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Los seis velos

Pedro Antonio de Alarcón


A Agustín Bonnat

(Prólogo y dedicatoria)

Hace algún tiempo que mi amigo Rafael y yomás enamorados de la muerte quede la vidadimos un largo paseo por el mar a las altas horas de una tranquilanoche de veranosin otra compañía que la implacable lunay rigiendo pornosotros mismos un barquichuelo del tamaño de un ataúd.

Cansados de remary extáticos ante la solemne calma de la Naturalezaacabamos por abandonar el bote a merced de las olasconfiando en la mansedumbrecon que lo acariciabano más bien en nuestra mala suerteque parecíadecidida a no ayudarnos a morir.

Rafael había cantado una patética barcarolay cuya letra decía de estemodo:


«Bogaboga sin recelo

Del remo al impulso blando

Como las almas bogando

Van desde la tierra al cielo.

Bogaque el viento no zumba

Y la mar se duerme en calma;

Bogacomo boga el alma

Desde la cuna a la tumba.»


Esta sencilla canción había aumentado la tristeza que nos devoraba;tristeza que en él era ingénita o consubstancialy que a mí me habíancomunicado los libros románticosalgunos hombres sin creencias y lasesquiveces de la fortuna...

-Rafael... -exclamé de pronto. -Tú debes haber tenido algún amordesgraciado...

Rafael no era comunicativo. En otra cualquier circunstancia habría eludidola respuesta. Pero en aquella situación culminante mi interpelación fue comola ruptura de un dique.

-Escucha... -dijo.

Y me contó una historia incoherenteinexplicabletan original comomelancólica.

¡El desgraciado había pasado la vida corriendo tras un celaje de amorquese desvaneció lentamente ante sus ojosdejándole el alma llena de amargura!...

Acabo de saber que mi amigo ha muerto.

Su historiadormida en lo profundo de mi memoriaha saltado a lasuperficie.

Y sin vacilar he cogido la pluma.

Esta es la historia de la historia que te dedico.

Recíbela como mía para ti...sin parar mientes en el juicio de losprofanos.

No te digo más.

PEDRO.

Primera Parte.

El velo blanco.



 

 

I

Habla Rafael

¿Porqué estaba yo triste a los diez y ocho años?

Todo me sonreía. Era rico; pertenecía a la familia más ilustre de mipueblo; amábanme mis padres; había sido dotado por Dios de un alma entusiasta;adoraba lo bello y lo grandey todo era bello y grande para mí en la tierra yen el espacio.

La muerte del díael amanecer de la lunalos rumores del campo que me vionacerlos himnos amorosos que preceden al sol por la madrugadael variadoaroma de las florestodo hablaba a mi corazón... Pero ¡ay! su lenguaje eratristedesconsoladorcomo la memoria de un bien perdido...

¡Lloraba yo! ¿Por qué?

¿Era el sufrimiento mi predestinación? ¿Traje en mi alma el germen de lamelancolía? ¿Había sellado Dios mi frente con la marca de un dolorindefinibleexcepcionalprivilegiado?

¿Por qué no era yo como los demás hombres? ¿Por qué mi disgusto hacialas cosas que ellos amaban tanto? ¿Por qué mi aislamiento sobre la tierra? ¿Quédeseaba yo? ¿Qué necesitaba? ¿Qué aristocracia de seres representaba en lavida? ¿Era yo más ángel o más demonio que el resto de la humanidad? ¿Cuálera mi jerarquía? Degradación o preeminencia¡yo la aborrecíayo larechazaba! Ser como todos era mi constante deseo... ¡Había en mí unasuperabundancia de vida que me agobiaba! ¿Qué crimen había yo cometido antesde nacer para que se me impusiera aquel tormento extraordinario? ¿Qué premiomás alto que el de los demás me esperaba a mí en pago de tan incesantemartirio? ¡Ah! ¡Cuánto me odiaba!

En esta situación decidí viajara fin de esparcir mi alma por el universoy dejar en cada horizonte una cantidad de pensamiento y de melancolía.

II

A Agustín Bonnat

-Agustín¿cómo se llama la enfermedad que sufría mi amigo?

-Celibato intelectualmoral y físico.

-¿Qué lo produce?

-El demasiado talento madurado precozmente en la soledado sea en compañíade tontos y de necios.

-¿Cómo se cura?

-Con tres mujeres: primerouna coqueta; luegoun ángel que se muera amandoal pacienteypor últimouna mujer que se haga amar.

-¿Qué le pasa si carece de las tres?

-El pobre sucumbe al dolor de estómago.

-¿Y si sólo halla la coqueta?

-Se suicida.

-¿Y si da con un ángely el ángel no se muere?

-Se casa; se aburre más que de soltero; hace del ángel un demonioyrevienta de una plétora de vino.

-¿Y si halla a la mujer amable y amanda antes que a las otras?

-No hace caso de ellani la comprende...

-¿Y si llega el ángel antes que la coqueta?

-El enfermo muere a manos de su presunto suegro.

-¿Y si tropieza con la mujer amanda después de salir de manos de lacoqueta y antes de ver morir al ángel?

-Entonces pagan justos por pecadores.

-Pues bienAgustín: Rafael se libró de todo eso porque no encontró aninguna de las tres...

-¿Qué mujer halló entonces?

-¡A las tres resumidas en una sola! Total¡nada!

-Es deciruna sal neutra... ¡Desgraciado Rafael!

-Tu dixisti.

