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AVELINO VICTOR COUCEIRO.

 

PENITO
 
Penito era un niño como muy pocos: casi todo loavergonzaba. Trabajo le costaba acercarse a mìcada vez que me veia saliral portal para escribir y quedarme pensando largas horaspluma en mano. Yèldesde su cuarto en la casa de al ladome espiabaporque conocia miscostumbres. Asìmientras yo me llenaba con cada puesta de sol o con lalluvia frescao incluso con algùn amanecer en que no habìa logradoconciliar el sueñosòlo el conocia de sus vigilias tras sus persianascomo si apostara con sus muñecos acerca de lo que yo escribìa. Pero comotodas las personas de extrema vergüenzaen ocasiones se armaba de valor yresultaba temible. Fue asi como una tardeensayando yo un personaje deteatro en base a mis ùltimos escritosdescubrì un eco que no me perdìani pie ni pisadauna mirada fija en lo mas profundo de mi alma que me haciaperder concentraciònlo cual resultaba harto extraño en mì. Y al volverhalle sus ojos en el umbral de mi puertasus ojos grandes y vivos en cuyaexistencia yo jamàs habìa reparadoen medio de un rostro infantil tanrojo de vergüenza que se le erizaban los pelos de la cabezapero firmeante la sorprendida e inquisitiva expresiòn de mi mirada.
- " ¿Serà acaso el personaje que debe contestarme enescena?" - recuerdo que preguntè para mì.
Como todo artista que estudia la sociedadyo buscaba poraquel entonces aislarme del mundo entre mis cuatro paredes del campo parapoder crear. Mas a aquel curioso que con tanta admiraciòn seguia mis pasosuno por unoyo no podia echarlo a la calle... Sin necesidad de eso yaestaba en los limites extremos de su penay pronto comprendì que supresenciae incluso su di logooscilante entre la extrema medida y elmàs indiscreto y agresivo desenfreno en sus arranques de altiva y posesivahonestidadno constituian en lo absoluto un obstàculo a mi creatividadsino que todo lo contrariocompletaba mi mundo de forma tal con susaciertos y desaciertos que mi inspiraciòn se sintiò màs capaz y fecundaque nuncay me confiaba en si misma. Y no porque Penito me alentaradirectamente ni estimulara mi ego natural. En ocasiones subvaloraba hasta lanulidad mi talento artìstico y mis investigaciones socialesy hastallegaba a hacerme la competenciapor cierto que no lo hacia nada mal. Perohasta eso para èl era un juegoy esforzandome yo en depurar mi estilo o elacabado estètico de mis obrasme hallaba de pronto cual juguete entre susmanos de niño y sòlo su sonrisa comprensiva e indulgente me salvaban de ladesazòncuando me señalaba lo que màs le habìa gustado de mi obra delmomento de esa forma creada entre los doslleno de un orgullo profesoralque a duras penas contenìa por una modestia facilmente reconocible en suparentezco con la vergüenza.
Todos los dias - y muchas noches - Penito se escapaba de sucasa tan pronto tenia una oportunidady empezo a traer consigo una perrarecien nacida en los alrededores que alguien habìa abandonado a su suertey que tuvo la fortuna de convertirse en nuestro tercer còmplice. Alprincipioyo le daba la comida y le llenaba una latica de lechey luego laobviabasin darme cuenta de que el pequeño cachoro se hartaba para quedarfinalmente con la panza inflada patas arribalas orejas paradas mirandome yla cola incontrolabley fue Penito nuevamente quien me enseño que nuestraperrita no solamente era para cuidarlasino adem s para compartirnuestras aventuras e inclusonuestro arte y nuestras investigacionessociales. Asìpronto llegue a acostumbrarme a ver a Penito discutiendo conla perra sobre el empleo de los artìculos en un determinado poema otratando de montar una nueva coreografìa para sus ejercicios de danzaaerobia. Una vez tuve que ponerme a su alturay contar seriamente con elanimal en el guiòn que querìa escribir para una pelìcula.
Ni que decir tiene que cuando decidì llevar a Penitoconmigo a la radio - y a la perrapor supuesto - para una entrevista quenos permitiera hacer gala de un di logo interesante y provechoso entreun adulto y un niño inmersos en la creaciòn artìsticame hizo quedarmalpues no se atreviò a pronunciar palabra cuando saliò al airey aquelniño - genio que yo querìa presentar sòlo contestando con resoplidos amis preguntasviendome obligado a comentar mis propias observaciones ytransformar el pretendido di logo en un monòlogo. Ni siquiera la perratan inquieta de costumbredejò emitir un ladrido.
Clarolos padres de Penito toleraban esta relaciòn sinmucha simpatìa: para ellos yo era un loco inofensivoy èl no era nada màsque un niño con una perra de cuya raza ademàs tenian dudaspara colmo. Yolo veia bien diferente: para miPenito no era nada menos que un niñoconuna verdadera amiga. Ellos nunca supieron leer como yo el genio quevislumbraba en sus dibujos y en su fino y agudo sentido del humoren sudisposiciòn y sensibilidad a las diversas artes y sobre todoen suabsoluta capacidad de amarocupados como estaban en su propio prestigioprofesionalen sus oraciones de cada dìa y en las cosas del mercado y lastiendas.
Y una mañana Penito no llegò. Preocupado a mas no poderpor la tardeme asomè a su ventana y descubrì su casa sellada. Sus padresse habìan ido sorpresivamentey por supuesto se lo habìan llevado a èl.Como siempreno le habìan preguntado su opiniòn a la hora de marcharse nimucho menosy estoy seguro que para Penito fue una sorpresa tandesagradable como para mìsobre todo cuando no le dieron ni tiempo paracorrer a avisarme para darme su nueva direcciòny a soñar juntos aunquefuera por ùltima vez. No le habian dejado ni el derecho a soñar por sìmismopero esobien lo sabemosnunca podrìan quitarselo.
Allì en la carreteraestaba la perradesde la mañanamirando tal vez al punto preciso por donde se habia esfumado el carro quellevaba a Penito. Ese fue nuestro ùnico consuelo mutuoy su ùltima pruebade valores. Con tal de no dejarme tan desorientado y abatidoPenito sesacrificò y se abstuvo de llevar consigo aquel ser que tanto amabamos ambospara que entre la perra y yola soledad fuera mas pasajera. Fue entoncesella quien me ayudòmirandome con su cabeza ladeada y sus ojos grandes yvivostal y como descubrì los de Penito aquella primera tarde en el umbralde mi puertaesperandome para crear juntos mi pròxima obra; fue ella -bendita sea esa "niña" quien me ayudò a escribir estas memoriasde aquel niño singularmientras ambos esperamos aùn con la puerta abiertaa que Penito se escape de donde quiera que estècomo siemprey vuelva anosotros para continuar labrando juntos entre los tres el infinito mundo defantasìas y amor que nadie tiene derecho a truncarni siquiera nosotros.
Sus padres no lo entendieronno lo consideraron nada màsque un niño y no le prestaron ojos ni oidospero Penitoque era todo unniñolo sabe. Sòlo por eso pudo robarse mi corazòn que se llevò consigoy con su avergonzada sinceridad habitual vendrà a restaurarmelo sin faltapara escribir entre los tres mi propio cuento.
 
