.
Debemos recelarlo. Y bien, sabinos;
¿qué pensáis de la suerte que os espera?
¿Imagináis que Roma se declare 560
vuestra amorosa madre? ¿Que os conceda
privilegios y honores? ¿Que os adorne
con todo el esplendor de su grandeza?
¡Qué error, sabinos! Los altivos pueblos,
que con las duras leyes de la fuerza 565
justificar pretenden sus conquistas,
no miran los países que sujetan
como ramas de un tronco, sino como
humildes y viciosas hierbezuelas
que, arrimadas al árbol, sólo sirven 570
para indicar más bien su corpulencia.
Vosotros viviréis con los romanos
dentro de unas murallas; en la guerra
mezclaréis vuestra sangre con la suya;
regaréis las campiñas y praderas 575
con un mismo sudor; mas no esperéis
de sus victorias, auges y riquezas
otro fruto más grato que el desprecio,
que la dura injusticia, que la ofensa,
que el mote de sabinos, cuyo nombre 580
será, sí, la mayor de las afrentas.
Y qué, ¿seréis tan viles que, indolentes,
consumiréis la vida en la tarea
de enriquecer las manos que os ultrajen?
¿Veréis, sin exhalar ardientes quejas,
crecer en pobre hogar vuestros hijuelos 585
para arrastrarlos luego a ser ofrendas
de la ambición de Roma? ¿Sufriréis
que las antiguas glorias, las proezas
con que os ennoblecieron vuestros padres,
al soplo de la infamia desparezcan? 590
¡No permitan los dioses que, en los brazos
de una turba de esclavos, se desprenda
mi fatigado espíritu! Primero
sobre vuestros cadáveres me hiera
la espada del romano. Sí, sabinos; 595
todos morir debemos en defensa
de nuestra libertad. ¿Cuál es el hombre
que, a su voz poderosa, no se sienta
con las fuerzas de Alcides, que no anime
un rescoldo en el pecho? Yo, que apenas 600
conservo algún calor en este frágil
esqueleto que el tiempo encorva y hiela,
siento ya discurrir desde este instante
un fuego celestial de vena en vena.
Ea, nobles sabinos; este bosque 605
ha de ser nuestra tumba, o la palestra
del más glorioso triunfo que celebren
los fastos de Sabinia. Nadie tema;
que nuestra es la justicia. Las deidades
apartarán los dardos y saetas 610
de nuestros pechos; y el tonante Jove,
desde la alta región de las estrellas,
a un leve movimiento de su frente
hará que caigan en menudas piezas
las legiones romanas. No dudemos 615
de su equidad. Corramos a la empresa
llenos de confianza... Mas si acaso
hay alguno que al riesgo retroceda;
si hay alguno tan débil que a la muerte
anteponga la infamia y la cadena, 620
¿qué aguarda entre nosotros? Que se marque
con la negra señal de su vileza;
que se arrastre a los pies de un duro dueño
como torpe reptil. Ésa es la senda
que conduce a los hierros. Que se vaya; 625
no nos insulte más con su presencia.
Sabinos, elegid; son dos extremos:
aquí todo es honor; allí es afrenta.
SABINOS El morir elegimos...
OSTILIO Justo Tacio,
no dudes del valor que manifiestan 630
tus leales vasallos. El sabino
conserva en su carácter la entereza
que le inspiran tus leyes: unas leyes
que el vicio impiden, la virtud enseñan.
Y, así, jamás podrá besar la planta 635
de un ambicioso dueño que pretenda
en la torpe ignominia embrutecerlo
para atarle a su carro, como fiera.
TACIO Eso sí, nobles almas; perezcamos
antes que la ambición nos veje y hiera 640
con su cetro de hierro. Vuestro rey
el ejemplo os dará; seguid sus huellas.
¿Mas tú enmudeces, Numa?
NUMA POMPILIO Tú conoces
todos mis sentimientos. En la extrema
calamidad que aflige a mis patricios, 645
Numa de su deber sólo se acuerda.
TACIO Pues algunas partidas se dirijan
a los vecinos pueblos, donde puedan
algunas provisiones preparamos.
Nosotros, entretanto, con cautela 650
entraremos en Roma; y esta noche,
cuando medie la luna su carrera,
podremos conducir lo más precioso
de nuestros cortos bienes a esta selva,
de donde partiremos en buen orden 655
a buscar otros lares, aunque sea
sobre las altas nieves de la Escitia
o del África ardiente en las arenas.
OSTILIO Tu prudencia, señor, es nuestro norte.
TACIO Pues, heroicos sabinos, a la empresa. 660
OSTILIO La muerte nos es grata.
NUMA POMPILIO Nuestra patria
su libertad conserve, aunque yo muera.
TACIO Númenes tutelares de Sabinia;
la justicia nos arma; protegedla.
Acto segundo
La misma escena del bosque sagrado, con vista de los muros de Roma. Las tiendas de los sabinos a la izquierda. La de TACIO en primer término, y cuyo vestíbulo, formado de un toldo de púrpura, asido de los árboles y sus puntas apabellonadas por los troncos, se extenderá hasta la mitad del teatro.
Escena I
TACIO y HERMILIA.
HERMILIA ¿Qué esperamos, señor? ¿Por qué motivo 665
no te alejas del bosque? Mucho temo
los rigores de Rómulo.
TACIO No es fácil
ejecutar, Hermilia, tu consejo.
La suma vigilancia del tirano
descubrió nuestra fuga; y al momento,
como hambriento león que los balidos 670
del tierno recental sigue a lo lejos,
así salió de Roma en nuestro alcance.
Retardaban el paso a mis guerreros,
ya la esposa, que asida de la diestra
tropezaba en las peñas; ya el hijuelo, 675
que con su acerbo llanto humedecía
el acerado arnés; ya, en fin, el viejo,
a quien el torpe báculo guiaba;.
y, así, en breve escuchamos el estruendo,
de las romanas armas, y las voces 680
con que aplaudían ya su vencimiento.
Yo, en fin, para evitar nuestra rüina
formo mis escuadrones; y, resuelto,
con la ronca trompeta lo provoco;
mas el astuto Rómulo, temiendo 685
empeñar un combate entre las sombras,
detuvo hasta la aurora su ardimiento.
Nuestras segures cortan entretanto
las gruesas hayas, los antiguos fresnos
que el rito de este bosque defendía; 690
de suerte que, al dorar el padre Febo
las elevadas cumbres, el romano
halló un antemural de unidos leños,
capaz de contener su fiero orgullo.
Sentó su campo entonces, guarneciendo 695
las lomas inmediatas, desde donde
atalaya y observa tan atento
todas nuestras acciones, que no es dable
la marcha proseguir sin que, primero,
decida una batalla si Sabinia 700
debe adorar de Roma los decretos.
HERMILIA ¡Oh, si nos concedieran las deidades
siquiera el triste asilo de un desierto,
donde en humildes chozas de retama
tantos tronos tuvieses como pechos! 705
TACIO No, Hermilia, no me envidies el reposo.
Numa y tú reinaréis, si acaso el Cielo
se nos muestra propicio.
HERMILIA Pero, padre,
¿pudiera ser dichosa poseyendo
un corazón herido de otra flecha? 710
¡Ay, cuál fuera mi afán, y cuál su tedio;
pues prisiones, señor, que amor no labra
son insufribles y pesados hierros!
TACIO No receles, Hermilia. Las violentas
pasiones nunca duran mucho tiempo. 715
Numa suspirará; mas tus virtudes
tienen siempre seguro el vencimiento.
Escena II
TACIO, HERMILIA, NUMA y OSTILIO.
NUMA POMPILIO Rómulo se dirige, enarbolando
la pacífica oliva, al campo nuestro.
TACIO ¿Qué pretende el tirano? ¿Solicita 720
con su falsa elocuencia someternos
al yugo que nos forja? ¿O se persuade
desarmar fácilmente nuestro esfuerzo
con vanas amenazas? Lo conozco.
No podrá alucinarme. En este puesto 725
lo aguardo. Parte, Numa, a conducirlo.
Y tú, Ostilio, coloca mis guerreros
en torno del vestíbulo.
Escena III
TACIO, HERMILIA y OSTILIO, que coloca las guardias sabinas alrededor de la tienda.
HERMILIA Aun me anima
la esperanza, señor, de algún convenio.
¿Quién sabe si los dioses...?
TACIO Sí; los dioses 730
pueden hacer que moren en un lecho
el cordero y el lobo; pero mientras
no deje de reinar la edad de hierro,
debe el hombre prudente en los peligros
esperar con cautela los portentos. 735
Escena IV
TACIO, HERMILIA, OSTILIO, NUMA, TULIA, y RÓMULO con un ramo de oliva.
RÓMULO Jamás imaginé, prudente Tacio,
declararte mis quejas en un cerco
de amenazantes picas, y a la sombra
de este sagrado ramo. Mas ya veo
que los hombres crüeles, los que llenan 740
de terror y de sangre al Universo
con sus fatales triunfos, sacrifican
a la santa amistad unos afectos
más ilustres, más dulces, más sencillos,
que los de esos espíritus modestos 745
que en público predican las virtudes
e idolatran los vicios en secreto.