III

De Agustín Bonnat

Aquí se me hace indispensable advertir al lector quecuando habla AgustínBonnatno es por cuenta suya.

Lo que él dice lo digo yo.

Y no puede ser de otro modosupuesto que nos separan trescientas cincuentaleguasparte de ellas de Monarquía española y parte de Imperio francés.

Porque estoy en París; en el París de Alfonso Karr; en la residencia delgran maestro de este nuevo género de literatura que Agustín y yo nos hemospropuesto cultivar desaforadamentehasta que nuestros lectores pierdan eljuicio...

IV

Sigue Rafael

La primera vez que la vifue al rayar el alba de un día de Enero.

Cruzaba yo a caballo la antigua villa de ***sin pensar en detenerme enella. Había entrado por una puerta para salir por la otra y continuar micamino.

Te he dicho que amanecía.

Los ruidosos pasos de mi caballo turbaban solamente la quietud de la dormidapoblación.

Yo iba mirando a los cerrados balconessaludando con la imaginación a todosaquellos seres desconocidos que dejaba detrás de mí y que suponía entregadosal sueñoo bien pensaba en que seguirían viviendo allí rutinariamente más omenos añossin noticia alguna de que yo había pasado una mañana por delantede sus viviendashasta que la muerte los obligase a viajar también a ellosdequienesal cabo de cierto tiempotampoco tendrían noticia o memoria losnuevos habitadores de sus hogares...

De pronto vi moverse las blancas cortinillas de un balcónlevantadas porlinda mano que parecía de marfily luego divisé una cabeza despeinada ycuriosa que se pegaba a los cristales para verme pasar...

Detuve mi caballo.

Érase una hermosísima jovende diez y siete a diez y ocho añosblancacomo la nieve. Anchos bucles de cabellos negros encerraban unas faccionescorrectas y delicadasde pureza encantadora. Sus ojosnegros tambiénteníanaquella mirada tranquila que hace meditar al hombre en quien se detieney suslabios ostentaban cierto orgulloso desdénpropio de las clases mimadas por lafortuna...

Mal hice en detener mi caballo...y muy mal también en saludar a la gentilmadrugadora...

Ella no me contestó; pero tampoco dio señales de enojode turbacióndeburla ni de complacencia...

Limitóse a dejar caer la cortinillaocultándose a mi atrevida miraday yome alejé más triste que nunca...

..............................

Medita en este encuentro.

Si yo hubiera tropezado con una mujer semejante en cualquiera gran poblaciónindudablemente me habría sorprendido su rara belleza; pero al cabo de un minutola habría olvidado... Mas encontrármela al cruzar por una aldeaal amanecer ycomo sola en el mundo; perderla al encontrarla; verla morir para mi vida cuandomi amor podía haber nacido para ella; dejarla así entregada a un destino enque yo nunca influiría; sospechar que detrás de mí vendría otro hombre y seharía dueño de su corazón; pensar en que ella acaso me hubiera dado laventuray en que yo había pasado a su lado sin demandársela...¡esto era yapara mí melancolíacasi una pasión malograda por la fatalidad!

Así fue que súbitamente sentí remordimientoscomo si hubiera hechomal en no quedarme en aquella villa; dolorcomo si acabara de perder auna amiga de mi infancia; celoscomo si aquella niña me hubiera juradoeterno amor; y amorcomo si en el minuto que había estado mirándola sehubiese detenido mi existencia a la manera de un reloj que se para...

Todo el día y el siguientees decirtodo el viajefui pensando en miaparición.

¿Quién era? ¿Por qué estaba levantada a aquella hora? ¿Esperaba a suamante? ¿Acababa de separarse de él?

Aquí me asaltaban penosas ideas: mi imaginación se trazaba cuadrosdesesperadores; la envidia me roía el alma.

¿Había reparado en mí? ¿Me recordó en el resto del día? ¿Creóhipótesis sobre mi destinocomo yo acerca del suyo?

¡Ya ves hasta qué punto era yo loco en aquel tiempo! -Por lo demáshaztecargo de que las emociones que intento traducirte con palabras son de aquellasque el juicio persigue inútilmenteo que no pueden ser aprisionadas en elmolde de un concepto. De las verdades que se sienten y no se explicanes unahistoria que estoy contando...

Hoy mismo creo aún distinguir el rostro de aquella niña entre el blanco tulde las cortinillas del balcóny lloro lo mismo que lloré aquella mañana...

Como amanecíacreí por un momento que era la auroramedio velada todavíaen los vapores de la noche...

Como aun era algo de nochela creí la luna pálida de celos al verse frentede la aurora...

Y desde aquel día la adoré con toda mi alma.

V

A Agustín Bonnat

En este puntomi querido Agustínpienso y siento lo propio que miinfortunado amigo Rafael.

No sé en qué consiste que los hombres de cierto temple nos enamoramos de laúltima desconocida que vemos al paso...

Tal vez sea por atormentarnos a nosotros mismoscomo el personaje deTerencio...

¿No hay seres que sólo aman lo difícillo irrealizable?

Pues irrealizable es un deseosiempre fijo en lo que ya ha quedado atrás.

Oye y maravíllate.

Cuando la diligencia en que yo voy cruza al galope de diez caballos por lacalle de una aldea cualquierame entran ganas de casarme con todas las zagalasque me miran estólidamente.

-¡Qué feliz sería yo aquí! -me digo a cada momento. -¿Dónde hallaréotra mujer como ésa?

Y la diligencia correy el meteoro desaparece... Pero me queda lamelancolía en el alma.