TRUCO TIRAPIEDRAS
 Para Maykel y sus amiguitos
sobre todo aquellos que aprenden cada dìa
que cuando dejan de tirarpiedras
crecen en el mundo de los buenos.
 
!Dale! !Tìrale!
Gritaron a su espalda. Truco se sentìa emocionado cada vezque encabezaba a los chiquillos del barrioen las aventuras mas diversas.Corrìan por las calles y los parques tras èl toda una gama de criaturasvarones casi todoscuya excitaciòn favorita era la que conocìan durantelo que llamaban "la cacerìa".
- Allì estàsilencio... Que no espante a volar... Que nose vaya...
Segùn los dìasse dedicaban a crucificar lagartijasaechar a pelear perros entre sì en luchas encarnizadaso a torturar gatosamarrados. Todo ello se lo habìan enseñado algunos mayoresaunque otrosno lo aprueban. Ellos no entendìan por quèy todo dependìa de la vìctimaque en ese momento le pasara por delante. Hallaban particular placer cuandoapaleaban ratonesmuy estimulados por varios adultosque constantementelos invitaban a ello.
Pero en estos precisos momentos se entregaban a la difìciltarea de tirarle piedras a los gorriones y otras aves similaresmientrascorrìan jadeantespor el cèspeddestruyendo jardines completos de floresdistintas y arrancando pedazos de los àrbolesmientras provocaban la risade alguna madre o hermano mayor por lo que llamaban "las travesuras delniño".
- !Ahora!!!
Truco soltò la piedra que habìa en su pequeña arma. Sinver siquiera el recorrido que la misma hacìa mientras surcaba el airepudopercibir un golpe seco entre las ramas y algunas plumas que se desprendìanal aire; algo caìa al piso... Pero a Truco no le diò tiempo de verlollegar a tierra.
Inesperadamenteun fuerte dolor le cruzò totalmente elpecho. Truco no podìa respirary rodò por el pavimento. Quiso pedir ayudaa sus compañeros de juegoque lejos de atenderlo continuaron gritando cadavez màs fervientementey corrìan hacia èl con un aire que a Trucoenvez de tranquilizarlolo llenò de terror.
- !Al fin! !Al fin! !Lo cogimos!
EspantadoTruco descubriò que estaba lleno de sangre.Apenas podìa moverse... Tenìa deseos de volarpero el dolor en el pechono le permitìa siquiera tomar el aire necesario a sus pulmonesy seahogaba.
El pie de uno de sus amigos que corrìan se le afincò deun golpe sobre la misma columna vertebraly el dolor que alcanzò el climaxle arrancò làgrimas de sangre. Al momento recobrò todo el movimiento porel mismo dolory màs àgil que nuncaTruco se levantò a todo correrintentando llegar primero que todos los demàs.
- ¿Què te pasatropezaste? - Le preguntò alguien.
Pero Truco no tenìa ahora m s que un pensamiento fijocomo si toda su vida dependiera de èl. Ya los niños mayorcitosque habìanllegado primerose agachaban con rostros frenèticos para recoger algo delpiso... Sin embargoen un gigantesco saltoTruco se lanzò a arrebatarlesla presa herida.
!Es mìo! - gritò con tal firmezaque todos se callaronal momento y un silencio inexpicable y profundocomo el vacìocambiò elcurso de la vida de aquel parque. Al centroTruco no sabìa què hacer; erael punto de atenciòn de todo el mundo: ahora estaba màs calmadomàspensativoaunque tambièn un poco nervioso. Entre las palmas de sus manosabiertas estaba el gorrioncito heridopero vivoque lo miraba en busca deprotecciòn. El hueco de su mano se habìa convertido en nido perfecto paradarle calor y cariño de vida a aquel pequeño ser emplumadoy Truco sintiòla fuerza nueva y singular de una gran alegrìauna experiencia excitableque nunca antes habìa conocido en la vida y que lo hacìa por primera vezinmensa y verdaderamente felìz.