TACIO (Haciéndole señal de sentarse en unos escaños que han acercado)
Así será, gran Rómulo. Mas dime,
por que nuestras ideas confrontemos:
¿qué es la santa amistad? ¿Es, por ventura, 750
un simulado ardid, un torpe medio
de someter los cuellos que rehúsan
su tiránico yugo? ¿Es un pretexto.
que busca la ambición para lanzarse
como infernal harpía sobre un cetro, 755
cuyo claro esplendor provoca y mueve
su atroz voracidad? ¿Es, pues, un velo
que tiende cautelosa la injusticia
sobre la falsedad y el vilipendio,
con que ábate y ultraja la inocencia, 760
con que inculca y viola los derechos
de unos pueblos que nacen, que respiran
en dulce libertad? Yo te confieso
que si ésta es la amistad, Tacio te debe
los más puros y fieles sentimientos; 765
pero si, como juzgo, sus colores
son el desinterés, el fino afecto,
la mutua confianza, la franqueza
y la simple verdad, duda no tengo
de que creo mi enemigo. Sí; no fío 770
de tus dobles palabras; me estremezco
al verte en mi presencia; y esas picas,
esas fuertes espadas, esos yelmos,
aun me parecen débiles recursos
para las fieras artes de tu pecho. 775
RÓMULO No ceses de ultrajarme si así halagas
la implacable ojeriza que tan negros,
tan horribles colores ha prestado
a tu duro pincel. ¿Hay más dicterios?
Tirano, injusto, avaro, un fiero monstruo, 780
ante tu tribunal hoy comparezco.
¿Pero quién me condena? Sólo Tacio;
Tacio, que dicta leyes en mi reino;
Tacio, que ocupa parte de mi trono;
Tacio, en fin, por quien sudo, por quien vierto 785
mi sangre en los combates. ¡Quién creyera
que tan rígido fueses! Mas ya veo
mi crimen capital. ¡Qué fatuo! Dije
que, así que descansases en el seno
de los dioses, romanos y sabinos 790
habían de obedecer a un solo dueño.
Esta es mi culpa, sí. Pero ¿en qué, Tacio,
perjudicarte pueden mis intentos?
¿Quieres aún gobernar, desde la urna,
el pueblo y el Senado? ¿Tendrás celos, 795
ya convertido en polvo, de que empuñe
viviente mano tu adorado cetro?
No te juzgo tan débil. Es preciso
que resuelvas nombrar un heredero
que imite tus virtudes. ¿Y quién puede 800
ser más digno que Rómulo? ¿Mi esfuerzo
no sabrá conservar el claro lustre
de tus predecesores? ¿En mi celo
no hallarán los sabinos un buen padre,
un vigilante rey?
TACIO Pero extranjero. 805
¡Ah Rómulo! ¿No sabes que los hombres
amamos ciegamente los objetos
que al salir de la cuna nos sorprenden?
¿Ignoras que jamás borran los tiempos
las primeras ideas que, en la cera 810
de la tierna niñez, estampa el sello
de nuestra educación? Di: ¿qué sabino
no verá derribar con sentimiento
el augusto dosel que a tanta costa
elevaron sus ínclitos abuelos? 815
Yo lo miro correr hacia la tumba
donde descansan los helados restos
de sus héroes; yo escucho sus gemidos:
«Padres, clama llorando, vuestro esfuerzo
fue inútil a la patria, a vuestros hijos 820
y a vuestra misma gloria. Ved el suelo
que vuestra ilustre sangre ha fecundado
tributar hoy sus frutos al que ha puesto
sobre nuestra cerviz la dura planta.
¿No veis desnudos los sagrados templos, 825
de los ricos despojos que colgaron
vuestras manos triunfantes? ¿Qué se han hecho
los metales, las piedras, que en columnas,
en lápidas y estatuas defendieron
del choque de los siglos vuestros timbres? 830
¡Ay, que el precioso polvo de esos huesos
ha perdido su lustre, y sólo sirve
para causarnos trágicos recuerdos!»
Tales serán, ¡oh Rómulo!, los gritos
del mísero sabino; justo duelo 835
de su eterna desgracia. ¿Y con qué voces
podrás justificar en ningún tiempo
semejante violencia? ¿Dónde hallaste,
si la fuerza exceptúas, un derecho
que tales tiranías autorice? 840
RÓMULO En el libro de todos los guerreros.
Yo no examino leyes, sino sigo
las que abrazan los héroes, cuyos hechos
se respetan y aplauden en el Orbe.
Desengáñate al fin. Cuantos Imperios 845
en su luciente giro el sol registra
tuvieron breve cuna, o en el hueco
de un cortezudo tronco, o en la quiebra
de una encorvada peña; pero luego
que en brazos de la gloria comenzaron 850
a gustar el dulcísimo alimento
de las grandes victorias, de tal suerte
desenrollaron sus robustos miembros,
que, colosos enormes, hoy oprimen
los montes y los mares con su peso. 855
Estos ejemplos, Tacio, me convencen
más que todas tus voces; y supuesto
que Roma está en la infancia, que ahora debe
desplegar su estatura, doble el cuello
la decrépita Italia, y no pretenda 860
murmurar lo que admira el Universo.
TACIO Poco me importa, Rómulo, que Italia,
toda la tierra sirva de sustento
a tu loca ambición, como Sabinia
su libertad conserve. Sí; yo creo 865
que mis votos se cumplan, porque antes
que Roma entre sus bárbaros trofeos
numere a los sabinos, despechados
prometemos lidiar; mas lidiaremos
teniendo a nuestra espalda las matronas 870
que, armadas de puñales, al momento
que nos miren exánimes, de un golpe
clavarán nuestros hijos a sus pechos,
para que no le quede a tu injusticia
sino la vanidad del vencimiento. 875
RÓMULO ¿Y tú eres el humano? ¿El que detesta
los estragos? ¡Crüel! Yo me estremezco
al contemplar la imagen que tú pintas
con tal serenidad. ¿Quién tan horrendo
designio te ha inspirado?
TACIO ¿Quién, preguntas? 880
Tu tirana ambición. Sí; yo detesto
los males de la guerra. Con mi sangre
compraría la paz del Universo.
Pero cuando se trata de oprimirnos,
de igualarnos al bruto, destruyendo 885
los lazos que nos unen con la patria,
no piedades, no dulces sentimientos
mi corazón ocupan, sino horrores,
iras, destrozos, todos los despechos
de una fiera que, herida y acosada, 890
vibra en torno las garras en el viento.
RÓMULO Admiro en ti ese ardor, esa constancia
que no sabré imitar. No quiera el Cielo
que dos pueblos amigos se destrocen
por un vano capricho, un devaneo 895
de sus ciegos caudillos. ¡Ah buen Tacio!
Mitíguense las iras. Haya un medio,
y ahorremos tanta sangre. ¿Qué pretendes?
TACIO La libertad perpetua de mi pueblo.
RÓMULO Yo no pensé jamás esclavizarlo. 900
Los cielos son testigos. Mas supuesto
que llaman los sabinos servidumbre
obedecer a Rómulo, no intento
violentar su albedrío. Vivan libres,
reservándose Roma el privilegio 905
de elegirles monarca, si la muerte
se lo impide al que reine.
Me convengo.
RÓMULO Sólo sí te suplico que permitas
la unión de Numa y Tulia. Comencemos
a estrechar la amistad de ambas naciones 910
con los más dulces vínculos, haciendo
venturosas dos almas que se abrasan,
holocaustos de amor, en blando fuego.
TACIO Pero Numa.
RÓMULO ¿Qué dudas? Entre tantos
próceres y magnánimos guerreros, 915
hay muchos cuyas ínclitas virtudes
merecedoras son del alto premio
que a Numa preparabas.
TACIO No lo ignoro...
Mas mi amor paternal... Tantos desvelos...
¡Ah!, que perder a Numa es sacrificio 920
que tan sólo la paz puede obtenerlo.
En fin, cedo a tu instancia.
NUMA POMPILIO Justos dioses;
vuestra clemencia adoro.
Crueles celos
mi ventura envenenan.
HERMILIA ¡Ah, qué en breve
todas mis esperanzas fenecieron! 925
RÓMULO Pues, Tacio, si los jueces de los reyes
son las altas deidades, en el templo
de Marte será justo que los pactos
con el himno y la víctima sellemos.
TACIO Dondequiera que estoy sé que los dioses 930
mis acciones observan, y procedo
con la santa verdad que les es grata.
Pero desvanezcamos tus recelos.
Lleguemos al altar, y el sacro numen
que penetra los íntimos secretos 935
del corazón humano, con su dardo
castigue al violador del juramento.
RÓMULO El justo nunca teme. Ve a las aras,
que en ellas con la víctima te espero.
Escena V
TACIO, NUMA, OSTILIO, HERMILIA y SABINOS.