Recuerdo que una tarde pasé por cierto pueblo de la Mancha.

Era domingo.

Yo no lo sabíao no lo recordaba en aquel instante; pero los cuelloslimpios de los lugareños y los zapatos de cordobán de las zagalas me hicieroncaer en la cuenta.

Mediaba Mayo.

La tarde era tranquilatransparenteembalsamada.

El mundo parecía un vasto diván preparado para dos amantes.

Los ancianos labradores manchegos paseaban por el campo.

Los mozos se contoneaban por las esquinas con su eterno aire amenazador.

Las muchachas jugabancantabanbailabany se burlaban de nosotros losinquilinos de la diligencia.

¡Cómo me entristeció aquel sencillo cuadro de pazde ignoranciadefidelidad doméstica!

¡Cómo envidié las almas estúpidas de aquellos aldeanos!

¡Cómo amé a todas aquellas jóvenes castasdevotas e inciviles!

Y sin embargoescribo esta historia en la patria de Rafael Valentínel héroe de la Piel de Zapa.

Desde mis balcones se ve el Puente Nuevoy debajo el luctuoso Sena...

Mañana se estrena en la Grande Ópera Las vísperas sicilianasúltima obra de Verdi.

¿Qué son ya para mi corazón todas las zagalas de la Mancha?

FIN DE LA PRIMERA PARTE

Comentario del autor

Amigos lectores:

Antes de proseguir detengámonos un momento a meditar sobre la blancuracoloro anticolor que resalta en esta primera parte de mi historia.

Blanca ha sido nuestra heroína; blanco es el inviernoestaciónen que la hemos conocido; blanca es el albaa cuya luz dudosa se hanrealizado los graves acontecimientos que preceden; blanco es el velo através del cual ha visto Rafael a su desconocidapues no me negaréis que unacortinilla es un velo; en el blanco empieza la gradación de la paleta; blancoera todo el papel que llevo emborronado desde que empecé esta narracióny blancaes la inocencia que precede a los amores.

Con razónpuesse llama esta primera parte El velo blanco.

Añadiré ahora que yo amo la blancura. La amo:

En Sierra Nevadapaloma enorme que cobija bajo sus alas purísimas aGranada la Sarracena;

En las nubes de incienso que suben a la cúpula del templo católicoentrelas harmonías del órgano sagrado... (Por eso no soy protestante);

En una media de sedao sea en dos;

En el majestuoso hábito de un fraile dominico;

En la lana de los corderos que se comen la hierba de los valles;

En el cantar de Salomóncuando nos describe las recónditas bellezasde la mujer bien amada;

En un limpio mantel;

En una rabiosa cascadacubierta de espuma como un caballo indómito;

En las provincias vascongadasdonde no hay papel selladosino blanco porexcelencia foral;

En una hermosa dentadura;

En la cabellera de un ancianohombre de bienque parece en su casa unabendición de Dios:

En un tazón de rica lechesi me lo sirven en el campobajo los árbolesal anochecer;

En un fantasma... (¡Creo en ellos: los he visto!);

En una bandera de paz después de largos años de guerra;

En un día de inviernocuando nieva mucho y yo estoy sentado a la chimeneaviendo el campo a través de dobles cristalesolvidado de los pobres que sehallan sin panni casani trabajoni abrigo;

En un pañuelo de batista que me dice¡adiós! a lo lejoscuandodoblo la esquina de cierta calle;

En una azucena;

En la vela que cruza los mares con dirección a los puertos que adoro en mimemoria;

En una bata de muselina con una mujer dentrosentadas ambas a una rejaenel mes de Septiembrea media noche... Por eso soy tan melancólico... ¡Elcólera no respetó sexo ni edad!;

En la luz de la luna cuando besa por orden mía la losa de un sepulcrodelcual yo estoy distante;

En una buena cama después de largo viaje en que ha habido lluviasladronesaduanas y malas fondas;

En el armiño del manto de los reyessin el cual se confundirían con susvasallos;

En la blanca doble cuando hago dominó con ella;

En la posesión de una blanca quemultiplicada treinta y cinco vecesme daría un capital de más de cien millones;

En el nombre de una dama de Madrid;

En un arma blanca cuando tengo miedocelos o ira... (Por eso no lasllevo nunca);

En toda concienciaasí privadacomo curialcomo políticacomo literaria...(Este es un amor platónico)...

En finyo amo la blancura en todo lo que es puroinocentecándidoangelicalvirgíneo; en ho corpóreoen lo espiritualen lo moralen loteóricocomo colorcomo ausencia de colorcomo emblemacomo símbolocomoapoteosiscomo ropa limpia y como albayaldequeal fin y al caboes unveneno.

Parte Segunda.

El velo de color de rosa.

(Habla Rafael.) -La segunda vez que la vi fue tres años después.

Era una hermosa tarde de primavera.

Paseaba yo por los alrededores de Sevillasolo aúnsiempre solocon elcorazón henchido de reconcentradas ternurastodavía sin historia de amoresaunque más enamorado que nunca de mi aparición.

Un año antes había ido a buscarla al pueblo en que la encontré; pero ya noestaba allíni nadie me dio razón de tal persona.

La casa de las cortinillas blancas era un parador de diligenciasaunque enotros tiempos hubiera sido palacio de no sé qué noble familia. Sólo un criadodel parador hizo memoria (cuando le hube designado la fecha y el balcón en quevi a la desconocida) de que era solterade que estuvo allí tres díasde quese llamaba Matilde y de que viajaba con su padreel cual se vio obligado ahacer tan larga parada en aquella aldea por resultas de una enfermedad.