- Nono es mìo- dijo a todos con voz màs suaveperotambièn màs firme.
- Tù lo cazasteTruco... Te pertenecees tuyo...
- Nono es mìo. No es verdad que sea mìo. Pero tampocoes de ustedes. Nadie es de nadieno se dan cuenta que no puede ser? Nadiepertenece a nadie...Ni nadie tiene derecho de atacar a nadie... Ahora sientomucha vergüenza de haberle tirado piedrasde haberle herido...De haberhecho tantas cosas que... sòlo ahora... Siento vergüenza...
A Truco se le trababan las palabras ahogado por el sollozo.Sentìa clavados en el alma los ojos del avecilla.
- No es mìoy le he hecho daño. Por lo menos vivemenosmal que no lo matè. Y me lo voy a llevar para curarlo. Ustedes no vuelvan abuscarme nunca para estos juegosnuncanunca... Son juegos tontos y malos.Ni siquiera son juegos. Puedo seguir jugando con ustedes y seguir como jefesi quierenpero no asì. Voy a hacer juegos nuevosdonde seremos losbuenos de verdadlos que defienden animales asì de los niños y de losadultosque los han perseguidoy cuidamos a los animales con hambre y frìoen la calley buscamos que curen a los que estàn enfermos y que no losmaten los carrosno los dejamos que crucen con peligrocomo dicen en trànsito.Voy a ser el jefe de la banda contraria ahorame entienden? Hay muchosmuchos otros juegos que nos pueden divertir muchosin dañar a nadiecomprenden?
Dos o tres de los chicos que lo escuchabanbajaron lacabeza avergonzados; otros soltaron los palos y los tirapiedras que tenìanen la manomientras dos de ellos salieron del cèsped e hicieron retrocedera una pareja de adultos que para atravesar el parque iban a caminar sobretoda el  rea verdey mucho menos permitieron al hombre que arrancaraflores para su compañera: cuando vieron que tenìa esa intenciònvarioschicos màs se sumaron a los dos primeros para impedirlo. La parejamolestay sin entenderse fueron de mala gana por otro camino pavimentado. Una niñacerca secò sus ojos y retirò la lata que habìa amarrado a la cola de unpequeño perrito de la calleal que prefiriò darle de sus galleticas quecomìa y acariciarlo ahora con un poco màs de respeto y cariñoy sobretodocon mucho cuidadocon delicadezacomo nunca antes habìa hecho. Otraniña rechazò la flor que la madre ya tenìa arrancada para ponerle en lacabeza; la madrepor supuestotampoco entendiò naday la acusòde"mal criada".
Ya los amiguitos de Maikel no recordaban con admiraciònsi no con horrora aquellos vecinos adultos que les ponìan a hervir aguapara que lanzaran a los perros que pasaban por la calle y a los gatosquemaullan al anochecer con hambre.
Pero una señora de tez cobriza que lo habìa visto todopasò su mano con amor sobre la cabeza de Trucoque al retirarse del parqueen silenciopasaba por su lado.
Y desde la esquina y antes de desaparecer de vistaTrucose virò y gritò nuevamenteya en la distanciacomo para que lo oyerantodos:
- !Nos vemos mañanapara nuevos juegos! Ya les contarè còmosigue el gorriòn. Los que quieran ayudarme a cuidarlocomo un nuevo juegovayan por mi casa. !Ahy ya tendrà un nombre entre nosotros! Se llamaràTruquito. Asì que ya saben... !los esperamos!
 