TACIO Ya te sigo, gran Rómulo. Sabinos; 940
yo bien sé que jamás disfrutaremos
de una perfecta paz, mientras de Roma
no nos separen piélagos inmensos.
Sé que miente el tirano. Sus crueldades,
su implacable ambición, su altivo genio, 945
no es posible, sin dolo, que dividan
con un mortal la gloria y el Imperio.
Mas vuestra situación, el riesgo, el trance
me obligan a ceder. Sabinos; esto
tan sólo es prolongar el triste plazo 950
del choque y del horror. Conque velemos;
no apartemos los ojos de ese monstruo,
que intenta cauteloso adormecernos
para más a placer despedazamos.
Todos siempre tengamos junto al lecho 955
el escudo y la espada; nadie cuelgue
la coraza ni el casco, pues recelo
que la señal de armarse será el golpe,
y el momento terrible no está lejos.
OSTILIO Nosotros viviremos vigilantes; 960
y, en siendo necesario, venderemos
nuestras vidas muy caras.
TACIO Ven, Ostilio,
y verás el impío atrevimiento
con que un mortal perjura ante los dioses.
Tú, Noma, permanece en este puesto, 965
y custodia por último servicio
estas tristes familias, mientras vuelvo.
Escena VI
NUMA y HERMILIA.
NUMA POMPILIO Duro amor, ¿de qué sirven tus delicias,
si gloria y patria por gustarlas pierdo?
HERMILIA Sólo tú debes, Numa, de estas paces, 970
recibir parabienes. Nuestro pueblo
no mejora de suerte, pues conoce
la amistad del romano; y los convenios
más sobresalto que alborozo infunden.
Yo he salido también de un devaneo, 975
de una amable ilusión que me pintaba
menos terribles los presentes riesgos;
de suerte que los hados han cambiado
de circunstancias, pero no de objeto.
Sólo tú eres dichoso, lo repito; 980
tú, que al pie del altar oirás el eco
de un sí que tanto anhelas, que termina
todos tus ayes, todos tus tormentos.
NUMA POMPILIO ¿Y juzgas, bella Hermilia, que tranquilo
al suspirado tálamo me acerco, 985
yo, que miro los males de mi patria?
No agravies, ¡ay de mi!, con tal concepto
mi noble corazón. Si a los altares
lleva mi infausto amor algún consuelo,
solamente se cifra en la esperanza 990
de poder conseguir por este medio
la salud de Sabinia.
HERMILIA Calla, Noma;
¿piensas tú que nosotros estimemos
una salud precaria? ¿Conque estriba
nuestra felicidad (¡de pena muero!) 995
en las dulces ternezas que tu labio
tribute a una orgullosa? No; los buenos,
los honrados sabinos no acostumbran
a comprar su justicia a tan vil precio.
¿Tú patriotismo? Pérfido; no finjas. 1000
Si querías libramos de los hierros,
del baldón con que Rómulo nos trata,
¿por qué rehusaste, ingrato, el regio cetro
que te ofreció mi padre? ¿Por qué, aleve,
no mostraste el valor, el ardimiento 1005
que Tulia te inspiró, cuando seguías
al compás del clarín su hermoso ceño?
Yo entonces, ¡ay!, yo entonces, aunque débil,
te hubiera acompañado entre los riesgos,
animado en las lides, defendido 1010
de los mortales tiros con mi pecho.
Mas ¿qué digo? Perdona si mis ansias
interrumpen los dulces pensamientos
que a las próximas dichas anteceden.
Haces bien; tú la adoras; tú eres dueño 1015
de su albedrío. Goza, feliz Numa,
goza tan alto bien; y nuestro duelo
termine con la muerte. No te culpo.
Tu destino es amar, gemir el nuestro. (Vase.)
NUMA POMPILIO Aguarda, bella Hermilia.
Escena VII
NUMA y TULIA.
TULIA Tente, ingrato; 1020
escúchame un instante, y sigue luego
a tu dulce tirana.
NUMA POMPILIO Dueño mío,
¿de qué tus iras nacen? Yo no intento
TULIA Deja satisfacciones... ¿De qué sirven
inútiles palabras? Hubo un tiempo 1025
en que mi ceguedad se alimentaba
de pueriles, de locos devaneos;
pero, ya, repetidos desengaños
me han quitado la venda. Sí, perverso;
conozco que las teas que se encienden 1030
te llenan de pavor. ¡Ah!, yo no llevo
en dote la corona que codicia
tu loca vanidad. Un puro afecto,
una constante fe; ve aquí las arras
que conduce al altar mi amante pecho; 1035
prendas, sí, muy preciosas para un alma
sensible y virtuosa; más trofeos
despreciables y odiosos para Numa,
que esperaba de Hermilia todo un reino.
NUMA POMPILIO ¿Qué profieres, crüel? ¿Yo posponerte 1040
al esplendor del trono? ¿Al vano incienso
que envuelve los palacios? ¿Al deleite
de ver el maquinal abatimiento
de la infame lisonja? ¿Tú me juzgas
tan débil, tan demente? justo cielo, 1045
¿qué puede compararse con la gloria
de amar y ser amado? ¿Qué embeleso
como el de un corazón que se embriaga
de dulces esperanzas? Yo desprecio,
monarcas de la tierra, vuestra pompa 1050
sin los tiernos y fieles sentimientos
que me ha inspirado Tulia. Sí; una gruta,
un escarpado risco, los desiertos
de la Libia, si Tulia me acompaña,
serán para mi amor tronos e imperios. 1055
No lo dudes, mi bien; tu blanca mano
es la felicidad que ansioso anhelo.
Testigos son los dioses...
TULIA Sí, los dioses
saben tus falsedades. Yo no invento
ilusiones. ¿Lo fueron tus tibiezas? 1060
¿La pretensión de Tacio? ¿Los misterios
de la insensata Hermilia? ¿La ternura
con que aquí la llamabas? ¡De ira tiemblo!
¿Cómo para el ingrato no hay suplicios?
Pero basta de quejas. Sólo vengo 1065
a librarte, traidor, de la violencia
con que al ara te arrastran. Cobra aliento.
Dile a Rómulo, dile que no adorne
el tálamo nupcial; que el blando fuego
que me abrasaba el alma se ha extinguido 1070
cual leve exhalación; que te aborrezco;
que jamás te amaré.
NUMA POMPILIO Detén el labio,
si no quieres, tirana, que el exceso
de mi dolor me acabe. Amada Tulia;
confieso que el tiránico precepto 1075
de un funesto deber, tan suave lazo
me obligó a renunciar. Mas ¿cuáles fueron
mis congojas entonces? Estos troncos
son testigos del bárbaro despecho
de mi ardiente pasión. Mis tristes ayes 1080
sin cesar resonaban en los huecos
de sus rotas cortezas, y las grutas
tu nombre articulaban a lo lejos.
¡Ay, qué horribles instantes! El delirio
me arrastraba a la muerte; y si los cielos 1085
hubieran decretado el duro choque
entre Roma y Sabinia, por los densos
escuadrones hubiera penetrado,
despreciando los tiros; y cubierto
de mortales heridas, a tus ojos, 1090
víctima del amor, hubiera muerto.
(Con expresión que va creciendo por grados.)
Ve aquí toda mi culpa. Mas, ¡ay triste!,
que yo no te ofendí Tú, amado dueño,
sabes cuán poderosas son las voces
del honor y la patria. Sí; yo advierto 1095
más tranquilo tu rostro. Tú disculpas
al desgraciado Numa Hados adversos;
al pie de los altares, cuando enciende
sus lucientes antorchas Himeneo,
¿huirá Tulia de mí?... No; yo conozco 1100
su tierno corazón. Mitiga el ceño;
cesen, mi bien, las iras o tu espada
termine mi dolor. Ve aquí mi pecho.
(Se arrodilla, presentándole el pecho)
TULIA ¿Dónde aprendiste, dónde, ese lenguaje
de seducir las almas? ¡Que sabiendo 1105
la magia de tus voces, mis oídos
se presten a su encanto lisonjero!
No, engañoso; yo huiré de tus ficciones,
de esos halagos pérfidos que temo
más que la misma muerte. Adiós, ingrato... 1110
¡Ah Numa!... Adiós...
NUMA POMPILIO (Deteniéndola.) Crüel, oye un momento.
¡Tú olvidarme resuelves! ¡Ay!, ¿no bastan
para desagraviarte los acerbos
pesares que me afligen? ¿Qué peñasco,
qué rudo pedernal, qué duro acero 1115
formó tu corazón? Crüel; las fieras
son menos inflexibles. En el centro
de esas hondas cavernas, donde braman
las carniceras tigres mi tormento
hallará la piedad que en ti no encuentra. 1120
Mas ¿para qué la busco, si aun detesto,
la clara luz del día? Presto, injusta,
saciarás tu ojeriza. Sí; yo espero
que no tarde la muerte... Mas ¿qué digo?
Aquí mismo, a tus pies, ten el consuelo 1125
de mirarme expirar.