Desesperépuesde volver a hallar a Matildey hasta sentí sabersu nombrecomprendiendo que éste me serviría únicamente para dar más cuerpoy violencia a la rara pasiónque iba tomando caracteres de manía y hastadelocura en mi debilitado cerebro...

Una tardedigome paseaba por los alrededores de Sevillacuando en ciertoangosto y solitario camino ruralme alcanzó un lujoso carruaje tirado por dosmagníficas yeguas.

Mientras yo me apartaba contra un áspero seto para no ser atropelladoelcoche tuvo que detenerse; y al través del cristaly junto a una mediodescorrida cortinilla de color de rosadistinguí un rostro bello y sonrienteque no podía confundir con ningún otro...

¡Era ella! ¡Era Matilde! ¡Matildesin noticia tal vez de que yo sabía sunombrede que yo la amabade que su hermosura era mi constante pensamientohacía tres años!

Miróme atentamentey no sé si me reconoció...

Yo me llevé la mano al sombreroy aun pensaba indicarle que bajase elcristalcuando de pronto... (bien que todo esto era prontorápidoinstantáneo) observé que enfrente de ella iba una nodriza con un niño enbrazos...

Quedéme fríoinsensatoestúpido...; y cuando llegué a dominar en partemi emoción la carretela había ya desaparecido al trote con dirección a lagran capital.

¡Oh desventura! Mis antiguos presentimientos se habían realizado. ¡Otrohombre la había conocido después que yo!... ¡Matilde se había casado con él!¡Matilde tenía un hijo que no era mío!...

¿Sabes tú la angustiala envidialos rábiosos celosla desesperaciónque se experimenta al ver casada con otro a la mujer a quien se adoró cuandoera virgen?

¿Sabes tú las adivinacioneslas intuicioneslas recreaciones infernales aque se entrega la desvergonzada imaginación del mísero y defraudado amante?

¿Te figuras cuánto padecería yo en aquel momentoal enterarme de la traiciónde Matilde?

¡Oh! ¡Y qué hermosa ibamedio oculta tras aquel velo de color de rosa!..En medio de mi infortunio parecióme ver a la diosa de la tardedormida ya ensu lecho de esplendorosas nubesal otro lado del horizonte de mi vida...

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

Comentario del autor

La tarde ha sido de color de rosa; de color de rosa la cortinade seda del carruajesegundo velo de nuestra heroína; de color de rosaes la luna de mielprimavera del matrimonio; de color de rosa esel porvenir del primogénito de una rica familia. La horapuesel sitiolaestación y todas las circunstancias de la anterior escena han sido rosadasy sonrientes... Justo espor tantoque la segunda parte de esta relación sellame El velo de color de rosa.

Y aquí reparo por primera vez en que el nombre de este color es unatontería.

Se dice: «una ilusiónun vestidoun panorama de color de rosa...»;con lo cual no se ha dicho nadapuesto que hay rosas blancasopalinasdoradaspajizaspurpúreascarmesíes...

AGUSTÍN BONNAT. (Interrumpiéndome.) -Es que quizá habrá una rosapor antonomasiadesde que Venus matizó los campos con la sangre de sus pies...

-Convengo en ello: hay una rosa de color de sí misma; hay una rosamodelode la cual son variedades las demás...

Prescindamospuesde las demás y ciñámonos a ella.

Queda planteada así la cuestión:

-¿De qué color es una rosa?

AGUSTÍN BONNAT. -De color de rosa.

-¿Y una rosa de color de rosa?

AGUSTÍN BONNAT.-Rosada.

-Eso no puede ser. Déjame pensar un rato. Yo daré con ello. Fuma si quieres.

Una rosa...una rosa...es de color de... de...

De color de uñas. (Yo gusto de las uñas bonitaslargassonrosadas...)

De color de labios de niño. (¡Qué grato es tener por amigo íntimono aningún hombresino a un chiquillo de tres años!...)

De color de billetes de quinientos reales.

De color de... (Aquí vuelvo a recordar el cantar de Salomón.)

De color de rubor... ¡Bendito sea él! ¡Bendito sea cuando abrasa unamejilla morena sellada por un beso...;

Cuando sube a la frente de una virgen e impone respeto a un atrevido galán;

Cuando invade las orejas de un hombre tímido;

Cuando atestigua honradezvergüenzaindignaciónmodestia...

¡Bendito sea él cuando decimos al verlo: ¡Mire ustedmire usted: elembuste le sale a la cara!

O cuando ha sido comprado en una perfumería y se lo lleva en los labios unD. Juan entre bastidores;

O cuando es producido por el deseomás bien que por el temor;

O cuando ilumina de júbilo y de entusiasmo un rostro marchito antes detiempo;

O cuando viene seguido de una apoplejía fulminante!...

Pero vuelvo a la rosa.

Una rosa es:

De color de viaje a Madrid cuando lleva unola cartera atestada de cartas derecomendación... (Yo llegué a Madrid sin carterani más ni menos que hoy sehalla el Presidente del Consejo de Ministros).

-De color de herida que empieza a sanar;

De color de Maríallamada Rosa Mysticadenominaciónporciertomuy tierna e inspirada... ¡Bien que toda la Letanía es uncántico divino que parece escrito por los ángelesun Rosario dedulcísimas metáforas que equivale a un ramillete de ricas flores!...

¡Ah! Yo gusto de recordar a mis solas la Letaníay siempre me dejoalgo.