Domingo 21.6.1992.
12:00 del dìa a 1:45pm
 
CINDRA
 
Mi amigo la comprendìala justificaba inclusohastacierto punto; yoen verdadno puedo.
Claroèl nunca la aprobò tampoco. Pero sì la conocìamejor que nadiey decìa que habìa que ver en su corazòn para entenderlaque podìa llegàrsele a querero a tenerle làstimasegùn.
Porque Cindra era de pocas palabrascomo toda serpienteysu apariencia denotaba cierta malignidadun algo misterioso que apenas pudièramosexplicar. Pero dice el boabab que tambièn entre las serpientes podemoshallar los mayores contrastes.
Por supuestoalgo tuvo que inducirle a seleccionar eltronco de mi amigo entre tantos àrboles ajenos para enroscarseyestablecer allì su vida sedentaria. Algoque le hacìa identificarse conel noble y desinteresado corazòn del boabab. Nono recuerdo jamàs quenadie haya contado que Cindra hubiera cometido ninguna fechorìanada sucioningùn crimenexcepto quizàs...
Fue viviendo en el boabab donde conociò aquella oruga quecomo toda orugano era linda en lo absolutopero despertaba un profundosentimiento de ternurade ingenuidadun candor especial que sòlo el almapodìa leer. Y entre tanta belleza que en el bosque criaba la Naturalezasòloa la oruga Cindra miraba sin pestañearhoras y horas enterassin moversecomo si guardara el màs absoluto reposoesperando por algo que definierala vida. Cualquiera hubiera dicho que estaba pròxima a saltar sobre su vìctimao sobre el futuro...
La oruga temblaba de pànicocon solo presentirla. Pensòque aquella mirada obsesivay peligrosaclavada sobre sì como una amenazaconstanteera peor que si la exterminara ya de una vez. Le aterrrorizabacada atenciòn de la serpienteque sin hablar ni dejar de mirarla sin la màsmìnima expresiòncorrìa a alcanzarle el alimento o el aguaa protegerladel sol o de la lluviade cualquier enemigo... Cada capricho de supensamiento lo complacìa Cindra al instantesin que se lo pidieray esola llenaba de horrorprejuiciada por su constante sombra sobre sìyaquella apariencia diabòlica y mal afamada. Y para evitar los sufrimientosinnecesariosfue el mismo boabab quien le confesò que Cindra ya amabatalvez como nadie llegarìa a amarla jamàs(lejos de ninguna mala intenciòn)tal vez como muy pocas veces se habìa conocido el amor.
La confianza de la oruga en la sabidurìa del boabab lehizo despejar un poco sus temores. Estaba dispuesta a conocer esossentimientospero aùn algo en su propio instinto la refrenabay no sellegaba a establecer la debida comprensiòn que ùnicamente el tiempo puedelograr. Cindra era incapaz de expresarle todo lo que sentìa por temor a nosaberlo hacery no hacìa màs que mirarla y mirarla dìa y nochedejàndosebalancear un pococomo si la sola esperanza la llevara al èxtasis delplacer. Y la orugatìmida e inexpertano sabìa tampoco còmo romperaquella barrera de hielo que se habìa establecidohasta que un dìaintentando obtener garantìa de aquel amordecidiò de alguna formafueracual fueradeterminar la situaciòn. No sabìa que esa forma era tanimportante cuando de amor se tratano sabìa que habìa que ajustarla acada individuo segùn su caràctera cada parejaque el amor no admite màsgarantìas que su propia existenciay que representaba el màs alto eslabònde la necesidad del almademasiado sublime y delicado para determinarlo asìcomo asì de superficialtan a la manera de los demàs. No entendiò alboabab cuando decìa que todabìa debìan comprenderse mucho màs antes deexigir mejores adaptaciones entre sìpero valìa la pena esperar un pocomodificar los instintos formales...