(Saca la espada, y al arrojarse sobra ella le detiene TULIA)
TULIA Mi bien, ¿qué haces?
Detén el brazo... ¡Oh dioses!
¡Qué oigo, cielos!
¿Yo tu bien, Tulia mía?
TULIA Sí; tú sabes
que Tulia es débil, y que el triunfo es cierto.
NUMA POMPILIO Deja, mi dulce amor...
(Al arrodíllarse se oye estruendo de guerra.)
VOCES ¡Al arma; al arma! 1130
NUMA POMPILIO ¿Mas qué voces son éstas?
TULIA Yo recelo
nuevos males. El campo se conmueve.
¿Si acaso los romanos han dispuesto
algún ataque? Mas sin orden, ¿cómo
se atreven?
NUMA POMPILIO Ve, mi bien, a contenerlos; 1135
que yo lo mismo haré con los sabinos.
TULIA Mi vista sola calmará este exceso.
Escena VIII
NUMA y SABINOS, que toman arrebatadamente las armas.
SABINOS ¡A las armas!
NUMA POMPILIO Sabinos, ¿dónde vais?
¿Qué riesgo os sobresalta? Deteneos;
las iras refrenad.
Escena IX
NUMA, los SABINOS, HERMILIA y matronas sabinas, que salen despavoridas.
HERMILIA ¡Acude, Numa! 1140
Las voces y el rumor son hacia el templo
Mi padre es quien peligra. Justos dioses,
su vida conservad o yo fallezco.
NUMA POMPILIO Seguid, todos, mis pasos
Escena X
HERMILIA, SABINOS y OSTILIO, que llega agitado.
OSTILIO Noble Numa...
NUMA POMPILIO ¿Qué ha sucedido, Ostilio? Di, ¿qué es esto? 1145
¿Qué es de Tacio?
OSTILIO Expirando lo conducen.
NUMA POMPILIO ¡Qué escucho, hado crüel!
HERMILIA ¡Cielos, yo muero!
(NUMA y los demás sabinos quedan en actitudes que expresan el dolor y el espanto. Hermilia se desmaya en los brazos de las sabinas; y mientras OSTILIO sigue hablando, vuelve a recobrarse.)
OSTILIO Hechas las libaciones, consumidas
las sangrientas entrañas en el fuego,
y jurados los pactos ambos reyes 1150
en el sagrado umbral se despidieron.
Entramos en el verde laberinto
que forman los robustos y altos fresnos,
y al llegar a esa peña cuya punta
domina todo el bosque, diez guerreros 1155
que tras su ruda mole se ocultaban,
en ruidoso tropel nos embistieron
Las repentinas voces, y los dardos que,
silbando por cima de los yelmos
cayeron en la hierba, nos sorprenden; 1160
pero, desesperados y resueltos,
apretando en las manos las espadas
corremos como fieras a su encuentro.
Resuena el martilleo de las armas
en torno de la selva, y por el viento 1165
vuelan en leves piezas los plumajes.
Los traidores persiguen con empeño
al débil Tacio, intrépidos nosotros,
procuramos entonces defenderlo.
Aquí y allí corremos a cubrirlo 1170
con los fuertes escudos, nuestros pechos
respiran con afán; unos y otros
nos apiñamos; Tacio, siempre en medio
del confuso tropel, titubeaba.
Pero, al fin, la fatiga, el desaliento, 1175
nuestra desgracia, ¡oh dioses!, no lo pudo
librar del mortal golpe. Cayó al suelo
el miserable anciano; los traidores
huyeron hacia Roma, y en su seno,
horroroso taller de iniquidades, 1180
los viles regicidas se escondieron,
sin que el Cielo, testigo del delito,
vibrase el rayo, concitase el trueno.
Pero Tacio...
Escena XI
TACIO, herido, en los brazos de cuatro guerreros. HERMILIA y NUMA se arrojan a sus pies, y OSTILIO y los demás sabinos forman el cuadro del dolor y la turbación.
NUMA POMPILIO Señor...
HERMILIA Padre...
TACIO Hijos míos...
HERMILIA ¿Cómo a tan fiero golpe no fallezco! 1185
NUMA POMPILIO ¿Qué manos alevosas se han armado
contra esas nobles canas? ¿Quiénes fueron
los viles homicidas? ¡Ah, mi rabia
los sabrá descubrir!
TACIO ¡Míseros! Ellos
no son los verdaderos delincuentes. 1190
Quien les dictó las órdenes, quien, fiero,
puso en sus crueles diestras los puñales,
ése es, Numa, el traidor, ése es el reo.
En fin Rómulo, amigos, ha triunfado
de este débil rival por unos medios 1195
que detesta el honor. Perdona, Numa,
sé que debes sentirlo; mas yo debo
hacer a la verdad esta justicia.
NUMA POMPILIO ¿Qué profieres, señor? ¿Cómo? ¿Yo puedo
ser parcial del delito? ¿Cuándo, dioses, 1200
tuvo Numa tan viles sentimientos?
TACIO No te juzgo malvado. Mas, ¡ay triste!,
que una pasión te ciega. En otro tiempo
mi ultrajada vejez recibiría
este golpe fatal con el consuelo 1205
de ver un vengador en ese brazo.
Pero ya Numa es otro, y yo fallezco,
cercado de temores y congojas
que aceleran mi muerte, conociendo
que arrastro hacia la tumba las reliquias 1210
de nuestra libertad. ¡Mísero pueblo,
sin apoyo, sin guía! ¡Destrozado,
si resiste...; infeliz, si humilla el cuello!
HERMILIA ¡Oh padre! No imagines que ese ingrato
pudiera ser jamás apoyo nuestro. 1215
¿Dónde está su virtud? ¿Es heroísmo
abandonar su patria entre los riesgos
que la cercan? ¿Besar la injusta mano
que avara forja nuestros duros hierros;
que ha vertido la sangre del más justo 1220
de los reyes? ¡Oh dioses! No son éstos
los héroes de Sabinia. Sí, inhumano;
vete a Roma, y si acaso el embeleso
de tu adorada Tulia algún sentido
te deja libre, admira el noble esfuerzo 1225
con que en justa venganza de esta ofensa
coronados de gloria perecemos.
OSTILIO Tranquilízate, ¡oh rey! Todos sin Numa
lidiaremos constantes; y si el ceño
no serenan los hados y conceden 1230
a Roma la victoria, prometernos
labramos de cadáveres romanos
un sangriento y horrible mausoleo.
¿Son estos, compañeros, vuestros votos?
SABINOS Sin Numa todos combatir sabremos. 1235
NUMA POMPILIO Hermilia, Tacio, amigos, ¿cuándo Numa
su patria abandonó? Sí; yo confieso
que la violenta llama que en mis venas
las seductoras gracias encendieron
de esa bella romana, me consume, 1240
se enciende más y más; pero mi pecho
jamás ha vacilado entre la patria
y esta ardiente pasión. Si un devaneo,
hijo de mi delirio, ha sustentado
mis vanas esperanzas, ya las pierdo. 1245
nunca, sabinos, nunca el verde mirto
me tejerán las manos de un protervo
que, con la frente erguida, ante los dioses
comete los perjurios, que soberbio
atropella la fe, rompe los pactos, 1250
y no excusa rigor, no omite exceso
que halague su ambición. ¡Ah! Yo lo juro
por la sangre que mana de este seno,
trono de la virtud; por esos dioses
que Rómulo ha ofendido. Sí; detesto 1255
este funesto amor, este delirio
tirano de mi gloria. Ya soy vuestro,
valerosos sabinos; con vosotros
o vencer o morir sólo deseo.
TACIO Ven, mi querido Numa; ven y estrecha 1260
a este infeliz amigo. Ya contento
tu espíritu, rompiendo sus prisiones
volará hacia los dioses, pues os dejo,
sabinos, un caudillo... Mas la muerte
su hielo esparce por mía yertos sus miembros... 1265
Acercaos, hijos míos... Que yo os mire
por la postrera vez.
HERMILIA ¡Ah!, mi tormento
unirá mis cenizas a las tuyas
NUMA POMPILIO ¡Ah. buen Tacio! ¡Ah señor!
TACIO Hijos; mi anhelo
fue conservar en paz vuestros hogares, 1270
pero escuchar mis votos no quisieron
las sagradas deidades... Hoy, sabinos,
que lidiéis con valor os aconsejo
por vuestra libertad... La servidumbre
no es estado de hombres... ¡Crueles hierros! 1275
¿a quién no hacéis temblar?... Sensible Hermilia,
enjuga el tierno llanto... De consuelo
te sirva tu virtud... Numa, no olvides
a la hija de Tacio... ¡Santos cielos;
compadeced la suerte del sabino!... 1280
Hijos míos... ¡Oh dioses!... Protegedlos... (Muere.)
HERMILIA ¡Amado padre!...
NUMA POMPILIO ¡Cielos; no resisto
tan duro golpe!
OSTILIO ¡Oh Tacio! Vengaremos
tu desastrada muerte
SABINOS ¡A la venganza!