Pero a propósito de Rosario:

Una rosa puede ser también:

De color de rosariopuesto que rosario significa guirnaldade rosas...;

De color de cierto rosoli del mismo nombreque beben los imperitos;

De color de polvos dentífricos de Quiroga... (Los recomiendo);

De color de alegría;

De color de fresa;

De color de amorde dichade esperanzade juventudde castillos en elairede saludde amanecerde flor entreabiertade fruto sanode escenaspastorilesde gloriade adolescenciay de papel secante para que no se borreesta novela...

¡Escoged!

Parte tercera

El velo verde

 

 

 

I

(Habla Rafael.) -Inútilmente busqué a Matilde por todo Sevilla: no laencontré.

Pasó un año.

Mi amormi extravagante amorera una monomaníauna locura.

Cuando un hombre de mi temple se fija en un deseo y no lo consiguevive comoPrometeosintiendo en las entrañas el lento roer de un buitre.

Veía otras mujeresotras caras; yo era lo bastante rico para hacerme amar;lo bastante joven para inspirar amor; pero yo no quería otra mujer que aquélla.Yo la había visto niñavirgeninocente. Yo había meditado sobre su destino.Yo había seguido su vida con la imaginación. Yo estaba íntimamente ligado aella... Ypor tantopadecía como un esposo ofendidocomo un amanteabandonadocomo un bienhechor a quien afligen la ingratitud y la perfidia de sucliente.

Tal era mi estado la tercera vez que la vi.

 

 

II

Terminaba un baile de máscaras en el gran salón del teatro de Oriente enMadrid.

De pronto oyéronse ásperos gritosy se produjo grande alarma bajo lafamosa araña centralpunto de cita de las personas más elegantes.

Parecía ser que un caballero había arrancado la careta a cierta máscaravestida de hechicera y cubierta con un velo verde...

Decíase que el agresor era su esposoy que la había oído jurar amor yconstancia a otro caballerode cuyo brazo iba.

Ésteal ver la atrevida acción con que el injuriado marido adquirió lacerteza de su infortunio y de su deshonralo insultó ferozrnentey aun pusola mano sobre su rostro...

Palabras de duelo a muerte habían mediadopor tantoentre el esposo y elamanteque por cierto se conocían y hasta se tuteaban...

Yo me acerqué al lugar del conflicto.

La adúltera recobraba en aquel instante el conocimientosostenida poralgunas piadosas enmascaradas y rodeada de varios caballeros que la defendíandel airado esposoempeñado en ahogarla allí mismo con sus manos.

Nadie la conocía Pero todos la amparaban misericordiosamente.

Yo sí la conocí.-¡Era ella! ¡Era Matilde!

Sin darme cuenta de lo que hacía penetré en el grupoy le dije a la sinventuraofreciéndole mi brazo para que se apoyara:

-¡Nada tema ustedMatilde!... ¡Nada tema usted!... Aquí estoy yo...

-Este caballero la conoce...-exclamaron algunoscediéndome el honor deprotegerla.

La infortunada me miró y lanzó un leve gritoal propio tiempo que setapaba el rostro con las manos...

¡Me había reconocido!

-¿Quién es esta señora? ¿Cómo se llama su esposo? -me preguntaban alpropio tiempo los circunstantes en voz baja y con extremada cortesía.

-No lo sé... -respondí tan estúpidamenteque todos se echaron a reír.

Entretanto la hechicera había logrado escapar y perderse entre elcompacto gentíoy el marido era conducido ante la autoridad por un comisariode policía.

-¿Quién es la señora que ha dado ese escándalo? ¿Cómo se llama sumarido? -pregunté yo entonces a mi vez a varias personas...

Pero nadie los conocíani pudo tampoco decirme el nombre del tercerpersonaje de aquella horrible escenade mi segundo venturoso rivaldel amantede Matilde...

En cuanto a las consecuencias del lancenada oí hablar en Madrid al díasiguiente ni en los sucesivos.

Comprenderás perfectamente que no había yo de hacer indagaciones directas yformales por medio de la policía.

¿Para quéni por qué?

¡Ay! Matilde me inspiraba yano sólo amorno sólo despechono sólopiedadno sólo lástimasino también terror y miedo...

Ademássu actitud al reconocerme en el baile desmostraba que no queríatener nada que ver conmigo; que también me temía o me odiaba; que yo leinfundíalo mismo que ella a míno sé qué terror supersticiosoy que lome jor que podíamos desear era no volver a encontrarnos en toda la vida.

Sin embargola fatalidad lo había dispuesto de otro modo.

FIN DE LA TERCERA PARTE

Comentario del autor

Todo baile de máscaras tiene algo de infernale infernal setitula la galop con que todos acaban...

Pues bien; lo infernal es verde.

Una hechicera huele a azufre...

El azufre tira a verde.

Y el adulterio es verde...; es decirun cuento verde.

Por tantoaun prescindiendo del color de velo que envolvía a Matilde en elbaile de máscarashe procedido como un sabio al titular esta fatídica terceraparte de la historia de Rafael: EL VELO VERDE.

Lo cual no impide para que sean todo lo contrario de fatídicasy a mí megusten mucholas siguientes cosas verdes.

Paul de Kock...