- ¿De veras no quieres hacerme daño?
Nada respondìa el semblante de Cindra. Sòlo el boabab sedolìa con ella de que bastara su actitud callada pero honesta y constantesu mudo e inexpresivo cariño minuto a minuto. Sòlo reparaba en laconfianza del àrbolpero no en su intranquilidad con respeto al mètodo ycon cierta simpleza irreparable osò espetar:
- Necesito que me demuestres francamente lo que sientes. Side veras me amasentrègame tu amor hoy mismo. Quiero sentir algo de eseamor tuyo. Aunque seaàmame hoy por primera vez.
El boabab se estremeciò hasta la ùltima hoja; la oruga nohabìa entendido nada. Aquel no era un amor del dìasino el amorel ùnicoy verdadero amor al que dedicaba la misma existencia. Tampoco Cindra podìaajustar a su comprensiòn la medida exacta de aquella demostraciòn que lepedìa embargada de felicidad cuando por primera vez oyò a su amada orugaproposiciòn semejante. El baobab quiso temblar fuertemente para evitar eltràgico final de lo que podìa ser una relaciòn de ejemplar bellezaperola simplicidad habìa desatado pasiones fuertemente arraigadas en toda lamagnitud de su profundidad y nada podìa detener ahora las consencuencias. Sòloen aquella oportunidad Cindra se sintiò felizrompiò incluso su frìvolaapariencia y decidiò demostrar toda su ardiente vehemencia de la manera quemejor sabìa.
En el ùltimo instante la oruga presintiò el peligroytuvo miedo. Pero ya era demasiado tarde. Cindra la abrazaba fuertementetanfuerte como su corazòn latìa de dicha por aquella demostraciòn de amortal y como se la habìan pedidopara no fracasar. Nada entendiò cuando aldesenroscarsela oruga no respondìa.
Nadie deseò saber nada màs de Cindra. Aquel hecho lepropiciò el màs absoluto rechazo de todas las criaturas del bosquey debodecir que el mìo tambièn. El triste final de la oruga me impide conmovermecon el boabab cuando me describìa que nadie rechazò tanto a Cindracomola propia Cindra... y eso era lo m s terrible. Sòlo el boabab intentòdarle  nima para seguir viviendopero Cindra estaba contra si misma.Sencillamenteno le interesaba vivir.
Sin hablar jamàsquedò Cindra como siemprefrente alcuerpo yacente de
la orugasin dejar de mirarla ni por un instante. No sèporque nadie la viò llorar en ningùn momentodice el boabab que los ojosde las serpientes son demasiado frios para expresar los sentimientos deCindrapero por dentro... !Horror! No habìa cuadro màs infernal que elalma vacìa y torturada de Cindra contra sì mismapor la pèrdida delobjeto de su vida.
Sin balancearse màs nuncatotalmente recostada sobre laramaCindra quedò como siemprehasta que sus ojos dejaron de versincerrarse jamàs. En vano tratò el boabab de que probara bocadode que seapegara a la vidaque todo habìa sido un problema de incomprensiòndefalta de experienciay que no bastaba con querer tan intensamentesi no sesabìa amar aùn... Eso suele pagarse muy caroy ya a Cindra no le quedabainstinto de supervivencia. Ya no habìa remedio.
Dice el boabab que nunca se pudo quebrar aquel sentimiento.Todavìa hoy dìaocultos por el espeso follage de mi amigoyace laserpiente sobre una rama con sus pupilas dilatadasfija en un cuerpo deoruga sin vidapero impreso de amor.
Dice mi amigo que hubiera podido llegar mucho màs lejospero allì se mantiene al menoscomo protagonista del amor que nunca muere.Sòlo el boabab interpreta asì esta historiasòlo èl se ha percatado deque Cindra no sobreviviò a su amor. Y aunque no la apruebaèl lacomprendela justifica incluso: yoen verdad si que no puedo...No puedo.
 