NUMA POMPILIO Eso sí, amigos míos, nuestro acero 1285
este bosque fatal de sangre inunde.
Inflame vuestras iras el aspecto
de este helado cadáver. Ved sus labios,
órganos de la ley, en un eterno
silencio sepultados. Ved su frente, 1290
la augusta frente que sostuvo el peso
de la regia corona. Mas, ¡ay triste!,
que ya pálido, exánime, ha depuesto
el oro sobre el polvo. Avara mano
se lo arrancó, violando los derechos 1295
más justos y sagrados. Mano aleve,
instrumento de crímenes; yo espero
que los dioses castiguen tus crueldades.
Ellos fulminarán desde los cielos
sus rayos destructores. En sus ejes 1300
conmoverán el Orbe; y, al violento
y espantoso vaivén, la altiva Roma
inclinará sus torres hasta el suelo.
Desplomada caerá, como peñasco
desprendido del monte. Oíd mis ruegos, 1305
justos dioses. Vengadnos. Hoy enseñe
vuestro potente brazo a los perversos
que hay rayos, que hay justicia, que no siempre
toleráis la maldad. Y este tremendo,
este triste y funesto desengaño 1310
consérvese indeleble en los fragmentos
de esa aleve ciudad, para que sirva
a la perfidia de perpetuo freno.
Venganza, dioses, escuchad las voces
de nuestra angustia, del agravio nuestro
Acto tercero
La misma escena del bosque sagrado, y campamento. En el centro una pira de troncos gruesos, ardiendo. Al lado un ara que figure ser de un trozo grande de mármol, sobre la cual estarán la segur, las tazas del vino sacro y la naveta del incienso. Alrededor habrá por el suelo, maniatados y dispuestos para el sacrificio, algunos corderos y ternerillos con las pezuña y pitoncillos dorados, sartas de flores enredadas por las testas, etc.
Escena I
NUMA y HERMILIA, en medio de la escena, contemplan llorando una pequeña urna puesta en el suelo, donde se supone recogidas las cenizas de TACIO. Todos los sabinos, apiñados alrededor, manifiestan su dolor con los más expresivos ademanes.
HERMILIA Regias cenizas, venerables restos
del mejor de los padres y monarcas,
sombra augusta, que escuchas desde el centro
de ese fúnebre vaso nuestras ansias;
¿cómo a la voz de Hermilia enmudecéis? 1320
¿Acaso extingue la funesta Parca
el paternal amor? ¿Acaso borran
del turbio Lete las revueltas aguas
tan amables memorias? Mas, ¡ay triste!,
que en vano gimo, en vano mis plegarias 1325
dirijo a un yerto polvo. Inmenso espacio
nuestra existencia, ¡oh mísera!, separa.
¡Fiero dolor!... Adiós, dulces reliquias.
Adiós, ¡ay!, para siempre. Eterna calma
los cielos os concedan.
NUMA POMPILIO Justo Tacio; 1330
recibe el en que se exhala
la gratitud de Numa y la de tantos
como limen tu muerte y su desgracia.
¿Quién nos consolará? ¿Quién, en los males
que prueban sin cesar nuestra constancia, 1335
nos prestará el alivio? Mas ¿qué digo?
Todos fundan en ti sus esperanzas.
¡Ay!, no nos abandones. Si ya pisas
las amenas y plácidas campañas
de los sacros Elisios, ¡ah!, dirige 1340
tus benignas y amantes ojeadas
a nuestros tristes lloros... Adiós, padre...
¡Ay, qué dolor apura las amargas
corrientes de mis ojos!...
HERMILIA Padre; admite
estos ardientes ósculos que estampa 1345
mi labio en tus cenizas. Los postreros,
sí, los postreros son... ¡Cómo no acaba
mi aborrecible vida al duro filo
del dolor que me oprime y despedaza!
NUMA POMPILIO Venid, amigos míos; conduzcamos 1350
estos preciosos restos.
HERMILIA Que me arrancan
el corazón... ¡Oh dioses!... Padre mío;
pronto a tu sombra me unirá la Parca.
NUMA POMPILIO La tierra, justo Tacio, te sea leve.
SABINOS Adiós, buen rey, adiós. En paz descansa. 1355
Escena II
Un guerrero toma la urna en brazos; y todos la acompañan hasta la entrada de la tienda. OSTILIO, apresurado, y los DICHOS.
OSTILIO Sabinos, esperad. Los justos dioses
oyeron nuestros votos. La venganza
nos ofrecen propicios este día.
NUMA POMPILIO ¿De qué manera? Di.
OSTILIO La altiva planta
el tirano dirige a nuestro campo, 1360
sin más escolta que su loca audacia.
Ya no dista dos tiros de saeta;
conque a saciar, sabinos, nuestra rabia
en su alevosa sangre. Por mil bocas
precipítese airada su vil alma 1365
en el profundo abismo. Nuestro agravio
venguemos, compañeros. Esta espada
el ejemplo os dará. Seguidme todos.
SABINOS ¡Muera el tirano, muera!
NUMA POMPILIO Ostilio, aguarda.
Sabinos, esperad. Oídme. ¿Adónde 1370
las frenéticas iras os arrastran?
¿Qué furia del Averno se apodera
de vuestros crueles pechos?
OSTILIO Numa, aparta.
¡Qué pretendes? ¡Tú impides que ese monstruo
aplaque con su sangre la ultrajada 1375
sombra de Tacio?
NUMA POMPILIO No, yo no lo impido,
antes pretendo, al, desagraviarla;
pero no con un crimen. Si el tirano,
por saciar su ambición, su nombre infama,
denigra su memoria, los sabinos 1380
no deben imitarlo en su venganza.
Sí, guerreros ilustres, cuando anime
el malvado sus bélicas escuadras;
cuando armado del dardo y de la pica
provoque nuestro ardor en la campaña, 1385
entonces asaltadlo, perseguidlo
hasta que muerda con mortales ansias
la ensangrentada tierra. De otro modo,
contraerá nuestro honor la torpe mancha
de una indigna traición, y el justo Tacio 1390
sentirá que lo venguen con infamia.
OSTILIO Cedo, aunque a mi pesar.
NUMA POMPILIO Fuertes guerreros,
evitad la ignominia. En la borrasca
que ha movido el rigor de nuestros hados,
la muerte es lo de menos, si en la tabla 1395
que a los buenos presentan las virtudes
hoy nuestra gloria, nuestro honor se salva.
Escena III
NUMA, HERMILIA, OSTILIO, RÓMULO y SABINOS
RÓMULO Os contemplo, sabinos, penetrados
de la pena más grande.
La desgracia del inocente Tacio será asunto 1400
de gemidos y llantos, mientras haya
corazones sensibles que veneren
las ínclitas virtudes. ¡Ah!, la espada
que atravesó su pecho es imposible
que algún genio infernal no la guiara. 1405
Mas no quedará impune. Si los velos
que ocultan el delito no se rasgan
al golpe de mi cetro, las deidades
que registran los senos de las almas,
sus rayos lanzarán contra los viles 1410
que osaron derramar sangre tan cara.
NUMA POMPILIO Por las deidades, Rómulo, que ceses
una vez de insultamos. Di, ¿qué trazas?
¿Vienes a ver tu obra? ¿A deleitarte
con las copiosas lágrimas que bailan 1415
este bosque fatal, fiero teatro
de tus dolos, traiciones y asechanzas;
o vienes a elegir, entre esta turba
de infelices que injurias y maltratas,
otra inocente víctima que adule 1420
tu ambición y crueldad? ¿A quién señalas
para el golpe insidioso que dispone
tu falso disimulo? Ya las aras,
los juramentos, los mentidos pactos
serán vanos recursos. Tus falacias 1425
nos han escarmentado. Vete, vete;
imagina otros medios con que abatas
nuestra noble altivez. Mas no te canses;
todo inútil será; prevén las armas.
RÓMULO Sin duda el sentimiento ha trastornado 1430
tu ofuscada razón. Sí; tal audacia
es hija de un delirio. Mas ¿qué digo?
Sólo tu altanería te embriaga.
¿Yo perjuro? ¿Yo aleve? ¿Yo homicida?
¿Sobre qué fundas, Numa, tan osada, 1435
tan torpe acusación? Dirás que a Roma
los traidores huyeron. ¿Y esto basta?
¿Fueron mis Capitanes? ¿Armó acaso
mi precepto la pérfida celada? '
¿Les mandé dar asilo? ¿Pude, entonces, 1440
salirles al encuentro en las murallas?
Luego ¿por qué me culpas?
HERMILIA Porque sabe
que nadie sino Rómulo insidiara
la vida de mi padre. ¿Qué romano
se quejó en algún tiempo de sus canas? 1445
¿A quién sus justas leyes oprimieron?
¿No consoló, piadoso, las desgracias
del inocente huérfano? ¿Los llantos
de la infelice viuda? ¿Las plegarias
del miserable anciano, del guerrero, 1450
del labrador, de todo el que imploraba
su benigna clemencia? Luego ¿cuáles
fueron sus enemigos?