Un vestido de terciopelo verde. Dicen que el terciopelo viste mal...Pero el verdecuando oprime un talle esbeltoadquiere graciosostornasoles de culebra... ¡Jóvenes recién casadas! Si tenéis buen talleegregia garganta y elegantes caderasy sabéis andar a la andaluzaid a laplaza de San Antonio de la ciudad de Cádiza las tres de la tarde de un díade Enerocon vestido de terciopelo verde y mantilla de blonda... ¡Así os hevisto yo!... ¡Ahfrancesasfrancesas! ¡Si no queréis suicidarosno vayáisa la plaza de San Antonio de la ciudad de Cádiz!

Pero basta de digresióny sigamos enumerando cosas verdes que me songratas:

Las olas del mar;

Los negrosvestidos de ceremoniaen su país;

Los trigos en Marzo;

Algunos ojos de coqueta;

El bronce antiguo;

El tapete de una mesa de juego cuando juega uno la última moneda que esperatener;

Las esmeraldas;

Las cortinas de las salas de óptica de los hospitalesy las gafas de unamigo mío;

Y las hojas de casi todas las plantas.

No diré nada de las mesas de billarni de los cazadores del Ejércitonide la cruz de Alcántarani de las islas de Cabo Verdeni de lospabellones de IrlandaConstantinoplaMaratasMarruecosSaléAlto PerúTrípoli y Texelque todos son verdes...

Pero no pasaré en silencio el laurel sacro de los artistas...

Tampoco dejaré de hacer mención de la encina de Irminsuldel primertraje de Evade los cocodrilos y de las uvas verdes de la fábula.

Pero lo que sobre todo amo yo es la esperanzade que es símbolo elcolor verde.

Y la amo con frenesícon locuracomo a una coqueta casquivana que me atraeme repeleme acaricia y me burla a un mismo tiempo...

¡Ay... ¡Quizá la amo más bien como se ama a una muerta querida...; estoesa una querida muerta!

Parte cuarta.

El velo azul.

 

 

 

I

-¡Bravo!

-¡Re-bravo!

-¡Archi-bravo!

-¡Proto-bravo!

-¡Non-plus-ultra-bravo!

-¡Bravo-Murillo!

-¡Maldición sobre tipolítico de los diablos!

-¡Tú nos desencantas al hablarnos de los hombres!

Una rubia. -Pues ¿de qué ha de hablarnos? ¿Qué sería del mundo sinhombres?

-¡Los políticos no son hombres!

-Son animales divorciados de la Naturaleza.

-Son locos: dejan lo positivo por lo ideal.

-Y viceversa: son los poetas de la prosa: persiguen la quimera deun dudoso materialismo.

-¡Valen menos que una botella vacía!

-¡Valen menos que el corazón de mi Dolores!

Dolores. -¡Desde que tú reinas en él!

-¡Luego yo reino!

-¡El reina!

-¡No se admiten razonamientos!

-¡Muera el silogismo!

-¡Viva el dinero!

-¡Y el ocio!

-¡Y el vino!

-¡Y la bacanal!

-¡Guerra al trabajo!

-¡Y al pensamiento!

-¡Y al estudio!

-¡Guerra a la guerra!

-¡Dadme un abrazo!

-¡Quemad perfumes!

-¡Llenad mi copa!

-¡Bailadinfames!

-¡CantaDolores!

-¡Abrid ese piano!

-¡Dadme opio!

-¡A mícigarros!

-¡Dejadme dormir!

-¡Coronadme de flores!

-¡Poetaimprovisa!

-¡Allá va!... Necesito un trono... Hacédmelo con vuestros brazoshijasmías... ¡Lavadme los piesesclavas! ¡Atención!


¡Dadme vino! ¡Dadme sueño!

¡Dadme muerte! ¡Dadme olvido!

¡Cese ya este loco empeño

en que el hombre nunca es dueño

del placer apetecido!

O dadme vida mejor

en queclavada la rueda

de tiempo devastador

gozar sin recelo pueda

eternidades de amor.


-¡Bravo! ¡Re-bravo! ¡Archi-bravo! ¡Non-plus-ultra-bravo!


¡Dadme esa vida que veo

al través de aquella vida!...

¡Dadme esa vida en que creo...;

esa vida que deseo

como una gloria perdida

¡Dadme la vida inmortal!...

Ysi esto es mucho pedir

prosiga la bacanal

y en este frágil cristal

escanciadme el porvenir.


-Poetatú lloras...

-Tú sientes...

-Tú recuerdas...

-Tú amas...

-¡Fuera el poeta! ¡Muera el hombre que tiene corazón!

..............................

El poeta se encoge de hombrosy se debe otra botella de Champagne.

Tres minutos después cae sobre la alfombra.

Una salva de carcajadas truena sobre sus ruinas.

Dolores recuesta en su regazo la marchita frente del joven cantor y lo vedormir con honda pena.

Entre tanto ruge el piano locamente bajo los dedos del músico.

Está ebrioy traza un preludio frenéticodelirante.

Todos guardan silencio.

Una fantasía lúgubresiniestradesesperadorabrota del aire.

Es la Campana de los agonizantesdel maestro Schubert.

Dan las tres de la mañana.

Las bujías van amortiguándose consumidas.

El sueño se apodera de aquellas cabezas estúpidas o insensatas.

La canción expira lentamente...

El músico se duerme sobre el pianoyal rodar luego al sueloarranca delteclado un largo gemido inacorde...

Sólo vela yapuesentre los calaveras y cortesanasvencidos por la orgíala insomne y triste mirada de Dolores.

..............................

Pero ¡ayno!... ¡Que también estaba yo allí!

-¿TúRafael?

-Sí: ¡yo mismo!... !Ojalá no fuera cierto!