4:45am 2-3-1987
 
EL ETERNO AMOR DE LA LUNA NUESTRA
 
Tan pronto naciò abriò sus ojos al Universoadmirò suinfinitobuscò su procedencia ydecidida como eraseleccionò deinmediato el objeto a entregar su amorsincera y profundamente extasiada.Era asìno le interesaban las experimentos yconvencida de que el planetade donde procedìa era capaz de satisfacer todo lo que necesitaba en suvidadecidiò consagrarle por siempre su màs honda pasiòn.
Tanto amò a la tierrapero tantoque sòlo podìa giraren el espacio alrededor de su bien amadosin poder jamàs darle la espalda.Pero algo comenzò a contrariarla muy seriamente: a pesar de su dedicaciònno recibìa en lo absoluto respuesta. Y esto le produjo un intenso dolorpara el que no hallaba consuelo ni mucho menosremedio. DesesperadalaLuna comprendìa que la tierra que tanto admirabaa su vezse encandilabahasta la vista del solal que adoraba tan fervientemente que sòlo podìagirar en el espacio a su alrededorde la misma forma en que aparentementeignoranterecibìa el callado y ferviente amor de la Lunaque quedabasumida en la màs absoluta desolaciònsintièndose despechada por ese solque sin embargoerraba orgulloso el Universoirradiando indistintamente aunos y otros.
Pero la amada sin lugar a dudas. Asumiò sus propiossentimientos eincapàz de renegar de ellosmantuvo alimentando lo màshermoso de su exitencia. Y presta al menor detalle del objeto que amaballegò a descubrir en cierta ocasiòn y presa de terror que se acercaba a ungrado de aproximaciòn tan peligroso entre su adorada y el solque prontola tierra se quemarìa por los rayos del sabio y astro rey quienapenas sindarse cuentaasì la amenazaba. No lo pensò dos vecesy siguiendo sus màsnaturales instintos como siempreinterpuso su propio cuerpo a lasquemadurasbeneficiando con su sombra a la tierra amada.
Asì evitò las posibles quemaduras perjudicialessobreaquella que amaba sin que nunca le hubiese demostrado la menor atenciòn. Noesperaba ya en ese momento ninguna reacciònpor supuestoningunarecompensa: no se daba cuenta que la tierraaunque giraba alrededor del Solcomo siemprejamàs se separaba tampoco de su presenciamucho màs cercanae ìntima. Nunca.
Sòlo comenzò a comprenderlo felìz cuando de su objetoamado recibiò las primeras visitasy solo entonces conociò tanto mundo deleyendas y fantasìas que la tierra habìa tejido por milenios de pacienteamorpara regalarle un dìa.
 
Domingo 12/11/1990 7:04pm



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