RÓMULO Los que braman
como sañudas fieras bajo el yugo
de las severas leyes, duras trabas 1455
de perversas pasiones. ¿Quién ignora
que el que tiene en su diestra la balanza
de la inflexible Astrea, no se libra
de los tiros del vicio, que batalla
por romper sus cadenas?
OSTILIO Nunca el vicio, 1460
por más que sea feroz, sus iras arma
contra unas leyes justas; y, así, sólo
morderá las cadenas que le labran
los tiranos, los Rómulos; pues temen
aun las mismas virtudes arrastrarlas. 1465
RÓMULO ¿Qué desacato es éste? ¿Conque todos
se atreven a insultarme? Tanta audacia
sabré yo refrenar.
OSTILIO (Empuña.) ¡Viven los dioses!
NUMA POMPILIO Tente, Ostilio.
RÓMULO ¿Qué es esto? ¿Me prepara
la traición algún lazo? ¿Qué me dicen 1470
esas fieras y ardientes ojeadas;
esos locos amagos, esas iras
que en vuestro torvo ceño se retratan?
¡Ah, que mi confianza me ha perdido?
¿Qué pretende, malvados, vuestra saña? 1475
Si queréis destrozarme, llegad todos;
perfeccionad el crimen. Ya os aguarda
mi magnánimo pecho, como roca
que embravecidas olas no contrastan.
Yo expiraré a los golpes de la infame 1480
perfidia, sí; mas antes que la Parca
este brazo desarme, muchas vidas
serán despojos de mi invicta espada.
NUMA POMPILIO Tranquilízate, Rómulo. Tu orgullo,
tu doblez, tu crueldad y tus falacias 1485
el premio que recelas merecían;
pero no son capaces de una infamia
los ilustres sabinos. Pronto el rayo
de nuestra indignación dará, en campaña,
su terrible estallido. Sí, perverso; 1490
cuantos miras presentes se preparan
a quitarte la vida. Ni trincheras,
ni escuadrones, ni fosos, ni murallas
detendrán nuestra furia. El mismo Marte
no te podrá librar, aunque te armara 1495
con su sagrado yelmo, y a tu lado
blandiese fiero su terrible lanza.
Tu sangre beberemos; no lo dudes
Lo hemos jurado, Rómulo y a las sacras
deidades de este bosque; y el sabino 1500
sus juramentos santos no quebranta.
RÓMULO Intentáis ardua empresa. Qué ¿tan presto
se olvida vuestra ciega pertinacia
del valor con que Rómulo confunde
sus débiles contrarios? ¿Quién aguarde 1505
los golpes que fulmino? ¿Quién resiste
sólo un amago mío, una mirada?
¿Juzgáis intimidar mis vencedores
guerreros con pueriles amenazas?
¡Os tengo compasión! Sedme testigos, 1510
deidades inmortales, que mi saña
provocan los sabinos. No ha bastado
a templar su furor la tolerancia
con que los he sufrido. Ya me miro
forzado a castigar Sus temerarias, 1515
sus locas pretensiones. Sí, rebeldes;
pronto, con el acero a la garganta,
imploraréis humildes mi clemencia;
y entonces besará vuestra arrogancia
la pesada cadena, y a los avece 1520
de pasto servirán vuestras escuadras. (Vase.)
Escena IV
NUMA, HERMILIA, OSTILIO y SABINOS.
NUMA Lo postrero en tal trance elegiremos,
Ya, fuertes compañeros, está echada
la formidable, la dudosa suerte.
Antes que apague su luciente llama 1525
el padre de los días en el seno
del océano inmenso, nuestras ansias
cesarán con el triunfo o con la muerte.
No se entibie el ardor que nos inflama,
ese divino rayo que la gloria 1530
desde su eterno templo nos dispara.
Tengan todos presente en el combate
que lidian por sus hijos, por su patria,
por su propio interés. Cada cual sepa
que, si el puesto que ocupa desampara, 1535
no tiene más asilo que los hierros.
Discurramos, en fin, que a nuestra espalda
desparece la tierra, y que es forzoso
romper por los contrarios a buscarla.
Pero tales avisos serán vanos 1540
si no los dicta el labio de un Monarca.
Yo no aspiro a este honor, por más que Tacio
su cetro y su laurel me encomendara.
Nombradlo a vuestro agrado. Sea el que fuere,
obedecer sabré; y en la batalla, 1545
la senda que me muestre su plumaje
ésa siempre hollará mi heroica planta.
OSTILIO Ninguno como tú podrá guiarnos
a la gloria, en las arduas circunstancias
del trance en que nos vemos. Compañeros; 1550
yo no daré otro voto. ¿Os desagrada
la elección?
SABINOS. Ciña Numa la corona.
NUMA POMPILIO Yo admitiré ese honor sin repugnancia
si la divina Hermilia, desde el trono,
me da para subir su mano blanca. 1555
HERMILIA ¿Por qué mi auxilio imploras, si te presta
tu sublime virtud tan dignas alas?
¡Ah generoso Numa!, yo te libro
del fatal sacrificio a que te arrastran
los ruegos de mi padre. Sí; mi mano 1560
sé bien que labraría tu desgracia.
Tu amante corazón gime y suspira,
sin poder arrancarse la dorada
saeta que lo hiere; y mis halagos,
lejos de derramar en la honda llaga 1565
un saludable bálsamo, tus penas,
tus graves inquietudes aumentaran.
Pues no exaspere, Numa, nuestros males
un estéril deber. Si desagravias
la sombra de mi padre; si disipas 1570
los peligros que cercan a mi patria,
¿el cetro qué me importa? Yo reduzco
a tu felicidad mis esperanzas.
NUMA POMPILIO ¡Ah virtuosa Hermilia; cuánto exceden
las prendas de tu espíritu a las gracias 1575
de esa feroz beldad! Divina Hermilia;
líbrame, por los dioses, de esta llama
que devora mi pecho. Tú, tú sola
podrás con tus ternezas apagarla.
¿Qué no destruye el tiempo? ¿Qué no cede 1580
al ruego y al cariño? ¿A quién no encantan
las heroicas virtudes? Sí; en tu mano,
en esta blanca mano está cifrada
mi ventura. ¿Qué temes? ¿Imaginas
que yo no te amaré? ¿Tendré yo un alma 1585
tan dura, tan indócil?
HERMILIA No, mi Numa;
no me aborrecerás si no me amas.
Yo registro tu pecho... Mas, ¡ay triste!,
que no es un dulce amor quien nos enlaza.
Tacio...; tu honor..., la suerte...
NUMA POMPILIO No, mi duele; 1590
tus méritos me rinden. Ven al ara;
enciéndanse las teas. ¡Oh Citeres!
Muéstrate favorable en las entrañas
de las simples palomas; y el disgusto
nunca marchite la nupcial guirnalda. 1595
(Al conducirla por la mano al ara, suena dentro estrépito de guerra)
Pero ¿qué estruendo es éste?
OSTILIO Todo el campo
en movimiento mira.
HERMILIA Ya extrañaba
que mi dicha no diese en un escollo.
Escena V
Un SABINO y los DICHOS.
SABINO No os detengáis, sabinos. A las armas
corramos presurosos. Los romanos 1600
por tres distintas partes nos asaltan.
Ya nos hieren sus rápidas saetas,
y las nubes de polvo que levanta
el confuso tropel de las cohortes,
la clara luz del sol nos arrebatan. 1605
Es, pues; coronemos al instante
esas robustas y trabadas hayas
que intentan escalar los enemigos,
y hallen en cada pecho una muralla.
NUMA POMPILIO Seguidme, compañeros.
HERMILIA A tu lado, 1610
nueva Belona, blandiré la lanza.
NUMA POMPILIO No, mi bien; a tu tienda te retira.
Parte, Ostilio, defiende con tu escuadra
esa parte. O la muerte o la victoria
ordeno a tu valor.
OSTILIO. Ten confianza. 1615
Guerreros; a lidiar por la justicia.
SABINOS Volemos a morir o a vindicarla.
Escena VI
HERMILIA y las SABINAS.
HERMILIA Las deidades os guíen y, severas,
contra el tirano Rómulo combatan.
SABINA 1.ª Ya de las armas el terrible estruendo 1620
atruena todo el bosque.
SABINA 2.ª Suerte airada.
¿Si triunfará el romano?
SABINA 1.ª ¿Qué destino
tu implacable ojeriza nos prepara?
HERMILIA Ved cómo, al duro golpe de los dardos,
comienzan a exhalar las nobles almas 1625
nuestros fuertes guerreros. Entre el polvo,
las voces y el tropel, los yelmos saltan,
vuelan las picos, los escudos rueden
sobre la roja yerba. ¡Cielos! ¡Cuánta
sangre, cuánto sudor por todas partes 1630
con el afán y el hierro se derrama?
SABINAS ¡Oh día lamentable!