-Cuéntame... Cuéntame...

 

 

 

II

(Sigue Rafael.) -Yo había presenciadooculto detrás de una cortinalaescena que acabo de pintarte.

No pudiendo creer que Matildemi adorada de toda la vidahubiese descendidotanto en la escala de la degradaciónhabíame hecho conducir a aquella infamecasaen uno de cuyos balcones me parecía haberla visto servir de muestra yseñuelo a los transeúntes.

Ydesgraciadamenteno me habían engañado mis ojos ¡Dolores eraMatilde!... ¡Matildecuya impudente desnudez... no diré que estaba encubiertasino que lucía más y másadornada por una vil túnica de gasa azul.

Ni por un momento pensé en hablarla... ¡Respetaba demasiado mi antiguoidealmi ilusión de tantos añospara prostituirla en un minuto!

Crucésin embargoante ellasaliendo de mi esconditecuando huboterminado la bacanaly le dirigí una dolorosa mirada.

La sin ventura dio un grito de espantode vergüenzade remordimientocomosi viera ante sí el fantasma de sus muertas virtudesy se cubrió el rostrocon las manos.

El poetaque dormitaba con la cabeza reclinada en las rodillas de laasalariada beldadabrió los ojos al oír aquel grito; la miró con ojosestúpidos; trató de abrazarla; yno permitiéndolo la embriaguezvolvió adormirse tartamudeando algunos versos...

Yo huí de aquella casaloco de amor y desesperación.

FIN DE LA CUARTA PARTE

Comentario del autor

¡Lo azul! -He aquí mi color favorito.

¡Lástimapuesque en la anterior escena Matilde estuviera velada de azul!...

Lo azul es el crespúsculo de lo negro... (Ya lo dije antes de ahoracreo que hablando del color de la bóveda celeste... Pero después me hearrepentido de este blasfemo epigrama.)

Azul es la melancolía del espíritu; no la corporalque es amarillasegún veremos más adelante.

Azul es la distanciapatria del pensamiento.

Azules son los liriosesas elegías del mundo de las flores.

Azulen fines la tristeza.

Azul es Alfonso de Lamartinesegún Alfonso de Cormenín.

La lontananza del horizontelas remotas montañasel Océanoel cielo...¡todo lo inmensotodo lo infinito...es azul!

¡El cielo!...fanal que recoge y guarda los suspiros del género humanoelámbar de nuestra fe y el humo de las chimeneas...

El humo he dicho... ¡También es azul el humo! ¡Y cuenta que el humorepresenta cosas! Os recomiendo que penséis en el humo... ¡Tal vez no hay nadatan poético ni tan filosófico en la Naturaleza! El humo es el término medioentre el ser y el no serentre la tierra y el cielo...

¡Ah! ¿Quién sabe si lo azul del cielo consistirá en que estáahumado?...

Por lo demásyo amo el cielo; ese cielo interminableque consigue rendirlos bríos y la curiosidad de mi alma; ese cielo mucho más extenso que misdeseos de volary que mis fuerzasy que mi paciencia...pero no que miesperanza; ese cieloen finque me ha enseñado a despreciar la tierrabienque no a comprender la vida...

¡Oh! ¡Qué grande es todo lo azul!

Yademás¡qué bonito!

Azules eran aquellos ojos de serafínhoy cerrados por la impía muerteque no hablaban mis pasionessino que acariciaban suavemente mi corazóncalmando en él la fiebre de los sentidos...

Azules son ciertos diablos extranjeros que llevan este nombrey loslagos de Suizay la tisisy la putrefaccióny aquellos lazos de seda con queamortajan en toda Europa a las vírgenes...

Mas¿qué digo? Todo lo Moribundotodo lo que va a desapareceres azul.Por ejemplo: la mañana es blancay la tarde es azul...

Como azul es la asfixia... Véase Cianosis.

Y las venas de las mujeres blancasy el manto de las Concepciones deMurilloy la ausenciay los celosy las violetasy otras muchas cosasexquisitasson azules...

¡Qué horror! ¡Acabo de acordarme de las medias de los aragoneses!

Parte quinta.

El velo negro.

 

 

 

I

Sigue Rafael

El velo con que siempre se me aparecía aquella mujer iba obscureciéndosepoco apococomo su destino y como mi alma.

Ciñó primero el velo blanco de la inocencia; despuésel velo rosadode la dicha; luegoel velo verde de criminales deseos y esperanzas; enseguidael velo azul del desamparo y la tristeza... No fue muchoportantoqueal aparecérseme otra vezciñera el velo negro del pesar ylos remordimientos...

Era el día de Finados.

Estaba yo en el cementerio que guarda las cenizas de mis padresy paseábamepor aquellas largas calles de tumbas como un alma en pena.

De pronto distinguí entre el gentío una pobre mujer vestida de negroquecolocaba algunas flores sobre la sepultura de un niño.

¡Era ella!

-Procuré que no me divisara... ¡No quise que mi vista acrecentase su dolorrecordándole aquel tiempo dichoso en que la vi joven y llena de hermosuradentro de lujosa carretelaen las orillas del Guadalquiviracompañada delprecioso niño de color de rosa que me causó tantos celos y envidia!

¡Desventurada! ¡Su hijo la había abandonado también!... ¡Pero ella no lehabía olvidadoy desde la más honda miseriadesde los abismos de la infamiaiba a cubrir su sepultura de lágrimas y flores!...

Aquella piedad maternal la redimió a mis ojos; y al alejarmesin que porfortuna me hubiese vistoexclamé con indecible amargura:

-¡Matilde! ¡Matilde!... No quiero volver a verte... ¡Ignore yoal menosel triste fin de tu existenciaya que la suerte no dispuso que corriese unida ala mía!

¡Pero el cielo lo quiso de otro modoy volví a verla!...

FIN DE LA QUINTA PARTE

 

Comentario del autor

Lo negro absorbe todos los colorescomo el luto de una madre resumelas esperanzas cifradas en su hijo...

Sin embargo¡benditos sean tus ojos negrosactual amada de mi alma.(He dicho actual.)

Tus ojos negrossepulcro de todas las miradas mías...

Tus ojos negrossiempre fatigados y sedien-tos de amor...

Tus ojos negrosque leen en lo profundo de mis ideas...

¡Tus ojos negros!...

Y tu mantilla negra...

Y tus cabellosy tus cejasy tus párpados negros...

Y tu botita negra de charol.

Y después de ti¡maldito sea todo lo negro!

¡La noche sin luna ni luceros... ¡maldita sea!

La nada...

El ateísmo...

El odio...

La primera hora de viudez...

¡Malditos! ¡Malditas!

Y la tinta de mi tintero... ¡Ah!¡no!

¡Bendita sea la tinta negra de mi tintero!

Ella es mi capital

Mi descanso

Mi recreo

Mi porvenir

¡Quizá mi gloria!

¡Bendita sea la tinta negra de mi tintero!

Mi tintero encierra un mundouna infinidad de seres que nacerán algúndía.

¡Pienso escribir cien novelas de pura invención!

Cien novelasa veinte personajescomponen dos mil individuos.

Ellos viviránhablarány forse... dejarán un recuerdo...

Yo los sacaré de la nadalos crearéles daré carapasiones y vestidos amedida de mi gustolos bautizaré o nos los bautizaréy los cortaré elpescuezo el día que se me antoje...

¿No es esto ser un semi-Dios?

¿Qué me falta?

Crear la materia; la parte vil del universoy haberme creado a mí propio...

Pero almascaracteresafectosdiscursossucesos que parecerán realesyolos inventaréyo los lanzaré al mundoyo haré que influyan en su marchatanto como si fueran verdad.

¡Bendita seapuesla tinta negra de mi tintero!

Yfuera de mi amada y de mi tinteromueran todas las cosas negras!

Pero ahora recuerdo que soy cristiano y negrófilo...

Eliminopuesde mi reprobación a San Benedicto y a todos los esclavos delmundo.

En cambio incluyo a los limpiabotas.

Odio además los escarabajos

Los cabestrillos

Los lutos

El carbón

La pólvora

Y el casco de las botellas vacías.

Pero aquí se me ocurren otras cosas negras que amo.

Amo al negro Plácidoal poeta sacrificado al Chénier deAmérica.

Amo un templo obscurouna catacumba.

Cualquier superstición.

Un traje negro de señora.

El ébanolas trufasel fracel azabache.

Y una aventura en el interior de una chimenea. Y sobre todo lo negroamo o aborrezco mucho (pues no sé qué decir) un alma de ciego de nacimiento...

Porque la ceguedado la ceguera (como queráis llamarla)es el bello idealde lo negro.

¡Ser ciego! ¡No ver! ¡No haber visto!...

He aquí el más alto símbolo de la negrura.

Parte sexta.

El velo amarillo.

(Habla Rafael).-La última vez que la vi fue también al través de unvelo.

Pasaba yo un día por la calle de la Monteracuando un amigo míoqueestaba parado en la puerta de la iglesia de San Luisme llamó y suplicóme queentrase a ser testigo de una bodaen sustitución de otro que tardaba.

Accedíy al atravesar el templo con dirección a la sacristíavi en mediode él una mujer todavía jovenenteramente sola...completamenteabandonada...

¡Era Matilde!

Cubría su faz un espantoso velo amarillo.

¡El velo de la muerte!

Porque ¡ay! Matilde no era ya Matilde... Era un cadáver tendido en negro ypobre ataúd¡en la caja de las Ánimas!

Lloré entonces su desgraciada suerte... y¡mira!...no sé por quétodavía la lloro...

FIN DE LA SEXTA Y ÚLTIMA PARTE

Comentario del autor

Hay algo más horrible que lo negroy es lo amarillo.

Negro es el caos; negro es el no ser; pero la muerte del serla muerte de loque ha vivido es amarilla como las mieses agostadas.

El ocioel tedioel fastidiotodos los engendros de la hielson amarillos.Dijérase que en ellos la muerte está mezclada con la vida.

La siemprevivaflor de las tumbas; una lámpara cansada de ardery el orofrío y devastadoramarillean también como los cadáveres.

La fiebre amarilla es la peor de las fiebres...

Y la cera amarilla es la cera funeral.

Y amarillos son:

El cólera y la cólera

Todo lo viejotodo lo rancio y todo lo descolorido

La hopa de los ahorcados

Los arenales de África

Las hienas

La ictericiala misantropíala androfobia

La dolencia y el dolor

El insondable hastío

¡El hambre!

La faz del libertaje

Los pergaminos

Pallida mors.

Una carta de amor de antiquísima fecha...

Y la mitad de la bandera española.

¡Ay de aquel cuya vida es un amarillento erial cubierto de espinasque lerecuerdan otras tantas rosas llevadas por el viento!

¡Ay de la bandera española!

AdiósAgustín Bonnat.

FIN




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