HERMILIA Más, sabinas,
más infausto fue aquel en que, insensatas,
dejamos nuestros plácidos hogares
por la pérfida Roma. ¡Qué de ansias 1635
este yerro nos cuesta! Mas, ¡ay triste!,
que los sabinos ceden. Las escuadras
enemigas inundan los reales,
como torrente rápido que baja
de las excelsas cumbres, arrollando 1640
las peñas y los árboles que arranca.
SABINA 2.ª ¿Qué haremos? ¡Ay! ¿Adónde esconderemos
nuestros hijos?
SABINA 1.ª ¡Oh madres desgraciadas!
Huyamos a los montes.
SABINA 3.ª ¡Dioses justos;
apiadaos de nosotras!
Escena VII
HERMILIA, sola.
¡Pena amarga! 1645
Ya se ha perdido todo; se ha perdido
la libertad, la gloria... Ya no hay patria;
ya no hay Sabinia... Númenes terribles,
¿dónde está la justicia? ¿Vuestra saña
cuándo terminará? Pero ¿qué miro? 1650
¿Cómo volvéis, sabinos, las espaldas?
¿Adónde vais, cobardes?
Escena VIII
Algunos sabinos atraviesan, huyendo. HERMILIA, TULIA y ROMANOS.
TULIA No sigáis
esa tímida turba. A mí me basta
esta aleve sabina para triunfo.
HERMILIA ¿Y qué importa que triunfes de una flaca, 1655
de una infeliz mujer, si aun te disputan
muchos nobles guerreros la ventaja
que esos viles te ofrecen?
TULIA La victoria
les cedo a trueque de poner la planta
sobre tu infame cuello. Conducidla. 1660
HERMILIA Apura tu furor; tu enojo sacia,
implacable mujer, pero no esperes
que tus rigores mi valor abatan.
No me sorprende el hado. Bien sabía
que sin designio esparce sus guirnaldas 1665
la mudable Fortuna, y así miro
con sereno semblante las desgracias.
TULIA Tú gemirás al fin.
HERMILIA Antes espero
que tus iras se cansen.
TULIA Arrastradla;
sumergidla en los hierros, y suspire 1670
entre la turba vil de mis esclavas.
Escena IX
NUMA, por el centro, con algunos sabinos. Traban el combate con los romanos; y al retirarse éstos vencidos, salen por la izquierda algunas tropas romanas que cercan a NUMA y a los suyos. Lidiase con tesón; y opresos al fin los sabinos, quedan rendidos y desarmados, formando un cuadro pintoresco, cuyo grupo principal se compone de TULIA, HERMILIA y dos guerreros que han aprisionado a NUMA.
NUMA POMPILIO Sabinos; defendamos vuestra reina.
TULIA Antes seréis despojo de mi espada.
NUMA POMPILIO ¿Por qué la vida, dioses, me dejasteis?
TULIA Porque tu eterno llanto satisfaga 1675
su justa indignación. Infiel; ¿creíste
que a mis suspiros, quejas y plegarias
ensordecieron los sagrados dioses?
¿Te persuadiste, aleve, que dejaran
impune tu traición? ¿O imaginaste 1680
que no fuese delito tu mudanza?
Desengáñate, ingrato, y reconoce
que no son insensibles a las ansias
de un amante, que nada los irrita
como la ingratitud y la inconstancia. 1685
NUMA POMPILIO No me atormentes, Tulia; no dupliques
mis congojas mortales. Yo te amaba
cuando amarte podía sin delito;
pero, así que el peligro de mi patria
me instruyó en mi deber, fue necesario 1690
ser ingrato contigo por salvarla.
Mas, ¡ay!, que se han frustrado mis desvelos.
En medio de este bosque, donde nadan
en tibia sangre los hendidos cráneos,
los yertos miembros, las deshechas armas 1695
de mis fieles amigos, me conservan
los dioses una vida, que me cansa,
para funesto ejemplo de sus iras.
Yo, miserable pueblo, soy la causa
de tu horroroso estrago. Sí; los cielos 1700
tu inocencia clementes perdonaran
el tu suerte de mí no dependiese;
de mí que arrastro asido a mis pisadas
el acerbo infortunio, emponzoñando
el aire que respiro. ¡Oh, cuán infausta 1705
fue la elección de Tacio! ¿Por qué, Hermilia,
cediste generosa a mis instancias?
¿Por qué diste la mano a un desdichado,
a un infeliz, objeto de la saña
del Cielo y de la tierra?
HERMILIA Porque nunca 1710
la virtud desmerece en la desgracia.
Sí, mi Numa; no temas me arrepienta
de ser tu fiel esposa. En la garganta
de la calamidad que nos devora,
tu amor es mi consuelo... Mas, ¡ay ansias!, 1715
que cesó tu deber, cesó el empeño,
cesaron los clamores de la patria,
y tu pasión no cesa... Pronto, pronto
enjugarás el llanto. Entre sus alas
te arrullará el amor; y si la gloria 1720
te saca alguna vez a la campaña,
será para volver, con mil naciones
uncidas a tu carro, a las murallas
de la orgullosa Roma, donde fina
tu arnés destrence la beldad que amas. 1725
Pero no lo veré... Ya el lento filo
de mis fieros pesares, en el alma
honda llaga habrán hecho; y de la Estigia,
errante y triste, pisaré las playas.
NUMA POMPILIO ¿Qué dices, bella Hermilia? ¿Te persuades 1730
que olvide yo la sangre derramada
de tantos infelices? ¿Tus ternezas,
tus ayes, tu dolor?...
TULIA Aleve, calla.
¿Cómo a mis ojos, pérfido, te atreves
a ostentar tu traición? ¿Quién tal audacia, 1735
quién tal descaro tuvo?, No sé cómo
mi rabioso despecho no te arranca
ese infiel corazón, donde se albergan
tantos engaños, osadía tanta.
Mas no es tuya la culpa; la insolente 1740
que aviva con sus lágrimas tu llama,
debe ser el objeto de mis iras.
Guerreros; al momento separadla
de ese traidor, y a Roma se conduzca.
HERMILIA Tus crueldades, ¡oh Tulia!, serán vanas. 1745
¿De qué sirve el rigor? En las prisiones,
cercada de tinieblas, aherrojada
en la desnuda tierra, cada instante
volará, a tu pesar, sobre las alas
de nuestro casto amor, mi pensamiento, 1750
y en mi esposo hallará tranquila calma.
TULIA Yo haré, atrevida, que la muerte extinga
esa loca pasión de que te jactas.
HERMILIA ¡Oh qué débil recurso! Aun ignoramos
si con la vida nuestro amor se acaba. 1755
TULIA Obedeced, romanos.
HERMILIA Adiós, Numa
NUMA POMPILIO Mi corazón, Hermilia, te acompaña.
TULIA Llevadla.
HERMILIA Adiós.
NUMA POMPILIO Adiós.
Escena X
OSTILIO, presuroso, y los DICHOS.
OSTILIO Numa, respira.
Los cielos han tomado la venganza
que nuestros flacos brazos no pudieron. 1760
NUMA POMPILIO ¿De qué manera, Ostilio?
TULIA Suerte infausta,
¿qué golpe me previenes?
OSTILIO Ya no existe
el ambicioso Rómulo.
HERMILIA ¡Oh sagrada
Providencia!
TULIA ¡Yo muero de despecho!
OSTILIO Rotas ya las trincheras que cercaban 1765
nuestro campo; cubiertos los sabinos
de mortales heridas; sus corazas
y yelmos destrozados; respirando
con angustia y afán; casi agotadas
las fuerzas, sin vigor ni resistencia, 1770
empiezan a ceder. Cada pisada
era un lago de sangre, y el romano
en nuestros yertos cuerpos tropezaba.
El tirano, animando sus cohortes,
más terrible que el dios de las batallas, 1775
en torno fulminaba el fuerte acero,
que al girar por el aire salpicaba
con nuestra sangre su feroz penacho.
Crece su furia; sus guerreros llama;
hiere al caballo con la aguda espuela, 1780
y el iracundo bruto entonces salta,
rompiendo nuestras filas, abollando
con la herradura las bruñidas armas.
Entre tantos horrores, las deidades
oyeron nuestros ruegos. Una espada 1785
que el moribundo brazo de un sabino
esgrimid sobre el polvo en que expiraba,
penetró el ancho pecho de la fiera.
Siente la aguda punta en las entrañas
y, ciego de dolor, mordiendo el freno 1790
que en vano lo contiene, se abalanza
como rápido rayo al precipicio
que forman esas rocas escarpadas.
Tres veces a las riendas el tirano
toda su fuerza aplica, y otras tantas 1795
empinó su estatura el fiero bruto;
mas fáltale la tierra, y a las auras
despechado se arroja. Ruedan ambos
dando tremendos vuelcos por las pardas
y desiguales peñas, cuyas puntas 1800
rompen las duras armas y desgarran
los palpitantes miembros. Yo, sabinos,
a pesar del rumor y la distancia,
escuché el grave golpe de los cuerpos
en el profundo abismo. Las escuadras 1805
atónitas quedaron; se les caen
las picas de las manos; todos clavan
los espantados ojos en las rocas
que arrebataron su feroz Monarca.
Sí, felices sabinos; ya los dioses 1810
han tomado a su cargo nuestra causa;
ya no existe el tirano, y al Averno
nuestra infelicidad consigo arrastra.
TULIA No imaginéis, traidores, que este caso
rompa los hierros que mi agravio os labra. 1815
Si ha fallecido Rómulo, yo existo;
y en tanto que el Senado no proclama
un nuevo soberano, será Tulia
del augusto laurel depositaria.
Guerreros: conducid a la alta Roma 1820
esos dos sediciosos. ¡Vil!, ¿pensabas
burlar mis iras y mirar tranquilo
mi rabioso dolor? No; Tulia manda,
ya está dado el decreto. Una ponzoña
gustaremos; y en hora tan amarga, 1825
tu congoja mayor, tu mayor muerte
serán mis fallecientes ojeadas.
HERMILIA Yo espero que se frustren tus rigores.
TULIA ¿Frustrarse? Pues qué, pérfida, ¿no basta
para desengañarte el infortunio 1830
que lamentas?
HERMILIA Quizá los cielos calman
su indignación. ¿Quién sabe?
VOZ (Dentro) ¡Numa viva!
TULIA ¿Quién estas voces y alboroto causa?
Escena XI
MARCELO, guerreros romanos y sabinos, y los DICHOS.
MARCELO Generoso sabino, ilustre Numa:
los poderosos númenes que guardan 1835
este sagrado bosque, han castigado
la impiedad que sus aras profanaba.
Roma, sin dueño, gime; mas, prudente,
enjugando sus lágrimas, me manda
que en tu nombre te ofrezca el regio cetro 1840
y el glorioso laurel, que...
TULIA ¡Aleve, calla!
¿Qué pronuncias? ¡Un pérfido en el trono!...
¡La pena y el furor la voz me embargan!
¿Quiénes son los traidores que pretenden
coronar a un sabino?
MARCELO Las escuadras, 1845
TULIA Opondrase el Senado.
MARCELO Poco importa,
si están en nuestras diestras las espadas.
TULIA ¿Y a un extranjero eligen?
MARCELO ¿Qué te admiras,
si han visto su valor en la campaña;
si conocen sus ínclitas virtudes? 1850
Éstas, Tulia, lo elevan; no la patria.
Y, así señor, admite el vasallaje
que juran a tus pies. La paz renazca
en nuestros secos campos. Ambos pueblos
una familia formen, y la insana, 1855
la sangrienta discordia para siempre
brame en el hondo abismo encadenado.
NUMA POMPILIO Admito vuestro don, nobles guerreros,
y juro a las deidades soberanas
conservar siempre en paz vuestros hogares. 1860
Ven, adorada Hermilia, y en las aras
únanos el amor. Pueblos amigos;
coronad vuestras sienes de guirnaldas
de pacífica oliva, y en el templo
demos a Jove las debidas gracias, 1865
TODOS ¡Vivan Numa y Hermilia!
TULIA Mi despecho
ha llegado a su colmo. ¡Ingrato, aguarda!
Romanos, deteneos. ¡Fementido,
escucha a una mujer que idolatrabas,
y que aun ciega te adora! No pretendo 1870
enternecerte, no. Sé que son vanas
las lágrimas que vierto. Sólo, aleve,
sólo sí, te suplico, por las ansias,
que el pecho me destrozan, por mi llanto,
por mis suspiros, ¡ah!, si te fui grata, 1875
si te fui dulce un tiempo, si algún premio
merece mi fineza, que esa espada,
esa diestra crüel, que tantas veces
me prometiste, rompa mis entrañas;
destruya mis alientos... Mas, ¡ay triste!, 1880
que dirijo a una roca mis plegarias...
¿A quién me volveré? Escucha, Hermilia,
escucha a una rival que, despechada,
provoca tus enojos. Teme, injusta,
teme, mientras respire, que la llama 1885
de nuestro antiguo amor turbe el reposo
del lecho que Himeneo te prepara.
Sí, tirana; yo adoro a este inconstante (1)
[Ya ni decoro, ni pudor, ni fama
contendrán mí delirio. No lo dudes. 1890
Mis caricias, mi llanto, aquellas gracias
que alabó en, otro tiempo, de tus brazos
lo sabrán arrancar. ¡Ay! ¿Cómo tardas
en herirme, crüel? ¿Pero qué es esto?
¿Yo suspiro? ¿Yo gimo? ¿A mi contraria 1895
le ofrezco yo este triunfo? Débil Tulia,
¿en este trance tu valor desmaya?
¿Tú mendigas la muerte? ¿Solicitas
ajeno brazo que tu sangre esparza?
¿En dónde están tus iras? ¿Cómo, furias, 1900
estáis ociosas en la opaca estancia
del tenebroso abismo? Ya el incendio
centellea, se agita y se derrama
por mis ardientes venas. ¡Ah!, muramos;
muramos, triste Tulia, sin venganza. 1905
Mas ¿qué digo? ¡No hay dioses? ¿Mis furores
no vendrán desde el Tártaro a tomarla?
Sí malvado; mi sombra, ardiendo en iras,
armará cuantos pueblos el sol baña
contra la altiva Roma. El ancho Tíber 1910
arrollará, sangriento, las corazas,
los yelmos y los miembros de los tuyos.
Estos campos que ves llenos de grama
serán hedionda tumba, y el arado
surcará esos palacios y murallas. 1915
Entonces, sí, traidor, cuando cubierto
de polvo y de sudor, bajo la espada
del fiero vencedor, muerdas la tierra,
entonces llamarás con tristes ansias
a la infelice Tulia; y Tulia entonces, 1920
arrancándote, infiel, esa vil alma,
en medio del tumulto y los clamores
de las horribles furias, despechada,
descenderá, tirano, como en triunfo,
al pavoroso abismo a sepultarla. 1925
Dioses; oíd mis votos, oíd las voces
de un agraviado pecho que embriagan
la pena y el furor, y sea este golpe
infausto precursor de mi venganza. (Se hiere.)
NUMA POMPILIO Tente, Tulia ¡Qué horror?
TULIA Huye, perverso 1930
No aumentes mi agonía... Ya la Parca
te libra de mis quejas... ¿Qué más quieres?
He aquí el triunfo, crüel, de tu inconstancia.] (2)
(Muere.)
NUMA POMPILIO Conducidla, guerreros... ¡Ay!, libradme
de ese objeto fatal. Hermilia amada, 1935
no extrañes mi dolor. La quise un tiempo;
fue mi primer amor... Él es la causa
de su trágico fin... ¡Ah!, no soy mármol.
Yo debo lamentar tanta desgracia.
Qué, ¿pudiera ofender mi triste llanto 1940
a la sensible Hermilia?
HERMILIA No me agravian
tus nobles sentimientos. ¡Ah mi Numa!
Su desastre estas lágrimas me arranca.
NUMA POMPILIO Vamos todos al templo. Justos dioses,
velad sobre estos pueblos que se enlazan 1945
con tan estrechos vínculos, y vivan
en la paz, la alegría y la abundancia.
EL NUMA (3)
TRAGEDIA EN CUATRO ACTOS, REFUNDIDA POR EL CIUDADANO
DIEGO M. GARAY
representada en el Teatro de Cádiz el 27 de abril del año de 1820 con el plausible motivo de ser día en que sé colocó la lápida de la Constitución.
A LOS SEÑORES DIRECTORES Y ACCIONISTAS
del Teatro de Cádiz
A vos, señores, que tan dignamente
en la famosa Gades sostuvisteis
la olímpica mansión, y entre los duelos
de horrible mortandad fuisteis apoyo (4)
del actor infelice y angustiado,
se dirige mi voz; y ¡oh si pudiese
mi indocta musa publicar al mundo
vuestra innata piedad!... A vos ofrece
mi ardiente gratitud el pobre fruto
que mis deseos de agradar sembraron;
que nunca, nunca a la eminente cumbre
del sagrado Elicón subir podría
por otra senda con estéril numen.
Y el devuelvo a la engañosa escena,
fama adquiriendo nuevamente, El Numa,
no un poético ardor, sí la memoria
del insigne Castillo me ha inspirado;
que no deben perderse en el olvido
las sublimes bellezas con que pinta
al héroe de Sabinia. En este ensayo
que adiestrarme grave Melpómene
y acá o no acertó, pero dignaos
de admitirle propicios cual don puro
que os dedica mi fe; corto es sin duda,
mas ¿cuál hubiera de vosotros digno?
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
TACIO SR. MATEO FURNIER.
RÓMULO SR. DIEGO MARÍA GARAY.
NUMA SR. MANUEL GONZÁLEZ.
OSTILIO SR. MANUEL FERNÁNDEZ.
TULIA SRA. JUANA GALÁN.
HERMILIA SRA. JOSEFA GARCÍA.
MARCELO SR. JOSÉ ROSALES.
LICTORES. -PUEBLO. -GUERREROS